" ¿Puedo pedir lo que yo quiera? "
Capítulo 6: " ¿Puedo pedir lo que yo quiera? "
" Los ángeles lo llaman placer divino,
los demonios sufrimiento infernal,
los hombres... amor. "
Soundtrack ~ Good Time ~ Owl City ft. Carly Rae Jepsen
Por suerte el tinte de cabello de Dylan no duró mucho tiempo. Él ya se estaba empezando a cansar de tenerlo rosa. Para mi gusto, le queda bien el color ese en su pelo. Le da un toque especial y diferente.
Camino por las calles. Hoy no tenía ganas de llevarme el coche y quería joder un poco a Dylan por no poder irnos en ese medio de transporte. Que se fastidie, hay que mover las piernas. O, a lo mejor, podría llevarme en su moto. No sé para que la tiene si no la utiliza. Es gastar dinero a lo tonto. Aunque si la paga el gilipollas de su padre no me importa. Por mí que se arruine.
No he conocido un peor padre que el de Dylan. Lo que no es normal es que una persona de tu sangre te golpee. ¿Qué clase de familia es esa?
Aunque prefiero dejar de pensar en eso porque no sé si me voy a poder controlar por mucho tiempo. Siempre me pasa eso y no puedo soportarlo. Pero es que es amigo y es normal que me preocupe por lo que le pasa, al igual que me pasa con su hermana Nora. Son como de mi sangre.
Llego a la puerta de su casa a la misma hora que cuando voy con mi auto. No me gusta llegar tarde a los lugares y eso es algo que todos saben. Bueno, los que me conocen.
Toco al timbre varias veces con diversión. Reconozco que estoy siendo demasiado cansino pero no hay nada que más me guste que destrozar las mañanas a la gente. Es una adicción hacerlo y observar las reacciones enfadadas de la gente a mi alrededor.
- ¡Ya voy, pesado de mierda! - grita desde el otro lado de la puerta.
Escucho el sonido de las llaves cuando está llegando a la entrada y como después gira el pomo de la puerta. Una cara escalofriante aparece detrás de esta, aunque las hebra rosas de su cabello le quitan todo aquello escalofriante.
Dylan me mira con cara de pocos amigos, como todas las mañanas. Ya me he acostumbrado a esa mirada y ahora lo único que causa en mí es diversión.
- ¿No va a haber un día en el que me llames como una persona normal? Los vecinos van a acabar denunciándome. - dice con fastidio.
Lo miro irónico.
- ¿Estás de broma? Vives en una maldita mansión. - casi le grito. - La casa más cercana que tienes está en la calle siguiente.
Una sonrisa divertida escapa de sus labios ante mi tono de voz. Puede poner una excusa pero que por lo menos sea útil y no como la que ha dicho. Empezamos a caminar al mismo tiempo que seguimos nuestra conversación.
- Lo sé. Mi casa es la mejor. - se burla con altanería.
- Yo en ningún momento he dado a entender eso. - recuerdo.
- Lo has hecho cuando has dicho que mi casa es una mansión.
- Eso es mentira, solo he dicho la verdad. - me defiendo.
- Yo igual. - contraataca.
Bufo con fastidio al ver que no va a darme la razón. Me recuerda a Sky, tan cabezotas los dos como si fueran la misma persona en diferentes sexos. No sé como es que Dylan no la odia. Se supone que los polos opuestos se atraen, no los que son iguales. Deberían seguir esa regla, no quiero tener a mi amigo de cuñado. Últimamente tienen muchos encuentro ellos dos y es extraño. Más que nada porque son mi amigo y mi hermana.
- ¿Cómo vas con los preparativos de la fiesta? - me pregunta después de un rato en silencio. Observo mi reloj para fijarme en la hora. Solo quedan diez minutos para que empiecen las clases. Acelero mi paso sabiendo que Dylan va a seguir mi ritmo.
Analizo su pregunta pues al estar atento de la hora no me ha dado tiempo a entender la pregunta. Giro mi cabeza en el momento en el que lo asimilo.
- ¿Qué fiesta? - pregunto confundido.
No tengo ni idea de que haya una fiesta. Me siento desconectado de mi vida social. Puede que no sea el centro del universo y tenga que saberlo todo pero normalmente en estos asuntos soy de las primeras personas en darme cuenta.
- La que ibas a hacer, Thiago. - confiesa obvio.
- ¿Yo iba a hacer una fiesta? - pregunto como un estúpido.
¿Desde cuándo soy tan idiota?
- La semana pasada lo dijiste. Aún no sé como no te expulsaron por decirlo por los altavoces de la escuela. - argumenta.
- Hostia.
¿Cómo me he podido olvidar de mi propia fiesta? Toda la culpa la tiene la peliazul. Me ha tenido tan entretenido desde el día que llegó que se me ha olvidado por completo la fiesta de esta noche.
- Dime que no has sido tan estúpido como para olvidarte. - escucho decir a Dylan.
Lo miro con una cara angelical como si eso fuera a hacer algo.
- ¿Si te digo que sí lo he hecho qué me dirías? - pregunto retórico.
Un golpe en mi cabeza me hacen dar cuenta de lo atolondrado que estoy esta semana. Ni siquiera me di cuenta del zape que me estaba por dar.
¡Por favor! Se supone que tengo más reflejos que una persona normal, soy jugador de fútbol americano y tener esta habilidad es fundamental.
Definitivamente estar con Elizabeth me hace mal.
- Eres un idiota. - me recuerda.
Llevo mi mano derecha a mi cabeza y me rasco el cuero cabelludo. Para ser por la mañana tiene demasiada fuerza. Conserva energías para lo que le interesa.
- No hace falta que me lo repitas siempre. - mascullo.
- Lo digo para que te acuerdes. - dice con diversión.
Llegamos al instituto en el tiempo justo. Observo como los estudiantes empiezan a entrar para comenzar sus clases. De solo pensar que voy a tener de nuevo que soportar a un profesor se me quitan las ganas de entrar. Pero es una obligación hacerlo y tengo que cumplirla.
- ¿Qué tengo que comprar? - pregunto.
Dylan me observa como si fuera un caso perdido. Puede que en verdad lo sea.
- Logan ya ha comprado las cervezas así que solo queda coger las bebidas más fuertes. - me avisa.
Asiento comprendiéndolo. Al llegar a casa le avisaré a Sky, a no ser que cuando llegue a casa se me olvide de nuevo y se lo diga una hora antes de que eso pase.
- Yo me voy a partir de aquí. - anuncia Dylan.
Vuelvo mi cabeza al presente dejando mis pensamiento de lado. Miro a los pasillos de la preparatoria percatándome de que ya estamos dentro del edificio.
- Hasta luego, Dy. - le digo.
Él me dedica una mirada fulminante, mas la diversión de su sonrisa retiran de su rostro cualquier sensación amenazante.
- Solo Nora puede llamarme así y lo sabes. - avisa señalándome con su dedo índice.
Llevo una mano a mi pecho, encima de donde se supone que está mi corazón y me hago el ofendido. A pesar de todo es gracioso conversar de esta manera con él.
- No puedo creer como sigues anteponiendo a Nora en nuestra amistad. - dramatizo.
Suelta una fuerte risa y niega con la cabeza. Se gira para emprender su camino hasta su clase y me veo en la obligación de hacer lo mismo. Aunque no quiera.
Camino lento intentando aguantar más tiempo sin llegar a mi aula. Este profesor no es como los otro que te castigan si llegas cinco minutos tarde. Manuel, así se llama él, es de los típicos que se entretienen hablando por los pasillos, ya sea con estudiantes, profesores, madres. El caso es que siempre suele llegar diez minutos después y eso es bastante bueno porque te da la seguridad de que casi nunca vas a tener un retraso en esa clase. Y si lo tienes es porque has llegado realmente tarde.
Cruzo la puerta cinco minutos más tarde y, como he dicho anteriormente, sigue sin haber ni un solo supervisor en la clase. Ni siquiera un profesor de guardia como solemos tener en este instituto para asegurarse de que todos los alumnos están en su salón dando clase con su correspondiente profesor.
Observo la clase con gracia. Un grupo de cinco personas está sentada en círculo hablando de temas triviales. Otro está lanzando bolas de papel a otros alumnos. Dos personas más hacen aviones de papel y los lanzan por cualquier lado mientras se burlan ambos juntos cada vez que uno supera la distancia del otro. Sin duda estas son las personas que van a seguir divirtiéndose aunque los años pasen.
Llego a mi puesto y admiro el revuelo. Siempre me ha gustado ver como la gente está tan feliz cuando el profesor no llega, incluyéndome. Supongo que la emoción por pensar que no va a venir y vas a tener una hora libre es aliviador y excitante aunque parezca una estupidez.
Miro a mi alrededor analizando cada persona lo que hace. Mis ojos se posan en un cuerpo pequeño. Su cabeza está girada hacia la ventana por lo que supongo que estará mirando el paisaje.
Me sorprende ver que no se relaciona con nadie para hacer amigos o conocer a alguien. Si yo estuviera en su situación estaría buscando la manera de hacer compañeros, aunque sean de clase.
Sigo observando su silueta y me detengo en un punto fijo. No tiene una forma normal de sentarse. Sus pies no están pegados al suelo como todos solemos hacer sino que sus piernas están flexionadas y sus pies están encima de la silla. Como si fuera un indio.
Observo mi posición y retiro las ideas que aparecen en mi cabeza. Sin embargo, la curiosidad me inunda y me siento incapaz de no hacer caso a mi cabeza. Subo un pierna a mi silla y luego la otra, coloco mi espalda recta al igual que la de ella. Aguanto el dolor de mis ingles lo más que puedo.
Suelto un inaudible grito que solo escucho yo. Más que nada porque gracias que la clase provoca no se ha podido escuchar mi chillido. Gracias a Dios que no lo ha hecho.
Bajo los pies con rapidez de mi silla y la observo como si fuera la causante de mi dolor de ingles. ¿Cómo puede sentarse así? Yo casi me rompo las piernas.
Me levanto de mi asiento ignorando las preguntas en mi cabeza y me dirijo a ella. Una ráfaga de aire cruza su ventana y su pelo azul se mueve al mismo tiempo que el viento. Esbozo una sonrisa al comparar su cabello con un algodón de azúcar.
Me siento en la silla a su lado sin decir nada. Esperando que ella se percate de mi presencia. Pasan unos minutos sin que diga nada, ninguno de los dos. En ese tiempo observo repetidas veces hacia la puerta del aula aún sin poderme creer que no venga el profesor. ¿Cuánto tiempo puede durar un persona hablando sabiendo que tiene clase?
- ¿Ya sabes lo que vas a querer a cambio? - hace presencia su voz.
Parece que hayan pasado meses sin oírla. Aún no estoy seguro de que se haya despertado de buen humor. Pero creo que, por la forma de preguntar no ha amanecido del todo mal.
- ¿Qué?
Gira su cabeza hacia mi por primera vez en el día. Sus ojos chocan en los míos con fuerza. Parece mentira que aunque sus ojos sean casi iguales a los míos pueda transmitirme esa frialdad con solo mirarme.
- La apuesta. Tenías que decirme algo que querías. - recuerda. Una sonrisa se dibujo en sus labios. - Aunque no creo que te haga falta pedirlo, estoy segura de que voy a ganar. - dice con chulería.
Cruzo mis brazos a la altura de mi pecho.
- No estés tan segura. - le devuelvo.
Miro la pizarra creyendo que eso me dará la respuesta a su pregunta. Lástima que el inútil pizarrón no me dé la solución.
Pienso en una cosa que le pueda pedir. Aún no la he conocido del todo y no sé que se le da ben. Recopilo los pocos momentos que he hablado con ella intentando encontrar algo que me recuerde en que era buena. Aunque sea la más estúpida cosa.
- ¡Ya lo sé! - grito en cuanto se me viene una idea a la cabeza.
Elizabeth pega un bote en su asiento al mismo tiempo que una mirada fulminante es dirigida en mi dirección.
- ¿Tenías que gritar? - pregunta mosqueada.
- ¿Puedo pedir lo que yo quiera? - devuelvo.
Sus ojos analizan mi pregunta. Espero que mi mirada inocente obtenga la respuesta que quiero.
- Sí. - dice poco convencida.
Crujo los dedos de mis manos dando emoción al momento. Tamborileo en la mesa como si estuviera en un concurso esperando anunciar el ganador.
- Me enseñarás a montar en moto. - sentencio.
Ella abre la boca para reprochar. En eso el profesor entra a la clase con una enorme sonrisa en su rostro. Deja su maletín en su mesa y nos dirige una mirada.
- Todos a sus asientos, alumnos.
Y esta vez, soy yo el que se marcha del lugar dejando suspense en el momento.
(***)
Nuevo capítulo. Ezpero ke oz guzte.
Zeguramente a la tarde zubiré otro.
Bezoz. <3 <3
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