⊢ 01 ⊣
Fue curioso conocerla en una habitación donde el humo de cigarrillos apenas te dejaba abrir los ojos.
—¿Nombre?
—Freen Sarocha.
Pero así fue.
—Adelante.
Habían sido hace algunas semanas, sin saber nadie con exactitud cuántas, cuando una de sus mejores amigas había caído.
No tenía que esforzarse para darse cuenta de que estaba comenzando a sonreír, tampoco tenía que pedirle abrazos pues ella sola se los daba sin mencionar una sola palabra. Freen se sentía plenamente feliz de verla avanzar en la vida. Hasta que llegó al departamento oliendo a vodka y con los ojos rojos, que no estaban así sólo por lo que haya sido que fumaba. Después te tanto tiempo volvió a verla rota, llorando y rogando a los cielos que las cosas dejen de salirle mal.
—¿Qué sucedió, Charlotte?
—Me dejó, Freen. Se fue para siempre.
El apartamento nunca había estado tan triste en Navidad a pesar de los intentos de Freen en hacerlo ver bello. El frío de la nieve era nada con el frío en el alma de Charlotte. Y Engfa no ayudaba tampoco, siempre había detestado la vida y todo lo que tuviera que ver con ella.
—Siempre te he dicho que era una perra, Charlotte.
—Cállate, idiota.
—No peleen chicas, ¡vamos a ver una película y nos vamos a reír!
Realmente detestaban compartir espacio una con la otra, pero algo decía que detestaban más no hacerlo. Siempre se veían esos pequeños detalles en ellas. Cuando Engfa dejaba el último puñado de palomitas para que Charlotte lo tomara o cuando ésta misma le compartía de su manta. Estaban enamoradas y ciegas, o tal vez lo veían pero ninguna de las dos quería iniciar algo que podía traer el caos completo. Ninguna de las dos tenía un buen historial con el amor, ninguna sabía lo que era amar y que todo saliera bien en el proceso de conocer lo que es un corazón enamorado. A pesar de las indirectas de su amiga mayor, ellas seguían pensando que era normal besarse a escondidas de ella en la terraza creyendo que no las veía. Seguían pensando que las amigas normales se miran con tanto amor.
Y para Freen estaba bien, porque para ellas estaba bien.
Pero Charlotte seguía siendo un desastre. Freen no recordaba exactamente cuántas veces se ha quedado a su lado sosteniendo su cabello mientras vomitaba todo lo que había consumido, pero habían sido muchas. Engfa también ignoraba eso, el hecho de que el amor de su vida se estaba derrumbando. La mayor de las tres aprendió que Engfa también estaba asustada, porque Charlotte lo estaba, e incluso Freen. Tenían miedo de que ese piso con más de seis años haciendo que estuvieran unidas un día pudiera volverse el más doloroso rincón del infierno. Porque era normal enamorarse, era normal pelear, era normal irse. Y ninguna quería hacerlo. La única solución era ignorar el amor, ignorar lo que estuviera pasando y seguir con la venda puesta con tal de no perder a nadie.
Cada una lo ignoraba a su manera, Freen sonreía y les deseaba un buen día cada vez que cruzaba la puerta. Engfa criticaba las malas decisiones de las personas sabiendo muy bien que la suya no era ejemplo para nadie. Charlotte bebía vodka, fumaba cigarros y salía a clubes toda la noche. No todas las personas llevamos las cosas por el buen camino. Y, aunque suene cruel, en el fondo Freen agradecía que Charlotte no hubiera encontrado otra forma de lidiar con un corazón que ama. Pues sí tan sólo se hubiera quedado en casa, sí hubiera rechazado las llamadas de sus otros amigos, no hubiera querido conocer su mundo.
—¿Para qué quieres acompañarme? —gruñó soltando el humo de su cigarro. El balcón era el único lugar donde se le permitía fumar, en el fondo su amiga creía que había hecho caso nada más por sentir que se lo debía.
—Porque hace mucho tiempo he dejado de ver a esa brillante escritora que apenas sí recordaba que podía beber algo además del café cuando trabajaba en su primer libro.
—Ahora mismo lo único que sé escribir son mensajes de texto y encima con faltas ortográficas.—había sonreído, bueno fue una mueca pero viniendo de Charlotte era un logro.—Esa escritora desapareció, Freen. No intentes buscarla.
—Por eso mismo quiero aprender de la Charlotte que tengo frente a mí. Sé que aún tienes ese toque, aún sigues siendo mi amiga. Sólo que tus gustos han cambiado.
—Mis gustos son demasiado diferentes a como lo eran en la universidad, Freen. Pasar la mañana en una cafetería y escribir cómo una mujer de belleza abstracta logró enamorar a un pobre hombre sin dinero no me da ninguna pasión.
—Pero alguna vez lo hizo, y sí te soy sincera creo que eso de la pasión no cambia. Puedes desconectarte de ello un tiempo, pero la pasión por algo jamás puede irse así como así.
—¿Así como así, dices? No lo entiendes, Freen. No puedes entender mi posición ahora porque siempre estás sonriendo, siempre estás feliz y no sabes lo que es sentir que cada día estás muriendo.
—Tú no estás muriendo, Charlotte.
—Lo estoy, Freen. Estoy muriendo.
El tono y el que haya evitado su mirada le decían a la tailandesa que su amiga hablaba enserio. Algo ocurría con ella, iba más allá de lo que alguien pudiera pensar. Preguntó dos veces, ella negó tres. Charlotte realmente la estaba pasando mal y eso era algo que ni ella misma podía controlar, le había dado la idea de visitar a un profesional, pues creyó que tenía que ver con su estado emocional.
Pero esa noche supo que no.
—Está bien, nos iremos en dos horas. Por favor, intenta no parecer... tan tú.
—¿Qué hay de malo conmigo?
—Creo que hasta mí familia en Bangkok puede ver esos calcetines amarillos que traes.
—Está bien, intentaré parecer tú.
—Eso es peor.—hasta había abierto los ojos con miedo y negó al imaginarlo.
—Bien, préstame aunque sea una de tus camisetas cortas esas. Veré sí Engfa tiene algo para combinar, intentaré hacer un maquillaje decente y estaré lista.
—¿Vas a mostrar piel, Freen? —se burló. Es cierto que no solía usar escotes o ropa muy corta pero esa noche necesitaba sentir la experiencia completa.
—Soy mayor que tú, puedo lucir bien con tu ropa. Incluso podría quedarme mejor.
—Aceptaré que estoy enamorada de Engfa antes de aceptar que algo te queda mejor a ti que a mí.
Freen sonrió para ella y continuaron hablando de las mismas cosas triviales de siempre. Le gustaba cuando estaba sobria, cuando su amiga de la universidad se asomaba entre broma y broma. Podía ser un desastre pero seguía siendo su amiga, una que podía amar toda la vida.
Cuando las dos horas se habían cumplido Freen estuvo lista frente a ella, no solía vestir de esa forma desde su adolescencia. Con tacones negros, pantalones blancos y rasgados, una blusa realmente corta y una chaqueta gris. Se veía muy sexy, había que aceptarlo. Realmente le quedaba bien pero no usaría ese atuendo repetidas veces. Prefería su jersey y pantalón de mezclilla.
—¿Cuándo le dirás a Engfa que estás enamorada de ella? —sonrió una vez más. Su amiga menor la miró varias veces inspeccionando su atuendo y por sus expresiones supo que le había gustado su forma de vestir. Pero ella jamás lo diría.
—Muy linda y todo pero no vas mejor que yo, acepta eso. Vamos.
Lo bueno de ser la mayor en el departamento era que tenían un sólo auto, y sólo Freen tenía licencia para usarlo así que Charlotte le dio la dirección del lugar y el viaje allí comenzó de inmediato. Estaba algo lejos, prácticamente al otro lado de la ciudad, así que le preguntó a su amiga sí valía la pena el viaje.
—Tenía una reservación para dos personas desde hace unos días para ver a una banda local. Quería ir con Engfa pero parece que todavía no quiere que la vean en público conmigo a solas.
—Sabes que no es así, Engfa tiene una mente diferente.
—Engfa es idiota, fin. Así que tú y yo veremos a la banda, conocí a la baterista hace unas semanas en un bar y me dio pases vip. La pasaremos genial.
—Conociste a una baterista en un bar y te dio pases gratis para su concierto, mmh.—realmente la idea no le agradaba. Había visto suficiente en la televisión como para saber que personas así no son de fiar.
—No juzgues antes de tiempo, ni siquiera sabes el género de música que tocan o el nombre.
—Bien, no juzgar. Puedo hacer eso.
¿Podía? No lo sabía, pero realmente intentó no hacerlo cuando vio la fila de personas para entrar al club. No se veían como Charlotte y ella, no. Eran más exagerados en cuanto a usar negro, cuero y maquillaje. La ropa de las mujeres parecía hecha para niñas de talla pequeña, eran tan cortas que en lo único que podía pensar era que seguramente la brisa de la noche les pasaba factura y morían de frío. Los hombres se veían más rudos, llevaban cierta cantidad de maquillaje y uñas pintadas pero todos tenían chaquetas, ¿ninguno le daría la suya a una de las chicas? Se notaba que debajo traían más ropa abrigada.
—Si, ellas tienen frío pero quieren entrar gratis al club y para eso deben seducir al que tenga la lista.—le comentó Charlotte, seguían en el auto.
—¿Y los hombres que quieren entrar gratis qué hacen?
—Entran con la chica que trajeron. La mayoría las contrata y una vez dentro no se vuelven a ver. En pocas palabras; las mujeres con poca ropa son el equivalente al dinero.
—Y querías que no juzgara.
—¿Desde cuándo es sorpresa que la mujer sea tratada como objeto? Es triste, pero así funciona la mierda en la que me gusta meterme.
—¿Tendremos que seducir a alguien? —la idea le causaba escalofríos. Entrar allí ya le provocaba sentimientos de inseguridad por saber que podía atraer miradas de personas desagradables, que tuviera que intentar gustarle a alguien a propósito era incluso peor.
—Sí hubieras querido venir cualquier otra noche lo hubiéramos hecho, tienes suerte de que conseguí el VIP. Vamos.
Bajó bastante insegura a querer entrar, Charlotte se veía dominante y se notaba desde lejos que sabía mucho más que Freen sobre las calles y sus reglas. Su mayor solamente estaba disfrazada para poder conocer el otro lado de la vida, una vida que se le hacía deprimente sí eras mujer. Vestir esa ropa tan incómoda no se le hacía atractivo, menos usar esos tacones tan finos y altos. Pero aun así, cuando veías las expresiones de esas mujeres, se veían contentas de donde estaban metidas. Incluso Charlotte se veía ¿contenta? Tampoco lo sabía. Charlotte era muy buena en esconder sus verdaderos sentimientos.
Cuando llegaron a la puerta escuchó silbidos provenientes de la fila, Charlotte le susurró que no les hiciera caso y solamente la siguiera. ¿Qué era lo atractivo de esto? ¿Por qué le gustaba meterse en sitios así? Tal vez la tristeza y dolor que su amiga traía en su corazón la hacía conformarse con cosas que realmente no eran de su gusto pero que no tenía de otra.
El chico que traía la lista era bastante alto, su camiseta negra dejaba ver sus brazos tatuados y repletos de músculos. La había intimidado la mirada que le dio a todo su cuerpo, Charlotte simplemente le mostró dos pases y les dejó entrar sin decir palabra alguna.
Freen no sólo entró a un club, no sólo entró al mundo de Charlotte. Fue el primer paso que dio para conocerla, para entrar en una historia que jamás deseó que tuviera un final.
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