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11

Sejun ya estaba arriba del avión en camino a Busan. No quería ir con sus tíos, pero así se había decidido. Tendría una nueva vida al llegar a Busan. Se puso los audífonos para relajarse y la música comenzó a sonar. Después de un tiempo la voz de la aerolínea lo despertó, ya había llegado a Busan. Bajó del avión, tomó un taxi y se dirigió a la casa de sus tíos, se suponen que ellos ya sabían que llegaba.

—¡Sejun, tanto tiempo sin verte!

—Hola, tío —esbozó una sonrisa.

—¡Pasa, pasa! Chaeyeon esta adentro.

Sejun pasó, dejo sus cosas y su tía Chaeyeon lo recibió muy bien. Sus tíos ya sabían la razón por la cual Sejun los visitaba, aunque se les hizo un poco egoísta de parte del padre, ellos con gusto lo recibieron.

El chico se instaló en la habitación que le asignaron y se acostó un rato, estaba cansado del vuelo. Cuando se despertó fue a cenar.

—Sejun, nosotros ya te inscribimos a una nueva preparatoria, para que puedas continuar tus estudios.

—Muchas gracias, tía. Les agradezco la oportunidad.

—Es en una escuela cerca de aquí y sabemos que te va a encantar.

(...)

Mientras con Byungchan, se sentía muy mal.  Ya había despertado en la casa de Subin, en este momento lo que menos quería era regresar a su casa; a su habitación en donde tenía todas las fotos de Sejun junto a él en su cuarto pegadas y algunas escondidas, quería ver ninguna. Fue abajo y estaba Subin.

—Hola, Byung, ¿dormiste bien?

—Sí, gracias por haberme dejado quedarme.

—No hay problema. Seungwoo se fue temprano ya son las 11:00. Dormiste demasiado.

Rió nervioso —Eso creo.

—Cociné unos huevos, siéntate.

—Gracias.

Después de unos minutos Subin le dio un plato con huevos y tocino. Él se sentó a acompañarlo tomando una leche de banana. La verdad los huevos estaban deliciosos, pues a Subin se le daba demasiado bien la cocina, pero Byungchan no tenía apetito. Solo jugaba con la comida y Subin se estaba percatando de eso.

—¿Qué ocurre? —le preguntó mientras le dio otro sorbo a su bebida.

—¿Eh?

—Come, siempre quieres comer.

—No tengo hambre, se ve delicioso pero... No sé —bajó la cabeza avergonzado.

—Entiendo... ¿Quiéres algo más ligero? ¿Un cereal?

—No.

—Tienes que comer, no puedes matarte de hambre por una ruptura.

—Lo extraño... —el chico comenzó a llorar.

Subin lo fue a abrazar y Byungchan comenzó a llorar desesperadamente.

(...)

—¡Hola! ¿Eres nuevo? —una voz femenina y con diferente acento asustó a Sejun — ¡Lo siento, ¿te asuste?

—Un poco y sí, soy nuevo.

—Oh, yo también soy nueva. Es que te ví algo confundido y decidí acercarme... ¡Soy Dayanna!

—Oh, yo soy Sejun.

—Soy de Alemania, pero hablo perfectamente coreano. Aunque creo que mi acento me delata un poco, y obviamente, mi cara —le esbozó una sonrisa muy brillante.

—Yo soy de Seúl, pero mis padres me mandaron para acá.

—Oh, yo... Pues me ofrecieron un intercambio y acepté y luego de dos años la escuela en la que antes estaba me ofrecieron venir a esta y ¡aquí estoy!... ¿Te parece si vamos a dar una vuelta?

—S-sí .

Sejun no le iba a decir a la chica que recién conoció la razón por la cual vino, pensaría que le diría a todos y viviría como pasó antes.

La chica era muy linda, tenía cabello castaño, ojos castaños, labios medianos, tez blanca con pequeños lunares en su rostro que también podían parecer pecas, tenía mucha belleza. Cualquier chico moriría por ella.

(...)

—¿Estás seguro?

—¡Obviamente! Debes de tirar las cosas o regalarlas... A ver... ¡Empecemos con este oso!

—¡Nooo! Fue el primer oso que me compró Sejun, no puedo tirarlo —se lo arrebató.

—Las fotos no te serviran —dijo al ver una pila de fotos dentro de una caja rosada.

—¡No, fue nuestra primera sesión juntos!

—Bien —suspiró —. ¿Esta pantera rosa?

—Me gusta mucho, le pusimos un nombre entre los dos se llama Su-

—BYUNGCHAN —se quejó.

El castaño al escuchar el grito del mayor se asustó, jamás le había gritado.

—¿CÓMO QUIERES DEJARLO? ¿CÓMO LO QUIERES HACER SI NO LO DEJAS IR? ¡Te dejo! ¡Te abandonó! Terminó contigo. Date cuenta. Abre los ojos.

Byungchan se fue a sentar cerca de Subin. Tenía su cabeza baja.

—Yo... Perdón por gritarte no que-

—¡Es cierto! Tira todo, TIRALO ANTES DE QUE ME ARREPIENTA, HAZLO... Pero, deja la pantera, por favor —agarró levemente a la chaqueta que traía puesta Subin, en modo de llamar su atención.

—Byung... Lo haré —le pasó la pantera.

—Es cierto, me dejó, me abandonó —Byungchan tomó a la pantera —. Pero tú eres especial —le sonrió.

Después Subin llegó con una gran caja de cartón que había encontrado en la casa de Byungchan y empezó a acomodar todo ahí, las fotos a Byungchan le dió mucho dolor pero él solo las rompió y tiró, Subin tenía razón; debía de deshacerse de todo antes que lo dañe más.

—¡Listo! Acomodé todos los peluches, ahora los llevaré a un orfanato si es que quieres, ¿o quieres tirarlos?

—No, llévalos. Prefiero que alguien los use, que hagan lo que quieran... Hasta despedazarlos, no me importa.

Subin tan solo asintió y se llevó la caja.

(...)

—¡Jovencito de cabello azul!

Sejun volteó hacia el llamado —¿Sí?

—No puede andar con esos cabellos pintados en esta escuela, lamento que si para mañana no se cambia el color tendré que suspenderlo —habló una señorita que no pasaba de los 35 años.

—Pero... lo he tenido así desde un año.

—Aquí no se permiten colores fantasía, solo natural, lo lamento, pero tendrá que quitar ese color o cortarlo.

—E-está bien.

Sejun no se iba a poner a debatir con la persona que parecía un gran aportación en la escuela, tal vez un prefecto, hasta el director o el dueño. Lo que menos quería era problemas.

—¡Qué mal! A mi me gusta tu cabello —habló Dayanna y lo iba a tocar, pero Sejun lo esquivó.

—No me gusta que me toquen el cabello, perdón.

—Oh, ¿a nadie lo dejas?

—Solo a mamá y a Byung- —Sejun se calló.

—¿Quién es Byung? —ladeó su cabeza intrigada.

—Olvídalo, ya creo que empezarán las clases. Hay que ir al salón.

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