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"Falsas esperanzas."

Soundtrack ~ Kids ~ One Republic

"Solo cae quien esta de pie, los que nunca han caído es por que probablemente se han arrastrado toda su vida."

Capítulo 46 "Falsas esperanzas."

Con todo lo que pudimos recoger no nos daba ni para un cuarto de la deuda, me sentía tan desesperada que necesitaba respirar antes de que sintiera como la vida abandonaba mi cuerpo para poder dársela al infierno en el cual, estoy segura, de que la recogerían con los brazos abiertos.

Inhalo con fuerza sintiendo la fuerte brisa de aire echar mi cabello hacia atrás, del típico color azul que he estado conservando solo quedaban las puntas. El resto de mi cabello estaba quedando del mismo rubio con el que permanecí durante años recordándome, sin hacer algo para remediarlo, como era de pequeña.

Era extraño verme de esa forma, después de permanecer tras largos años con ese color azul se me hacía raro volver a ver mi tono de cabello original. Thiago no tardaba en recordármelo cada vez que tenía oportunidad.

Él es la única persona por la que no he terminado loca de un momento a otro. Su tranquilidad formaba la mía, sus ojos electrizantes parecían calmar la tormenta de los míos como si, con que nuestros ojos chocaran, se pudiera disipar cualquier rastro de tristeza.

— Lo conseguiremos, preciosa — me repite Thiago, volteo mi rostro hacia él formando una sonrisa. Me imita volviendo su atención al frente. Su mano busca la mía, entrelazamos nuestros dedos y le da un apretón que me provoca otra sonrisa aún más grande.

— Lo intentaremos — respondo, no las tengo todas conmigo en este asunto. Es demasiado dinero, ni siquiera yo podía creer que todo esa cantidad fuera la que teníamos que pagar y me arrepiento de sobremanera por no haber estado lo suficientemente atenta como para no fijarme de lo que sucedía a mi alrededor, me había relajado lo suficiente aún sabiendo la mala suerte que poseo en mi vida. Pensaba que esta vez sería la definitiva para poder ser feliz.

Todo iba tan bien. Thiago estaba a mi lado, brindándome un cariño que no conseguía desde hacía años. América se había convertido poco a poco en una amiga en la que podía confiar aunque no habláramos lo suficiente. Los amigos de Logan empezaban a convertirse en los míos, no veía mejor relación que la que ese trío tenía y me divertía con solo escucharles al hablar.

Mi vida se estaba encarrilando por el lugar al que tenía que ir. Hasta ahora. Donde un terremoto parece haber destrozado cada minúscula parte de mi felicidad para suplantarla por el terror y el pánico absoluto. No podía dormir pensando en que ese orfanato terminaría siendo una construcción más, absurda e innecesaria, o un hotel de cinco estrellas donde miles de personas entrarían sin saber lo que le están haciendo a cientos de niños.

— Puedo darte el dinero, Liz — frunzo el ceño como por trigésima vez al ver que, de nuevo, vuelve a intentar salvar la situación. Niego con mi cabeza viendo su perfil, sus labios se encuentran fruncidos como si deseara soltar algo.

— En caso de que lo pudieras hacer — su mirada se fija por un momento en mí antes de volver a prestar atención a otro lugar más importante. Sonrío de boca cerrada probando a darle entender que eso que está diciendo sería un caso perdido —. ¿De dónde sacarías ese dinero? — aplana sus labios, su mandíbula se endurece haciendo que se marquen sus facciones de una forma aún más fuerte de la que ya posee.

Se queda en silencio, me tomo esa respuesta, de nuevo, como una aceptación de la realidad. Yo he guardado el suficiente dinero para saber que sobreviviré en mi apartamento durante bastantes meses y no debo preocuparme por conseguirlo otra vez.

Debería ser más consciente del orfanato y pensar en como haríamos con todos esos niños que se encuentran allí. Deberíamos separarlos a todos y buscar otro orfanato en el que nunca sabremos si podrán estar a gusto. El orfanato más cercano está en el condado de al lado y es un trayecto lo suficientemente largo como para que pueda hacerlo al igual que lo hago con este.

Peter, ese niño era la persona que más pasaba por mi cabeza. Su inocencia hacia este tipo de asuntos rompe mi corazón al saber que no se lo tomará de la misma forma si le decimos que no podrá seguir viviendo aquí ni podrá hacer las cenas con Mandy para ayudarla y hacerle saber que todo está bien en las habitaciones.

Las carreras ya no son una opción para ganar esta batalla, volver a ese lugar sería estar faltando el respeto a Thiago. No hay cosa que menos quiera que eso, me buscaría un trabajo. Un lugar decente al que no tener que jugarme la vida a cada vuelta que las ruedas de mi moto dan.

El motor deja de rugir, enfoco mi vista en el exterior percatándome de que hemos llegado al banco. Salgo del coche observando como, ante mí, una sucursal se alza sobre mis ojos. Trago fuerte al ver lo imponente que se ve, mis ideas de conseguir algo de caridad se van yendo al traste junto con mis esperanzas.

— Lo conseguiremos, preciosa — su brazo rodea mi cuello, lo apoya sobre mis hombros acercando mi cuerpo al suyo. Deja un beso sobre mi cabeza para, seguido de eso, comenzar a adentrarnos en mi infierno personal. Siento como mi móvil vibra de nuevo en algún lugar de mi cuerpo, palpo el bolsillo trasero de mi pantalón agradeciendo por haberlo puesto en modo vibración antes de salir de aquí.

— ¿Diga? — Contesto, el temor no hace que consiga ver quien es la persona que llama. Escucho una suave respiración al otro lado de la línea mientras pasamos las puertas de la sucursal. Una fila de pocas personas se encuentra delante de nosotros —. ¿Hola? — Vuelvo a preguntar.

Nos colocamos los últimos en la cola, solo dos o tres personas están enfrente de nosotros, dándonos la espalda y haciéndonos saber que no somos los únicos que tenemos problemas de tal magnitud.

Suelto un bufido deseando poder gritarle a la persona que está al otro lado de la línea que deje de llamarme. Cuelgo al no poder escuchar nada por el teléfono, aún no tengo el poder de adivinar quien es la persona que respira.

— ¿Quién era? — Cuestiona Thiago, sacudo mi cabeza sintiendo su mano coger mechones de mi cabello y comenzando a jugar con ellos. Poso mi vista en el frente agradeciendo que una persona se vaya y entre otra. No sé si alegrarme de ver que la cola avanza rápido o entristecerme al ver como la persona que sale parece más demacrada que nunca. Un escalofrío recorre gran parte de mi cuerpo, Thiago me acerca más a él cuando lo nota.

— No lo sé — respondo intentando no pensar en lo que me espera cuando yo pase a hablar con alguna de esas personas sin corazón —. Es la misma persona que lleva llamando desde hace semana — mascullo, pruebo a mostrarme calmada, el agarre de Thiago alrededor de mí se hace más fuerte.

— ¿Por qué no bloqueas el número? — Ofrece, frunzo el ceño al sentirme incapaz de hacer algo como eso. Siento en el fondo de mi ser que no está bien bloquearlo aunque se haya pasado un millón de veces por la cabeza y hubiera a punto de hacerlo.

— Supongo que estoy esperando a que conteste — Otra persona más entra, una chica más y nosotros conseguiremos entrar a la boca del lobo. Una lágrima cae por el rostro del chico que ha entrado hace unos segundos, un nudo se forma en mi garganta.

— No pienses en eso aún, Liz — Thiago llama mi atención, giro mi cabeza hacia él recibiendo un inesperado y corto beso en mis labios cuando alza mi barbilla con sus dedos —. Hay muchas formas de conseguir que no desahucien el orfanato — sonrío de boca cerrada, sorprendiéndome al ver que, la chica delante de nosotros, sale de la fila para entrar al lugar donde se encuentran esas personas sin corazón que le quitan su casa a gente que no tiene dinero ni para comer.

— No hace falta que me llenes la cabeza de tantas falsas esperanzas, Thiago — contemplo como su mandíbula se endurece. Su bazo me acerca a él para que me apoye sobre su pecho, deja un beso sobre mi cabello descansando su barbilla en este.

— No van a quitarte el orfanato, Elizabeth — quiero alzar mi cabeza para mirarle, suena tan seguro de sí mismo que consigue que un escalofrío recorra mi espina dorsal. Sé que él estaría más que dispuesto a quedar en bancarrota por el orfanato, la cantidad de veces que me lo ha dicho ha fortalecido esas palabras. Pero no esto dispuesta a que se quede sin un centavo cuando ni siquiera yo lo estoy haciendo. La chica sale del interior, inhalo con fuerza al saber que ha llegado nuestro momento.

Thiago se separa de mí llenando mi cuerpo y mi alma de ese frío que siempre hace que sienta cuando me separo de él. Coge mi mano y entrelaza nuestras manos, me dedica una sonrisa mientras no puedo dejar de apretar su mano por cada paso que avanzamos hasta la entrada de mi infierno personal.

— Buenos días — el hombre encargado del piso en el que nos encontramos saluda con una sonrisa. Formo una mueca haciéndola desaparecer al instante cuando me percato de que él es nuestra posibilidad para poder salir de este lugar con una sonrisa en la cara —. ¿En qué puedo ayudarles? — Nos sentamos en las dos sillas que ha frente a la mesa, el chico no tendrá más de cuarenta años, con su barba incipiente y sus ojos negros al igual que su cabello le hace parecer aún más serio de lo que intenta aparentar.

Rebusco en mi bolso buscando el papel de desahucio, mis manos tiemblan mientras lo busco. Puedo sentir la mirada de ambos consiguiendo que los nervios sigan carcomiendo con más intensidad mi cuerpo.

— Hace unas semanas recibimos este aviso — empiezo, le tiendo el papel. Lo coge comenzando a hojear lo que pone, forma una mueca que describe exactamente como me encuentro —. Hemos pagado durante años ese orfanato, miles de personas viven allí — sus ojos chocan con lo míos, el reflejo de mi rostro en sus pupilas me hace estremecer —. No podemos reunir tanta cantidad de dinero — admito, la compasión inunda su mirada. No necesito ese sentimiento ahora mismo, quiero que me devuelvan lo que es mío.

— Lo siento mucho, señorita — suelto un suspiro siendo una persona más que va a salir por esa puerta con las lágrimas calando mi rostro. Un nudo se forma en la garganta, el enfado empieza a apoderarse de mi cuerpo junto con la impotencia de no poder hacer nada para remediarlo —. No puedo hacer nada por ayudarla, no tengo el poder suficiente como para hacer algo al respecto. El banco puede autorizar el desahucio cuando no han pagado durante tanto tiempo — responde, mi alma cae al suelo.

— Ellos llevan pagando las deudas poco a poco — habla Thiago, me siento incapaz a que mis cuerdas vocales respondan a mi llamado —. ¿Por qué no pueden seguir haciéndolo? Están intentándolo y sacando dinero de las piedras para poder pagar esto, es casi imposible hacerlo en tan poco tiempo — cierro las manos con fuerza, las uñas se hunden en mi piel con tanta fuerza que temo que salga sangre de un segundo a otro. Nunca podría haberlo expresado mejor.

— Le repito de nuevo, joven — su voz, a pesar de sonar calmada, me irrita con cada palabra que sale de su boca. Intenta que su tono sea tranquilo cuando su corazón inexistente parece estar disfrutando de la situación en la que, cada persona que entra aquí, se encuentra —. Los dueños de ese lugar no han pagado sus cuotas y no...

— Usted es un capullo — le detengo, los ojos de las dos personas se centra en mí. Thiago abre su boca alzando sus cejas hasta que se esconden en algún lugar de su frente donde mechones de su cabello tapan el rastro de estas. El señor aplana sus labios cogiendo unos papeles y acomodándolos como si fuera capaz de calmar mi enfado con eso.

— Yo no le he faltado el respeto, señorita — reprende, coloco las manos encima de la mesa con estruendo. Me alzo en mi lugar acercando mi rostro al suyo unos pocos centímetros —. No me lo falte usted a mí — vuelve a decir, la rabia que irradia de mi cuerpo solo con escuchar sus palabras vierte mis esperanzas en un retrete para después tirar de la cadena.

— No debería ser llamado de otra forma, señor — su mirada vuelve a posarse en la mía, esos oscuros ojos que posee tanto en su mirada como en el interior de su cuerpo. Está vacío, completamente vacío —. Está desalojando a la fuerza a unos cien niños por no poder conseguir el dinero suficiente para comer y tener un techo con el que vivir — mascullo.

Thiago agarra mi antebrazo intentando calmarme. Lo retiro con fuerza sin ser capaz de hacer lo que él desea que haga, se ha desatado un terremoto en mí y es imposible que me tranquilice en este momento.

— Esos niños no tienen padres, ese lugar es el único donde pueden ser ellos mismo porque, si salen a la calle, serán juzgado por ello — no hay ni un atisbo de sorpresa en su mirada, se dedica a observar mis ojos como si quisiera callarme —. Perdóneme si le insulto por querer que esas personas que ni siquiera son mayores de edad tengan que vivir en la calle porque una persona como usted no quiso darles una casa en la que permanecer.

Cojo mi bolso, retiro de sus manos el papel que tiene en su posesión. Vuelvo a meterlo dentro de mi bolso deseando que desaparezca y todo sea una maldita pesadilla de la que voy a despertar. No puede ser otra cosa más que eso, es imposible que sea otra cosa, no soy capaz de aguantar tanto tiempo.

— Se lo he dicho — su tono es seco, cada rastro que antes pudiera tener de bondad se evapora como la nada misma —. Recibirá noticias de nosotros a lo largo de la semana — suelta volviendo a su trabajo. Le miro perpleja, ni siquiera una confesión de tal nivel de tristeza consigue que cambie de parecer. Vuelve su mirada hacia nosotros enarcando una ceja al ver que seguimos allí —. Disculpen, pero sigo teniendo clientes que atender.

Me levanto de la silla dispuesta a clavar mis nudillos en su asqueroso rostro. Sus ojos no se mueven de los míos con una sonrisa empezando a escalar las esquinas de su boca, una sonrisa que no tiene por qué estar en este mismo momento. Thiago coge mi antebrazo dejando mi cuerpo en el lugar donde se encontraba.

— No lo hagas, Liz — no puedo creer que pueda sucumbir tan rápido a ese tono. Miro al señor que se cruza de brazos, esta vez, esperando que salgamos. Le señalo con mi dedo índice, sus cejas se alzan tanto que creo que se van a perder en su andrajoso cabello.

— Usted no tiene corazón — me coloco el bolso sobre mi hombro al ver que se me cae. Las lágrimas se agolpan en mis ojos deseando ser retiradas para bañar mis mejillas del líquido salado que durante tanto tiempo he retenido. Salgo del lugar con el corazón en un puño, no me deja respirar hasta que salgo al exterior.

La brisa de fuera hace que inhale una gran cantidad de aire. Unos brazos me giran para poder apoyar mi cabeza sobre su pecho, dejo que mis lágrimas bañen su camiseta mientras me susurra palabras que deberían calmarme.

— Tranquila, amor — su voz se filtra en mi cabeza, puedo sentir su pecho vibrando mientras habla. Me separo un poco para ver como su ojos me observan con un millón de sentimientos arremolinándose en su mirada.

— No puedo dejar que se queden sin casa, Thiago —susurro, agarra mi cara entre sus manos. Limpia las lágrimas que caen por mis mejilla para que, segundo después, vuelvan a estar bañadas por el mismo líquido salado que ha intentado quitar.

— Escúchame, Elizabeth— no puedo dejar de mirar como sus ojos mantienen una severidad impropia de él —. No les dejaran en la calle — balbucea.

Junta sus labios con los míos, pretendo que con ese beso pueda olvidarme de todo lo que sucede a mi alrededor. Del estúpido señor que nos ha atendido, de la hoja de desahucio del orfanato, de que falta menos de un mes para que la posibilidad de ir al lugar de donde nos dejaron vuelva a ser nuestro único suelo en el que vivir.

Sus manos se adentran en mi camiseta acariciando mi espalda de arriba a abajo, pego aún más su rostro al mío profundizando ese beso que consigue desarmarme. Me estremezco al igual que lo hace él cuando mis manos trazan un camino hasta su nuca. Recorro con mis dedos las hebras oscuras de su cabello.

— Te lo prometo, Elizabeth — le miro a los ojos, con sus labios hinchados y rojos. Su cabello desordenado, mi camiseta subida unos centímetros mientras sus manos siguen tranquilizándome con esas caricias que me brinda.

Puede que no sea completamente seguro confiar en esas palabras teniendo el panorama que se alza ante nosotros pero nunca he creído tan fervientemente en unas palabras como las que me dedica Thiago antes de volverme a hacer olvidar cada problema que tengamos a la vista.

Somos solo él y yo. Y nunca se había sentido tan bien.

(***)

¡Estoy superagobiada!

No tengo mucho tiempo así que solo espero que les guste el capítulo. Y muchas gracias por haber acogido la historia de nuestro bellísimo Logan tan rápido. Ni siquiera me creo que ya tenga casi 200 capítulo y ni siquiera he subido el primer capítulo.

Besos y comentad que os parece.

¡XOXO!

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