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⊢ 10 ⊣

Becky podía ser una excelente compositora, pero era una pésima mentirosa.

—No has escrito canciones, ¿verdad?

Ella simplemente me miró, creo que no he hablado de sus ojos lo suficiente. Son de un marrón tan claro, tan hermoso, que no importa sí más de media población los tiene, en ella se ven únicos.

Estábamos sobre mi cama, las sábanas blancas cubriendo nuestros cuerpos desnudos. Sí, nos acostamos de nuevo, pero cada vez que lo hacemos es demasiado mágico, cada una de esas veces se siente como la primera. Becky tenía ese poder; hacerte feliz con cualquier cosa.

Incluso sí ella no lo era.

—No.—dice después, y las esquinas de sus labios se curvan hacia arriba, en una pequeña sonrisa.—No lo he hecho, Freen.

—¿Qué sucedió con Rainbow?

—No lo sé.—sus ojos se cierran, y odio eso porque ya no puedo ver lo hermoso de sus pupilas.—No quiero hablar de eso.—uno de sus brazos pasa sobre mi cuerpo, empujándome ligeramente a ella.

—Becky...—Acepto su torpe abrazo, me acerco más, como si fuera posible, y respiro el aroma de su piel. Ella siempre huele bien, incluso después de hacer el amor.—¿Cuándo te irás?

Tenía miedo de su respuesta, o de lo que sea que ella hiciera. Becky abrió uno de sus ojos y luego lo volvió a cerrar. Sentí la vibración de su risa.

—¿Quién dijo algo sobre irse? —pregunta en un tono bromista.—Yo estoy aquí ahora, Freen, y eso es lo que importa.

No pregunté más del tema, simplemente seguimos en nuestros días dentro de una burbuja de amor.

Sí, las cosas estaban mejorando para mí. Incluso para Engfa, quien ahora consiguió un nuevo trabajo, se le veía saliendo más, no sonreía ni hacía chistes pero supongo que debía darle su tiempo y espacio.

Todo parecía ir bien, maravilloso. Becky me visitaba seguido, y yo a ella, salíamos todos los días, nos queríamos como sólo nosotras sabíamos hacerlo. Incluso fuimos al club en un par de ocasiones.

En una de ellas, Jane se acercó a mí mientras Becky pedía bebidas para nosotras.

—Ella es feliz, Saro.—comentó con un aura desinteresada, no parecía tener ganas de decir aquello.—Lograste lo que muchas aquí no hemos podido.

—¿Qué exactamente?

—Tocar su corazón.—ella bebió su trago, y entonces yo miré a Becky que comenzó una buena charla con el chico de la barra. Sí, ella había tocado el mío también.—Becky ha tenido una dura vida, sabes de su madre, ¿no?

Yo fruncí el ceño, realmente no sabía mucho de su familia, nada en realidad, porque no hablaba de ello. Cada vez que se lo preguntaba, evadía el tema.

—¿Qué hay con ella?

—Oh, cielo, no lo sabes. —Jane me comenzó a ver con una pena algo falsa, no confiaba mucho en ella.—Deberías de preguntarle.

Y esa fue toda nuestra conversación.

Dejé que pasaran unos días, dejé que Becky confiara más en mí. Tenía la esperanza de que me contaría sobre su familia pronto, pero yo no era Jane, no sabía tanto de ella.

Becky tiene ese aura tan especial, todo en su presencia parece ser iluminado, como sí brillara todo el tiempo, más aún cuando ella se siente apagada.

Entonces, algo fuerte pasó.

Becky no respondió a mis llamadas un jueves de diciembre, supuse que estaba ocupada y eso me alegró, me alegró que probablemente eran cosas con la banda, algo que ella amaba con locura.

Pero me preocupé cuando el viernes tampoco lo hizo, ni el sábado, ni el domingo.

Era lunes, y cuando sentí la cama vacía otra vez, me dije a mí misma que ya no sería así. Necesitaba a Becky a mi lado, porque desde que nos conocimos siempre habíamos sido nosotras dos.

—Tal vez ya se fue, Freen.—dijo Engfa viendo cómo la volvía a llamar.

—Ella no se iría sin despedirse, ella... no es así.—me aferré cada vez más a que ella estaba bien, que ella estaba ahí, esperando por mí en su departamento.

Cuando llegué, vi la puerta entreabierta y supe entonces que ya no sería la misma persona cuando saliera.

Entré lentamente, esperando algo que sabía no iba a pasar.

Becky no estaba bien.

—¿Becky? —llamé, no recibir respuesta me dejó desconcertada, pero sobre todo, preocupada.

Entré al baño, y todo lo que alguna vez estuvo arriba, cayó tan repentinamente como un parpadeo.

Su cuerpo estaba en la bañera, traía ropa puesta que estaba algo húmeda, y en su brazo tenía inyectada una jeringa vacía. Tenía los ojos cerrados, y su cabello ya no era castaño, ahora era rubio.

—¡Becky! —grité de horror, y me acerqué a tocar su rostro como pude, toqué su pulso, estaba débil, pero estaba.—Becky, amor, ¿qué has hecho? —comencé a llorar no importándome que el agua de la bañera también me mojara a mí, que su cuerpo frío congelara parte del mío.

Llamé a urgencias tan pronto como pude, y vinieron luego de un par de minutos.

—Estará bien, ¿verdad? —pregunté a uno de los paramédicos, este me miró con lástima, y apoyó su mano sobre mi hombro.

—No sabemos cuánto tiempo lleva así, pero haremos todo lo que esté en nuestras manos.

No era la respuesta que quería, pero algo era algo.

Becky no despertó hasta cierto tiempo después, esos días me la pasé en el hospital. Yoshi venía a veces, decía que Becky era especial para él, que siempre estuvo cuando peor estaba y debía devolver el favor.

Cuando le conté a Engfa, ella casi lloró, casi, porque bien sabe lo que es perder a quien amas. Y yo comenzaba a amar a Becky, cada parte de ella. Incluso las partes ocultas que no quería mostrarme.

Los días pasaban con lentitud, Becky dormía con una cara tan serena que parecía que era su descanso después de mucho tiempo. Y me pregunté cuándo fue la última vez que ella durmió de esa forma; sin preocupaciones.

Ella despertó un 22 de diciembre mientras yo leía una revista a su lado, esperando paciente. Su primer movimiento fue estirar la mano débilmente hasta mí, y yo lloré cuando vi sus ojos más oscuros que nunca, viéndome con tanto amor, pero sobre todo, con tristeza.

—Amor....—susurré tomando su mano y poniéndola en mi mejilla, sentir su pulgar torpemente acariciándome fue algo tan pequeño que me hizo sentir cosas enormes en el corazón.

—F-Freen...—dijo ella, su voz estaba rota, supuse que debía darle agua antes de que viniera la enfermera y fue lo que hice. Con una botella y un popote se lo di. Becky no dijo más, así que me levanté para avisar que estaba despierta.

Becky había perdido un poco el sentido del habla y el control en su cuerpo, según el doctor había grandes cantidades de alcohol, cocaína y otras sustancias en su sistema el día que la encontré.

Avisé a Yoshi que había despertado, él vino con Jane y se quedaron un rato hablándole a Becky sobre que la banda estaba preocupada pero no podían volver porque tenían conciertos de navidad en otras ciudades.

No las juzgaba, no las conocía mucho más allá de las anécdotas que Becky contaba.

Un 24 de diciembre Becky dijo sus primeras frases completas.

—F-Freenky.—su voz seguía sonando rota, pero al menos ahora se entendía.

—¿Qué pasa, cielo? —me acerqué más a ella, tomando una de sus manos entre las mías. Estaba más delgada, había perdido varios kilos en tan solo unos días.

—Me iré.

—¿A dónde te vas?

—C-con... mmh, con...—ella suspiró audiblemente, supe que se sentía una idiota pero no dije nada para darle su tiempo.—La banda.

Ella quería irse lejos de mí.

—Claro, amor, no te detendré.—asentí tratando de parecer tranquila, pero la verdad es que el miedo de perder a Becky me consumía por completo, ese terror de volver a la monotonía de una vida sin ella era más doloroso que cien estacas al corazón.

Pasé navidad en ese hospital, con ella y Yoshi, le pregunté a él porqué su familia no venía, a lo que simplemente suspiró y sus hombros se pusieron tensos.

—No voy a hablarte de ello sí ella no lo ha hecho.—fue su simple respuesta.

Los días pasaban, y con ellos Becky mejoraba, pero no podía alegrarme del todo, eso significaba que su partida estaba cerca, que pronto tendría el corazón roto y un vacío en el pecho que no se llenaría de nuevo.

No quería perderla, pero tampoco quería ser egoísta, la amaba, y eso significaba que su felicidad estaba primero, siempre, incluso cuando eso la alejara de mí.

En una de esas noches donde me quedaba a dormir en el incómodo sillón, comencé a llorar de la nada. Era un llanto de esos que no hacen ruido, son tan silenciosos que ni siquiera te das cuenta de que lloras hasta que tocas tus mejillas, y estas están cubiertas por lágrimas. Lloraba porque era el final de las dos, nuestra historia de amor había terminado.

Y sí Becky era para mí, volvería.

—No llores.—escuché decir. —En serio, Freenky, ya no lo hagas.—miré hacia adelante, encontrándome con ese hermoso rostro a centímetros del mío, y lo acuné entre mis manos, tratando de comprobar de que era real.

Lo era, y eso dolía más.

—Estoy bien.—asentí aunque ella no lo había preguntado.—Becky, estaré mejor.

—Lo sé.—pasó sus manos sobre mis hombros, y los dejó ahí un segundo antes de terminar por abrazarme.—No quiero quedarme, Saro, no lo quiero.

—Amar duele, ¿sabes? —me escondí en su cuello, esperando que ese momento durase para siempre.

—Sí.—Becky comenzó a acariciar mi cabello.—Sí quieres amor, tendrás que pasar por el dolor, Freenky.

—Pero... —seguía sin salir de allí, de ese lugar tan seguro.—Sí quieres amor, tendrás que aprender a cambiar.

Todo buen momento acaba, igual que este. Así que Becky se separó de mí y me tomó de la mano hasta que ambas estuvimos recostadas sobre el colchón de la cama del hospital. Entonces me acomodé en su pecho, aferrándome a lo poco que quedaba de Becky, y comencé a cerrar los ojos lentamente.

—¿Quién dijo que yo quiero amor? —la escuché susurrar y luego me dormí.

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