"Soy Casandra."
Soundtrack ~ Apologize ~ Timbaland ft. One Republic
"Cásate con el que sepa lo ridículas que puedes llegar a ser y aún así te ame."
Capítulo 59: "Soy Casandra."
Nunca pensé que una persona, una pareja de amigos, pudiera compartir una discusión tan acalorada como la que escuché esta mañana. Ambos estaban enfrascados al completo en las razones que el otro tenía para que pudieran ver que la mentira no siempre debía romperlo todo.
Es irónico que mi novio fuera una de esas personas, que siempre quería ver el lado bueno de las cosas, sin saber, realmente, que estaba sucediendo lo mismo que se encuentra debatiendo con Dylan. Está defendiendo una cosa, la misma razón por la que debería enfadarse él.
Por un momento mis esperanzas salieron a flote, él había admitido que podría perdonar a una persona por mentirle pero no fui capaz, como siempre ocurre, de contarle la verdad. No permanece en mis planes mantener una conversación ahora, mucho menos estar igual que la pareja que acababa de formalizar su ruptura.
Son demasiadas cosas con las que ambos estamos lidiando y, al menos a mí, no me agradaría ni un poco sumarle nuestra separación a todo ello. Es demasiado lo que soportamos, otra ruptura me rompería en mil pedazos, me desmenuzaría como se le hace al pescado cuando está lleno de espinas.
— Maldito sea ese profesor — gruñe Mery, río escuchando sus quejas —. Se ha pasado con la tarea — vuelve a recriminar. No puedo decirle lo contrario, está lo suficiente molesta como para que pueda hacerlo.
Niego con mi cabeza sabiendo que, en realidad, tiene razón. Se acercan los exámenes finales para terminar el cuatrimestre y no puede ser peor. Estamos llenos de trabajos y redacciones, ni siquiera sé cómo saco el tiempo para estudiar cuando no puedo ni beber un vaso de agua sin complicaciones, sin tener que atender el teléfono para poder estar informada de lo que sucede en mi ausencia.
Al fin y al cabo, no puedo estar en todas partes. Sería un milagro poder dividirte en diferentes trozos y hacer millones de cosas a la vez. En lugar de asistir al instituto, lidiar con lo del orfanato e intentar ganar las carreras a las que tengo que aparecer. Si a eso le sumas hacer las tareas extracurriculares y apartar un tiempo, aunque ahora sea mínimo, para estar con Thiago, todo se complica más.
Pintan la vida demasiado bien en las películas, solo se centran en su novio y en los problemas que tiene con él cuando, en realidad, todo lo demás también cuenta. En la mayoría de las películas ni siquiera salen sus padres, tampoco es que los míos puedan aparecer, pero tampoco he conocido a la familia de mi novio.
Por más triste que pueda llegar a ser no tener progenitores a los que sostenerte cuando tienes un mal día, estaría bien conocer el estilo de vida que tienen las familias de verdad, las que no ten dejan tiradas en un orfanato para que se convierta en tu verdadero hogar cuando, en realidad, tu casa, la que vives con tus padres, debería ser el lugar que tienes que amar por estar con las personas que te dieron la vida.
— No exageres — reprendo. A fin de cuentas, el profesor hace su trabajo aunque abuse un poco del la autoridad que debemos mantenerle —. Solo es una redacción — recuerdo, escucho otro rugido de su parte, tal y como lo haría un león cuando quiere mostrarse superior a los demás. Alzo una ceja mirando en su dirección mientras traspasamos la puerta del instituto.
— De cinco mil palabras, Elizabeth — río de nuevo mientras mis pies se mueven como si tuvieran vida propia a través del campus del instituto —. Ni siquiera sé como es que no estás estresada de tantos exámenes y redacciones — refunfuña, contemplo como suelta un bufido por su boca cargado de enfado hacia aquel profesor. Cinco mil palabras no son tantas, pienso. Pero me lo callo para no tener que sufrir su ira de nuevo. Puede ser realmente explosiva cuando se lo propone.
Miro hacia el umbral de la puerta de salida del instituto, no veo a Thiago huir de ahí para dirigirse al entrenamiento que tiene. Si fuera por mí me quedaría a admirarle, no me retendría a observar cómo entrena si no fuera por que, de verdad, la redacción y los exámenes que tengo que estudiar llenan mi cabeza.
Debo hacer un último esfuerzo antes de que las notas estén entre mis manos, mi seguimiento para poder optar a una universidad donde, por fin, ser capaz de ayudar como debo a las personas que me criaron. El amor que puedo tener por conseguir que ellos vivan como tiene que hacer llena mi corazón de rebosante alegría.
No quiero que esas personas que hay ahí, en esa casa mugrienta a punto de ser subastada por el banco, residan del mismo modo que yo lo he estado haciendo desde que tenía unos cuantos años de vida. Sin saber qué era de mi madre, sin saber la razón por la que me abandonó que, a día de hoy, sigo sin entender. Jamás comprendería como, ese amor de madre que tan bueno me hicieron creer que era, no se volcó sobre mí.
Formo una sonrisa siguiendo con la charla que mantengo con Mery, las palabras salen de su boca sin percatarse de que no he captado ni la mitas por estar atenta a otras cosas. Quiero reír cuando sigue y sigue hablando como si nada más existiera a su alrededor, solo lo que dice es lo que hay que tomar en cuenta.
— Deja ya de hablar, Mery — río —. No es el fin del mundo — aludo, veo por las esquinas de mi ojos como una sonrisa se posa en su rostro. Alza sus manos al cielo como si le pudiera a Dios que le ayude. Dudo mucho que le haga caso en una tontería como esa, aunque sería algo agradable de ver. Al menos para mí y el resto de estudiante, y sobretodo para Mery.
— Pues a mí sí que me lo parece — rezonga —. Creo que voy a morir como siga llenando mi cabeza de palabras — exagera. Ruedo mis ojos siendo inevitable no reír ante su dramatismo, nunca he visto una persona que hiciera tan enorme un problema tan pequeño como hacer una tarea obligatoria.
Alzo mi rostro al frente dispuesta a protestar, mis palabras se detienen, al igual que mis pies, al igual que mi corazón. Deja de latir, o eso es lo que creo, no escucho nada a mi alrededor, solo el tenue, casi inexistente, bombeo de mi corazón. No recuerdo cómo se respira, si se tiene que inhalar primero o se debe expulsar el aire al principio, soy un manojo de nervios que se ven parados por una presencia.
Como si un fantasma de las Navidades pasadas hubiera venido a mi reencuentro para hacerme ver lo bien y lo mal que lo pasé esos años de mi vida. Mis ojos se fijan en una persona en especial, busca algo que espero no creer que sea lo que pienso que es. Mis pies están anclados al suelo lleno de piedras pequeñas que ahora mismo siento como se clavan en mi piel a pesar de tener una suela que los cubre.
El dolor se intensifica mil veces más de lo que nunca se me vino a la cabeza que pudiera sentir de esa manera. Todo se derrumba ante mis ojos mientras una mano se coloca sobre mi hombro y me da un apretón en él. No puedo girar mi rostro ni un centímetro por estar mirando otra cosa, si es que se le puede decir de esa forma.
— ¿Liz? — La dulce voz de Mery retumba en mis oídos, en mi cabeza. Sin percatarse de todo lo que mis ojos ven, el eco de su tono golpea las paredes de mi cráneo como si se tratara de una pelota que no se puede detener a causa del impactante rebote que recibe cada vez —. ¿Qué ocurre? — Vuelve a preguntar.
No respondo ante las órdenes que mi cerebro emite para contestar la pregunta que América me formula. Mi cabeza parece haber perdido la increíble capacidad de formar palabras, como si volviera a la época en la que solo sabía balbucear ruidos extraños que nadie conseguía entender y solo era yo la que sabía qué significaba.
Un cabellera rubia, del mismo tono que el mío. Rozando el dorado y con un rizo que no he conservado. A cámara lenta, paulatina, su rostro se gira hacia mí mientras rezo por que no vea el deseo latente que poseo en mi cuerpo por que no me vea observándola, como si de un muerto se tratara. En mi interior no se siente de otra manera más que esa.
Sus ojos más oscuros que los míos, iguales, extrañamente, a los que mi padre poseía antes de que muriera y dejara de verlos. Recaen en los míos causando un escalofrío que recorre hasta la más pequeña parte de mi cuerpo, desde mis pies pasando por mi espalda y llegando a mi cuello, donde mi piel se estremece sin poder evitarlo.
— Me estás asustando, Elizabeth — habla de nuevo la pelinegra a mi lado. Sigo sin mirarle, una sonrisa se posa en el rostro de aquella mujer recordándome a la misma sonrisa que se clava en mis labios cada vez que los curvo. No tengo intenciones de hacerlo justo ahora, me recuerda que soy casi la réplica de mi madre, con su sonrisa, ahora dulce, que no me permito creer que sea real.
Nadie podría negar que éramos familia, somos casi un copia de la otra, excepto por mi forma de ser, por mi manera de observarla. Porque yo nunca dejaría de lado a las personas que amo como lo ha hecho ella conmigo. No abandonaría a mi hija por más que deseara tirar la toalla, porque le permitirías creer, al igual que yo lo hice, que la personas que creías que te amaba, no lo hace.
No quiero creer que se esté acercando, sus pasos se aproximan hasta mí sin percatarse de lo paralizada que me encuentro. No se trata de una buena razón en la que me encuentro mientras ella está cada vez a menos pasos de mi cuerpo, de mí. Abro mi boca y la vuelvo a cerrar sin poder soltar la advertencia para que deje de caminar hacia mí, no emito ni la más menuda palabra.
— ¿Quién es usted? — Pregunta Mery a mi lado, los ojos de la persona que me dio la vida se posan sobre los de la chica contigua a mí, forma una sonrisa que vuelve a dirigir hacia mí. La curva que sus labios forman sigue grabada a fondo en mi mente a pesar de querer olvidarla, la veo cada vez que sonrío aunque no quiera acordarme de ella. Y, ahora, ella está delante de mí mientras estoy más paralizada que nunca.
— Soy Casandra — responde, deseo morder mis labios para poder descargar la furia que comienza a recorrerme de pies a cabeza sin pararse. Sigo sin ejercer ningún tipo de movimiento mientras me observa —. Soy su madre — confiesa.
Niego con mi rostro volviendo a tomar posesión de mi rostro como si esas palabras me quemaran. La señalo con mi dedo índice y mi boca temblando con fuertes sacudidas, como si estuviera a punto de sufrir un infarto. No recuerdo haber sentido mi corazón moverse con tanta rapidez en mi vida.
— Tú no eres mi madre — reniego, sus ojos se cierran como si estuviera herida, ojalá y sienta lo que yo experimento. Llevo mis manos a mi cabello retirando de mi rostro los mechones entorpecedores que me estorban de forma inigualable —. Tú no estás aquí — me mentalizo.
Cierro mis ojos deseando hacer desaparecer la última hora de mi mente, olvidarme tal y como lo haría una persona con amnesia. No me importaría absolutamente nada hacer como si esto no hubiera sucedido en ningún momento, sería un alivio no recordarlo.
— Betty...
— ¡No me llames Betty! — Grito, puedo sentir como mi grito se escucha con fuerza. Ignoro la cantidad de personas que se acercan para poder contemplar qué sucede, no me puedo creer que haya venido a la puerta de mi instituto esperando que la abrazar a y le dijera que la esperaba desde hace tiempo. Que deseaba poder sentir sus brazos envolviendo mi cuerpo de nuevo y que no quería que se fuera de mi lado, otra vez.
Si esa era la reacción que esperaba de mi parte se nota a leguas que no reconoce ni a su propia hija. ¿Cómo podría hacerlo si no he compartido ni un cuarto de mi vida con ella? No sabe cuales son mis gustos, mis sueños, mis miedos, mi estilo de vida. No sabe absolutamente nada de cómo soy y en qué tipo de persona me he convertido. Y eso duele más que un convoy de camiones atropellándome mil veces y esperando a que me levante para volver a pasar sus ruedas sobre mí.
— Déjame hablar contigo, hija — suplica, me niego a escuchar esa palabra, esa acotación, tan falsa salir de su boca. No soy su hija, dejó de ser mi madre en el momento en el que me abandonó a merced de que un milagro sucediera y no me tiraran también de esa casa mugrienta que acabó convirtiéndose en lo más cercano a un hogar.
— Ni se te ocurra acercarte — susurro, va a volver a hablar. Mi espalda choca con un duro pecho, su aroma se filtra por mis fosas nasales mientras las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas. No me había percatado de que se habían arremolinado en mis ojos hasta que la primera comenzó a descender y las demás la siguieron.
— ¿Qué está pasando? — Su fuerte voz, potente, como si intentara hacerse ver sobre los demás. La señora enfrente de mí posa sus ojos sobre él mientras Thiago me acerca a su cuerpo, me abraza mientras mis manos agarran su camiseta convirtiéndola en una bola de arrugas. Me sostiene contra él mientras mi cuerpo se sacude ante la congoja.
— Soy su madre — responde, el cuerpo de Thiago se tensa a mi lado mientras vuelvo a separarme y a sentir el frío que siento recorrer mis extremidades.
— ¡Deja de decir que eres mi madre! — Grito, aplana sus labios mientras agacha su mirada hasta llegar a mis ojos. Mis labios tiemblan con fuerza, ni siquiera soy capaz de apresarlos con mis labios sin creer que van a salir sangre de ellos.
— Liz, amor — llama Thiago, coge mis manos obligándome a mirarle. Dejo que la personas que ahora se encuentras detrás de mí pueda sentir el dolor que yo estoy sintiendo en mi interior como miles de cuchilladas en mi piel sin suturar y con más mala pinta de lo que se cree —. Habla con ella — me sorprende, sus ojos me miran con más cariño del que esa mujer podría haberme dado nunca. Forma una sonrisa mientras niego con mi rostro siendo incapaz de hacerlo.
— Llévame a casa, Thiago — ruego, no puedo contemplarle como es debido gracias a las lágrimas que nublan mis ojos, como si fueran interminables. Contemplo lo que hace mientras él vuelve a posar su mirada sobre los de la rubia que está a mi lado, aunque no lo desee por nada del mundo.
— Tiene que dejarla irse — avisa, no puedo ver lo que la chica que dice ser mi madre responde. No escucho ninguna palabras mientras Thiago coge mi mano y me tira hacia él volviendo a envolverme en sus brazos, lloro sin poder hacer otra cosa. Olvidándome de América que no sé si sigue a mi lado, de las personas que me observan mientras montamos un espectáculo.
Solo sé que no quiero que ella siga a mi lado, quiero que vuelva a desaparecer y no retorne de su estado de liberación al no tenerme a su lado y poder hacer todo lo que ella desee. Quiero seguir siendo la chica sin padres que he estado siendo desde que me abandonaron, no quiero que ella vuelva retomar ese puesto que creí vacío durante tanto tiempo.
No sé si todo eso sucede. Solo puedo ver como, para el momento en el que Thiago me despega de su cuerpo tras haber calmado mis llantos y me sonríe diciéndome tiernas palabras, ella ya no se encentra allí. Ha vuelto a desaparecer y espero que no vuelva a cruzarse conmigo.
(***)
Creo, y espero estar en lo cierto, cuando digo que no se esperarían esto. Estoy 99,9% segura de que no sabían ni quien era Casandra a pesar de que lo dije en algún capítulo. ;')
Espero de todo corazón que os haya gustado muchísimo.
Una cosa que se me olvidaba. Este miércoles me voy de viaje (Londres me espera ;)), está en vuestras manos decidir si queréis que este miércoles suba dos capítulos o esperar hasta le miércoles que viene porque no seré capaz de actualizar el domingo.
Comentad mucho para poder subir dos más <3
Pregunta random: ¿Cuál es la mejor historia en físico que han leído?
¡Necesito comprarme libros!
¡Besos y XOXO¿
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