Capítulo 10: Paso a Paso.
Mereció la pena el descanso cuando empecé a correr y entrenar con Eilu. Lo primero que poníamos en práctica era la fuerza, primordial en los Drasinos. Salimos hacia los prados no muy alejados de la selva profunda, siendo acompañados una vez más por la nubes oscuras sin niebla.
—Ah, qué nostalgia me da esto —comentó Eilu con una sonrisa—. De pequeño me pegaba con casi todo tipo de rocas, unas que eran el triple de mi tamaño. —Rio por unos segundos y me miró—. No voy a aplicar eso contigo, aún estás recuperándote, pero si quiero que empieces a tomar más resistencia y fuerza.
—¿Y cómo lo haremos?
—Lo que solía hacer era conseguir resistencia alzando piedras o aguantarlas por un rato. Muchos de los Drasinos se centran solo en romper y destrozar, pero no piensan en lo más importante —respondió con una sonrisa confiada—. También tendremos que hacer eso con tus alas, pero no será tan constante por cómo te encuentras aún.
—Entiendo —susurré, mirando mis manos y afirmar—. Me veo listo para empezar.
—Genial. —Eilu me indicó las rocas que por el momento eran más aptas—. Entrenarás con esto, aunque también utilizaremos troncos caídos de la selva. —Se giró en dirección a los bosques—. Aunque iré solo, no quiero que te adentres ahí de nuevo.
—Pueden acompañarte Ichi y Seiño, ellos saben muy bien donde puede encontrar cada cosa —sugerí, sintiendo como mi cabello se movía al nombrar a mis amigos.
Eilu afirmó con una sonrisa.
—Si no lo ven como un problema, adelante.
Levanté mi cabeza.
—¿Os parece bien, chicos?
Ichi y Seiño se lo pensaron por un buen rato. Al final Seiño aceptó, bajando por mi brazo para ir hacia Eilu. Ichi se quedó conmigo.
—Dudo que le pueda pasar algo, de eso no te preocupes Ichi —contestó Eilu, agachándose para dar su mano a Seiño y subiera a su cabello. Ichi se negó, convencido de quedarse a mi lado, lo que hizo alzar los hombros—. Bien, como veas. Nosotros intentaremos no tardar.
—Mucho cuidado y suerte —respondí, viendo como Eilu se despedía.
Dicho todo, nos pusimos a entrenar. Ambos porque Ichi, pillando unas pequeñas rocas, también haría lo mismo. También se habría atrevido a correr por el lugar, aunque la diferencia de pasos era notoria al ser más grande. Aun así, me hacía gracia como Ichi me acompañaba y me animaba.
Pasado casi una hora, descansamos. Miré hacia la selva, esperando que Eilu volviera. Ichi también haría lo mismo, moviendo la cabeza de un lado a otro. Verle era adorable, pero también me hizo unas cuantas preguntas en mi cabeza.
—Ichi, según me dijo Eilu, vuestra raza se llama Chiuaon, ¿es cierto?
Ichi me miró. Puso la mano en su pequeña barbilla y afirmó.
—¡Qué curioso! ¿Y qué hacéis exactamente? —Claramente la respuesta iba a ser compleja al no comprender su idioma, pero sus gestos eran claros cuando señalaba la selva—. ¿Oh, algo en relación a la naturaleza?
Ichi afirmó, y poniéndose de pie, puso las manos en sus ojos, como si se los cubriera. Estuvo así durante unos segundos, para luego retirarlos y aparecer un color azul marino profundo.
—¿Q-Qué significa eso? —
Ichi cubrió de nuevo sus ojos para que volvieran a ser profundos y oscuros. Tras eso señaló la naturaleza y sus ojos.
—¿Ojos de la naturaleza? —pregunté, viendo como él afirmaba—. ¿Eres un tipo de vigilante? —Puso la mano en su barbilla y alzó sus hombros—. ¿Eh? ¿No lo sabes?—Afirmó. Fruncí un poco el ceño—. ¿Acaso no eres como un guía?
Ichi soltó un largo suspiro. Reí al ver como ponía las manos en sus caderas.
—Está bien, Ichi. Algo me temía al igual que con Seiño. Ambos tenéis mucho conocimiento de la naturaleza, incluso parece que hacéis algún tipo de magia que no me habéis enseñado del todo, pero no importa. Sé que tenéis buenas intenciones —supuse, viendo como Ichi afirmaba sin parar.
Tras eso me quedé en silencio, disfrutando del aire fresco. Cerré un poco mis ojos, apoyándome en el suelo con mis manos mientras levantaba mi cabeza al cielo, encontrándome con las mismas nubes.
—Ichi, ¿estas nubes estuvieron siempre aquí? —pregunté. Ichi negó con su cabeza—. ¿Y era tan bello cuando el Sol salía?
Afirmó con emoción, lo que me hizo reír con dulzura.
—¿Y qué habrá ocurrido para que esto cambiara? ¿Acaso las Elinas hacen eso o la naturaleza?
Ichi negó con su cabeza, aunque parecía molesto por mis palabras. Apreté mis labios, rascando un poco mi cabeza.
—Perdón. Entiendo que no fueron ellas entonces —supuse, viendo como afirmaba. Sonreí, quedándome en silencio unos segundos mientras le miraba—. Ichi... ¿qué edad tienes?
Como mejor pudo, empezó a mover sus brazos, como si fuera una forma de contar, pero no paraba de hacerlo tantas veces que perdí la cuenta.
—Eres muy mayor —supuse, poniendo la mano en mi barbilla—, aunque pareces un niño.
Ichi rio, cayendo de espaldas al suelo mientras ponía sus manos en su barriga. Miré a otro lado avergonzado, no era la primera vez que me confundía con la edad, con Seiño creía que era mayor y en verdad era bastante joven.
—Entonces, has visto muchas cosas, ¿no? —pregunté, viendo como Ichi se sentaba en el suelo para afirmar—. ¿Viste lo que pasó en la guerra contra los Drasinos y Elinas?
Ichi afirmó sin mirarme, moviendo sus diminutas manos con rapidez.
—Oh. E-Entiendo... Perdón —murmuré, rascando mi cabello.
Ichi me miró por unos segundos. Daba la sensación de que quería decirme algo por cómo abría su boca.
—Qué yo sepa te dije entrenar, no descansar, Kemi.
La voz de Eilu nos tomó por sorpresa. Ichi fue a por Seiño mientras me dirigía a Eilu. No solo habían traído unos troncos, sino que algunos alimentos.
—Estaba descansando un rato, he estado entrenando un buen rato. Lo juro —respondí con cierta vergüenza.
Eilu soltó una leve risa.
—Estaba bromeando, de hecho, descansar también es muy importante, al igual que hidratarse y alimentarse bien. Todo cuenta —contestó, acercándose a Seiño para tomar una fruta esférica de color rojo—. Ten, come algo, esta fruta te ayudará a recuperarte.
Sin dudar, la agarré para darle un muerdo, pero al hacerlo el agua se me escapó por la boca. Los tres se rieron.
—Cuidado con las Bongu, son frutas muy dulces, pero cuando las muerdes sueltan toda el agua. Tienes que morderla levantando tu cabeza y beber de inmediato —explicó Eilu.
— A buenas horas me lo dices —susurré mientras bebía del agua.
—Lo siento, pero quería ver tu reacción —admitió, soltando una leve risa—. Bueno, volvamos a casa y descansemos un rato.
—Entendido —murmuré mientras nos poníamos en marcha, ayudando en cargar alguna cosa.
—Mi idea es que durante esas semanas nos centremos en la fuerza y cuando tengas cierto nivel, podamos ir con las alas —me explicó Eilu mientras veía como cargaba con algunos troncos para llevarlo a nuestro hogar—. Tomará su tiempo, ya te voy avisando. Así que no seas impaciente.
—C-Comprendo... —respondí a duras penas, mirando a Eilu con un ojo cerrado.
—Dicho esto, es posible que vengas conmigo por la selva si es que te veo en buenas condiciones. Parece que vamos a vivir aquí por un largo tiempo, por lo que tendremos que sobrevivir en este lugar y estar alerta con las Urogias —continuó hablando, poniendo su mano en la barbilla—. Es tan... extraño. Se suponía que se habían extinguido por la guerra que hubo con las Elinas.
—V-Vaya...
—Por suerte Seiño y yo... —Me miró un momento, soltando una leve risa—. Kemi, no cargues con todo anda. Déjame algo.
Sentir que Eilu me retiraba un tronco de encima era como si todo se me hiciera más ligero. Podía incluso correr como si nada. Dos troncos de unos quince metros de largura y grosor, se me hacían fáciles de llevar.
—¿Mejor? —preguntó Eilu, viendo como afirmaba—. Un Drasino de tu edad no aguantaría algo así. Ya te voy avisando.
—B-Bueno, teniendo en cuenta que con Enilo casi rompí una gran roca —respondí, bajando la mirada.
—Eres el hijo de Crowley, parte de sus propiedades tienes —explicó, mientras cargaba con los troncos por la única subida a la casa—. Si ahora logras grandes cosas, no me imagino cuando seas más adulto, Kemi.
Tampoco me lo podía imaginar, pero con eso y miles de cosas más que desconocía en el futuro. No era que le diera muchas vueltas por todo lo que había pasado, solo agradecía el hecho de seguir con vida con Eilu, Ichi y Seiño al lado.
Al llegar, disfrutamos de la cena mientras veíamos el anochecer. Sonreí agradecido, sin quitarle ojo del exterior.
—No sabía que la noche aparecía de esta forma tan inusual aun con las nubes. Mi padre decía de esconderme siempre porque era peligrosa.
Eilu soltó un largo suspiro.
—Tu padre te privaba de muchas cosas que uno debe contemplar. Y ojalá pudiéramos ver la luna y las estrellas. Es lo más hermoso que uno puede ver. —contestó Eilu, recostándose en el suelo.
—¿C-Cómo sabes eso?
—En el Templo de los Tres Sabios no solo nos encargamos de protegeros, sino también aprender las miles de maravillas que nos rodean tanto aquí como afuera, aunque el exterior de por sí es muy extraño —respondió, poniendo sus manos en la cabeza como si hicieran de almohada.
—¿Tanto?
—Es... una incógnita tras incógnita. Si lo que nos rodea ya es extraño como por ejemplo tus amiguitos Ichi y Seiño, ahí fuera habrá miles de cosas que se nos escapa. —Me miró con una sonrisa—. Me temo que las miles de dudas que tengas, no podrán ser todas respondidas como me gustaría, Kemi.
—Comprendo... —Miré de nuevo el exterior de la cueva con un rostro un poco más serio—. Eilu, ¿por qué las Elinas nos quieren hacer daño?
Soltó un leve suspiro.
—Ya te dije, por poder.
—¿Algo tan simple como eso? Me cuesta mucho creerlo.
—¿A qué quieres llegar? —me preguntó, sentándose a mi lado.
—A qué, supuestamente, las Elinas son muy sensibles y manipuladoras de sentimientos, ¿por qué querrían poder y aniquilarnos si al ser sensibles saben que eso está mal? —pregunté, mirándole de reojo.
—¿Crees que ellas piensan que está mal? —preguntó, dejándome en silencio durante unos segundos—. Ten en cuenta que su moral no es la misma que la nuestra, y que a lo mejor su forma de conseguir poder es esta, manipulándonos. ¿Comprendes?
Afirmé, pero no me sentía muy convencido. Miraba mis manos y sentía escalofríos, como si algo desde mi interior me hablaba en que Eilu se equivocaba.
—Creo... que me iré a descansar —murmuré, poniendo la mano en mi cabeza.
—Está bien, Kemi. Después de todo ha sido un día duro y los siguientes serán así, por lo que intenta reposar todo lo que puedas —me pidió Eilu en un tono amable.
Agradecí sus palabras y me metí más adentro de la cueva, recostándome en el suelo con cuidado mientras me abrigaba con una manta hecha de piel de animal. Junto Ichi y Seiño, los tres dormimos, o al menos eso intenté al darle vueltas todo el rato lo mismo.
Mi parte Sensible no me ayudaba. Me susurraba. Me hablaba, y en vez de ayudarme, me frustraba cada vez más.
Conseguir la fuerza y resistencia no era fácil, y más con Eilu que cada vez se volvía más estricto, aunque no lo hacía de una manera agresiva, sino con una sonrisa que en más de una ocasión me hacía sentir confundido. No era la primera vez que por su actitud, perdiera el equilibrio cuando aguantaba los troncos encima de mis hombros.
—¡Ah! ¡No! ¡No!
La risa de Eilu no tardó en sonar al ver como recogía los troncos, mirándome con los brazos cruzados. Estuve quieto en el sitio, sin saber bien que decir.
—Ya van varias veces que te ocurre esto —comentó, acercándose hacia los troncos—. Y parece que estos se te han roto algunos. Podrías haberlo dicho para buscar unos nuevos o ir con las piedras, si te ves listo.
Parpadeé varias veces mis ojos.
—¿No estás enfadado?
Eilu frunció el ceño.
—¿Por qué debería?
Me quedé en silencio, sin saber dar una respuesta. Eilu se rio mientras recogía los troncos.
—Son cosas que pasan, es como la otra vez que quemaste la carne porque querías aprender a cocinar —recordó, lo que me hizo desviar la mirada—. No pasa nada, uno aprende y es parte de la vida.
Vi como recogía los troncos como si nada, algo tan simple que para mí me era demasiado por lo que procesar. No reaccionaba, solo estaba con los ojos bien abiertos hasta que Eilu me miró.
—¿Kemi?
—¡Ah! Sí, perdón.
Le ayudé, aunque eso no evitó que me mirara aun extrañado.
—¿Estás bien?
—Ah, claro, ¿p-por?
—La anterior vez reaccionaste así con la comida, luego cuando saliste de casa y me pediste perdón por no pedir permiso. ¿Seguro que estás bien?
No me di cuenta de que se estaba acercando, por ello agaché y cubrí mi cabeza,. Eilu se quedó inmóvil con los ojos bien abiertos para luego suspirar.
—Kemi, no voy a pegarte porque cometas un fallo —me murmuró, acariciando mi cabeza—. Jamás haría eso. Vamos, si mi padre me pegara por todos los fallos que hice, tendría la cara morada.
Poco a poco fui retirando las manos para verle de reojo.
—Ah... ya —susurré sin saber dónde mirar.
Eilu suspiró con pesadez, giró su cabeza a la derecha y luego hacia el cielo. Aún era por la mañana.
—Te tengo una propuesta. —Cambió de tema de pronto, mostrando una sonrisa amigable—. Es un poco arriesgado, pero sé que ningún Drasino visita ese lugar más que los Sabios.
Fruncí un poco el ceño, mirándole.
—¿A-A qué te refieres?
—Te hablaron de muchos sitios cerca de Ineas, pero nunca los conociste. ¿Te atreves a conocer los Lagos de la Frialdad?
Abrí mis ojos como nunca, dando varios pasos hacia atrás-
—¡E-Esa zona está vigilada! ¡Tú mismo lo has dicho! ¡Y s-si te ven e-es posible que...!
Eilu me sonrió a pesar de conocer el riesgo, lo que me dejó aún más confundido.
—Kemi, ya te dije que no hay problema. Podemos ir si vamos con cuidado.
—Pero si te ven...
—Creerán que es una ilusión —interrumpió con una ligera risa.
—No, Eilu. ¡Eres un sabio! Bueno, ex-sabio. Si te ven es posible que pueda haber problemas, ¡y no solo eso, sino que...!
—Kemi, no van a sospechar nada y creerán que soy una ilusión. En el pasado, cuando alguien moría, se le daba el respeto que debía, pero la guerra hizo que esta dejara de tener valor —me interrumpió con calma, cruzando sus brazos—. Ya las heridas que tenía y el hecho de estar ahí en las cuevas, es para muchos un símil de la Muerte. Y ante esto no muchos visitan a los antiguos héroes, ni siquiera a sus padres o abuelos. Se han vuelto demasiado fríos desde lo ocurrido.
Abrí mi boca sin saber bien qué decir. Eilu había sido un sabio, alguien de gran importancia. ¿¡Siquiera mi padre se había despedido de él?! ¡¿Nadie siquiera le rindió honor como era debido?!
—Tu cara es un poema, Kemi. —Rio, poniendo la mano derecha en su cadera—. Sé lo que estás pensando y no, no lo han hecho. No rinden honor y más si los Tres Círculos de la Frialdad se ha vuelto un lugar peligroso.
—No es motivo para que te desprecien así —respondí en un murmullo.
Eilu alzó los hombros.
—Las cosas han cambiado y con Crowley al mando, intenta cambiarlo sabiendo que lo más probable es que tengas humillación, tortura y muerte.
La dureza de esas palabras fue como una cascada de agua fría cayendo sin avisar. Me sorprendía como lo había dicho, pero temía que era porque desde lo más profundo, le dolía que Crowley no se despidiera de él.
—En fin. ¿Quieres ir?
Eilu sufría. No era ciego para darme cuenta como esa sonrisa era forzada, pero siendo honesto, lo mejor que podía hacer ahora era aceptar la arriesgada propuesta si nos permitía conocer un lugar que jamás tuve oportunidad de ver hasta ahora.
Ante mi afirmativa, Eilu decidió preparar unas pocas cosas para el viaje, principalmente agua junto unos pocos frutos y carnes. Ichi y Seiño vendrían con nosotros, subiéndose en mi cabeza para luego empezar una larga caminata entre los cuatro.
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