Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

"Entraré a esa casa."

Soundtrack ~ Under Control ~ Calvin Harris & Alessandro ft. Hurts

"A veces la gente no quieres escuchar la verdad porque no quiere que se destruyan sus ilusiones." -Frederic Nietzsche

Capítulo 19: "Entraré a esa casa."

Camino por los pasillos con un mal humor increíble. Llevo toda la mañana y parte de la noche de ayer rompiéndome la cabeza pensando en mil cosas diferentes que hacerle a ese niño del demonio con buen cuerpo.

Aquel chico era un grano en el culo, sin exagerar. En cada momento en el que me quedaba a solas con Liz aparecía él. Con su cabello rubio, sus asquerosos ojos verdes que enamoraban a cualquier chica y esa personalidad que las llevaba de cabeza a todas. Me caía mal aquel tipo. Lo peor de todo era tener que ver como se llevaban él y Liz cada vez que se encontraban.

No sabía nada acerca de su relación. Con suerte conseguía saber algo de Liz y aún no había logrado averiguar nada más. Y, si a eso, se le suma el tener que estar pendiente de cierto rubio, todo se pone aún peor.

¿Cómo conseguir saber algo de ella, averiguarlo, si ese chico no paraba de meterse de por medio?

En mi vida podría conocer más de ella si seguía así. Me siento opacado por él, necesitaba un tiempo a solas con ella. Contarle cosas, hablar con ella, saber sobre Liz. Todo lo que ansiaba era pasar momentos juntos, esa sensación se estaba convirtiendo en una rutina diaria pues ahora no quería pasar mucho tiempo lejos de la peliazul.

Se estaba convirtiendo en una botella de oxigeno dentro de la profundidad del mar. Siento que si no tomo un poco de ese oxigeno que tengo a mi espalda, moriré. Es como el oasis en medio del desierto, el aire en medio del océano, el fuego en mitad del antártico. Se está apropiando de cada pensamiento en mi cabeza desde la mañana hasta la noche.

Cada vez que alguien habla de ella una sonrisa aparece en mi rostro. Cuando la veo conversar con América tan alegre, se me curvan los labios sin poder percatarme y detenerlo. Cada momento en el que la veo feliz se convierte en unos minutos de alegría para mí. Es como si su felicidad empezara a hacer la mía.

El problema venía cuando no sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal. ¿Era correcto juntarme con una chica de la que no sé casi nada? ¿Una mujer la cual no sé si debería acercarme para saber su pasado, presente y futuro? ¿Debo arriesgarme a ir algunas noches para verla correr en carreras ilegales por miedo a que le ocurra algo?

Ni siquiera yo mismo podía responderme a esas pregunta. No sabía si estaba bien averiguar de ella, no sé lo que puede llegar a ocultar y no estoy seguro de tener que saberlo.

Pero es una opresión, aquí, en el pecho, en mi corazón cada vez que la veo. El corazón se sale de mi pecho, los latidos van acelerados, mis labios forman una sonrisa y mis piernas caminan por sí solas para llegar hasta ella.

Justo como hago ahora. Las manos me sudan ante la incertidumbre de no saber el próximo paso que voy a tomar. Tengo que mirar mis pies moverse con tanta velocidad, con miedo a tropezarme y caerme.

Levanto mi cabeza observando su cabello moverse en el sentido del aire. Se forman ondas en las puntas de su pelo. Su mochila agarrada solo de un hombro y sus ropas oscuras ciñéndose a su cuerpo. Es una afrodita enamorando a todos los que pasan por su lado.

Y, es que, a veces me entran ganas de enseñarle todas las personas que se paran a observarla. Quiero decirle que mire detrás de ella y se fije en cada chico que se queda admirándola como si de una diosa se tratara. Y, voy a terminar por creerme que eso es ella, siento que es como Afrodita sin mentir ni un solo segundo.

No estoy seguro de admitir que es lo que hace que los hombres con los que se cruza se queden contemplándola como completos bobos. No sé si es su mirada misteriosa, su andar tan seguro de ella misma o ambas cosas pues, cuando su mirada se junta con la de otros, un escalofrío recorre sus cuerpo.

Puede que eso sea una mínima parte de lo que ella provoca en cualquier hombre, sea de la edad que sea. Sin embargo, sentía que en mí esas cosas eran menos de la cuarta parte por la que la admiraba.

No he podido saber mucho de ella pero, lo poco que sé, ha hecho que me atrape más y más. Averiguo cada día una cosa más de ella. Su frialdad fue lo primero que reconocí en ella. Esa forma tan cortante de hablarme que con el tiempo se fue suavizando. Ahora me habla como un intento de amigo más, poco a poco su apatía mengua, cada día hay menos de ese desinterés que tiene por los desconocidos.

- ¿A quién buscas con tanto entusiasmo? - cuestiono observándola a pocos metros de distancia.

Su cuerpo se gira hacia mí. Una sonrisa formándose poco a poco en sus labios al igual que en los míos. Un cosquilleo en mi estómago, ese ya conocido sentimiento de calidez en mi interior.

- A esa persona que tan bien te cae. - responde con sarcasmo.

Mi sonrisa se borra en mi rostro. Mis manos se convierten en puños al instante. Apretujo mi mandíbula sintiendo como mis dientes chirrían ante la fuerza que ejerzo sobre ellos.

- ¿Te vas con Bradley? - cuestiono cortante.

Mis voz suena más fría de lo normal. Muy pocas veces me comporto de este modo, tan posesivo. No suelo ser de esas personas y quiero creer que actúo así porque no me cae bien Bradley. En mi interior sé que esa no es la única razón.

- ¿Por qué te cae tan mal? - duda acercándose.

Sus ojos me escanean de arriba a abajo. Dirige su mirada hacia mis manos percatándose de como entierro mis uñas en las palmas de mis manos.

Mi corazón late descontrolado ante la cercanía que ambos poseemos. Trago fuerte mientras siento el liquido bajar por mi garganta.

- No me gusta. Lo sabes bien. - respondo.

Sus ojos vuelven a cruzarse con los míos. Tengo que recordar como respirar al admirar la intensidad de su mirada. Siento su tacto en mis manos. Dejo de ejercer la fuerza que poseía antes.

Bajo la mirada hasta nuestras manos viendo como ella pasa las suyas por éstas y quita mis uñas de ellas. Mis palmas lo agradecen. Sin embargo, ese escalofrío que siento cada vez que estoy con ella vuelve a aparecer.

- Él es como mi hermano, Thiago. - habla. Su mirada no se separa de nuestras manos. - Puedo confiar en él como uno. - finaliza.

- Pues confía en mí. - ruego.

Sus labios se curvan en una sonrisa. Baja nuestras manos sin separarlas, no quiero que las deje.

- Tú no lo entiendes, Thiago. No podrías. - su mirada sube hasta la mía permitiéndome ver sus ojos inundados de tristeza.

- Hazme comprender, Elizabeth. -suplico. - Quiero entenderte.

No puedo describir lo que este momento me hace sentir. Con mis manos siendo acariciadas por las suyas. Su mirada conectada por la mía, sus labios entreabiertos. No consigo hacer que confíe en mí lo suficiente, quiero, deseo, que lo haga.

Ser su compañero de viaje para borrar esa tristeza. Solo se permite desahogarse con una persona, y en parte agradezco que Bradley lo haga. No sé que pasaría si se queda con todo eso dentro.

Sin embargo, quiero que también comparta sus penas conmigo. Sus alegrías, sueños, emociones, decepciones. Todo. Quiero estar para ella en cada momento, pero, para eso, necesito que confíe en mí al igual que estoy empezando a hacer yo con ella. Se está adentrando en mi piel y no la estoy deteniendo.

Su boca se abre intentando decirme algo. La esperanza empieza a inundarme al pensar que quiere decirme algo importante, que me gustará.

Una bocina suena arruinando nuestra burbuja de paz. Su cabeza se mueve en la dirección del pitido, los dos observamos un coche. La persona que está dentro baja la ventanilla del coche. Bradley aparece detrás de la ventana.

Mi enfado vuelve con más fuerza que nunca. Separo nuestras manos provocando que Liz me observe de nuevo. Despego mi mirada de la suya mientras escucho sus manos caerse rendidas a sus costado. Un suspiro escapa de su boca.

- Tengo que irme. - susurra derrotada.

Se gira dejándome solo. Observo su caminar lento y pausado sin girarse a verme. Yo no puedo despegar mi mirada de ella.

Me niego. No puedo soportar ni un segundo más quedarme mirando como una pasmarote en busca de que ella me diga lo que esconde. No voy a lograr que mi curiosidad por ella se disipe, no voy a saber si en algún momento va a confiar en mí.

Corro hasta mi coche. El cual, por suerte, no lo he dejado muy lejos. Solo tardo un minuto en entrar al coche, dejar la mochila en el asiento copiloto y salir pitando de ahí. Observo por todos los lugares del aparcamiento en busca de el coche negro que pertenece a Bradley. Mi mirada se desplaza hasta ellos, más bien hasta su auto a punto de salir del aparcamiento.

Piso el acelerador agradeciendo a quien sea que me esté dando suerte. No hay ningún coche en medio de la estrecha carretera, lo que me permite pasar por todo el estacionamiento sin ningún contratiempo.

Dejo que un coche pase delante de mí. No quiero que Elizabeth se fije que estoy detrás de ellos. Quiero creer que si dejo que un auto se coloque delante de mí durante el trayecto, ellos no me van a ver. Realmente, espero que sea así.

La velocidad del coche de delante es sumamente lenta. Tengo que controlarme para no sacar la cabeza por la ventana y decirle al auto que vaya más rápido. Por mi seguridad no debo hacerlo, y también para que no se percaten de mí.

Los celos que poseo en mi interior me dirigen hacia el lado del mal. Sin bromas. Creer que ellos dos son más que amigos me nubla la vista. Mis ojos se entrecierran cada vez que me imagino una escena entre ellos. Los dos con sonrisas en sus rostro mientras se divierten. Deseo ser yo el que provoque su sonrisa.

Estos días ando sorprendiéndome a mí mismo queriendo hacer todas y cada una de mis actividades con ella. Desde la primera a la última. Quiero formar una sonrisa en su rostro y que acaricie mis manos cuando estoy celoso o enfadado. Deseo que nadie estropee las escenas que tenemos juntos como hace menos de unos minutos han hecho.

Sabía que ella me iba a decir algo. Estoy más que seguro. Lo que quería decirme iba a gustarme. Su mirada la delataba pues había aprendido a reconocer cada reacción que sus ojos formaban. Su mirada era la puerta a su interior, todo lo que ella sentía estaba demostrado en sus ojos.

Freno con fuerza escuchando un pitido de parte del coche de delante. Suelto un suspiro al ver que no me he roto nada. He estado tan embobado pensando que no me he dado cuenta de que estaba a punto de estamparme contra el coche de delante.

- ¡Imbécil! - grita por su ventana.

Suelto una risa sin poder evitar divertirme por esto. El conductor me mira completamente enojado, podría asegurar que sale humo de sus orejas.

Me calmo un poco mientras observo delante de mí. Observo como el coche de la pareja empieza a aparcar en la calle en la que estamos. Contemplo la casa que se alza ante mis ojos impidiéndome despegar mi mirada de ésta.

Las paredes con necesidad de una pintada. El césped que te permite ver la urgencia con la que necesita de una pasada del cortacésped. La puerta que te permite entrar al interior está raspada, como si un millón de gatos hubieran pasado sus zarpas por ahí.

No puedo decir que es una imagen bonita de ver. Todo en esta casa parece tenebroso, más que en las películas de miedo. Observo con tristeza la fachada preguntándome si por dentro será igual de angustiante de lo que es por fuera.

Mi mirada se dirige a Bradley y Liz. Sus pasos son rápidos, como si deseara entrar a esa casa de una vez por todas. Mis dudas vuelven a salir a flote cuestionándome si he hecho bien en venir aquí. La curiosidad me ha inundado y ya no hay marcha a atrás.

Tocan a la puerta esperando delante de ésta. Un pequeño niño de cabellos morenos abre la puerta con una sonrisa en su rostro. Se lanza hacia Liz como si fuera su salvavidas. Se dicen cosas al oído mientras Bradley comenta algo. Todos con una sonrisa que no les cabe en la cara. Segundos después el chico se baja del cuerpo de Liz y, con una sonrisa, deja la puerta abierta para que los dos entren.Bradley entra el primero.

Piso el acelerador saliendo de esa calle que me deja más preguntas que respuestas. Poso mi mirada en el retrovisor, mi corazón a punto de salirse del cuerpo al admirar como la cabeza de Liz está mirando en mi dirección.

Doblo en la esquina despidiéndome de ese lugar. Sin embargo, hay algo que no se va a ir de mi cabeza.

Entraré a esa casa. Pienso.

Puede que Liz no vaya a saber de esto. No voy a contarle absolutamente nada. Pues sé, que si lo hago, ella no va a permitirme ir. No puedo aguantar más esta curiosidad que me embriaga. Lograré ir a esa casa, hablar con quien tenga que platicar y conseguir saber porque mi Liz va a esa casa.

Lo haré y nadie me va a impedir hacerlo.

(***)

¡Nuevo capítulo del domingo!

#HagamosUnaPregunta

Sé que alguna personas que están leyendo esta historia no han leído la que hay antes. Así que quiero saber cómo la han encontrado.

PD: #AmoAThiago

Capítulo dedicado a  @3lizZ

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro