El gran concurso de pasteles
En octubre se celebra el festival de calabazas, un evento previo a la gran celebración de Halloween o Noche de Brujas. Este tiene una duración de una semana en la que, tanto restaurantes como los distintos puestos de comida esparcidos por toda la ciudad, ofrecen a las personas distintos platillos donde el protagonista y principal ingrediente es la calabaza.
Como si fuera poco, anualmente se realiza el gran concurso de pasteles, un evento en donde los mejores chefs de la ciudad se reúnen para ganar el tan ansiado trofeo, un premio en metálico y la difusión por medios de comunicación. Es un evento mucho más grande que el festival de calabazas, todos los años he participado y he quedado invicta tres años seguidos; sin embargo, hay un ser en todo el universo que ha ganado más veces que yo y que está dispuesto a bajarme del trono, su nombre: Ignacio Sterling.
Ese hombre de rizos desordenados, de hermosos ojos negros y un cutis perfecto —que oculta que está pronto a llegar a los cuarenta— es mi némesis, y sí, no puedo ocultar que es guapo, pero es demasiado presumido y se jacta de ser mejor cocinero que yo, o al menos, eso creo. Jamás saldría con alguien así. Nunca. Y tampoco me interesa que seamos amigos, por muy amigable que se muestre ante la sociedad.
El gran concurso de pasteles se realizará en la tarde, así que estoy alistando todos los ingredientes y elementos necesarios para dar todo de mí, pues tendrá lugar en la Plaza Central y, así como todos los años, estoy decidida a llevarme el primer lugar.
Dejé la casa de mis padres al culminar la universidad y desde entonces no me ha ido tan mal, eso sí, tuve que solicitar un préstamo al banco para poder tener mi restaurante y de ahí cumplir con las cuotas de forma juiciosa; aunque me ha costado demasiado, y el ganar el concurso de pasteles me ha supuesto una gran oportunidad para terminar la deuda y darle un retoque a su fachada.
He estado toda la mañana ansiosa, si logro ganar el concurso de este año, la deuda con el banco se irá y mi restaurante podría crecer mucho más; no obstante, tiendo a ser quisquillosa con la idea de ganar, por lo que me he ganado un par de amonestaciones a lo largo de la jornada.
—¿Podrías relajarte por un minuto? —me pregunta Tito, un chef que me ha acompañado en la cocina desde que inauguré el restaurante, su talento para preparar diversos platillos es impresionante y se ha caracterizado por su buena sazón.
—No puedo —le respondo—, sabes tan bien como yo que ese concurso es muy importante para mí, además, si logro ganar, el dinero me servirá para terminar de pagar la deuda del banco y el dinero sobrante servirá para hacer unas ligeras modificaciones al restaurante.
—Sí, tienes razón —expone él y se cruza de brazos—, pero recuerda cómo te fue el año pasado porque estabas sumamente ansiosa.
Sus palabras me hacen rememorar ese bochornoso momento: estaba tan asustada que, en lugar de echarle azúcar a la mezcla, le eché sal y arruiné una oportunidad de ganar, afortunadamente no ganó Ignacio, lo hizo otra chica; eso significa que este año es decisivo para ambos, porque si algo lo caracteriza a él, es que es tan competitivo como yo y lo precede cuatro victorias anteriores.
—De ninguna forma —contraataco—. Este año no volverá a ocurrir, estoy concentrada, un poco ansiosa, pero no asustada; confío en mí y en mis manos, después de todo, son mis herramientas de trabajo.
Él sonríe y me ayuda a terminar de alistar todo lo que requiero para el concurso. Además, por primera vez, invitaré a mis padres para que desde el público me alienten y, aunque hace que esté el doble de emocionada y nerviosa, trato de mantener mi mente tranquila.
Unas horas más tarde la Plaza Central está abarrotada de gente. Hay varias carpas en donde se están ubicando todos los cocineros y el espacio cuenta con todos los elementos para que se pueda trabajar con comodidad. Frente a todo eso, hay una tarima. Un hombre de pelo blanquecino le da unos golpecitos al micrófono que sostiene y anuncia a viva voz que el Noveno Concurso de Pasteles está pronto a comenzar, haciendo que todos los presentes vitoreen y celebren su gran apertura.
Veo a mis padres en medio de la multitud y, antes de comenzar, me acercó hasta ellos para saludarlos y que me den unas frases de aliento. Tan pronto estoy frente a ellos, les estampo un beso en la mejilla a cada uno, acompañado de un caluroso abrazo.
—Lo harás grandioso, Anita —dice mamá, al oído.
—Mucha suerte, retoño —se une papá y me da unas palmaditas en el hombro.
—Gracias por venir —respondo—, significa mucho para mí, si todo sale como espero, estaré en el podio.
—¡Adelante, acaba con ellos! —expresa papá y no deja de sonreír.
Sus palabras son música para mis oídos y un recordatorio de que el concurso está por comenzar, pues todos los participantes se acomodan en sus respectivas estaciones y el hombre canoso vuelve a tomar la palabra.
—Recuerden que, igual que en años anteriores, el concurso se dividirá en tres fases —indica el hombre, haciendo que todos se concentren en sus palabras, hace una pausa y
continúa—: en la primera, deberán hacer una tarta; en esta fase, eliminaremos a diez concursantes; en la segunda y, por primera vez, deberán preparar una tradicional Crème Brûlée; para esta fase se eliminarán a cinco concursantes y quedarán los cinco mejores; para la fase final, deberán crear un pastel cuyo ingrediente principal será... —Hace otra pausa, mucho más dramática que la anterior, se nota que le gusta el suspenso—. Aprovechando el mes, el ingrediente principal será la calabaza y, recuerden, entre más originales sean, más oportunidades tendrán para ganar. ¿Están preparados?
Todos los presentes comienzan a gritar, yo me sumo al barullo porque la emoción se está apoderando de mí. Luego de todo el ruido, anuncia un «comiencen» y es cuando mi mente y mis manos comienzan a trabajar.
Por el rabillo del ojo miro a mis contrincantes, todos están concentrados en la preparación de las tartas para esta primera ronda. Algunos lucen asustados; por mi parte, estoy muy tranquila, no dejaré que los nervios me consuman como el último año.
Para esta primera ronda, hay que preparar la masa desde cero y no representa gran problema, he preparado tartas en el restaurante y quedan deliciosas; para la decoración uso un par de moras, cerezas y un trozo de fresa en una mitad, en la otra mitad, unas ondas de crema batida flameada. Luce hermoso y bastante apetecible, espero que sepa tan bien como se ve.
Los minutos van pasando en un parpadear. Bien dicen que una mente ocupada no tiene control sobre el paso del tiempo y así sucede en mi caso. Uno a uno, los participantes son llamados para evaluar las tartas. A simple vista se ven grandiosas, pero la gran sorpresa se sabe cuando se da el primer mordisco.
Tal y como lo anunció el hombre canoso, diez participantes son eliminados. He quedado para la segunda ronda y no hay que bajar la guardia; como era de esperarse, Ignacio también pasó a la siguiente, un calor se apodera de mi rostro, no dejaré que se lleve el primer lugar.
Jamás he preparado Crème Brûlée, pero sé que debe tener una consistencia perfecta, de ahí que sea digna de comer o no. Afortunadamente, dentro de mi libro de recetas la tenía anotada, sin embargo, nunca me animé a prepararla. Decido pues seguir las indicaciones que he escrito con mi rara letra y, aunque es intimidante realizar una receta que a simple vista parece sencilla, no desfallezco.
Una vez realizada la base, decoro con un arándano, un par de frambuesas y unas hojas de hierbabuena. A simple vista luce precioso y espero no quedar descalificada por una mala preparación.
Nuevamente, los participantes restantes somos llamados para ser evaluados. El miedo es cada vez más grande, solo un Crème Brûlée me separa de la final y la mente se me queda en blanco cuando escucho mi nombre; me cuesta entender lo que sucede a mi alrededor.
—¿Es real? —pregunto, sigo analizando lo sucedido en los últimos segundos.
—Sí, felicidades —responde una chica que se encuentra a mi lado y, la cual, no logró pasar de ronda.
—Lo siento mucho —le digo a la chica y le regalo un abrazo—. Suerte para la próxima vez.
La chica asiente con su cabeza y regresa a su sitio de trabajo para recoger sus pertenencias, es cuando ella se aleja de mí, que caigo en cuenta de que mis palabras no fueron las más indicadas y que, por alguna extraña razón, mi respuesta fue un tanto rencorosa. Empero, debo mantenerme concentrada.
Ahora, nos dan paso a la ronda final: la creación de un pastel de calabaza. No es una tarea difícil, antaño lo he hecho para el festival que se celebra todos los años; sin embargo, debe ser algo increíble para ser condecorado como ganador del gran concurso.
Pienso en que, no solo debe resaltar el sabor, sino que debe tener una decoración original y creativa. Vuelvo a mirar a los participantes restantes y el mundo se me cae en pedazos: Ignacio se ha robado mi idea y lo veo decorando el pastel con una forma de calabaza escalofriante, típica de la decoración de octubre, lo que hace que replantee mi idea y piense en algo mucho más original. Analizando a los demás contrincantes, uno de los finalistas, hace el diseño típico de espolvorear polvo por encima; otro de ellos (una chica), hace un diseño con un orificio en la mitad y le pone bolitas de una crema naranja en el borde; el último, también un chico, al parecer opta por hacer un cheescake, pues su diseño es muy similar a ese tipo de preparaciones.
Todos se ven profesionales y originales; están sumamente concentrados, así que, para la decoración final, opto por hacer una cubierta de chocolate y le espolvoreo un par de nueces. Estoy segura de que la fusión de sabores, enloquecerá al jurado.
Es cuando viene el veredicto final, la expectativa está no solo en el público que mira expectante, sino en los finalistas, todos estamos nerviosos y no queda duda que han sido bastante exigentes este año, pero me he mentalizado para estar en máxima concentración y dar todo de sí, confiando en mis cualidades y talento que me han caracterizado.
Uno a uno, van pasando. El jurado corta los pasteles y los prueban; los rasgos faciales de ellos, muestran que están conformes con el trabajo que los finalistas que me preceden han hecho y, finalmente, llega mi turno. Al igual que en ocasiones anteriores, cortan el pastel en varios trozos y comienzan a degustar, por sus gestos, puedo deducir que les ha gustado; lo que me lleva a pensar que cualquiera puede ser un ganador.
—Ha sido un concurso bastante reñido —dice una mujer que fue parte del jurado—, tenemos a los cinco mejores cocineros de la ciudad, pero solo tres de ellos estarán en los primeros puestos. —La mujer hace una pausa, recibe de otro jurado un sobre, en el que supongo estarán los ganadores y procede a darle lectura—. En tercer lugar, se encuentra... Juanita Paz, felicitaciones.
La chica grita emocionada y se acerca a la mujer del jurado para recibir la pequeña copa y un cheque con el premio en efectivo; una suma bastante generosa.
—En segundo lugar, Ignacio Sterling.
Volteó a mirarlo y sonríe tontamente, asumo que esperaba estar en el primer lugar, pero no le ha salido como él tenía pensado. Una parte interna de mí da brinquitos, pues sus gestos son de todo, menos de alegría. Es un presumido. Aun así, sube los brazos como dándole las gracias al publico y a los jurados, vanagloriándose de su posición y se acerca a la tarima para reclamar su premio.
Solo queda un lugar y los nervios van a acabar conmigo.
—Y, en el primer lugar, Ana Rocas, felicitaciones.
Mi mente queda en blanco, me cuesta un par de segundos reaccionar y darme cuenta de que han dicho mi nombre. Salto de alegría y no dejo de sonreír, los finalistas me abrazan y me dan las felicitaciones, y, cuando llego hasta Ignacio, lo abrazo como hice con los demás, aunque hubiese preferido no hacerlo.
—En tu cara —le susurro—. Soy mejor que tú.
Ignacio sonríe ante mis palabras y hace que la felicidad que me invadía se disipe conforme me voy acercando a la tarima, aunque no es la reacción que esperaba. Luego de reclamar el premio: un enorme trofeo y el cheque —con la jugosa suma de dinero que tanto ansiaba—, decido acercarme a mis padres para celebrar y es cuando ellos me felicitan y no puedo con la dicha que me invade; incluso, veo a Tito acercarse.
—Llegué justo a tiempo —anuncia—. Felicitaciones.
—Gracias —respondo, lo envuelvo en mis brazos y le doy un beso en la mejilla.
Él fue de gran ayuda para mi preparación; sin embargo, solo pudo llegar hasta el final del concurso porque debía visitar a su hermano al hospital, el cual se está recuperando de un accidente que tuvo hace unos días.
Cuando estoy apunto de hablarle, Ignacio llega y pide hablar conmigo en privado. Le digo a mis padres y a Tito que no tardaré mucho. Así, ambos caminamos lejos de la mayoría de personas, buscando la privacidad que su mirada ha pedido.
—¿Por qué ha sido eso? —pregunto, y, tras pensarlo unos segundos, me doy cuenta de que se refiere a lo que le he dicho en susurros.
Pienso en que debería disculparme, pero eso me haría quedar como una tonta, una chica débil que se arrepiente de sus actos; si bien me hace sentir culpable por la actitud que mostré, no bajo la guardia y me mantengo en firme.
—Es la verdad, soy mejor tú —Contesto.
—Eres grandiosa, felicitaciones por ganar —dice él, y sus palabras me toman por sorpresa, cuando abro la boca para responder, él no me da la oportunidad y sigue hablando—: pero no eres mejor que yo, eso lo puedo asegurar.
—Pero..., eres un... —contraataco, pero las palabras se me atoran en la garganta—. Gracias —respondo a regañadientes.
—No vine a pelear contigo —continúa Ignacio—. Solo vine a felicitarte y pedirte algo.
Su pregunta me descoloca nuevamente, sin duda es un hombre peculiar, pero le respondo.
—¿Qué quieres?
—Quisiera saber si desear tomar un café conmigo —responde con una sonrisa.
¿Pero qué...? ¿Qué clase de sueño surreal es este? Una propuesta de ese tipo, viniendo de él, solo quiere decir que debe estar tramando algo, tal vez una broma o... Algo peor. Miles de ideas se aglomeran en mi mente y no puedo pronunciar palabra.
—¿Qué dices? —habla una vez más.
—Yo... —¿Qué debería hacer en este caso? Mi contrincante y némesis me invita a un café, ¿qué habría de malo en eso? Debería dejar de ser paranoica, me digo internamente, y me mira esperando una respuesta, porque no se irá sin que le responda. Tomó una gran bocanada de aire y suelto las palabras con una exhalación—. De acuerdo.
—¿En serio? —pregunta, y parece que esperaba el rechazo por mi parte, se nota en sus facciones, pues su cara revela una gran confusión.
—Sí, ¿qué habría de malo en eso? —Luego recaigo en que sonaba mejor en mi cabeza, pero no hay forma de dar paso atrás y disculparme por esas palabras me haría quedar como una ridícula.
Él suelta una carcajada; yo también lo hubiese hecho, pero hubiera como una loca.
—Pasaré por tu restaurante en una hora —dice Ignacio—. Disfruta el triunfo. —Y guiña un ojo.
Dios, ese simple gesto hace que me tiemblen las piernas, fue demasiado... Sacudo mi cabeza cuando veo a Ignacio a unos metros de distancia, recogiendo sus elementos de trabajo. Regreso hasta donde se encuentran mis padres con Tito, quienes parecen sostener una interesante charla.
—No te imaginas lo que acaba de pasar —le digo a Tito, luego recaigo en la presencia de mis padres y sería muy extraño contar lo sucedido frente a ellos—. Te lo contaré con detalles en el restaurante, pero básicamente vino a felicitarme.
—Les contaba a tus padres los planes que tenemos ya que has ganado el concurso —me cuenta Tito.
—¡Ah, sí! —me uno a la conversación y le cuento mis ideas por si a él se le olvido contar algún detalle que se le haya pasado.
¡Vaya conclusión de la tarde! No dejaré de pensar en ello hasta que lo vea.
Saludos a todos y todas.
Este relato fue creado gracias a un disparador que encontré en internet. Es una especie de enemies to lovers, me hubiese encantando alargarlo más, pero de por sí ya quedó bastante extenso, entonces preferí dejarlo tal y como está.
Como notaron les agregué imágenes porque, si yo me antoje escribiéndolo, era justo que ustedes se antojaran leyendo jajajaja y, aunque traté de ser sutil con las descripciones, no pude evitar agregar las imágenes, pues mientras buscaba recetas me encontré con fotos muy antojables jajaja y sí, esa palabra no existe, me la acabo de inventar xD
Como sea, espero les haya gustado y nos vemos en un próximo relato.
*créditos de las imágenes a quien corresponda.
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