Este es uno de los momento en que me siento como un estúpido, ¿a qué horas el ambiente se tornó incomodo? Mi mejor amiga Laura en medio de su despecho me está diciendo que le gusto. Aquí es donde me bloqueo, ¿Qué le digo que no la haga sentir más mal de lo que ya está?; el idiota de su novio le salió con que era necesario tomarse un tiempo. Patético los hombres que inventan eso cuando ya tienen a alguien más y solo pretenden jugar. Aunque yo también soy algo patético al seguir escondido en el closet, jugando con mis propios sentimientos al aparentar algo que no soy, ahogándome en la amargura por el miedo a decir que soy Gay.

En este momento todo se congela, ella me sonríe, cosa que me anima a decirle, pero mi mente pesimista comienza a visualizar lentamente sus posibles reacciones. La primera siempre es el más negativa; la veo a ella con cara de terror, lanzándome el vaso de cerveza y gritando lo asqueroso que soy; dejando claro antes de marcharse que no le interesa seguir con nuestra amistad. La segunda no es tan negativa; ella se asombra, se incomoda y decidí irse. Y la última es la positiva, ella se ríe como si fuese un chiste, reclamándome por haber sido tan cerrado en contárselo, que no hay nada malo en eso.

— Sergio, ¿qué te pasa?, quedaste pálido — dice ella alejando todas esos escenarios de mi mente.

— Nada, solo que me sorprendiste — respondo con nervios.

— No te preocupes, estaba bromeando — comenta mirándome de forma extraña.

— Menos mal, porque me gustas, pero no de ese modo. Veras, lo menos que quiero es arruinar nuestra amistad, vales mucho para mí, en estos 8 años me has mostrado una faceta que no creí ver en las personas. No te importa encajar en los moldes de la sociedad, eres fresca, tranquila; y siempre estás ahí para mí cuando estoy en problemas. — expliqué correspondiendo a nuestra lealtad y confianza, por eso decidí que me iba arriesgar.

— Ah bueno, que lindas palabras — expresa sin dejar de verme con picardía. – ¡Brindemos por nuestra amistad y porque llegue esa persona especial!

— ¡Salud! — lanzamos los dos.

— ¡y no importa si lo especial te lo da un hombre! — dice ella riendo después.

Santo cielo casi dejo caer mi vaso, el miedo me invadió, no podía verla a los ojos, solo deseaba que algo pasara y que diera fin a este momento. Trate de controlarme, pero ya mis manos temblaban y mis ojos se humedecieron. Levanto mi cara para ver su reacción, justo ahí me preguntaba ¿cuál de todos esos escenarios era el más acertado? La respuesta llegó a los pocos segundos, al sentir su abrazo.

— No te preocupes, ya lo sospechaba — comenta ella con un tono tranquilo.

— ¿En serio?

—Tú mismo los dijiste, nos conocemos hace 8 años, noté que eres reacio con lo relacionado a las mujeres, pero que seas gay no me molesta, solo que lo hayas guardado tanto tiempo, debiste decírmelo ­— reclama ella

— Perdóname, es que cada vez que me animaba el miedo me bloqueaba, lo oculto para evitar juicios y ofensas.

— Sergio por dios, eres fuerte y puedes hacerle frente a todo eso, quítate ese peso, dilo sin importar las reacciones de los demás, sabes muy bien que las palabras tienen poder si tú se lo das, de lo contrario el viento se las llevará. Así que deja de sentir miedo y de ser pesimista — afirma trasmitiendo  seguridad.

Sin duda alguna eso era lo que me faltaba, alguien que me hiciera ver lo equivocado que estaba. Con tantos problemas uno mismo se cierra, mi miedo era porque me quede esperando la comprensión de los más cercanos, cosa que no siempre llega. Comprendí que a muchos les cuesta aceptar lo que no se acopla con la sociedad, y que por eso uno no se debe negar así mismo, sino todo lo contrario se debe estimular a que somos iguales y diferentes al mismo tiempo.

Iguales en tener los mismos derechos y las mismas necesidades; como el poder divertirse, disfrutar, amar y ser valorados como personas; y diferentes por nuestros propios hábitos, por las miles de maneras de vestir; las tallas se crearon porque no todos los cuerpos se acoplan a un estándar, y para comer también hay menús, que están hechos para satisfacer los gustos de paladar. Entonces si hay libertad para vestir y comer porque para amar no aplica eso. No hay nada de malo en ser diferente, los sentimientos vienen en un estuche que no podemos controlar, por eso ni el físico, ni el género deben importar.

Agradezco que a mi vida llegara Laura; una persona que me abrió los ojos y me dio la libertad de ser yo. Hoy en día soy una persona que actúa y piensa con el corazón, la razón la escucho sin permitir que entren los prejuicios que son generados por las etiquetas sociales, deje de temer a ser esa persona que no va con lo que la sociedad le dice ser. Soy más seguro y sigo siendo reservado; los que me conocen ya saben de mi homosexualidad, muy bien saben que no es algo que me gusta divulgar y no por miedo, sino porque es parte de mi intimidad, y a ninguno le dio incomodidad, mucho menos actuar con intención de discriminar.

Todavía me he encontrado con personas que empiezan a sospechar y tratan de burlarse. La mayoría de estos terminan estrellándose, el poco conocimiento los lleva a sacar conclusiones erróneas. Una de tantas es creer que al gustarme los hombres me vuelvo una persona frágil y afeminada, les demostré con mi apariencia, que esta no tiene nada que ver con la orientación sexual, mucho menos en ser débiles; mi estatura y contextura los convenció de frenarse a la hora de intentar pasar los limites. Otra es al pensar que somos desequilibrados y nos enamoramos de cualquier hombre. También los dejé callados, pues poco soy de fiestas grupales, y demasiado serio a la hora de involucrar los sentimientos, nada que ver con excesos y desenfrenos como ellos pensaban.

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