⊢ final ⊣
Le mentí a Freen una vez, dos veces, y lo haría una tercera.
Junté mis manos entre mis rodillas y miré al cielo. Ni una nube. El clima cálido del verano me rozaba con un poco de viento. El anillo en mi dedo, las pulseras en mis muñecas, mis uñas pintadas de negro.
Estaba abrumada.
Mi cabeza pensaba mucho estos días, incluso sí nuestra boda fue hace dos meses.
Tomé aire lentamente, tratando de sacar este sentimiento de culpa de mí. Pero era imposible.
Nuestra casa era tal como yo quería. Freen la decoró a su estilo; colorido pero ordenado. La habitación extra estaba vacía, a veces una de las dos abría la ventana y dejábamos la puerta abierta. Limpiábamos el piso, nos sentamos en el medio y soñábamos sobre el futuro. Pensábamos que Charlotte sería buena niña porque sus madres eran las mejores.
A veces, en mi estudio, lloraba porque no era cierto.
Una vez alguien me dijo que así como la tristeza, las mentiras no duran
Lloré en la banca de la plaza. Sólo dejé las lágrimas caer, no sollozaba ni hipaba. Sólo caían. Freen decía que cuando pasaba, mis lágrimas parecían diamantes en mis ojos.
Una vez le prometí a Freen que estaría con ella en cada clima, pasamos por todos ellos. Pero ahora había algo nuevo; truenos y rayos.
Freen ahora era gerente de la tienda de música, View renunció, así que la reemplazó Nam, una chica mayor que no me conocía como artista en sí, pero amaba las viejas canciones que alguna vez hice.
Someone like me, la canción que escribí en aquella biblioteca sonó cuando bailamos primera vez como esposas. Porque Freen jamás recibiría más amor que el mío, aquel que late con prisa, aquel que le gusta las cosas cotidianas, aquel que hace el amor sin el deseo.
Y esa fue la primera vez que canté mi propia canción.
A veces miraba las noticias, Reverie estaba arrasando, eran conocidas internacionalmente. Sonreía por ellas, a veces hablaba con Milk, pero nuestro lazo estaba roto.
Durante mis años en la disquera pude escribir canciones que estaban primeras en las listas de música, mi nombre era más conocido, no tanto, pero sí lo suficiente para tener una reputación entre otros compositores.
Me levanté de mi lugar y caminé al auto estacionado en una esquina. Freen me miró y me senté como conductora.
—¿Te ha servido?
—No lo sé, sigo un poco angustiada.
—Ya pasará, vida. Es sólo momentáneo.
Yo sabía eso, también sabía que Freen no lo soportaría.
Mi secreto era tan grande que sólo lloraba en las noches, Freen se despertaba y me abrazaba, besaba mis mejillas y mis hombros. Nunca decía nada, no preguntaba porque quería darme mi espacio. Yo se lo diría pronto.
Y eso aterraba.
Me puse a conducir hasta llegar a nuestra casa, Freen decía que no sería un hogar hasta que Charlotte estuviera ahí.
Llegamos y fui a mi cuarto, tenía uno especial para estar escribiendo. Tenía un teclado y una guitarra, tenía una computadora de escritorio y una ventana que daba a nuestro pequeño patio. Era mi lugar.
Lloré de nuevo, los papeles en mi escritorio manchándose con gotitas de agua salada. Me sostuve la cabeza tratando de calmarme, pero me faltaba el aire. Respiraba pero mis pulmones no funcionaban. La angustia apoderándose de mí.
Creo que grité, porque sentí a Freen abrazarme y decir que estaba ahí, que no se iría. Me acarició mientras mojé su camiseta con mi llanto. Ella tatareó nuestra canción. Rainbow. Y entonces sonreí con el pecho apretado.
No podía mentirle, no otra vez.
—Lo s-siento.—dije cuando estuve más calmada.—Lo siento, lo siento.
Repetí esas palabras para desahogarme, más me seguía sintiendo angustiada. Más que nada me sentía una basura, una mierda que no podía controlar sus impulsos.
Todo porque sabía que estaba a punto de romperla a ella también.
—Dímelo.—susurró suave, oliendo mi cabello castaño y corto.
—Las drogas, Saro.—mencioné queriendo llorar de nuevo.—No las dejé, lo siento, lo siento tanto.
Ella me apartó, creí que me iba a gritar, que se iba a enfadar. Pero me miró a los ojos rebosantes de cariño. Los ojos de Freen brillaban, eran tan hermosos como la noche, oscuros pero con estrellas.
Me atrajo a sí, me sentí bien en el abrazo, como sí no hubiera confesado eso. Ella me apretó, me acarició de nuevo y dijo tan calmada como el mar:
—Lo sé, vida.—me aferré a ella con miedo. Esto no era un sueño, lo sabía, porque Freen jamás me hizo sentir más calmada como cuando me tocaba.
—Perdón.
—Vida, buscaremos ayuda.—dijo.—No quería mencionarlo hasta que lo hicieras, y me alegra tanto que confíes en mí.
Freen nunca me dijo "amor" ni otros apodos después de la boda. Ella decía vida porque yo era la suya.
Esa noche no pude dormir, di vueltas. Mi mente trabajaba demasiado. Temía que la ayuda no funcionara, temía que todo fuera peor.
De pronto, la mano de Freen me rodeó. Y con dulzura se quedó despierta hasta que me dormí.
Al día siguiente llamé a varias personas, hablé diciéndoles que quería ayuda. Dije que, desde que casi muero de sobredosis, seguí con la cocaína. Nunca paré pero sabía exactamente la cantidad necesaria para sentirme bien y que no se notara mi estado. Por eso Freen no lo sabía al principio, ella me dijo que lo sabía desde hace una semana y creyó que llevaba menos tiempo con eso.
En mi primera sesión hablé de mi familia. La segunda hablé de mis traumas de pequeña. En la tercera sonreí por fin, porque hablé de Freen.
Amaba tanto a Freen que fue mi única motivación a hacer este tratamiento. Pero no me malinterpreten, yo no me odiaba. No odiaba nada de mí, sólo el haberle mentido.
Freen me contó sobre su familia, Engfa nos visitaba con su novia y nuestras charlas eran eternas.
Pero una vez que había ido a un restaurante con Freen, dije que quería ir al baño. Este estaba a un lado de la terraza, porque estábamos en un gran edificio, y vi rápidamente a ese lugar.
Había un rostro familiar.
Me acerqué hasta llegar a esa persona que me miraba sonriente, nunca le había visto pero sentía que sabía quién era.
—Becky, querida.—rio con un cigarrillo en sus dedos con uñas largas.
—¿Te conozco?
—Es una pena que no reconoces a tu mayor fan.
—¿Yoshi?
—El mismo, o bueno, la misma.
Era demasiado diferente. Tenía un top y falda, su cabello rubio largo, ligero maquillaje y tacones. Esta persona era otra, pero su sonrisa que no dejaba ver sus ojos me hacían saber que sí, ese era Yoshi. O esa.
—No sabía que tú...
—Está bien, no nos vemos hace mucho.—terminó el cigarrillo y lo dejó en la basura a un lado.—Simplemente cambié a un cuerpo que es mío, sigo siendo la loca que ama acostarse con los guardias de seguridad.
—Me alegra mucho que por fin te veas como quieres.
—Creo que finalmente somos felices, ¿no? Yo en mi cuerpo y tú amando a Freen.
Miré hacia atrás aunque nuestra mesa no se veía desde ahí.
Siempre supe que Yoshi odiaba su cuerpo pero lo usaba para obtener placer. Ahora entendía todo, Yoshi era una mujer atrapada y ahora las cadenas se rompieron. Sin decir palabra, la abracé porque la extrañaba, porque ella estuvo conmigo y yo con ella muchas veces.
Cuando conocí a Yoshi, coqueteando con uno de seguridad de un bar, supe que sería interesante acercarme.
Estoy feliz de haberlo hecho.
—Supe que eres importante ahora.—mencionó al separarnos.—Reverie tiene el éxito que querían y tú el tuyo. Siempre te has ocultado detrás de letras que no querías escribir, hoy las cuentas, hoy eres lo que siempre quisiste.
—Tú también lo eres, Yoshi. Recuerdo nuestras charlas de borrachera, a veces decías que querías otro cuerpo, yo no lo entendía sí el tuyo era perfecto. Ahora sé a qué te referías
—Creo que siempre di señales, sólo temía iniciar a cambiar. Cuando escuché Rainbow la primera vez, me sentí optimista, sentí que yo podía con eso. Así que gracias por eso.
—Freen fue la inspiración para eso.
—Entonces dile que gracias, ella siempre fue linda conmigo.
Después de esa charla, me despedí y no volvimos a vernos. Jamás supe qué ocurrió con Yoshi, pero se veía liberada.
Los meses pasaban, cuando menos lo esperé, tenía el alta. Ya no era una adicta.
Freen se alegró, me besó tantas veces, me abrazó y rio conmigo por tal felicidad. Conduje a casa escuchando música con ella, cantando canciones aleatorias de la radio. Sí no las sabíamos, las gritábamos igual.
Mi amor por esa mujer crecía y crecía, nunca dudé de ello. Y menos de lo que ella sentía. Porque simplemente lo sabíamos, sabíamos que nos teníamos. Pero también sabíamos que existía la posibilidad de separarnos, sólo que no sería ahora, y esperaba, en el futuro tampoco.
Una vez miré a Freen sentada en el patio, unos sillones de jardín y una mesita. Ella estaba debajo de la sombrilla, acarició su gran estómago con dulzura y pude verla susurrar.
Me senté con ella, poniendo mi mano sobre la suya, nuestros anillos chocando.
Y lo supe entonces.
Sí quieres amor, debes aprender a luchar por ello.
Fin.
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