"Ni de broma."
Soudtrack ~ Hey, Soul Sister ~ Train
"Hay miles de estrellas en el cielo y, entre ella, ninguna es capaz de iluminarme como tú lo haces"
Capítulo 26:"Ni de broma."
— ¿Cuándo me ibas a contar que Skylar es tu hermana? — interroga molesto.
Observo su postura intentando mostrarse intimidante. Para las personas que no lo conocieran lo sería, pero yo ya llevo más de seis años con él como para saber que no me va a hacer nada. No sería capaz de hacerlo.
Nunca se ha metido en una pelea que no fuera con su padre, solo cuando realmente se necesita. Él tiene miedo de convertirse en la persona que tanto odia. Su padre es un ejemplo de lo que nunca debes seguir y él lo estaba haciendo muy bien,
— ¿Por qué no se lo preguntas a tu novia, cuñado? — devuelvo con una sonrisa divertida en mi rostro.
Suelta un bufido cargado de emoción. Puede que esté molesto, pero, en el fondo, escuchar las palabras saliendo de su boca solo le alegran más. Y no podía negar que yo estaba igual.
— Aún no es mi novia — reprende con la mirada en otra parte.
Parece que estuviera enfadado consigo mismo, como si escucharse esas palabras le causara rabia. No puedo evitar soltar una risa silenciosa al verle tan atormentado. Sin embargo, mi sonrisa se esfuma al recordar.
¿Así es como me veo yo con Liz?
Mi cabeza empieza a martillear, un volcán empezando a estallar. Mentiría si digo que no quiero nada con ella. Su compañía es una cosa increíble, tiene un millón de temas de conversación. Tanto que nunca te aburres y siempre consigues sacar una risa.
Ella es tan espontánea, tan extraña, que hasta te causa gracias. Su ímpetu por las cosas, cuando no se esconde de las personas, es incluso gracioso. Ha dejado de esconderse a mí, me ha permitido saber quien es.
Sé que cuando está nerviosa su pies no paran de moverse arriba y abajo. Reconozco cuando está pensado en algo que la atormenta en el momento en el que su ceño se frunce y atrapa su labio superior con sus dientes y deja su marca en este.
Miles de cosas, de acciones, que he ido aprendiendo desde aquel día en el que entró por la puerta de mi clase. Sus ojos son una puerta a su alma imposible de dejar pasar.
— Oye — llama Dylan, mi cabeza deja de producir pensamiento aleatorios con un tema en común.
Dirijo mi cabeza hasta él. Su vista fija en un punto del paisaje, sigo su mirada hasta que comprendo la razón de su ensimismamiento. Una sonrisa tira de las esquinas de mis labios cuando contemplo a mi hermana hablar con su reducido grupo de amigos.
Su cabello castaño ondeándose junto con el aire. Su sonrisa estéticamente perfecta, su mirada transmitiendo toda esa felicidad que posee. Ella está alegre, el estúpido a mi lado le está haciendo alegre.
— ¿Tú me podrías ayudar? — interroga esperando una respuesta afirmativa de mi parte.
Frunzo el ceño esperando a que la pregunta llegue. No voy a aceptar algo que no sé lo que es por más que sea mi amigo.
Su mirada se cruza con la mía. Parece atormentado, como si su cuerpo necesitara realizar algo. Puedo ver como un brillo se extiende en sus ojos, un brillo que tiene dueña. Una sonrisa compradora tira de sus labios al tiempo que empieza a formular su pregunta.
— ¿Podrías darme ideas para pedirle a tu hermana que sea mi...
— Ah, no — le detengo —. Ni de broma — niego con la cabeza.
Las manos de mi amigo se entrelazan como si estuviera a punto de rezar. Por mí puede orar todo lo que quiera porque no voy a hacer esto.
Suficiente es para mí tener que ver como se besan delante de mis narices como para, ahora, tener que decirle a mi amigo una forma de pedirle a mi hermana que sea su novia. Esto ya es cruzar los límites y yo estoy bien en mi zona de confort.
— Hazlo tú solo, Dylan — amenazo con mi mirada buscando un cuerpo, de nuevo —. Esto es cosa tuya — indico dando por finalizada la conversación.
No parece que él lo haya tomado así cuando su cuerpo vuelve a estar delante del mío impidiéndome contemplar las vistas. Poso mis ojos de nuevo en los suyos recordando que esta escena no es de lo más común.
— Por favor — ruego mirándome con ojos de perro degollado.
Suelto un suspiro dejando caer mis brazos a los lados. Vuelvo a dirigir mi mirada al gentío del campus que no dejan de charlar con sus compañeros. Las sonrisas inundan el lugar para que, dentro de unos segundos, sus rostro sean largos y aburridos.
— Tú deberías conocerla, Dylan — señalo volviendo a posar mi mirada en la suya. Sus ojos decepcionados me dan a entender que no va a insistir más —. Si te ayudara, no lo harías por ti mismo — apunto —. Tiene que aprender a hacerlo, Dylan. Aunque te salga mal, las ideas de cómo hacerlo deben nacer de ti.
Suelta un suspiro sabiendo que tengo razón. No pienso ayudarlo a hacer algo que debe realizar él. Una proposición no es algo fácil, menos para un principiante. Pero tiene que aprender a que, hacer algo como eso, debe ser producto de uno mismo y no de un hermano.
— Solo te puedo decir que Skylar ama los discursos emotivos — declaro con las esquinas de mi boca elevándose.
Su rostro desfigurado me causa una carcajada. Dylan y los discursos nunca han ido de la mano por más que lo ha intentado. No es de los que puedas encontrar románticos a no ser que de verdad esté colgado.
Eso es una de las razones por las que se lo he dicho. Él está lo suficiente enamorado de mi hermana como para saber reconocer que va a saber interpretar su papel de futuro novio a la perfección.
— ¿Voy a tener que hacer un discurso? — interroga asustado.
Mi barriga no puede doler más cuando su cara parece que se le va a romper. Puedo asegurar que su cabeza está empezando a juntar palabras y realizando frases para lo que tiene en mente. Admito que va a causar gracia escucharlo.
— Vas a conseguirlo, Dylan — animo.
Suelta un bufido, estresado. Se supone que lo que debe ponerte nervioso son las clases, los exámenes, los accesos a la universidad. Parecemos críos al pensar que nos aterra no recibir una afirmación de parte de una chica.
— Sabes lo malo que soy para hacer este tipo de cosas, Thiago — avisa él con la mirada perdida.
Sacudo mi cabeza con una sonrisa en mi rostro. No puedo evitar que mis ojos recorran todos y cada uno de los rostros del lugar en busca de la chica que dejé anoche en su cama durmiendo como una marmota.
Todavía puedo escuchar el martilleo de mi corazón en mi pecho mientras su cabeza reposaba sobre éste. Su cabellos esparciéndose a su alrededor mientras me dedicaba a acariciarlo y a absorber su dulce aroma.
— Si estás buscando a la peliazul deberías mirar ahí — siento una mano en mi mentón dirigiendo mi cabeza hacía mi derecha.
Mis ojos se topan con fuerza en los de cierta chica que me trae de cabeza. Su mirada fija en mí al igual que la mía mientras empiezo a sentir la sangre recorrer mi cuerpo con más velocidad. Sentía como drenaban todo el líquido escarlata de mi organismo sin permitirme evitarlo.
— Esa chica te lleva loco, Thiago — es su turno de burlarse.
Vuelvo mi cabeza hasta él frunciendo el ceño. Le propino un golpe amistoso mientras me dedico a negar su observación. Sabiendo, en mi interior, que no está mintiendo absolutamente en nada. Su insinuación es más verídica que lo que quiero creer.
— No seas tan capullo — reprendo al sentir la diversión en su voz.
Se encoge de hombros dirigiendo una mirada detrás de mí. Quiero girar mi cabeza. Sin embargo, sus palabras detienen mi acción antes de que pueda fijarme en la dirección de su mirada.
— Luego nos vemos, Romeo — se burla empezando a caminar.
Le dedico unas malas palabras que le provocan más de una risa. No puedo evitar que una sonrisa se forme en mi rostro al meditar sus palabras. Me estoy convirtiendo en un estúpido enamorado y tiene una razón imposible de negar.
— ¿Qué tanto piensas? — escucho su voz a la lejanía.
Giro mi cuerpo escuchando el latir de mi corazón. Las manos empezando a temblar como un maldito niño de preescolar.
— Tonterías — contesto acercándome a ella.
Sus ojos captan todos y cada uno de mis movimientos. Me coloco delante de ella sintiendo como el viento se cuela entre nosotros. Le desordena el cabello sin que pueda observar nada a su alrededor. Causa infinita gracia ver como lucha por deshacerse de los pelos que cruzan su rostro.
— Maldito viento — espeta ella moviendo sus manos como una niña pequeña.
Suelto una risa divertida dirigiendo mi mano hasta su rostro, sus labios forman una fina línea, molesta. Rueda sus ojos, agradeciéndome sin palabras haber realizado esa acción. He aprendido en este poco tiempo a conocerla a fondo.
— ¿Por qué no te quedaste anoche? — pregunta después de unos segundo de silencio.
Su rostro vuelve a estar a la vista de todos. O de mí, en concreto. Sus ojos observan con expectación cada acción que realizo una y otra vez. Sin percatarse de que, mi mirada, solo está fija en ella y que no puede adivinar nada más.
— ¿Querías que me quedara? — pregunto divertido al observar sus mejillas sonrojarse.
— No terminaste de ver la película — rehuye.
Una carcajada brota del fondo de mi garganta al contemplar la forma de evitar el tema. Cuando me fui, la película ya había terminado e incluso empezó otra. Simplemente la dejé en su cama, intentando que no se despertara. Lo conseguí, al fin y al cabo.
— Tú tampoco lo hiciste — recuerdo terminando de retirar los mechones rebeldes de su rostro —. Te quedaste a la mitad de la película — dejo un mechón azul detrás de su oreja sintiendo su piel estremecerse ante mi tacto.
— Es mentira — se defiende. Alzo una ceja en su dirección empezando a divertirme como una poseso —. Solo estaba descansando los párpados.
— ¿Ah, sí? — respondo después de soltar una carcajada — ¿Cómo terminó la película, entonces? — interrogo cruzando mis brazos en una pose desafiante.
— El bueno ganó — suelta un bufido, confiada —. Como siempre — apremia.
— Incorrecto — niego. Su mirada sorprendida me causa ganas de reír por innumerables veces —. Él murió cuando los malos le tendieron una emboscada.
No sé que película era ni como se llamaba. Solo sabía que, el final, no fue unos de los mejores que haya visto. Era demasiado sangrienta para mi gusto pero no negaba que estaba bien filmada. Estaba de acuerdo con que hubiera ganado un Oscar.
Alza sus manos rendida cuando sabe que ha perdido. Su risa resuena por el lugar provocando una sonrisa en mi rostro. Es una personas tan simpática y divertida que parece mentira que sea la chica fría y distante que conocí al principio del curso.
— ¿Vendrás esta tarde a casa? — pregunta. Sus ojos se abren como platos al ver como mi rostro forma una engreída sonrisa — No lo malinterpretes — avisa con sus ojos dedicándome una mala mirada —. Mañana hay examen de matemáticas — recuerda —. Sabes lo mala que soy en eso.
Suelto otra risa incapaz de estar serio. Es pésima con las matemáticas y no hacía falta que me lo recordase. De todas formas, esta tarde iba a ir igual, al menos ahora puedo tener una excusa que sea creíble.
Paso un brazo por sus hombros mientras la acerco a mí. Mi mano y la suya se entrelazan mientras empezamos a emprender nuestro camino hasta el salón donde tenemos clases esta mañana. Millones de corrientes eléctricas recorren todo mi brazo al sentir su tacto.
— No te asustes — respondo caminando —. Tu príncipe te salvará, bella dama — dramatizo poniendo la voz más grave que soy capaz de crear.
Me pellizca en la palma de mi mano como reprimenda. Forma una sonrisa incapaz de borrar.
— Estúpido — insulta mientras nuestras risas inundan el momento.
(***)
¡Capítulo nuevo!
Espero que os guste. Los exámenes han terminado y voy a pasarme todo el día escribiendo a ser posible. Mi portátil va a terminar roto de tanto escribir.
Aún falta un capítulo pero estoy en ello así que lo tendréis dentro de poco.
#DomingoDeIgnorantes
#GraciasPorVotarYComentar
#¿HeDichoQueOsAmo?
#¿PersonajeFavoritoDeLaHistoria?
XOXO
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