"Siempre serás mi hija."
Soundtrack ~ Save a little love ~ Don Diablo
"Nunca dejes de aprender pues la vida nunca deja de enseñar."
Capítulo 61: "Siempre serás mi hija."
Mandy no para de mirarme por cada segundo que transcurre con mi boca sellada y mis manos ocupadas de dinero que debo contar gracias a la poca visión que la mujer a mi lado posee. La vida en la Tierra no es eterna y los días te hacen verlo, parece un recorrido interminable que deseas acabar con la mejor de las sonrisas.
Ella siempre se encarga de hacernos ver la parte increíble del peor problema que podamos poseer en nuestras vidas. E, incluso cuando se encuentra a punto de vivir debajo de un puente con cientos de personas, de niños, detrás de ella, nos apoya y nos anima como si nada fuera a pasar, como si después de esto fuera a conseguir una misión para todas las personas que cuida como si fueran sus propios hijos.
Suelto un suspiro dejando de contar los dólares que no son suficientes, aún faltan demasiados pero la estimación por la estimación con la que me oriento. Sigue faltando bastante dinero como para no conseguirlo en unas simples y malditas semanas. Todo lo que hay aquí no roza la meta ni con el brazo más largo posible, nos quedaremos a mitad de camino, a solo unos pasos de lograr el premio.
Sigo sintiendo la intensa mirada de Mandy sobre mi cuerpo, sin despegarla ni un segundo, y analizando cada movimiento que mi cerebro manda realizar, como un robot sin vida propia, con un corazón tan vacío que solo presta atención a lo que su mente dicta sin saber lo increíble que es guiarte por tu corazón y tus sentimientos.
Justo ahora las emociones dejan de cobrar el significado que deberían, son demasiado cínicas para ni siquiera pensar en ellas. Desearía retirar de mi cuerpo cada rastro de sentimientos que puedo albergar para pensar con la cabeza fría, sin ningún problema que afecte a los pensamientos aterradores que me inundan.
— Casandra apareció ayer en el instituto — suelto, no me permito tener el tacto que se supone que debe tener tras lo sucedido. La delicadeza se queda en segundo plano cuando el problema es más importante contra la simpleza de cómo decirlo sin sorprender a Mandy. Ni siquiera simula impresionarse pues se vuelve a sentar en su asiento como si necesitara descansar sus temblorosas piernas o como si, que lo haya dicho, solo le hiciera cansarse más. Una piedra se hunde en mi pecho al pensar que ella tiene en su cabeza la idea de que soy una niña inmadura.
— Me lo imaginé cuando llamó al orfanato — susurra, no retengo el asombro que llega hasta mis ojos, los abro observando cada palabra que sale de su boca y que me desconcierta más por segundos. Mis reacciones son las contrarias a las que tendría de no ser por que estoy exasperada de todo esto, de todos los problemas. «Contradicciones» se ha convertido en la primera palabra de mi diccionario y la primera que acude a mi cabeza al despertarme y cobrar consciencia de dónde estoy.
— ¿Cuándo fue eso? — Pregunto en un hilo de voz, siento que podría llorar en cualquier momento, derrumbarme de nuevo y volver a ser la misma niña que tenía miedo de ver un monstruo bajo la cama y, durante toda la noche, se adentraba en las sábanas aunque hiciera un bochorno del diablo para salvarse de todos ellos.
— Hace unos pocos días — responde en un murmuro, no retengo el sentimiento de tristeza que me llena. Me observa como si esperara que me enfadara, últimamente las presunciones de los demás son tan erróneas que incluso me sorprenden a mí misma de no ejercerlas. Supongo que a eso se lo llama madurar, o a lo mejor estoy cansada de montar un espectáculo por cada cosa que me confiesan. Ya no resquebraja mi corazón, solo lo hace más fuerte —. Llamó al orfanato preguntando por ti — responde.
Asiento soltando un suspiro derrotado. Derrotada de cada problema, de cada mentira, de cada contradicción, de cada deuda, de cada mierda que hay sobre nuestras espaldas. Tengo tantos ansiosos deseos de que terminen que no puedo expresar el nudo que se ha convertido normal en mi garganta o el estómago convertido en un puño que me impide comer como debo.
Podría ser capaz de asegurar que he adelgazado, mi cara se encuentra más suprimida, como si no hubiera probado bocado en años. Las costillas comienzan a notarse en mi cuerpo mientras me obliga a hacer, como mucho, dos comidas por día, sin terminar el plato al completo. O, con suerte, tres, si Thiago me obliga a probar las demás. Ya habría muerto de no ser por él y por mi inmadurez al dejar de comer y preferir quedarme en los huesos.
— No he podido negarle la información, Liz — prosigue, vuelvo a alzar la mirada contemplando sus ojos sinceros con arrugas rodeando su rostro —. Sigue teniendo tu tutela legal hasta que alguien te adopte, y no creo que ya lo vayan a hacer si no estás aquí — asegura, no quiero que me adopten. Sería sumarle otra cosa al asunto y tengo bastante con lo que poseo, no quiero hundir aún más el dedo en la herida.
— No pasa nada, Mandy — asevero, mi boca es una fina línea que no consigo alzar. Como si no poseyera el control sobre mis movimientos, sobre mis labios, como si otra persona fuera la que está en mi cuerpo y yo estuviera en el exterior de mi cuerpo, como un fantasma viéndolo todo en tercera personas sin tomar las decisiones que desea —. Al fin y al cabo, sigue siendo mi madre — me cuesta soltar esas palabras por mi boca pero, en cuanto lo hago, es como si un sentimiento de nostalgia se extendiera por mi cuerpo como un escalofrío.
Añoranza de que ella siga siendo mi madre y yo su hija, de que sigamos siendo el dúo indestructible que prometimos ser cuando yo tenía menos de cinco años y ella y yo jugábamos a ser heroínas dispuestas a salvar el mundo de las malas personas. Sin saber que, la persona que había a mi lado, sería la que más dolor causaría al mundo, a mi mundo.
— ¿Qué vas a hacer? — Pregunta, se levanta de su asiento de nuevo. Quiero acercarme y ayudarla puesto que su estado no es para nada bueno, menos ahora que los años cascan su cuerpo del peor modo posible. Una mirada en su dirección me hace aplastar mi trasero, otra vez, sobre la incómoda silla de madera. Aplano mis labios sabiendo que ella es toda una guerrera que no necesita ayuda, es la mayor maldita superviviente con la que he compartido una vida.
— No tengo ni idea — confieso, se coloca a mi lado. Echo su silla hacia atrás para que pueda acomodarse correctamente, me agradece con una sonrisa que carece de alegría sincera, no logra llegar a sus ojos como sucede siempre con ella. No tiene, ni tenemos, las fuerzas que necesitamos para hacer de nuestras sonrisa lo mejor del día.
En un movimiento improvisto para mí coge mis manos entre las suyas. Agranda sus ojos lo bastante como para que lo note, al sentir, lo congeladas que se encuentran. No consigo buscar una temperatura normal para mi cuerpo en estos días, o está rebosando calor o el frío me congela cada articulación.
No quiero levantar mis ojos y observarla con esa mirada que dice más cosas de las que su boca pronuncia. Me niego a ver como los demás tienen razón mientras yo sigo en mis trece al no querer verla. Opongo la idea de sentarme en un banco o en una cafetería o en cualquier maldito sitio para que ella pueda intentar ganar un perdón que no estoy segura de poder darle, no seré siquiera capaz de verla sin desear decirle todo lo que ha sucedido mientras ella vivía otra vida en la que yo, su propia hija, no estaba incluida.
Deseo evitar cualquier contacto con ella, ni verla, ni hablar con ella. Nada que suponga revivir cada escaso momento que pasé a su lado, ansío privarme de una madre. Lo he hecho todos estos años y el resto de mi vida no importará si lo paso de la misma forma, no sé lo que significa tener un progenitor, sea padre o madre, y adoro que siga siendo así. Al menos hasta ahora.
Pero nadie parece tener los mismos planes que yo. Tanto Thiago como Mandy se niegan a creer que ella es mala, siguen pensando que tiene una razón para volver mientras lo único que mi mente retiene es la cantidad de veces que he tenido que sobrevivir a los problemas de mi adolescencia, o de mi infancia, sola.
Incluso América, quien no tiene ni idea de la mitad de cosas de las que las personas más cercanas a mí, saben, me ha llamado. Me ha sugerido tener una plática con ella aunque no le haya confesado nada importante acerca de mi madre. Al igual que Bradley, quien tiene una infancia inclusive peor que la mía, me lo ha pedido de corazón.
Todas las personas que han conversado conmigo compartieron su opinión acerca de todo esto y, para mí, lo que ellos piensen me vale oro. Pero en estos momentos deseo que no lo haga, porque me están ablandando como nunca y no voy a aguantar ni dos segundos más del mismo modo.
Las manos arrugadas de Mandy rozan mi barbilla húmeda a causa de las pocas lágrimas que sale de mis ojos, advierten de la próxima y temprana cascada que va a aparecer. Me obligo a no derramar ni una gota salada más antes de que alguien entre a la cocina y me vea inundada en lágrimas.
— Tienes que hablar con ella, cariño — la ternura que me brinda al hablar conmueve a mi corazón. Retiene el latente deseo de seguir con la dureza que quiero con mi madre —. Puede que la odies ahora mismo pero no estarás en paz contigo misma hasta que no converses con ella — garantiza.
— No es tan fácil, Mandy.
— Lo es, si dejas que lo sea — declara, retira su mano de mi mentón dejando caer su mano como una piedra sobre mi regazo. Forma una sonrisa que flaquea mientras sus ojos se muestran más cansados de lo habitual. No soporto seguir presenciando como se va muriendo más y más sin darme el placer de verla en mis mejores momentos y no en los que parece que el mundo caiga a mis pies —. No puedo obligarte a hacerlo, Elizabeth — persiste —. Pero serás feliz una vez que te dignes a mirar a tu pasado y agradecerle cada momento que has pasado con una sonrisa que recobre tu alma.
Mi boca tiembla, mi vista recae en sus manos mientras no puedo ver otra cosa mejor que eso, como si fueran a agarrar mis dedos y no soltarme nunca por más fuerte que sea el terremoto que se aproxima a nosotros. Puede que la pesadilla ya forme parte de nuestras vidas y no podamos salir de ella nunca pero, aún si eso sucede, quiero sostener la mano de todas las personas que amo.
Podría morir en este instante y sería feliz de haber vivido todo lo que ha transcurrido. Sería feliz de contar con una familia que me ama incluso más que yo misma, agradecería relatar cada momento que he tenido con el más maravilloso novio que hay en el mundo. Pero mi madre no sería una de las razones por las que alegrarme.
No me gusta que eso cambie, pero quiero irme de este mundo sin sentir rencor por alguien. Por más que cueste volver a esos días de miedo y traición. Puede que, al final de día, hablar con mi madre sea lo mejor que me sucederá en mi vida. A lo mejor se convierte en una decisión orgullosa que he tenido el atrevimiento de tomar.
Abro mi boca para hablar, quiero mirar al pasado y poder sorprenderme y alegrarme de la determinación que poseo ante mis problemas. El sonido del timbre me llama de mi ensoñación, contemplo como Mandy frunce el ceño. Alzo las esquinas de mi boca en un pequeña y tímida sonrisa al saber de quien se trata la persona tras la puerta.
— Es Thiago — adivino, su semblante se suaviza ante la mención de su nombre. Relaja sus hombros en tensión y sus cejas juntas a más no poder desaparecen para poder quitarle unas cuantas arrugas a su rostro demacrado por los años. Y por la desesperación de estos eternos días.
— Debería decirle que no interrumpa los mejores momentos — bromea —. Yo también quiero disfrutar de mi rubia natural — ríe, imito su acción cogiendo mi bolso —. Piensa en lo que te he dicho — asevera poniéndose seria para el momento. Asiento dirigiendo mis ojos a ella para que vea mi sinceridad.
Estoy a punto de salir por el umbral de la puerta, mis pies hablan por sí solos mientras deposito un beso sobre la mejilla de Mandy y esquivo las sillas que hay en medio de mi camino hacia el exterior.
— Y, ¿Liz? — me llama. Detengo mis pasos para volverme a mirarla, me contempla con un brillo en sus ojos común. Aún así sigo sin acostumbrarme a esa mirada de admiración y cariño, como si no la mereciera.
— ¿Sí?
— Acuérdate de que siempre serás mi hija — los ojos se me empañan en lágrimas en menos de un segundo —. No importa cuantos papeles digan lo contrario o cuanto crea Casandra es tu madre. Siempre serás la pequeña niña que buscó mis brazos en cada momento de debilidad que pudo tener a lo largo de los años, la preciosa chica que no sabía qué hacer cuando su primera menstruación llegó y llamó a su mejor amigo para que la ayudara y, la hermosa mujer, en la que ahora te has convertido — la primera lágrima comienza a descender por su mejilla mientras mi rostro ya está bañado de ellas —. Eres mi hija pase lo que pase — sentencia.
— Y tú siempre serás mi madre, Mandy — aseguro, enjugo mis lágrimas soltando la mejor sonrisa, la más verdadera, que he soltado nunca. Nadie retirara su puesto de mi vida, por más que Casandra se esfuerce, Mandy siempre es y será la mejor madre que he tenido nunca.
Y me acordaré de ello el resto de mi vida. Ni un ataque de amnesia podrá hacerme olvidar todo lo que ella ha hecho por mí. Ni el mayor accidente me hará no pensar en ella de la forma que lo hago ahora. Con el más grande amor que puede existir por el cariño y la prioridad de una madre por ti.
Puede que Casandra sea mi progenitora materna legal, por los papeles que lo demuestran sigo siéndolo y no cambiará. Pero Amanda siempre será la mejor madre de corazón, de alma, que he podido tener.
(***)
Aaaaaaww. Mandy se nos puso tierna. Bueno, ella siempre es así, pero esta vez aún más.
¿Creen que Liz deba hablar con ella? Para mí sería difícil pero es su madre y eso es una cosa muy diferente de tratar.
¡Pregunta Randon! (Sí, otra más, no se cansen de mí): ¿Cuál es vuestro actor/actriz favorito/a?
¡Nos vemos en unos días! Y, oye, en caso de hacer un grupo de WhatsApp, ¿quién se apuntaría?
Esperaré vuestros comentario y votos, cada vez estamos más cerca del final de Ignórame y del comienzo de la historia de nuestro querido y tierno Logan.
Besos y ¡XOXO!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro