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Capítulo 12: ¿Qué decisión es mejor?

La ansiedad se adentraba como fuego que me dejaba sin aire. No era capaz de dar una sola respuesta a lo ocurrido, tampoco me hicieron preguntas cuando pudimos encontrar un sitio donde descansar. Me centré en las heridas de Eilu, y una vez sanadas, mantuve los ojos abiertos para vigilar durante la noche. El problema era que en más de una ocasión caía en las garras del sueño, siendo uno de esos intentos donde dormí sin remedio.

—Kemi. —La voz grave de Eilu logró que abriera los ojos—. Ya es de día, debes despertar.

En un gesto rápido me senté en el suelo. Mi corazón bombeaba con demasiada fuerza, mirando de un lado a otro.

—Tranquilízate, esta noche no ha ido a peor. Todo se calmó desde... —Desvió un poco la mirada—. Eso.

Solté un suspiro de alivio, viendo a Ichi y Seiño juntos. Empujaban unas pocas frutas para que pudiéramos comer. Ambos mostraban una sonrisa tranquila, atentos a nuestras acciones.

—No sé qué respuestas dar, Eilu —hablé, mirándole de reojo—. Yo...

—Ha sido Ichi, ¿verdad? —preguntó, mirando directamente al mencionado. Mi compañero se quedó con los ojos abiertos y negó con rapidez—. No me mientas. Eres el único que podría hacer eso.

Con insistencia, negó hasta que Eilu le quedó claro la respuesta. Suspiró y me miró de arriba abajo.

—¿Cómo lo has hecho?

—E-Eso es lo que no sé —susurré, mirando mis manos—. Solo fue... instinto. Quería calmar las cosas y cuando lo vi así pensé en acariciarle para que...

—No puede ser instinto, Kemi. Eres un Drasino.

—Y una Elina.

Se hizo un silencio incómodo. Nuestras miradas lo decían todo. Eilu mostró arrepentimiento, sin saber donde dirigir sus ojos. Suspiró y agarró su cabeza.

—No... no vi nada que se activara como Elina —contestó Eilu, apretando un poco sus labios—. Solo era naturaleza y se unía a ti sin temor alguno. ¿Por qué?

Bajé la cabeza por un corto tiempo para luego mirar a Ichi. Esperaba que me diera alguna pista, pero mi compañero tampoco sabía, ni siquiera Seiño, que recién estaba comprendiendo la situación.

—¿Y si... hacemos que todo esto no ocurrió? —pregunté, como única forma de intentar procesarlo.

Eilu rio débilmente.

—Supongo que es lo poco que se podría hacer ante la falta de información. —Me miró por unos segundos, respirando hondo para luego afirmar—. Eso o... volver al Templo de los Tres Sabios.

—¿No dijiste que estaba destruido? —pregunté, frunciendo un poco el ceño.

—Todo no. —Me dio las espaldas, cruzando sus brazos—. Por alguna razón, desde que estoy en esta zona, empiezo a recordar algunas cosas mejor.

Miré a Eilu con emoción, levantándome del suelo con cuidado.

—Eso es bueno, ¿no?

—Sí, pero a la vez extraño —respondió, mirándome con total seriedad—. ¿Qué sentido tiene que cuando me adentro a Ineas, empiezo a olvidar algunas cosas? ¿Y porqué empiezo a recordar cuando estoy en los bosques? ¿No debería ser al revés? Si la Naturaleza es quien nos hace daño, ¿no tendría que...?

El grito de Ichi hizo que Eilu frenara sus palabras. Daba saltos y golpes contra la fruta, un intento poco útil para captar nuestra atención, pero si para dejar en claro su molestia.

—No es la naturaleza —contesté, mirando de nuevo a Eilu—. ¿Qué es lo que pensabas?

—Que la naturaleza usaba su magia para hacernos olvidar —murmuró. Respiró hondo y cerró sus ojos en un gesto de cansancio—. ¿Qué es entonces? Juro que la respuesta la tengo, que sé lo que ocurre, pero a la vez me siento bloqueando en medio de una cueva sin salida.

Me acerqué un poco a Eilu, agarrando su brazo con cuidado.

—Creo que lo mejor es reposar un poco, desayunar y si eso volver a casa. Esto ha sido demasiado y...

—No —me interrumpió, mirándome con una sonrisa tranquila—. Te dije que iríamos a los lagos. No pienso romper mi palabra. Aparte, ir allí a lo mejor me hace recordar algunas cosas.

Me quedé en silencio y afirmé. No estaba muy convencido, menos si aún nos costaba procesar lo que había pasado en la noche. Observé de nuevo mis manos, y el cosquilleo de las enredaderas unidas a mi me hacía sentir... ¿protegido?

«¿Qué sentido tiene eso?»

—Por ahora pongámonos en marcha —contestó, mirando hacia la derecha—. No estamos lejos de los lagos. Cuento con que hoy podremos llegar.

Afirmé, aunque no con los ánimos que al principio tenía. No me quería imaginar que más problemas podrían haber si avanzamos por la selva. Deseaba descansar en otro lado, uno menos peligroso, pero no parecía haber mucha opción cuando las montañas no mostraban ni un refugio y volar no era tan ideal si captábamos la atención de otros animales... o Drasinos.

Era poco probable encontrarse con los nuestros, pero Eilu quería ser muy previsor, prefería ir por la selva, una zona que no exploraban más que lo necesario, que volar y ser detectados. Aun así, caminábamos con cautela sin hacer demasiado ruido, mirando nuestro alrededor en todo momento. El tiempo no acompañaba mucho, menos ante el frío que era cada vez más presente.

Caminando sin descanso, vimos el inicio de un laberinto sin fin. Las montañas empinadas eran las paredes que limitaban nuestro camino. La hierba era remplazada por las baldosas agrietadas y consumidas por el musgo. No tardamos en encontrarnos por in con un paisaje que dejaba atrás esa tristeza y cambiaba a una belleza más intrigante y fascinante.

Conjunto de arcos circulares colosales y anillos se alzaban en un estrecho cauce de agua que serpenteaba entre las rocas cubiertas de musgo. Eran ruinas envueltas por una vegetación que demostraba más vida, y no era de extrañar cuando daba la sensación de que el ambiente era menos tenebroso y hostil. Menos niebla. Nada de niebla.

La luz suave por fin era presente, ¡daba la sensación de que el sol podía aparecer en estos lagos! Cada paso que daba en los caminos de piedra, era un motivo para moverme con más emoción.

—Con cuidado, Kemi. Este sigo, aunque esté abandonado, sigue siendo sagrado —avisó Eilu.

Obedecí, frenando mis pasos para mirar con atención. Los monumentos antiguos y desgastados expresaban años de historias consumidas por la vejez. No daba la sensación de que este lugar fuera destrozado por la guerra, y eso demostraba una vez más el cariño que le tenían por estos lugares tan sagrados. En este caso, el monumento que tenía enfrente era la figura de un Drasino que no podía identificar al tener parte de su rostro destrozado.

—Esa estatua era de Insensibilidad. —Eilu se quedó a mi lado, sonriendo apenado—. ¿Sabes porqué es tan importante este sitio?

—N-No lo sé —murmuré, mirándole con atención.

Eilu rio por lo bajo.

—Este sitio era donde nacían los Drasinos... —explicó, cruzando sus brazos—. Insensibilidad traía al mundo nuevos Drasinos de los cuales teníamos que cuidar, pero cuando surgió esa guerra, nuestro dios cayó débil... —Suspiró—. Ahora necesita recuperarse mientras nos recuperamos... u otros deciden buscar venganza en las Elinas.

—En-Entonces yo n-no nací ahí —supuse. Eilu afirmó con calma—. E-Entiendo...

Eilu miró hacia los lagos que había alrededor del camino.

—Solía ser bastante vigilado —continuó hablando con nostalgia—. Ahora es lo que ves, un lugar del que apenas se visita ni se vigila, aunque debería hacerse —pronunció estas últimas palabras en un susurro, mirando de un lado a otro con su cabeza con lentitud.

Bajé la mirada por unos segundos y tragué saliva.

—Eilu, ¿acaso mi padre no fue elegido para tener un hijo y por eso me tuvo?

Me miró de reojo y alzó los hombros.

—Ojalá responderte, Kemi. Eso sí, es una buena suposición, pero una que deja miles de preguntas detrás —contestó, para luego seguir mirando a nuestro alrededor.

Suspiré brevemente. A pesar de haberse abandonado, seguía más o menos en pie, y era sorprendente que no hubiera bestias explorando el lugar, era como si lo respetaran.

—Creo que sería mejor volver, Kemi —murmuró Eilu, mirando hacia lo alto de las montañas que nos rodeaban.

—¿Ya? —pregunté un poco decepcionado.

—Siento que nos vigilan y prefiero irme. Sé que quieres conocer más de este lugar, pero sabes que primero es nuestra seguridad.

Agaché un poco mi cabeza mientras miraba el suelo que mis botas, pequeñas y algo desgastadas, pisaban. Afirmé, agarrando la mano de Eilu para salir de ahí con cierta prisa.

—¿Habrá otra...?

Mi boca fue cubierta y en un giro abrupto nos tuvimos que esconder detrás de las rocas. Mi corazón bombeaba con mucha fuerza al ver que había un Drasino que se acercaba a nuestra posición.

Y no era el único.

—Señor. Me extraña verle por esta zona, ¿qué ocurre? —preguntó una voz que me hizo temblar todo el cuerpo, pero Eilu me agarró para evitar delatar nuestra posición.

—Meirl, siento reunirte aquí. Los lagos de la Frialdad no se han activado desde lo ocurrido en esa guerra. Y sabiendo que este sitio no será activado de vuelta hasta que ganemos, había pensado en cerrar la entrada principal.

Esa otra persona, era mi padre.

—¿Cómo que cerrar este lugar? Señor, es donde nacen los Drasinos, y si bien es cierto que...

—Se puede cerrar si juntamos varias rocas para que ninguno pueda acceder a pie. En cuanto el aéreo se tendría que emplear alguna magia —interrumpió mi padre.

—¿C-Cuáles magias, señor? Insensibilidad está...

—He descubierto unas que he podido encontrar en los escritos de la biblioteca.

Eilu frunció bastante el ceño, pero no dijo nada.

—C-Creía que ese lugar estaba destrozado —susurró Meirl.

—No, algunos de esos libros los guardé bajo mi protección y me encontré con bastante información que había olvidado —respondió mi padre.

Seguían conversando, pero no era algo que prestara atención al ver los ojos de Eilu moviéndose de un lado a otro, como si tuviera en sus manos todos los libros y tratara de recordar lo que había.

—Así pues, nos pondremos ahora con la entrada y en estos días veré de aplicar una de las magias que te mencioné —continuó mi padre.

—Pero eso sería involucrar la energía de Insensibilidad.

—Tranquilo, esta no involucra a Insensibilidad

Los ojos de Eilu se abrieron en demasía. Tembló sin descanso, intentando controlar su respiración, mirando hacia un lado a otro sin saber bien qué hacer.

—E-Está bien, señor. Como usted diga.

Y marcharon con rapidez, dejándonos solos mientras Eilu trataba de recomponerse. No tardó en agarrarme con todas sus fuerzas y extender sus alas.

—¡Eilu no es...!

—No podemos salir si nos cierran la entrada —me interrumpió con total seriedad—. Debemos irnos. Ahora.

Voló a la mayor velocidad que pudo, dejando atrás todo. Agarré mi cabello, mi cabello para evitar que Ichi y Seiño salieran volando. Veía de reojo el rostro angustiado de Eilu, mirando hacia atrás cuando le era posible y bordeando la montaña en dirección a nuestro hogar.

Agarré con cuidado a mis compañeros, cerrando mis ojos con fuerza. Sentía las lágrimas en mis mejillas, sin saber por qué mi padre se encontraba ahí. Cuando abrí los ojos, me encontré con la mirada preocupada de Ichi, desprendiendo un color azulado de su cuerpo.

—T-Tranquilo, Ichi —susurré para luego mirar a Eilu. Su mirada se volvió más seria, una donde sus cuernos se habían vuelto un poco más oscuros—. Estamos bien. Estamos bien...

La velocidad de Eilu permitió que llegáramos rápido a nuestra casa. Impactó bruscamente para que se girara y vigilara el exterior. Me levantaba del suelo, vi como Eilu respiraba con dificultad, cayendo sudor por sus brazos y espalda. Musitaba palabras que no pude comprender, pero que me dejaban con un mal cuerpo encima. Ichi y Seiño bajaron de mis brazos para luego observar a Eilu.

—Estos dias tendremos que estar atentos a todos —murmuró Eilu, mirándome de reojo—. No saldremos a no ser que sea necesario. ¿Entendido?

Afirmé sin rechistar, aunque el dolor de mi pecho yestómago iban cada vez a más. ¿Por qué se encontraban ahí y qué estabanhaciendo? Eran las dudas que ambos teníamos y que, por desgracia, no tendríamosuna respuesta clara.

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