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Capítulo 11: Lagos de la Frialdad.

Conocer los Lagos de la Frialdad era un plan que no me esperaba. Según decía, era un camino relativamente fácil al estar cerca de la zona y confiaba en que ningún Drasino estaría por la zona. Era un lugar abandonado, olvidado por la guerra.

Eilu iba a paso ligero, vigilando nuestro alrededor. Bordeábamos la selva, yendo por el extenso prado consumido por la penumbra hasta que no nos quedó otra que adentrarnos cuando la noche llegaba. Ahí era cuando Ichi nos guiaba el mejor lugar para descansar durante la noche.

—El problema serán los Búeon —comentó Eilu, dando pasos cautelosos—. Salen de noche para cazar si no hay lluvia.

—Lo sé, estuve viviendo con unos Búeon.

Eilu frenó sus pasos de inmediato, mirándome con los ojos bien abiertos.

—¿D-De qué tipo?

—Plumas azules. —Su rostro se tranquilizó, pero aun así estaba atento a mi—. Me ayudó a esconderme y comer durante los dias de lluvia. Cuando no era muy torrencial, salía y capturaba algunos animales, lombrices o frutas en mi caso.

Mantenía su posición hasta que observó a Ichi encima de mi cabeza. Luego dirigió la mirada a mí, soltando un largo suspiro.

—Sigo sin entender como es posible —murmuró, dirigiendo la mirada al bosque—. Puede que contigo fueran amables, pero conmigo...

—Capaz lo sean si no les haces nada —supuse, poniendo la mano en mi barbilla.

Eilu me miró con la ceja alza y negó.

—Dudo que eso pueda servir de algo a estas alturas —contestó, avanzando una vez más—. No perdamos el tiempo en buscar algún refugio antes de que la noche aparezca.

Para nuestra pequeña suerte, Ichi pudo encontrar un lugar óptimo para escondernos. Bajo un sauce llorón, nos escondimos bajo las hojas caídas que nos protegían y cubrían de nuestro alrededor. Eilu quiso hacer fuego, pero Ichi se lo impidió, bajando de mi cabeza para caminar hacia el tronco.

—¿Y cómo vamos a mantener el calor? El frío aun sigue presente —contestó Eilu, frunciendo el ceño.

Ichi le miró de reojo y le ignoró para poner las manos diminutas en el tronco. Nada más hacerlo, la luz que emitía fue directa a las ramas, dibujando unos símbolos azules en el tronco que permitieron una iluminación tranquila y tenue a nuestro alrededor. Eilu observó con atención, cruzando los brazos.

—Bien, ¿y el ca...?

Sus palabras se vieron interrumpidas cuando las hojas del sauce empezaron a desprender un polvo azulado. Parecían ser como lágrimas del propio árbol, impactando con delicadeza contra el suelo para evitar que el frío llegara en el árbol donde nos encontrábamos.

Ichi retiró las manos del tronco para mirarnos con una sonrisa victoriosa.

—Está bien, Chiauon. Me has sorprendido —contestó Eilu, sentándose en el suelo—. Puede que si sea ideal resguardarnos aquí, pero sin bajar la guardia.

—Ichi. —Puso las manos en sus caderas y afirmó.

Reí por mis adentros por como actuaban. Otros días no solían replicarse, pero en esta ocasión, Eilu debía aprender de Ichi, más si era nuestro guía.

—Es curioso este árbol —susurré, observando mi alrededor—. Nunca he visto algo igual. ¿Cómo es posible esto?

Eilu me miró por unos segundos, alzando sus hombros.

—La naturaleza oculta muchísimos secretos y me temo que quien peude responder eso es Ichi —contestó Eilu, mirando hacia mi compañero—. Lo malo es que no entendemos su idioma.

—¿No eres capaz de comprenderlo tampoco? —pregunté. Eilu negó—. Vaya... ¿Y alguno podría?

—No es un idioma que conozcamos, Kemi. No tiene ninguna relación con los Drasinos, y dudo que la tenga con las Elinas. —Observó por unos segundos a Ichi, alzando la ceja—. Capaz sea el idioma que usan entre ellos, uno relacionado con la naturaleza.

—Tiene sentido... —Solté un suspiro, observando mi alrededor para luego sentarme con cuidado—. ¿Nunca os habéis interesado por la selva?

—Lo justo y suficiente para poder sobrevivir. Poco más.

—O sea, solo las Urogias, ¿no? —pregunté. Vi como afirmaba con la cabeza—. ¿Y porqué no os interesasteis por lo demás? Los árboles, animales. ¡Cada una de las plantas que nos rodean, insectos o...!

—Teníamos demasiado para pensar ene so, Kemi. Aparte, hablas con Drasinos. —Me miró con un rostro más serio—. ¿Qué somos más que destrucción?

Fruncí el ceño, negando con mi cabeza.

—Creo que se puede ser Drasino sin asociar a la destrucción. Era por supervivencia cuando veníais aquí. ¡Como lo hice yo!

—Un Drasino usa la fuerza para sobrevivir en estos lados, Kemi. —Analizó mi cuerpo de arriba abajo y soltó una leve risa—. Yo no te veo capaz de matar a un animal.

—B-Bueno, si hay que sobrevivir...

—¿Habrías matado a ese Búeon que te atacó?

Su pregunta hizo que agachara la cabeza, soltando un leve suspiro.

—Son animales que sienten y tienen ese instinto de sobrevivir como nosotros. No es justo que los hagamos daño sin motivo alguno —contesté, mirándole de reojo.

—Sí. Eso no te lo niego, pero ¿qué priorizas más? ¿Tú vida o la de ellos?

—Todas las vidas importan.

—Me temo que no puedes salvar a todos. ¿La tuya o la de ellos?

—¿Por qué tiene que morir alguien?

Frenó sus palabras, soltando un largo suspiro mientras ponía la mano en su boca.

—Porque por desgracia hay gente cruel que mata sin importar las consecuencias. Porque prioriza su vida antes de salvar a otros como haces tú, que quieres ayudarlos. En este caso, en la naturaleza, ocurre lo mismo, pero somos más insensibles cuando los miramos y pensamos que no tienen nada más que... animales —contestó, observando hacia el sauce llorón.

—Pero tienen sentimientos. ¡Tienen una vida! ¡Son como nosotros! Crían a su familia, se aseguran que sigan con vida, los alimentan, los cuidan y los enseñan. ¿Por qué debemos matarlos de esta forma?

—Pura supervivencia —contestó Eilu, soltando un leve suspiro—. No te voy a mentir, chico. A mi me apena ver algunos de estos animales muertos, pero debo sobrevivir. Matarlos, aun si es doloroso. —Me observó con atención—. Algunos de ellos lo hacen, no se si te has dado cuenta. Por ejemplo, las Urogias son capaces de ello, y eso es por simple supervivencia que todos tenemos.

Me quedé en silencio, abrazando mis piernas. Enfrente mía estaban Ichi y Seiño, afirmando con lentitud como si confirmaran las palabras de Eilu.

—Es... ¿algo normal de la naturaleza? —pregunté, mirando de reojo a Eilu.

—Sí. Es un ciclo natural, uno en el que en ocasiones intervenimos —contestó, acomodándose en el suelo—. Lo que nosotros hacíamos era una destrucción mayor culpa de las deformidades destructoras.

—¿D-Deformidades destructoras? C-Creo que escuché eso alguna vez...

—Es posible que con Enilo lo hayas escuchado. Son seres oscuros que logran deformarse en batalla para atacar. Desprenden un hedor horrible y son muy ruidosas cuando sufren daño.

Escalofríos inundaron mi piel, recordando la vez que había llegado aquí. ¿Esas mismas sombras que se movían de un lado a otro... eran esas deformidades?

—¿E-Es posible que estén aquí? —pregunté, observando mi alrededor con los ojos bien abiertos.

—Sí, pero no debes preocuparte. Son en menor cantidad que antes y no suelen acercarse a zonas con luz. —Estiró sus brazos, soltando un leve gruñido—. Aparte, al ser tan pocas, no nos atacarán. Querrán ir en grupo para hacer más daño.

—E-Entiendo... —Miré hacia Ichi y Seiño, ambos estaban cerca mía, como si quisieran dormir—. Puedo vigilar esta noche o...

—No, me haré cargo de eso —aseguró Eilu, interrumpiendo mis palabras—. Tú descansa, si ocurre algo, te avisaré.

Afirmé, apoyándome contra el tronco del árbol para cerrar mis ojos e intentar reposar. La noche fue ligera, recostado y arropado por la naturaleza. No me di cuenta que las horas pasaron tan rápido que cuando me despertó Eilu, vi que la el sol intentaba salir entre las nubes que siempre nos acompañaban.

Vi la sonrisa de Eilu presente en su rostro, dándome los buenos días y pidiendo que desayunara algo para continuar con la caminata. Obedecí de inmediato y al terminar nos pusimos en marcha.

Nos alejamos de los bosques para movernos por los prados cercanos a las imponentes montañas. Durante el camino, Eilu hablaba sobre las experiencias que tenía de joven.

—¿Alguna vez viste alguna ardilla de ojos azules? —preguntó, viendo mi asombro. Rio por lo bajo—. Estas cambian su piel a gusto, se camuflan, ¡y son horribles! Suben a tu cabeza y tratan de morder los cuernos o arrancarte el cabello hasta dejarte calvo. Menos mal que mi padre estuvo al lado para quitar esa Eripla.

Reí sin poder evitarlo, mirando hacia su cabello oscuro y sus cuernos desgastados.

—¿Por ello tiene los cuernos así? —pregunté con interés.

—Entre otras. Por ejemplo, una vez salté por una de las tantas cataratas que hay en Ineas. Creo que fue la peor idea porque esos pequeños ríos llevan hacia el río principal de Ien. ¿Tú sabes la bronca que recibí después? Mi padre me preguntó qué se me ocurría por la cabeza. Le dije la verdad. Me retaron que no tenía valor a ello y les confirmé lo contrario.

Abrí mis ojos como nunca, poniendo la mano en mi boca.

—Pero eso podría haberte dejado con graves heridas.

—Es lo mismo que me dijo mi padre, pero aquí estoy. —Rio, para luego bajar la mirada—. Recuerdo muchísimas cosas que hacía de joven como Drasino, y la verdad, ¿quién me diría que me volvería un sabio?

—Ichi, ichi...

Aquello, según a mi interpretación, era como si hubiera dicho "ni tú mismo te lo crees", lo que me sacó una leve risa al igual que Eilu.

—Sí, ¿y la verdad? Es genial como estar en el templo me hizo aprender mucho y dejar un poco esa torpeza —admitió, soltando un suspiro—. Escribía toda la información que teníamos en nuestras manos.

—¿D-De verdad?

—Sí, me encargaba de escribirlo todo cuando Crowley o Colen contactaban con Insensibilidad.

—¿Colen? —pregunté, frunciendo el ceño.

—Es tu difunto abuelo, Kemi. —Su respuesta me dejó sin habla. Eilu suspiró con pesar—. E-El asunto es que uno de esos escritos captó mi atención. —Aclaró su garganta—. "Opuestos se encuentran en un círculo perfecto. Unidos, aun con sus diferencias. En ocasiones se enfrentan y surgen las peores guerras hasta que el amor y la paciencia silencian todo".

—¿Amor? —pregunté, arqueando la ceja.

—Eso parece, y siendo honesto, no entendí mucho más que el significado del equilibrio, la lucha del bien y el mal, pero tenían otros nombres —contestó, rascando su cabeza.

—No parece que puedas recordarlo —susurré un poco apenado.

—No, pero no pasa nada. —Suspiró con una leve sonrisa—. Ya aparecerá, sabes que a veces puedo contarte cosas de mi pasado cuando mi cabeza quiere funcionar bien. —Rio con ligereza.

Sonreí mientras le miraba con atención.

—Y ¿cómo era trabajar allí? Me imagino que debía ser agotador estar escribiendo. A mí me es muy aburrido y tedioso.

—Eso era cuestión de práctica y porque también me gustaba. Los libros me interesaron muchísimo. Por desgracia... —Suspiró sin saber dónde mirar—. Todo lo importante se pierde al final.

—C-Creo entender —susurré, bajando la mirada.

Eilu sonrió a medias y alzó sus hombros.

—Puede que eso cambie si estoy a tu lado —supuso, alzando su mirada—. Puede que vuelva a escribir todo lo que descubramos y capaz alguien lo lea y lo diga. ¿Capaz puedas ser tú? ¿Quién sabe?

—Eso no sería posible...

—La fe es algo que nunca pierdo, Kemi, ni deberías perderla —aseguró, mirándome con una sonrisa tranquila.

Realmente no se equivocaba del todo. Miraba hacia Eilu con admiración, dándome cuenta que durante todo este tiempo no habría perdido la fe, aun si las cosas se complicaban demasiado. Sonreí, siguiéndole sin tener que decir mucho más, con la noche acercándose una vez más.

—Bien, Ichi ¿algún lugar seguro que haya por esta zona? —preguntó Eilu, viendo como mi compañero ponía la mano en su barbilla. Señaló hacia el norte, al interior de la selva—. Bien. Donde tú nos digas.

La noche una vez más nos acompañaba mientras nos adentrábamos por los grandiosos bosques. Los árboles presentaban una altura muchísima más notoria que los anteriores. Su corteza era de colores rojizos, aunque las hojas eran bastante verdosas a pesar del clima tenebroso.

Íbamos con cuidado por donde pisábamos, ya que algunas de las hojas que había a nuestro alrededor bloqueaban nuestra visión, lo que nos obligaba apartarlas sin hacer mucho ruido. No sabía bien donde nos quería llevar Ichi, pero estaba mucho más lejos que la anterior vez.

Mantuvimos la paciencia. Eilu iba delante, mirando de vez en cuando hacia Ichi para que le indicara. Fue así hasta que el suelo empezó a retumbar, obligándonos a frenar nuestras acciones.

Eilu no me dijo nada, solo me miró con los ojos bien abiertos y, por primera vez, vi como sus cuernos empezaban a brillar en un color oscuro. No comprendí por qué mientras que Ichi le chillaba.

—Nos ha detectado ya, Ichi —contestó Eilu. Su voz era cada vez más grave. Me miró—. Esconderos, me hago cargo de la bestia.

—¿Pero qué está....?

El inesperado rugido junto la caída estruendosa de los árboles activó las alarmas. Eilu se puso firme, en busca de la bestia, mientras buscaba un sitio donde esconderme, pero no era fácil cuando los pasos del animal eran cada vez más rápidos y agresivos. En un gesto desesperado, me tiré contra el suelo, viendo como los árboles de nuestro alrededor caían, alterando todos los animales ocultos.

A duras penas vi los cuernos de la grandiosa bestia. Se iluminaban en un color oscuro, abriendo su boca para rugir con odio, alzando sus zarpas para atacar a Eilu. Se apartó con rapidez, concentrando la energía de sus cuernos, como si quisiera hacer algo.

—¿P-Porqué...? —Logré escuchar su voz mientras esquivaba los ataques del grandioso oso—. ¿¡Por qué no puedo?!

Le miré angustiado, intentando levantarme del suelo, pero no era fácil con la bestia moviéndose una vez más, arrancando el tronco para tirarlo hacia Eilu. Chillé, atemorizado por su vida, pero la fuerza de Eilu hizo que el árbol se rompiera ante su potente puñetazo, aunque acabara muy agotado, impactando una rodilla contra el suelo.

Mi grito no solo fue un aviso, también me delató, pero no me había importado cuando corrí hacia Eilu para apartarle. La bestia iba atacarle de nuevo, por ello corrí como mejor pude para abrazar a Eilu, tirarnos contra el suelo y esquivar a duras penas el ataque.

Cansado, intenté ponerme de pie, viendo a la bestia atenta a mis acciones. Respiré como mejor pude, atento a sus gestos.

—H-Huye, Kemi...

Las palabras de Eilu hicieron que le mirara de reojo, pero sin perder la posición. Me centré en la bestia, alzando mis manos en un gesto de calma.

—E-Eso no...

—¡Ichi!

El grito de mi compañero hizo que la bestia frenara sus acciones, observándonos con atención. Tragué saliva con dificultad, sintiendo el sudor caer por mi cuello y frente. No hice ni un solo gesto, solo me mantuve firme en el sitio.

—¡Ichi! —Volvió a gritar. Bajó por mi cabeza hasta quedar en mi hombro y de pronto desprendió un brillo azul oscuro de sus manos.

Esperaba que esa magia fuera para dormirle, porque nos hacía falta para huir, pero por desgracia no fue el caso cuando la Urogia volvió atacar. Como mejor pude, agarré a Eilu para apartarnos, o al menos ese habría sido el plan hasta que las ramas y enredaderas nos rodearon, creando un escudo a nuestro alrededor.

—¿Qué...?

Confundido, me aparté de Eilu, levantándome poco a poco para ver la mirada preocupada del Urogia. Observó los pasos lentos que daba, sin comprender porque las enredaderas que nos habían protegido, se envolvían en mis brazos. Dirigí la mirada a la bestia, dándome cuenta que sus ojos blancos pasaron a unos más amarillos.

Mantuvo su posición inmóvil por unos segundos para luego agachar su cuerpo hasta tumbarse.

—¿Q-Qué está...?

La voz de Eilu era débil, lo que me preocupó aun más, pero no paraba de quitarle ojo al Urogia. Estaba quieto en el sitio, tumbado y observándome. Me acerqué poco a poco, extendiendo mi mano derecha.

—¡Ni se te ocurra, Kemi! ¡Es una...!

Sus palabras se interrumpieron cuando mi mano, envuelta por esas enredaderas, tocaron el hocico de la bestia. Las hojas se expandieron por su rostro, creándose unas de gran tamaño que cubrieron sus ojos, moviéndose como lianas que se ataron a sus cuernos. Estos, desprendían un color más verdoso en vez de oscuro. Mantuve mi posición tranquila, escuchando las pulsaciones de la bestia.

Hasta que no escuché nada.

Con cuidado retiré la mano, viendo que diversos tipos de natura habían cubierto a la bestia, como si le diera el descanso que tanto necesitaba. Al alejarme, miré hacia Eilu, sin comprender bien qué había hecho. Miré hacia Ichi, y también estaba igual de sorprendido que nosotros.

—Kemi. —La voz de Eilu sonó un poco más tranquila. Me miraba con atención—. ¿Cómo lo has hecho?

Miré mis manos, tragando saliva.

—N-No lo sé... —Mis ojos temblorosos observaron a Eilu, cayendo pequeñas lágrimas—. ¿L-Lo he matado?

Eilu suspiró con pesadez, levantándose del suelo.

—No creo que sea la palabra ideal, chico —respondió, mirando hacia el Urogia—. N-ni si quiera puedo creer lo que has sido capaz. —Se quedó en silencio para mirar a Ichi—. ¿Qué le has hecho?

Ichi negó con rapidez, cruzando sus brazos. Eilu puso las manos en su cuernos y miró a su alrededor.

—Mejor... busquemos un sitio donde escondernos. Luego lo analizaremos.

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