23 | Mi mejor amigo
(Voz narrativa: Jung Kook)
—¡Hoseok, piénsalo bien! ¡Analiza la situación!
Un espasmo en el brazo izquierdo me obligó a soltar la rama. Quedé pendido del derecho, como si de un hilo se tratara. El abismo bajo mis pies se me hizo profundo e interminable. La caída sería mortal. Esos niños no alcanzarían paz. Hye Ri volvería a llorar y yo también. Regresaría a ser un alma errante, atrapada por toda la eternidad en espera de un milagro imposible.
—Hobi... —Su imagen amenazante alistó la estocada mortal que me precipitaría al final—. Si hubiera sabido que te sentías así con respecto a mí habría hecho lo imposible por cambiarlo... —Las lágrimas me empañaron la vista—. Te quiero mucho...
Me siguió observando, con la misma pose impasible. Cerré los ojos. Prefería no verle empujarme y centrarme en la sensación electrizante de la velocidad en torno a mi cuerpo. Quizás así pudiera simular que me tiraba en paracaídas y mi mente sufriría menos. El llanto salado se me metió por la comisura de los labios. El tronco me acarició el brazo.
—Yo a ti también. —La contestación me llegó en un murmullo—. Te tengo rabia pero te quiero.
¿Qué?
Parpadeé lo justo para comprobar cómo el palo retrocedía, veloz, y golpeaba de lleno a Tae Hyung, que no tuvo tiempo de esquivarlo y se desplomó de rodillas en el suelo, casi tan sorprendido como yo.
—¿Qué pretendes, pirado de la cartografía? —Hobi intentó volver a darle pero esta vez su rival se las arregló para echarse a un lado—. ¿Que mate a mi amigo? —exclamó—. ¡Puede que tengamos problemas y que yo eche espuma por la boca pero estás realmente loco si crees que le lastimaría de verdad!
Agitó la rama pero Tae Hyung le tiró un puñado de tierra a los ojos y a continuación le propinó un golpe en las costillas con otra similiar que se apresuró a recoger de alguna parte. Cayó.
—El único loco que hay aquí eres tu, Jung Hoseok —masculló el agresor—. Sabía que eras estúpido pero esperaba que al menos la sesera te diera el suficiente sentido común como para entender lo que te convenía. —Alzó el palo sobre su cabeza—. Te he dado la oportunidad de hacer realidad tus sueños pero la has desperdiciado.
No vaciló en descargarle el tronco en la espalda antes de suspirar, como si aquello le resultara tedioso, y proceder a apalearle. Hobi aulló, gimió, lloró. Lloró como nunca y la impotencia me desesperó.
Hobi. No, Hobi. ¡Hobi!
—Por favor... —Sollocé —. Tae Hyung... Tae... —Apenas me salió la voz—. No lo hagas... No...
Dejé de verlos. Luché contra la extenuación y subí el peso de mi cuerpo por encima del agarre, en busca de cualquier miserable recoveco en el que sujetarme. Arriba el martilleo seco de los golpes proseguía.
—¡Detente! —Un timbre nuevo entró en escena cuando mi mano acarició por fin el musgo de la planicie—. ¡Ya basta, Tae! —El cruel tamborileo cesó—. ¡No puedo más!
Le reconocí en seguida. Ese tono medio dictatorial y contundente que ahora sonaba conpujido era el de Seok Jin.
—Anda, Jin, no te hagas el bueno y baja la escopeta. —El aludido soltó un par de risas—. No sabes disparar.
—Puede que no pero si le pongo empeño seguro que te doy en algún sitio. —Seok Jin no vaciló—. Deja al chico. Lo estás matando y no quiero eso. Nunca he querido eso. Ya no lo soporto.
Otra risilla, esta vez burlona, tensó el aire.
—Me resulta increíble que digas que no lo soportas cuando fue tu bisabuelo el que empezó todo esto, con sus detestables gustos y su manía por guardar zapatitos infantiles.
—Lo que él hiciera no me representa en modo alguno. Me niego a cargar más tiempo con eso y también me niego a seguir cubriendo lo que hace tu padre.
—Te recuerdo que es tu hermanita la que recrea a Ahn Ra en los pasillos del hotel. —Su interlocutor contraatacó, mordaz—. ¿Me vas a decir que eso tampoco tiene que nada que ver contigo? Has sido tu el que ha instigado la leyenda todo este tiempo y has cubierto decenas de cadáveres. Nadie creerá en tu inocencia.
—Me da lo mismo.
—Pero estamos hablando del honor de tu pueblo. —Tae Hyung no se conformó—. Vives de esto.
—Ya se me ocurrirá otra manera de subsistir.
—Eres tonto.
Me las arreglé para asomarme al terreno. El hijo del señor Kim, con el palo ensangrentado entre las manos, observaba con una expresión que daba miedo a su hasta entonces amigo, quien, pegado a la ladera de la montaña, le apuntaba con un ojo medio cerrado. No vi a Hobi.
—Tae, por favor, céntrate y recupera la cordura —le pidió el hijo del alcalde—. Siempre has tenido un buen fondo. No dejes que Igsaui Hosu te cambie.
—No, no lo entiendes... No entiendes nada...
—Entiendo que al principio esta basura te afectó tanto que hasta te planteaste personarte ante las autoridades de Seúl y decirlo todo. —Seok Jin bajó el rifle, en un intento de buscar concordia y hacerle razonar—. ¿Qué te ha hecho cambiar? ¿Por qué atacas a Jung Kook? Incluso intentaste matar a Yoon Gi en el bosque. ¿Qué te ha pasado? Tu no eres así.
—Quizás lo fuera pero no lo sabía —respondió—. Encontré mi rumbo. Necesito hacerle sufrir por siempre.
—¿De quién estás hablando?
—Del desgraciado de Park Jimin.
Los ojos de Seok Jin se abrieron de par en par pero no le dio tiempo a mucho más. En apenas un segundo Tae Hyung se le había abalanzado y forcejeaban por el arma. Seok Jin le empujó contra un árbol. Su adversario le devolvió un puñetazo en el hombro.
—Kookie. —Por fin detecté a Hobi. Se había arrastrado por la hojarasca y había llegado hasta mí—. Kookie... Tienes que irte... Rápido... Vamos...
Me ayudó a subir, en un esfuerzo abismal tras el cual se dejó caer, con la respiración entrecortada. El sonido a líquido en su garganta me alarmó sobremanera.
—¡Hobi! ¡Hobi!
Me tiré a su lado. Los golpes le habían desfigurado medio rostro y tenía la ropa empapada en sangre, los labios partidos y una hinchazón tremenda en el ojo que le obligaba a mantenerlo cerrarlo.
—Hobi, tranquilo. Tu tranquilo.
—Vete —musitó—. Vete y jódeles. Jódeles por ser tan hijos de puta.
Le revisé el cuerpo. Las contusiones rojas le marcaban la piel por todas partes y una especie de hematoma grande se le extendía por el pecho. Las lágrimas se me dispararon. No tenía muchos conocimientos de medicina pero, gracias a las nociones básicas que el entrenador de mi equipo nos había enseñado en torno a la curación de lesiones, me hacía una idea de cómo eran las hemorragias internas. Aquello tenía toda la pinta de serlo.
Tenía buscar ayuda. Necesitaba atención médica de urgencia.
—Vete...
Por supuesto, le ignoré. Traté de levantarle y echármelo a la espalda pero no se tenía en pie y mis brazos estaban demasiado cansados como para sostenerle. Di dos pasos y caí. Detrás de nosotros, Seok Jin perdió el rifle, se retorció en trompos por el suelo y quedó tendido boca abajo. ¡Ay, no! Me incorporé, cargué a Hobi sobre el hombro y empecé a bajar, escabulléndome por entre los árboles.
—Es inútil. —La voz de Tae Hyung sonó por detrás, desde un lugar indeterminado—. Lo que hagas es inútil. El destino de Igsaui Hosu no es algo que puedas cambiar.
Tenía claro que no. Yo solo era el conductor, como me había llamado la vidente, el simple encargado de llevar a Yoon Gi hasta Jimin. Sin embargo, a estas alturas me negaba a limitarme a esa tarea.
No.
Descendí, con cuidado de no resbalar sin soltar a Hobi. Tenía que poder. ¡Tenía que hacerlo! La maleza se hizo más espesa. El cielo se oscureció a medida que las copas de los árboles se unían unas con otras y las horas pasaban. Se estaba haciendo de noche.
—¡Hagamos algo, Jung Kook! —Tae Hyung se volvió a pronunciar. Nos seguía pero, por bien que conociera el terreno, entre la maleza y la oscuridad, no nos detectaba—. Si mantienes la boca cerrada dejaremos que el tipo resentido y tu novia salgan del pueblo, ¿de acuerdo? —propuso—. ¿Qué te parece? ¡Solo colabora y todos tan amigos!
Tuve ganas de gritarle que, en primera, no le creía ni una sola palabra y que, en segunda, jamás me plantearía traicionar a Yoon Gi y dejar que la maldición siguiera su curso pero entendía que lo que buscaba era hacerme hablar a fin de localizar mi posición. Opté por el silencio.
—¡Piénsalo! —insistió—. ¡Si aceptas te ganarás un estatus importante entre nosotros! ¡Todos te idolatrarán porque serás como una especie de salvador y la pulsera que llevas y que, te recuerdo, no te pertenece, sería tuya por siempre!
Las pisadas se acercaron por la derecha. Me desvié a la izquierda. Al rato las volví a escuchar. Zigzagueé. El corazón me palpitó como si se me fuera a salir del pecho.
—¿Nunca has pensado en lo que puede ocurrirte si se rompe la maldición?
Joder; no. Ni quería. Me bastaba con saber que era lo correcto.
—Park Jimin podría regresar al lugar que le estaba destinado, entre los vivos, y tu, amigo mío, serías el perdedor que volvería al mundo de los muertos. —Alzó la voz para asegurarse de que le escuchaba bien—. Tu ayuda no te será recompesada en modo alguno y dejarías a Hye Ri en un estado de profunda depresión. ¿Es eso lo que quieres?
Un relámpago cruzó el cielo. El mundo tronó. Una tupida cortina de agua empezó a caer y convirtió el terreno, una cuesta tremenda que descendía hasta el ras del lago, en un lodazal imposible de atravesar. Me detuve, calado hasta los huesos, y observé el vaivén agitado de las aguas.
Jimin me quitaría el lugar pero ese lugar, en cualquier caso, no era mío. Yo nunca había querido la pulsera; me había sentido culpable por tenerla y triste por ver a Yoon Gi llorar. Mas, sin embargo, a medida que los días habían ido pasado, la alegría del regreso había ido anulando el malestar. Ahora me costaba masticar la idea de volver a desaparecer.
—No le escuches. —Hoseok me tiró del brazo—. Yo no lo hice. No lo hagas tu.
—No lo hago, es solo que...
Me soltó. La carga del hombro se esfumó.
—Revela lo que ocurre.
Se desplomó en el suelo, sobre un un amasijo de rocas, con la respiración entrecortada y el rostro buscando un cielo que continuaba descargando, implacable, una catarata.
—¡Hobi! —Traté de levantarle pero estaba medio desmayado y sus brazos se negaban a agarrarme—. ¡Hobi, vamos! ¡Un último esfuerzo!
—Sigue sin mí... —Apenas se le escuchó—. Sigue...
—No, te llevo a la espalda.
Se limitó a negar con la cabeza.
—Te llevo he dicho.
Volvió a negar.
—Perdón por el empujón de antes... —susurró entonces—. La envidia y la admiración se mezclan... Es difícil... —Me buscó con su único ojo abierto —. Te odio... También te idolatro y... Te quiero... —expresó—. Y de las tres... Lo último es lo más importante...
—Yo a ti también te quiero. —Aquellas palabras me hicieron romper a llorar—. Eres mi mejor amigo.
—¿Me recordarás así?
Me eché a temblar. No me gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación.
—No tendré que hacerlo —objeté—. Vas a estar conmigo.
En ese momento lo escuché. El eco de un disparo. Dos disparos. Tres. El embalse de agua, ya de por sí agitado por el temporal, generó unos imponentes remolinos cuya visión me pusieron la piel de gallina. Un susurro quedo se extendió por todo el paraje. Era un lamento que helaba la sangre.
—Tal parece que el bueno de Yoon Gi ha fracasado en su empresa. —Tae Hyung apareció entre los árboles, imponente y con el rifle de Seok Jin entre las manos—. El agua responde —observó—. Jimin debe de estar llorando. —Emitió una mueca de satisfacción—. Su sufrimiento hace que mi vida actual tenga algo de sentido.
Los ojos se me fueron del lago a él y de él al lago. ¿Había dicho vida actual? Acaso...
—¿Quién...? —Me costó formular la pregunta—. ¿Quién eres?
—¿No te lo imaginas? —contestó—. Con lo listo que eres, ya deberías intuirlo.
Fue entonces cuando Hobi, que se había levantado sin que yo me diera cuenta, se le colocó a la espalda y lo empujó. Lo hizo con su propio cuerpo y con sus escasas fuerzas. Lo hizo sabiendo que el desfiladero estaba detrás.
—¡No, no!
Tae Hyung perdió el equilibrio y se precipitó por el barranco no sin antes agarrarle y llevárselo consigo.
—¡Hobi!
Corrí pero la caída fue demasiado rápida y no pude hacer nada. Nada salvo mirar cómo se despedía de mí con la mirada.
—Hobi... —sollocé, sin control—. No te vayas... No te mueras... No...
Tae Hyung se golpeó con la pared de roca, gritó e, instantes después, el lago les había engullido a los dos y yo lloraba. Lloraba como nunca antes lo había hecho. Hasta entonces no había valorado que no solo yo estaba expuesto al peligro. No había pensado que otro pudiera morir en mi lugar. No había considerado que ese otro pudiera ser Hoseok. Tampoco me había dado cuenta de hasta qué punto en verdad él, a pesar de todo, me quería.
Hoseok.
Mi enemigo pero al mismo tiempo mi mejor amigo.
Mi querido mejor amigo.
Hobi.
N/A: 09/01/2015
Y aquí es cuando procedemos a llorar 😭🤧
Este capítulo me generó muchas emociones, especialmente la parte final, porque durante toda la historia mantuve deliberadamente a Hoseok en papel de sospechoso con la idea de confundir. Trazar su parte psicológica también me gustó mucho: es alguien que quería mucho a Jung Kook pero que sentía rabia porque al mismo tiempo lo admiraba demasiado y también le odiaba porque la chica le quería a él. Sin embargo, al final le ganó el afecto e hizo un tremendo sacrificio.
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