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15 | Los milagros existen

Me senté en el suelo, sin quitar los ojos del reflejo. Allí seguía esa aparición que imitaba mis movimientos con una exactitud desconcertante. Me mesé el cabello. Ella hizo lo mismo. Esbocé varias muecas. También las reprodujo.

—Esto es increíble. —Tae Hyung que, al oír a su abuela, había venido rápido como una bala, dejó escapar un silbido—. ¿Te sientes diferente? ¿Más femenino o algo?

Le taladré con la mirada. Mira tu qué gracioso.

—Vale, tranquilo, no te enojes, que solo quería quitarle un poco de tensión a la situación.

"¿Ya te has enfadado otra vez?"

El comentario me recordó a Jimin. No había dejado de pensar en él ni un segundo pero ahora, con la imagen de mi supuesta vida pasada delante, aún menos.

—Las esencias vitales no tienen género ni orientación sexual definida. —La vidente se dirigió a la pequeña estantería tras la mesa del comedor para a continuación hurgar entre las carpetas desordenadas—. Pueden hacerse corpóreas en cualquier condición, sin importar lo que fueran en otras épocas.

Ah, pues qué bien. Igual para la próxima me convertía en cangrejo. Tenía narices, ¿no? Regresé la atención al espejo.

Joder. De verdad, seguía sin terminar de creerlo. La chica que tenía delante era Ahn Ra. Mi esencia había sido antes Ahn Ra. Y, según lo que le había entendido a esa mujer, el hecho de que hubiera muerto en el lago años atrás explicaba que pudiera ver y sentir a todos los que también habían caído allí. Por eso decían que mi lugar estaba con ellos.

—Pero, abuela, hay algo que no entiendo. —Tae Hyung, que había resultado ser un metomentodo más grande que Nam, volvió a intervenir—. Si Ahn Ra es Yoon Gi, entonces ella no puede ser el espíritu que se lleva a la gente.

—Ese es, sin duda, el gran misterio aquí, hijo. —La señora tomó una carpeta de la balda de arriba—. Lo que ocurre en el hotel es incomprensible.

—No del todo. —Mi cabeza empezó a dar vueltas—. Alguien en el pueblo colecciona almas —me basé en el escrito de Jimin—. Se escuda en la tragedia para ocultar sus actos.

—¿Eso significa que la leyenda del muerto no es cierta? —El sube piedras ató cabos.

—El muerto existe, tesoro, aunque no es quien se cree —corrigió la anciana—. La leyenda se forjó en base a sucesos que realmente ocurrieron. —Me tendió una carpeta negra con la solapa descolorida—. Aquí lo entenderás mejor, Yoon Gi. He estado guardando todos estos recortes para ti.

—¿Para mí?

—Sabía que Jung Kook te traería —dijo, a modo de explicación—. Lo leí en sus ojos cuando le conocí.

Quité las gomas, con el corazón en un puño. Me encontré con trozos de periódico parecidos a los que había visto en el archivo, con la salvedad de que estos estaban mucho mejor cuidados.

"Encuentran el cuerpo sin vida de Finn Ackerman, un turista británico, ahogado en el lago del parque nacional de las afueras de Seúl". Atendí al primer titular. "El joven, que se encontraba de vacaciones en compañía de unos amigos, se había quejado con anterioridad de haber escuchado voces inquietantes y de haber sufrido visiones que después habían desaparecido pero no había buscado atención médica".

Voces y visiones. ¿Habría visto lo mismo que Hye Ri? Cambié a la siguiente noticia.

"El ya conocido Lago de los Ahogados se cobra nueva víctima", volé por las líneas. "El suceso es entendido por muchos como uno más de la lista de muertes paranormales que azotan la zona".

Ya, eso era lo inquietante;  eran demasiados.

"Oh Eun Bi, de dieciocho años, juró el día antes de su muerte haber hablado con el alma de un joven que le había instado a abandonar el lugar".

Levanté la cabeza. La imagen de Ahn Ra me saludó de nuevo.

—¿Se trata del investigador? —inquirí—. El que... Bueno... Asesinaron de madrugada por lo de la carta y eso...

La anciana metió las manos en los documentos y estiró el recorte más amarillento en el suelo.

"El suicidio de Kim Ahn Ra conmociona la región".

La respiración se me cortó. Me pegué el papel a los ojos.

"Fuentes anónimas han declarado que la muchacha, conocida por su carácter arisco y su tendencia solitaria, se arrojó al lago desde la ventana del hotel que sus padres regentaban" leí. "En su carta de despedida escribió que no soportaba seguir y que quería reunirse con Park Jimin, el joven investigador desaparecido meses atrás en la zona y del que, al parecer, estaba enamorada".

¿Qué?

Un nudo enorme se me instauró en la garganta. Las lágrimas se me agolparon. Ahora todo tenía sentido. Mierda; ya lo creo que lo tenía. Por fin entendía por qué Jimin se había lanzado a hablarme y a invitarme a comer de esa forma. Ya comprendía su efusividad y su tendencia a seguirme. Su afán por estar conmigo, lo que decía sobre el tiempo y el hecho de que fingiera no saber nada pero me ayudara de forma tan entregada.

Él era el muerto de Igsaui Hosu. A quien Ahn Ra había amado y a quien yo, ni qué decir, también amaba. Dios; pero qué estúpido había sido. Lo había entendido todo mal.

—Te ha estado esperando.

—Lo sé. —La emoción me empañó la voz—. Soy lo peor.

—Lo que ocurre es que veces no sabemos reaccionar ante las cosas que no entendemos —rectificó ella—. Yo misma, sin ir mas lejos, cuando lo vi por primera vez, me asusté y salí corriendo. Por entonces era muy joven de modo que la visión de aquel chico muerto, empapado de pies a cabeza, que lloraba ante el cadáver de la joven que él mismo había sacado del agua, me conmocionó demasiado.

Ya. A mí también me estaba conmocionando solo con escucharlo.

—Sin embargo, a medida que el tiempo fue pasando y fui creciendo y aprendiendo sobre mi don, me acostumbré a encontrármelo.

Siempre merodeaba por las inmediaciones del hotel, siempre tenía los ojos puestos en las aguas o en el cielo y siempre se cubría la mancha de sangre del abdomen al verme pasar. Notaba en mis ojos que le detectaba así que no quería asustarme. Fue esa consideración la que me hizo armarme de valor y hablarle.

—¿Por qué estás aquí? —le pregunté un día.

Me he quedado atrapado. —Su voz sonó dulce pero triste al mismo tiempo—. Recé por poder volver a ver a alguien y creo que lo hice con tanta desesperación que me he quedado aquí.

—¿Y lo has logrado?

—Aún no —murmuró—. No está en el lago.

—La maldición se romperá con el sacrificio del vínculo más fuerte. —No eran pocas las veces que, como aquella, mis labios se movían solos y pronunciaban palabras que ni siquiera yo llegaba a entender—. La ausencia se justificará con el regreso que marcará el descanso.

—¿Quieres decir que volverá?

No lo pude afirmar pero él se agarró a esa idea para sobrellevar con más ánimo sus interminables días de soledad. Empezó a escribir, a moverse con más energía por el hotel y a buscarme para charlar algunas tardes. Me habló sobre su historia, sobre la investigación de los niños y sobre sus sentimientos por ti y lo que te había pasado, y su situación me pareció tan triste que decidí ayudarle.

Mientras los suicidios se hacían eco y él trataba de averiguar lo que ocurría, consulté constelaciones, ancentros e incluso espíritus guardianes. Solo logré concluir que te habías reencarnado pero tuvieron que pasar muchos años hasta que supe algo más. Lo hice cuando Jung Kook apareció y su línea de vida me gritó que él te llevaría hasta Jimin.

—¿Estás segura?

—Totalmente. El joven deportista traerá de regreso a quien tanto esperas.

—¿Y vendrá hasta aquí?

Asentí. Sus ojos se abrieron en un entusiasmo desbordante.

—¿De verdad? —Recuedo que se puso tan eufórico que no me dejó ni hablar—. ¿Y cómo lo hará? ¿Cuándo? ¿Mañana? ¿Pasado? ¿Dentro de unos meses? Cualquier tiempo me parece asumible. ¿Sabes qué aspecto tiene? En realidad me da igual pero siento curiosidad. ¿Ha vivido bien? Dime que sí. ¿Es feliz? ¿Cómo se llama ahora? ¿Lo sabes?

La sonrisa se me escapó. Sí, ese era Jimin. Un pesado de aquí te espero pero un pesado maravilloso.

—Por supuesto, no tenía más información de modo que no pude aclararle nada pero él ya se había venido arriba y las siguientes semanas se dedicó a dar vueltas sin parar por los pasillos, por la senda y por el pueblo, analizando a todo el que se le cruzaba por delante. —La mujer se aclaró la voz—. Fue en una de esas inspecciones cuando te encontró. Te detectó en seguida, en cuanto bajaste del coche y te sentaste a descansar, según me dijo después, porque tu personalidad es inconfundible.

Estabas con tu compañero, creo que indispuesto y mareado. Os siguió por el camino, hasta la reunión con Choi Hye Ri, y escuchó sobre vuestro trabajo. Confirmar que estabas allí por Jung Kook le permitió asegurar del todo tu identidad. Después vino a verme.

—Creo que es mejor que no me acerque a él —concluyó, cabizbajo—. No me va a reconocer y... Además... —Se señaló la camisa empapada en sangre—. Mira esto... —sollozó—. Si aparezco le voy a causar una conmoción nerviosa.

—En Igsaui Hosu los milagros existen.

Yo necesito más que un milagro.

—¿Tu crees?

En ese momento le abroché la pulsera de la que jamás le había hablado pero que llevaba años preparando para él. Había encontrado el diseño en un libro viejo de la era Joseon que hablaba sobre la resurrección de las almas y, aunque no las tenía todas conmigo, tengo que decir que la experiencia fue un éxito.

El alma de Jimin adquirió forma física, el calor volvió a su piel, sus heridas se cerraron y el corazón le empezó a latir. Seguro imaginarás cómo se quedó cuando se vio en el espejo y cómo salió despedido como un loco a buscarte después, balbuceando un sin fin de ocurrencias sobre la mejor forma de presentarse ante ti.

Así que era eso. Esa pulsera que brillaba tampoco había sido una alucinación. Demonios; ya no sabía qué me impactaba más, si que mi esencia fuera Ahn Ra, que Jimin estuviera muerto pero a la vez vivo o que me quisiera con tanta abnegación. No me merecía ni una milésima de su amor. Era demasiado bueno y yo demasiado imbécil y ahora... Ahora... ¡Joder! ¿Y si había ido a preguntarle a Hye Ri por mí? Le había dejado claro que quería que le dijera que me había marchado y que no volvería. ¡Mierda!

—¡Me voy al hotel! —volé a la salida.

—¡Espera! —Tae Hyung me siguió, con las zapatillas a medio poner—. ¡Es de noche! —me advirtió—. ¡Es muy peligroso pasar por el lago de noche!

—¡Me da igual! —Crucé la oficina como una exhalación—. ¿No has oído la historia de tu abuela o qué? ¡Tengo que ir con él!

—¿Y si te ocurre algo por el camino?

—Mañana trataremos lo de mapa.

—No, oye... ¡Oye!

En un segundo, ya le había dejado atrás y corría a ciegas por entre las piedras del camino, con el pecho cogestinado por la falta de aire y las burbujitas del tumor empañándome lo poco que alcanzaba a ver. Me resbalé tres veces. A la cuarta, me caí y terminé en el agua.

"Te ayudaré porque eres tu".

Me aparté las lágrimas.

"Todo en Igsaui Hosu grita que el tiempo el valioso, que cada segundo se debe aprovechar como si fuera el último, y es por eso que estoy aquí".

Mierda, Jimin. Me había dado a entender tantas cosas desde el principio...

"Hace tiempo lo perdí todo. Lo pasé muy mal y me culpé durante mucho tiempo, al igual que tu. Lo superé cuando me convencí de que tenía que intentar disfrutar de lo que me quedaba y esperar".

Ya. Esperar por mí, ¿no?

"Ten por seguro que no podría estar aquí ahora si mi deseo no fuera estar contigo".

Me levanté. Seguí la marcha. Necesitaba abrazarle y besarle y lo demás me daba lo mismo. Quería mirarle a los ojos y volver a decirle que le quería y que me quedaría en ese puto lago, junto a él, hasta que me llegara la hora final. Sí, eso haría.

"Dicen que en los lugares malditos como Igsaui Hosu también ocurren los milagros más hermosos".

Por fin llegué al hotel. Corrí escaleras arriba hasta su habitación. Entré sin llamar. La cama estaba hecha y la ropa y los libros habían desaparecido. No, no, no. Busqué en mi dormitorio. Rastreé baños y pasillos. Fui al comedor. Nada. No estaba por ninguna parte. Terminé en la recepción.

—Parece que hoy es el día de los regresos. —El señor Kim me dirigió una ojeada de incredulidad—. Tenía entendido que habías vuelto a la ciudad. ¿Te has arrepentido?

—Mi novio... —Apenas me salió la voz—. ¿Dónde...? ¿Sabe dónde está?

—Me temo que ese joven tan agradable dejó el hotel esta mañana. —La repuesta me tiró el alma, las ilusiones y todas las esperanzas a los pies—. Vino a entregar la llave de la habitación.

—¿Le vio? —Me pegué al mostrador—. ¿Le dijo algo?

—Solo me dio las gracias y un sobre con dinero —respondió—. Se veía decaído.

No, maldición. ¡Maldición! El señor Kim me preguntó algo más pero mi cabeza no lo procesó. Simplemente me di la vuelta y salí de nuevo a la oscuridad del lago, dejándole allí, con la cara a cuadros.

—¡Jimin! —grité, a pleno pulmón—. ¡Jimin! ¡Jimin!

Las piedras del camino se movieron ante mis ojos. Las lágrimas me impedían enfocarlas bien.

—¡Lo siento mucho! —Mi eco resonó en medio del silencio—. Lo siento... Me equivoqué... Por favor, ven... Vuelve...

Caminé por la senda, a trompicones, rumbo al bosque. Miré por todas partes pero no le vi y, a medida que avanzaba, empecé a sentirme como si alguien me estuviera arrancando el corazón del pecho. ¿Por qué no aparecía? Siempre lo hacía.

—¿Qué mierdas es esto? —Canalicé la pena a través de la protesta—. ¿Tienes los huevos de presentarte ante mí y hacer que me enamore de ti para luego dejarme aquí, en medio de la oscuridad? —cuestioné—. ¡Eso no se hace! ¿Me oyes? ¡No se hace, estúpido! —Solté toda la frustración—. ¡Podrías haberme dicho la verdad cuando te dije que veía los muertos!

El paso se hundió. Terminé con los pies en el agua.

—¿Por qué demonios no me lo contaste? —seguí—. ¿Por qué dejaste que mi mente se enredara? ¿Escribiste ese puto diario para confundirme y alejarme? ¿Tanto querías que volviera a Seúl? ¿Creías que eso sería lo mejor para mí?

Una racha de viento me azotó la cara. El pelo se me alborotó. Seguí avanzando.

—¡Pues que sepas que no pienso irme! —volví a gritar— ¡No me pienso mover de este pueblucho de mierda hasta que me muera así que te jodes! ¡Te jodes porque voy a quedarme contigo! ¡Me vas a tener que aguantar!

El silencio me hizo romper a llorar. Estaba colapsando; ya no se me ocurría nada más que decir.

—Te quiero, idiota... —El sabor salado de las lágrimas se me metió por la comisura de los labios—. Déjame verte otra vez... Por favor...

Un par de chasquidos, como de pasos sobre hojas, me desvió del camino hasta la arboleda.

—¿Jimin? —Zigzagueé entre los troncos—. ¿Jimin?

No lo vi venir. Solo sentí un golpe fuerte, la visión borrosa, el dolor punzante en la sien y caí de bruces al suelo.

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