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17 | Quiero volver a verle

Me hubiera encantado despertar y darme cuenta de que el dolor de la ausencia producida por mi fatal error no habían sido más que un mal sueño.

Habría podido respirar con alivio antes de acariciar la tela desgastada de la sábana del hotel y estirarme con los ojos puestos en las preciosas facciones de Jimin, que seguiría durmiendo a mi lado. Me habría perdido en su imagen. Luego me hubiera inclinado y le hubiera besado. Él hubiera abierto los ojos. Me habría sonreído. Y yo le habría vuelto a besar y le hubiera dicho que, a pesar de mis reticencias iniciales, me consideraba realmente afortunado de tenerle conmigo.

Estaba agradecido de que hubiera tenido el valor de presentarse ante mí de nuevo, con todo lo que debía de haberle supuesto. Me había salvado de mi mundo de mierda. Me había hecho sentir querido en el ocaso de mi vida, cuando había perdido toda esperanza. Me había suavizado el amargor con su maravillosa personalidad. Su compañía había sido lo mejor que había tenido desde la muerte de mi madre y no quería perderle. Sin embargo, la realidad que encontré al abrir los ojos solo tuvo en común con mi fantasía la cama en la que permanecía acostado.

Lo primero que noté fue el dolor de cabeza. Lo sentía como si me hubieran clavado chinchetas en la sien, todo me daba vueltas y enfocar la vista era materia imposible. Me palpé la frente. Toqué el algodón de la venda. Ya me acordaba. Había perdido el conocimiento porque alguien me había atacado en el bosque mientras buscaba a Jimin.

Jimin...

¡Jimin!

Estiré el brazo. Me topé con el vacío del colchón. El corazón se me estrujó de modo que me incorporé, ansioso. Estaba en mi habitación. La reconocí por las muescas de la pared y por la maleta azul que solía tener guardada en el techo del armario de mi apartamento y que ahora descansaba en el rincón. Nam Joon la había traído en la breve incursión a Seúl que tanta desgracia había desencadenado después.

Posé los ojos en la mesa de escritorio. Yoongito, sentado encima, me saludó con la mano pero no le respondí; mi escasa atención terminó en la persona que tenía al lado, la que me observaba con el gesto preocupado. Cabello castaño. Pantalones azules. Camiseta de béisbol.

Joder.

—Hola, Yoon Gi. —Su voz sonó alta y clara, muy diferente al murmullo con el que solía hablarme—. ¿Cómo te sientes? —Se señaló la sien—. Te has golpeado con una piedra del tamaño de un balón.

Entrecerré los ojos. ¿Jung Kook? ¿Pero cómo iba a estar ahí él? Imposible. Le veía demasiado nítido. Llevaba la misma ropa de siempre pero lucía limpia y su tez, antes pálida y demacrada, ahora gozaba de un tono estupendo.

—¿Recuerdas algo? —siguió—. ¿Te resbalaste o te golpearon? ¿Le has dicho a alguien lo de los niños?

Traté de hacer memoria. Me visualicé en la senda y luego zigzagueando entre los árboles. Sentí el golpe en la cabeza, el impacto de las rodillas al estrellarse contra la tierra y el frío del musgo húmedo en la cara. Un grito. Alguien murmurando algo inintengible. Y después un tacto mojado y gélido sobre la frente que me había reconfortado.

A partir de ahí debía de haber caído en la letargia de la inconsciencia porque lo siguiente que evocaba era aquel sueño en el que regresaba atrás en el tiempo, al principio del día, y despertaba en la habitación junto a Jimin.

—Yoon Gi, buenos días. —La dulzura de su tono se me había colado por el oído—. ¿Has descansado? ¿Te encuentras bien?

—Contigo siempre estoy bien. —Mi respuesta había sido girarme en el colchón la necesario hasta quedar pegado a él—. Te amo.

Él me había sonreído. Un leve rubor había teñido sus mejillas. Se las había besado antes de buscar la carnosidad de sus labios pero entonces había regresado a la realidad. A la maldita realidad con... ¿El espíritu de Jung Kook?

—Tu... —Las palabras me arañaron en la garganta—. ¿Cómo es que te puedo ver tan claramente?

—Verás... —Esquivó mi mirada—. Es que...

—¿Ha despertado ya?

La aparición de Hye Ri en escena, entrando con una bandeja de comida y dirigiéndose a él como si nada, me disparó del todo la ansiedad.

—Menudo susto nos has dado. —Me dedicó una sonrisa—. Jung Kook te trajo desmayado y con una tremenda brecha que no dejaba de sangrar —continuó—. A tu compañero Nam Joon le dio un colapso. Pensaba que habías muerto.

La miré, sin procesar nada. Qué... Rayos...

—Te he traído algo de cenar. —Hye Ri dejó la comida en la pequeña mesita anexa—. Y, ahora que Jung Kook ha aparecido, mañana mismo podemos empezar a buscar una buena clínica para tu operación.

Pero... Él.. Estaba muerto y...

¡No!

Salté de la cama y, sin pensar, me lancé a revisarle las muñecas.

—¿De dónde la has sacado? —Reconocí la pulsera de Jimin y sus grabados a la primera—. ¿Por qué la tienes tu? —Traté de tirar de los eslabones pero solo alcancé a rozarlos. Los tenía pegados a la piel—. ¿Qué mierdas es esto?

—Lo siento. —Detecté lástima en sus ojos. La hecatombe emocional me inundó por completo—. Lo siento muchísimo, Yoon Gi.

No. Y una mierda. No. Retrocedí. No, no, no.

Abandoné la habitación, aún mareado y con un velo acuoso nublándome la visión. ¡No, joder, no! Los demás me llamaron, me gritaron que volviera. Jung Kook dijo algo sobre necesitar hablar pero me negué y apreté el paso. Maldición; ¿por qué? ¡Por qué!

Corrí por el corredor, sin rumbo. Mis pasos retumbaron en las paredes cargadas de relojes antiguos. Mis sollozos, pese a estar reprimidos, se escucharon claros en medio del silencio. Mi frustración me quemó el pecho y terminé en el famoso balcón. Aquello no podía estar pasando. No podía, no. ¡No podía! Era demasiado pronto para perderle.

La madrugada se sentía helada pero eso no me impidió abrir el ventanal y asomarme a la inmensidad negra del lago. El reloj a mi espalda dio las dos de la madrugada. El ruido del agua me alertó de que algo ebullía hacia la superficie pero, en vez de dejarme llevar por el pánico, como siempre había hecho, me doblé sobre la barandilla y esperé.

El que salió fue el tipo occidental. Me clavó unas pupilas frías, vacuas e inexpresivas. Tras él, los cadáveres flotando de los otros también hicieron acto de presencia.

—Tu sitio está con nosotros —volví a escuchar—. No debiste escapar.

—Que os jodan —respondí.

Los muertos se multiplicaron. Uno de ellos emergió justo bajo el barrote y me asió del tobillo. Traté de zafarme.

—¡Que os jodan a todos! —repetí, a voz en grito—. ¡Por mi parte este lago de mierda se puede joder bien y también lo que sea que ocurra en él! —El tirón de las manos al arrastrarme hacia el agua me obligó a sujetarme a la barandilla—. ¡Os odio! ¿Me oís bien? ¡Os odio todos, malditos hijos de puta! —Mi enfado se convirtió en llanto—. Os odio porque ahora mismo yo daría lo que fuera por estar ahí dentro, estúpidos... Lo que fuera... —Rompí a sollozar—. ¿Por qué? ¿Por qué os veo a vosotros y no a él? ¿Por qué? —Me incliné aún más—. ¡Por qué no puedo verle a él!

—¡Eh, colega, calma! —Nam Joon apareció de improviso—. ¡Para! —Me cogió de la cintura, con fuerza, y me apartó del balcón—. Tranquilízate.

—¡Déjame! —Me deshice del abrazo—. ¡Suéltame, maldita sea! ¡Suéltame!

Lo hizo, con los ojos vidriosos y una expresión de angustia que me alteró aún más de lo que ya estaba. Creía que me había vuelto loco, ¿no? ¡Pues me daba igual! ¡Que le dieran a él también!

—Yoon Gi... —murmuró—. Por favor, no dejes que se te vaya la cabeza. ¿No te estás viendo? ¿Qué tratas de hacer? ¿Quieres tirarte al agua?

—Tampoco sería la pérdida del año. —El amargor habló por mi boca—. La mayoría lo celebrará con alegría y, además, me voy a morir pronto de todas formas.

—No es cierto.

—Vete a Seúl. —Le sobrepasé y me dispuse a retomar el camino del pasillo—. El caso ya se ha resuelto y tu tienes que honrar a tu novia como se merece.

—Jung Kook cree que trataron de asesinarte. —La objeción me llegó por la espalda—. ¿Has descubierto algo peligroso mientras yo no estaba?

—Jung Kook está diciendo incoherencias. —No me volví—. Solo me resbalé y me caí. Es todo.

Los siguientes días me dediqué a vagar por el hotel como un autómata, comiendo lo mínimo y sin apenas dormir. Me sentía muerto en vida. Era cierto que el tiempo debía de aprovecharse pero yo tenía la sensación de no haberlo hecho y, dentro de la asfixia que me producía el miedo a no volver a ver a Jimin, me agarraba a que mi particular habilidad extrasensorial me permitiría en algún momento reunirme con él. Aunque no pudiera tocarle. Aunque solo intercámbiaramos un par de palabras. Aunque su aspecto no fuera del todo el mismo.

Todo me valía y, con esa esperanza, recorría cada mañana los pisos del hotel, descorría las cortinas y me dedicaba a abrir todas y cada una de las putas ventanas que me salían al paso. Después salía a la senda del pueblo y caminaba sobre las piedras que se metían en el agua, ojeándolo todo, y luego, de nuevo en el hotel, me sentaba en el balcón de las pesadillas, exhausto y con dolor de cabeza, y me pasaba las horas muertas contemplando el agua. Era en ese momento cuando el señor Kim se me acercaba y me regañaba por dejarle el lugar como una explanada para tomar el sol, con los rayos entrando por todas partes y el viento agitando el paso de los pocos huéspedes que circulaban. Sin embargo, yo me limitaba a asentir y volvía a atender a las profundidades.

Fue allí, en el balcón, donde escuché a Nam decirme, con voz compugida, que había recibido su parte del pago y que se marchaba, tal y como le había sugerido, a colaborar en los actos funerarios de Ninah, no sin antes implorarme que me fuera con él. Allí fue donde Hye Ri me preguntó por la razón que me llevaba a no buscar una clínica para la operación y donde oí a Hoseok argumentar que era mejor que no me insistiera y que me dejara con mi locura pues una persona de mi calaña no merecía atención. Y también allí fue donde Jung Kook se sentó, una tarde cualquiera, y empezó a hablarme.

—No deberías quedarte aquí como si nada. —Su murmullo me resultó irritante; no estaba yo para escuchar sermones—. Ten en cuenta que trataron de matarte.

—No estoy como si nada —repliqué, sin apartar los ojos del agua—. Estoy esperando a que ese hijo de puta vuelva a rematarme.

—No digas eso. Hay muchas cosas que...

—No me vengas con eso de que aún tengo cosas que hacer, ¿quieres, niño? —le corté. Su lástima me exasperaba—. Lo que haya que hacer hazlo tu. Tienes a todo mundo histérico con tu regreso. Aprovecha y averigua quién te asesinó.

—Pensaba que me ayudarías.

—Y yo pensaba que antes de morir podría ser feliz pero parece ser que no se puede todo en esta vida.

Se hizo un breve silencio en el que me dediqué a contar las espesas nubes que cubrían el cielo. Quería llorar y que me dejara en paz. Quería que todos me dejaran en paz.

—Entiendo cómo te sientes. —Para mi desgracia, Jung Kook insistió en seguir hablando—. Yo tampoco estoy bien. Desde que volví me siento un intruso.

Le eché un breve vistazo, de soslayo.

—Por una parte, estoy aliviado por haberme podido confesar a Hye Ri y motivado ante la idea de resolver lo que sea que esté ocurriendo en este pueblo —continuó—. Pero al mismo tiempo también me encuentro mal porque no puedo quitarme de la cabeza la idea de que estoy viviendo la vida que le estaba destinada a Jimin.

Me tocó el hombro. Me giré del todo. Sus ojos castaños me observaron con tristeza.

—Perdóname por robarte la felicidad que merecías.

Los ojos me comenzaron a picar pero reprimí las lágrimas y, en su lugar, le di un empellón para que me soltara.

—No digas bobadas —resoplé —. Lo que ha pasado no tiene nada que ver contigo. Ha sido culpa mía y de mi estúpida forma de comportarme.

—No creo que Jimin piense eso de ti.

Aquella conclusión, pese a no querer, me descompuso.

—¿Y qué sabes tu sobre lo piensa o deja de pensar? —Me revolví—. ¿Eres un puto adivino? ¿Un lector de mentes?

—No, es que...

—Vete.

—Pero...

—Me suda los huevos tu opinión así que ahórratela.

En ese momento los oí. Pasos a mi espalda repiqueteando sobre las baldosas y deteniéndose justo detrás de mí.

—Estás llevando la ira en la dirección equivocada—. Las palabras de la vidente sonaron con más firmeza que nunca—. Puede que el destino tome caminos cuestionables, Yoon Gi, pero la maldición solo se romperá con el sacrificio del vínculo más fuerte.

—¿Y qué mierda quiere decir eso? —Me volví hacia la recién llegada—. ¿Insinúa que es necesario que Jimin siga muerto y que yo sufra extrañándole?

Los ojos de la anciana relampaguearon de tal forma que hasta Tae Hyung que, a su lado, hacía cábalas mentales para no perder la serenidad ante la visión de un Jung Kook vivo, retrocedió un par de pasos.

—Usa tu dolor para cazar al culpable de la desgracia —siguió—. Destruye al que cubrió la tragedia de los pobres niños ultrajados. —Y añadió—: Jimin los buscaba. Deseaba ayudarles. Por eso murió.

Maldita sea, anciana. Tenía que usar lo que más me lastimaba.

—¿De verdad vas a dejarlo estar? ¿No le vas a hacer justicia a él? ¿No crees que lo merezca?

—No quiero seguir hablando de esto. —Los ojos se me inundaron de lágrimas de modo que me incorporé y tiré hacia el pasillo para que no me vieran—. Voy a dar una vuelta.


N/A: 07/01/2025

¡Wow! ¡Sí que me ha dado fuerte con la revisión! Llevo un montón de tiempo metida aquí leyendo y corrigiendo 😆. Me he enganchado 🤣

Ahora en serio, reflexionando un poco para mí, he repasado capítulos con escenas que ya había corregido pero que al revisar me seguían sin convencer (por ejemplo, en este en concreto he metido muchos cambios aunque quizás algunos no sean perceptibles si no se tiene la versión anterior delante). Por contra, en otros capítulos no he tenido que modificar casi nada. Sin embargo, los errores de tipeo me persiguen. He descubierto que la mayor parte se deben a que el autocorrector me cambió la palabra 😠.

Con todo y con eso, creo que la historia está quedando mejor ahora ✨

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