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" No hay nada. "

Soundtrack ~ Heartbeat ~ Marcus & Martinus

" No me rindo.
No, me rindo.
Con o sin coma, tú decides. "

Capítulo 15: " No hay nada. "


Vuelco el recipiente del café y recojo mi taza llena de ese líquido negro que tanto me gusta. Necesito con urgencia un taza de estas si quiero sobrevivir las últimas horas que me quedan. Siento que voy a desfallecer en cualquier momento por la falta de sueño.

Hacía tiempo que no me pasaba algo de esto. Tiempo que no me daba una cabezada por la noche para poder aguantar lo que tenía de día. Ahora mismo necesito dormir como mucho una hora entera si quiero rendir correctamente en el instituto.

Me paso la mayor parte de la tarde investigando, atando cabos sueltos y sacando hipótesis sobre la vida de ese chico que está empezando a darme dolores de cabeza. Tiene que haber algo de él en alguna parte, en algún lugar. Ya sea del instituto, de sus amigos, de su casa. Debe haber algo que me hable de su familia, por minúscula que sea.

Lo podría haber conseguido hoy. Esa información ha estado en mis manos, he tocado el papel con el que podría haber ganado una apuesta. El resultado ahora es lo que menos me importa, quiero ganar esa apuesta lo antes que pueda para no meterme en más líos.

Últimamente estoy hablando con él demasiado pues con el tema de América y todo ese desorden de vida estamos más al tanto sobre ella. Eso nos ha dado más rango de conversación entre él y yo y casi toda la noche nos la pasamos hablando con la excusa de que teníamos que estar pendientes de Mery.

Lo peor de todo es que llego hoy al instituto con la intención de conseguir dicha información y un maldito me la quita de las manos. Puede que no sea el método más justo de conseguir saber acerca de su familia pero si él no me cuenta nada, tendré que conseguir conocerlo por mis propios medios.

Y, gracias a la ayuda de Mery he podido saber que aquel vigilante no se presentaba a su puesto de trabajo la mayoría de las veces. Pero, claro, tengo que llegar yo con una intención medianamente buena y aquel hombre tenía que venir. La buena suerte nunca está de mi parte y eso es algo que he odiado siempre.

Observo mi taza de café apoyada en la mesa. Mis manos alrededor del objeto redondo transmitiéndome su calor. Los escalofríos al sentir mis manos frías con la calidez de aquel recipiente me ayudan a calmarme.

Estos días han sido muy agitados. Entre la nueva mudanza imprevista, la apuesta con Thiago, el problema con Mery no he podido parar ni para respirar. Lo malo de todo eso no es la poca libertad personal que tengo en estos momentos.

El orfanato ocupa una gran parte de mi cabeza últimamente. Aquellos niños de los que cuidaba cuando vivía allí me preocupan. Quiero saber cómo están, cómo se comportan o si les ha pasado algo. No he podido ni siquiera llamar aunque desee hacerlo. Mi vida se está poniendo patas arriba desde hace unos días y no sé si eso es lo que ansío.

Me cambié de lugar, de apartamento, para tener libertad. Necesitaba tener mi espacio y las mujeres que estaban cuidándome en el orfanato me comprendían. Es por eso que me dejaron salir de ese lugar antes de cumplir la mayoría de edad. Aunque admito que Bradley también ayudó un poco al decirle a aquellas señoras que estaría pendiente de mí. Ese chico enamoraba hasta a las más mayores, y no lo digo sentimentalmente. Bradley es de las personas que desearías tener como compañero de viaje, como amigo, como novio, como hermano e incluso como hijo pues posee unos modales y una belleza digna de un adonis.

El orfanato lo ayudó a formarse como tal y, ahora, es uno de los mejores y limitados amigos que poseo. Pero ahora no sé si yo pueda estar mucho tiempo separada de ese lugar.

Estoy segura de que quiero vivir aquí. Ha sido mi sueño desde que entré a ese horrendo lugar que necesita una urgente reforma tanto como del exterior como del interior. He deseado con todo mi corazón salir de allí lo antes posible. Admito que me ha dolido dejar a tanta gente allí, amigos que de verdad pueden llegar a comprenderte pues han pasado lo mismo que tú. Desde bebé hasta gente a punto de cumplir la mayoría de edad.

Todas las personas que vivimos allí aprendemos el significado de la verdadera vida. Aprendemos a no querer objetos materiales sino sentimientos. Asimilamos que hay cosas más importantes que un móvil. Conseguimos saber que lo que necesitamos es amor sobre todas las cosas pues ese sentimiento es mucho mejor que un fajo de billetes en la mano. No busco alguien que me dé la luna, quiero alguien que confíe en mí, que no me abandone. Quiero que alguien me haga creer en mí misma como debería hacer, necesito sentir eso por un momento.

Suelto un suspiro. Demasiado débil me estoy convirtiendo. Tengo que volver a cerrar con un candado esas puertas que abren mi corazón. No debo dejar entrar a nadie, no puedo permitir que alguien cargue con mis problemas diarios. Es mi obligación impedir la entrada a mi vida de cualquier persona que se atreva a entrar a ella. Solo le va a traer preocupaciones, obligaciones y enfados y prefiero ahorrarme esos sentimientos.

El timbre de mi apartamento suena. Frunzo el ceño al escucharlo pues en ningún momento pensé que recibiría visita. Observo el reloj que tengo en la cocina observando que no llegan a ser las siete de la tarde.

Sacudo mi cabeza percatándome de que han vuelto a tocar, esta vez a la puerta algo fuerte. Me levanto pensando que será algún vendedor en busca de venderme algo. Abro la puerta encontrándome con un rostro que no esperé ver.

— Hola, Mery. — saludo.

Una sonrisa cordial se forma en su rostro. Esta mañana me he comportado diferente con ella y lo admito. Quería empezar a conocerla. Su fuerza de voluntad al estar pasando algo como lo que le había sucedido me impresionaba, la admiraba.

En su rostro se conserva una divertida sonrisa más grande que la del gato de Alicia. Frunzo el ceño al igual al no entender el porque de la expresión en su cara.

Levanta su mano sacudiendo unos papeles los cuales no me había percatado que tenía en la mano. Observo confundida en su dirección mirando esos papeles. No conozco la información en su interior y deseo saberla al ver la sonrisa que permanece en su rostro.

— ¿A qué no sabes qué? — cuestiona con diversión.

Cruza el umbral de la puerta sin consentimiento de mi parte. Sonrío extraña al ver la familiaridad con la que entra a mi casa. Niego con la cabeza mientras cierro la puerta y me dirijo hacia donde ella está.

Me siento en posición india como suelo hacer. La madera bajo el sofá chirría al sostener mi peso. Sin duda el suelo necesita cambiarse. Bueno, el suelo y el apartamento entero.

— ¿Qué tienes ahí? — pregunto curiosa.

Las hojas son volcadas en el sofá. Algunos papeles se caen al suelo al soltarlo con tanta rapidez. Mis ojos se dirigen al primer impreso que capto. Una foto llama mi atención de golpe, cojo la hoja entre mis dedos observándolo.

Su rostro sonriendo al estar siendo fotografiado para un retrato del instituto. Sus ojos azules tan electrizantes, su mechón rubio destacando entre su castaño cabello mientras sus mejillas están tornadas con un ligero color rojizo casi imperceptible.

Levanto mi vista de las fotocopias. Una sonrisa extendiéndose por mi rostro entendiendo por fin el significado de su visita a mi apartamento.

— ¿Cómo la has conseguido? — curioseo levantándome de mi asiento en el sofá.

Camino hasta la cocina recordando donde he dejado mi portátil. Agarro de paso la taza de café y vuelvo a la sala en la que nos hemos reunido.

— No ha sido difícil. Unas palabras por aquí y una advertencias por allá y he conseguido los papeles. — responde.

Suelto una risa al comprenderla. Estoy segura de que le habrá amenazado con contar lo que hace aquel empleado en sus horas de trabajo. Me pregunto porque no se me ha ocurrido a mí cuando tenía la respuesta delante de mis ojos.

— Chica lista. — murmuro negando con la cabeza divertida. — ¿Quieres café? — ofrezco levantando mi taza para que la observe.

Niega con la cabeza. Su vista vuelve a los impresos que tenemos delante. Como si se estuviese fijando en lo que tiene delante. Con esto que tengo en mi sofá podré ganar esa maldita apuesta antes de lo previsto.

Enciendo el viejo portátil y lo dejo encima de la mesa. A diferencia de muchas adolescentes yo no puedo decir que tengo un ordenador de la marca Apple pues el dinero que tengo lo reservo para cosas más importantes que una máquina. Aparte de eso, no llegaría a pagarlo con el dinero que me dan de las carreras y tampoco me importa. Mi ordenador de hace tres años es algo que aprecio pues, a pesar de no ser tan antiguo, lo he conseguido con esfuerzo y empeño y eso es lo que más me gusta.

— Vamos a ver que encontramos. — susurro con alegría.

Observo su ficha. Nombre, edad, curso, número de teléfono, dirección de casa. Paseo mi mirada por toda la hoja fijándome en cada mínima letra que me pueda servir de algo. Cualquier cosa importa en este momento, hasta la más pequeña.

Y, aquí está. Familia. Joseph Miller y Maia Miller. Unos nombres que a simple vista no pueden significar nada pero que para mí me abren las puertas del cielo. Voy a conseguir ganar la apuesta con esto sin ninguna duda. Una oleada de satisfacción invade mi cuerpo.

— Esto es perfecto. — susurro maravillada.

Agarro mi portátil abriendo el navegador. Pongo el nombre de su padre primero esperando entrar en algún perfil de redes sociales conocidas. Busco cuando termino de escribir. Unas páginas totalmente diferentes se abren, un padre de una famosa modelo me da la bienvenida sin darme lo que busco. Bajo en la barra de búsquedas intentando encontrar el perfil. Sin embargo, me decepciono al no encontrar ningún nombre y apellido de ese tipo.

Vuelvo a buscar. Esta vez el nombre de la madre. Ahora me aparece la esposa de un empresario famoso que no me paro a observar pues el apellido no coincide con mi búsqueda. Mi ceño se frunce intensamente al no encontrar nada de él. Ni un maldito dato de sus padre. Es como si fueran unos desconectados de las redes sociales. No hay absolutamente nada.

— ¿Qué pasa? — pregunta confundida Mery.

Observo su rostro empezando a curiosear en mi ordenador. Miles de preguntas atacan mi mente intentando encontrar la solución correcta. Cualquier intento de conseguir algo de él se evapora. Como el aire.

Bajo mi cabeza observando mis pies. Cualquier cosa, cualquier suceso que pase por mi mente se ve interrumpido. Siempre hay algo que no encaja en esta historia, su vida es más complicada que la mía y eso es decir demasiado. Parece que cualquier averiguación de él va a ser inútil, nada ni nadie me da las respuestas que necesito en este momento.

Mery me quita el portátil de mis manos. Le da la vuelta para tenerlo en su dirección y empieza a teclear con rapidez cuando me ha arrebatado los papeles inservibles de entre mis dedos. Sus manos se mueven con rapidez por el teclado intentando buscar información que yo no he encontrado.

Observo su rostro logrando conocer sus expresiones, sus reacciones. Su boca se tuerce en una mueca al ver lo que yo misma he visto hace unos segundo. Sus labios se entreabren mientras su ceño se frunce considerablemente.

Levanta su vista del la máquina con confusión. Baja su mirada hasta un punto fijo del salón antes de soltar las palabras que tengo en mi mente. Esas letras que tan raras se me hacen en este momento y que, por extraño que suene, no quiero escucharlas.

Oírlas solo las hará más creíbles y no quiero fijarme más en Thiago. No quiero meterme en algo que no sé si voy a poder salir. Si me adentro en su vida él querrá introducirse en la mía. Y no quiero eso, pero la curiosidad siempre mata al gato.

— No hay nada. — susurra Mery. 

(***)

Recordad... Cinco votos capítulo nuevo. Y esta vez añadiremos dos comentarios como mínimo.

Maratón 1/3

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