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Descubrimiento en la playa

Susana y su hermano Anthony amaban ir a la playa, y cómo no amarla cuando se vivía a unos cuántos metros de distancia. Siempre inventaban juegos y se sumaban a un sinfín de aventuras en la arena; coleccionaban conchas y, de vez en cuando, encontraban objetos inusuales.

Aquella mañana, el cielo los recibió con un azul que se extendía de norte a sur y de oriente a occidente; estaban rodeados de un color azulado y sin rastros de una nube; además, el sol brillaba intensamente, más que nunca.

Era un día perfecto para estar tostándose bajo el sol, al menos, esa era una de las actividades que más disfrutaba Susana; aunque, su madre la hacía salir de casa con una gran capa de crema protectora; sea como fuese, eso no era excusa para no disfrutar de tan bella mañana. Anthony, por su parte, no saboreaba aquellos rayos y, si bien iba tan embadurnado en protector solar como su hermana, él siempre salía con una gorra de béisbol que le cubría el rostro.

Para su sorpresa, el sol no duró mucho tiempo y eso fue un soplo de alivio para Anthony, amaba estar en el exterior, pero cuando eran días soleados, se irritaba un poco, su hermana bromeaba con él diciéndole que era un vampiro y eso a él no le hacía mucha gracia.

La situación mejoró cuando el señor del carrito de helados llegó a la playa.

—Ha venido temprano —expresó Susana.

—Ya lo veo —contestó Anthony—, pero no trajimos dinero. —Haló el único bolsillo de su pantalón corto para enfatizar sus palabras.

—Iré a pedirle dinero a papá —se ofreció su hermana y salió corriendo sin importarle que calzaba unas sandalias.

Anthony quedó a solas con el señor de los helados y le sonrió.

—¿Qué tal le ha ido? —cuestionó el pequeño.

—Muy bien —respondió el hombre con una sonrisa—, gracias por preguntar. El verano trae muchos clientes.

El hombre se cubrió su cara con una mano a modo de víscera. Anthony seguía viéndolo fijamente como si se tratara de un tesoro que debía cuidar.

—Eso me alegra —dijo Anthony, mientras asentía con su cabeza, le encantaba enfatizar lo que decía.

Al cabo de los minutos, Susana llegó.

—Un helado de chocolate, por favor —indicó ella y le extendió un billete al vendedor.

—Yo quiero uno de limón —agregó Anthony.

El señor asintió y les entregó los helados, luego, les dio el cambio. Susana recibió el dinero y apretó las monedas con su pequeña mano para no perder ninguna.

—Guarda esto —pidió Susana, mientras le daba lambetazos a su cucurucho, pues su pantalón corto no tenía bolsillos.

—Al menos pide el favor —se quejó Anthony, recibió el dinero y lo guardó en su único bolsillo del pantalón corto.

Luego, ambos niños dieron gracias al hombre y éste a su vez agradeció por la compra. Arrastró su carrito por la arena e hizo sonar la campana que tenía en un costado. A esas horas de la mañana, nadie estaba ahí, así que tenían la playa para ellos solos; después de todo, estaban en vacaciones de verano y no había nada más que hacer en casa, aparte de ver algo en la televisión y preferían sacarle provecho a cada día.

Como el sol estaba en su punto decidieron caminar hacia el sur, en donde las olas chocaban contra unas grandes rocas. Era un largo camino desde donde estaban, pero todavía no se les ocurría a qué jugar, por lo tanto, inspeccionar la zona y buscar objetos enterrados en la arena era una buena opción mientras se decidían; empero, primero debían acabar sus helados antes de aventurarse a la tarea de encontrar objetos.

—¡Mierda! —exclamó Anthony, luego de haber caído de bruces hacia la arena. Su sandalia se había atorado con lo que parecía ser un montículo de arena que no había visto.

—Le diré a mamá que dijiste palabrotas —se quejó Susana y le ayudó a levantarse con la mano que no sostenía su helado.

Y, efectivamente, lo poco que quedaba del helado de limón cayó al suelo con él. Pedirle helado a su hermana no era una opción, pues no le gustaba el chocolate; solo se limitó a soltar un gruñido y acariciar sus rodillas.

—Lo siento, pero algo me hizo tropezar —dijo Anthony en su defensa.

Mandó su mirada a la arena y era un objeto blanco el que sobresalía levemente. Además, iba tan ensimismado en sus asuntos que no reparó en lo que había en el suelo, ya que el plan de ellos era llegar a las rocas y comenzar su búsqueda desde ahí después de que hubiesen acabado sus helados completamente.

Comenzaron a escarbar en la arena; las olas que llegaban eran suaves, casi no había brisa y el sol seguía brillando en todo su esplendor.

—¿Qué es...? —preguntó Susana, pero no pudo completar su pregunta, intercambió una mirada con su hermano y siguiendo excavando.

Eran huesos enormes, pero no se podía discernir si eran de un animal o de algún ser humano, la visión era inquietante.

Poco a poco, los huesos tomaban una forma: un animal bípedo con largas patas traseras y una cola alargada; sus patas delanteras eran pequeñas, el cráneo era estrecho y largo, con un hocico que terminaba en punta.

—¿Crees lo mismo que yo? —preguntó Anthony, miró a su hermana y esta asintió.

—Pero los dinosaurios se extinguieron hace mucho tiempo —protestó Susana—, lo dijeron en la clase de ciencias.

—Pues tiene toda la pinta de ser uno —dijo el chico, se levantó de la arena y dio unos pasos hacia atrás—. O algo parecido.

Desde su ubicación, tenía la estructura de un dinosaurio o algo similar; debía ser eso, no conocían ningún animal con esa estructura ósea. Tal vez se trataba de una iguana o una salamandra, pero eran huesos enormes, no tenía sentido.

—Debemos decirle a alguien, a nuestros padres, a la policía —habló Susana rápidamente, luego de retirar la arena de lo que vendría siendo la cola de la criatura—. Quédate aquí, pediré ayuda.

Anthony asintió y se quedó mirando los huesos, como si en cualquier momento se fueran a levantar; sin embargo, lo que más temían no era eso, sino que alguien más lo encontrara. Si se trataba de un dinosaurio, tendría que ser él y su hermana los responsables de tal hallazgo, quién sabe, a lo mejor se volvían famosos.

Sonrió en sus adentros ante ese panorama, se sentó en la arena con sus pies en el agua, a una distancia lo suficientemente cerca para que las olas golpearan en sus pies, debía disfrutar ese momento antes de que subiera la marea, pues no podían meterse al mar sin supervisión adulta.

—Anthony Riveros encuentra dinosaurio con su hermana —pronunció con un tono divertido, imaginando que ese sería el encabezado perfecto para el periódico local y carcajeó ante la irreverente escena que imaginó.

Al cabo de unos minutos, sus padres llegaron, y también la policía, solo era cuestión de esperar para que llegaran los medios de comunicación, pues no cabía duda de que se trataba de un dinosaurio.

¡Hola! 

Estamos de vuelta en esta antología con un relato que escribí hace algunos ayeres, la inspiración vino de un sueño y en él "yo" era Anthony, o mejor dicho veía todo desde la perspectiva de él. 

¿Qué tal les pareció el relato? Tengo varios cuentos de ciencia ficción y unos cuentos que vinieron de sueños que tuve jeje si les gustó no olviden darle al corazoncito y dejar su comentario.

Nos vemos en una próxima actualización.  


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