De amor, secretos y traiciones.
Aunque Ana Bolena tenía varios pretendientes, a ninguno le correspondía como era debido. Enrique VIII, era uno de ellos e insistió incesantemente hasta que por fin logró cortejarla. No obstante, había un problema, su matrimonio con Catalina de Aragón seguía vigente y, hasta no anularlo, no podía contraer matrimonio con ninguna mujer.
Tras varios rechazos por parte de la iglesia católica, tuvo una idea, decidió romper vínculos religiosos con el papado y crear para el reino inglés un nuevo culto: el anglicano, decisión que fue influenciada por la reforma protestante que inició el profeta Martin Lutero.
Enrique decidió casarse secretamente con Ana y, para ese instante, ella se encontraba encinta y eso alegraba al hombre, quien en su mente veía la posibilidad de tener el descendiente varón que tanto ansiaba y le contó a ella el plan que tenía.
—¿Creéis que es buena idea? —le preguntó Ana.
—No tengo más remedio —contestó Enrique—. Solo así podré anular mi vínculo con Catalina y de esa forma podéis ser reina.
—De acuerdo —aseguró la mujer, confiada en que los planes de Enrique saldrían como él ansiaba.
Fue el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, quien declaró la nulidad del matrimonio que tuvo con Catalina de Aragón y, sin ese obstáculo en su camino, pudo hacer oficial su relación con Ana y borrar todos esos rumores que la señalaban como la amante del rey.
Unos meses más tarde, Ana dio a luz a una niña a la que llamó Isabel y, aunque no era lo esperado por Enrique, pensó que lo mejor era insistir, tal como hizo con Catalina; aunque con ella, sus intentos resultaron siendo un fiasco, tal vez con Ana saliese un hijo varón y así continuar con el legado de los Tudor. Dicho deseo se volvía una obsesión, pero no podía evitarlo.
Infortunadamente, unos años más tarde, luego de que su amada realizara un aborto, nació el tan ansiado niño; sin embargo, murió unas horas más tarde y este hecho dejó acongojada a la madre y ofuscado al rey.
Un vuelvo en el corazón de Ana, apareció al enterarse de que Enrique anunciaría a la sociedad inglesa que ya no tenía interés en ella y que la rechazaba. Ana, también estaba perdiendo el interés por él y decidió comenzar a verse a escondidas con una mujer llamada Amanda; aunque no provenía de una familia aristocrática, las reuniones clandestinas con ella, representaban un mundo lleno de esperanza y felicidad, aun sabiendo que, si salía a la luz el tema sobre su tórrido romance, no solo sería la burla del reino, sino seguramente sería condenada por ir en contra de las buenas costumbres del pueblo inglés. A pesar de los miedos e inseguridades que ocultaba, en su mente se fraguaba una idea.
—Hoy habrá luna llena y nos veremos una vez más, a la medianoche, acá mismo —propuso Ana, sosteniendo las manos de Amanda, esta, sonrió ampliamente, aunque no entendía a qué iba eso, sobre todo porque no tenían varios encuentros en un mismo día—. Huiremos de aquí y haremos una vida juntas.
Amanda siempre había soñado con tener a una chica que le brindara alegría a sus días, anhelaba despertar cada mañana con alguien y viese a su lado un rostro sonriente que llenara su vida de amor; pero jamás se le pasó por la mente, que fuese la reina de Inglaterra, y mucho menos, que tuviese en mente una idea tan arriesgada, podrían descubrirlas y... No se alcanzaba a imaginar si eso sucediera.
—Bien, acá nos veremos —respondió Amanda, sin dejar de sonreír.
Una sensación de ansiedad, acompañó a Ana durante las horas siguientes, la indiferencia por parte de Enrique era palpable y él no dejaba de verla con una mirada inquisidora, como si supiese sus planes, pero eso era absurdo, siempre se cercioraba de que no la siguieran; no obstante, algo dentro de sí le decía que, era esa noche o nunca.
Finalmente, la hora del encuentro llegó, Ana atravesó el sinfín de pasillos del castillo, asegurándose de que nadie la siguiera. El palacio se encontraba en un silencio absoluto y aprovechó la distracción de un soldado para salir sin ser detectada y una vez afuera, salió corriendo.
Ana llegó casi sin aire hasta la rubia que le robaba sus suspiros. Amanda tan pronto la vio, la enredó entre sus brazos y luego la besó apasionadamente.
—Debemos huir —anunció Ana—. Ahora.
Amanda asintió, tomó la mano de Ana con firmeza y salieron corriendo como alma que lleva el diablo en busca de su vida juntas.
A la mañana siguiente, Enrique VIII notó la ausencia de Ana y ordenó a sus soldados buscarla por todas las inmediaciones del castillo, pero no la encontraron; empero, la encontraría para ejecutarla, tenía razones que fundamentaban esa decisión.
Este relato fue creado para participar en la antología: buena fortuna, creada por el perfil AntologiaLight si no la conocen, los invito a hacerlo, ya que cada tanto vienen con nuevas ideas para unir a la comunidad a través de desafíos de escritura para poner a volar la imaginación y hacer nuevas amistades.
Como algunos sabrán, es la primera vez que escribo algo con tintes históricos, el género no me agrada del todo y me cuesta bastante leerlo, y es gracioso porque la serie de Vikingos me encanta, ¡qué contradictoria es la vida! XD
La historia de Ana Bolena y Enrique VIII siempre me ha llamado la atención y de ahí que sirviera de inspiración para el relato corto. Espero les haya gustado y nos vemos en una próxima actualización.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro