Ahora que mi hermano se ha ido al instituto me siento más sola.

Mis padre están en el trabajo y yo me he hecho la enferma para poder quedarme en casa.

Me gusta quedarme sola en casa, pero sólo cuando estoy de buen humor...no así.

Estoy en mi cama comiendo una tarrina de helado de fresa con sirope de fresa a montones mientras veo por décima vez Titanic cuando mi móvil empieza a sonar, es Michael, le rechazo la llamada.

Si no es suficiente va y vuelve a llamar y le vuelvo a rechazar la llamada.

De pronto suena el timbre de mi casa, me somo a la ventana y veo a Michael...no le hago caso y vuelvo a mi cama.

No quiero hablar de ese imbecil nunca, aunque me paguen por hacerlo.

De repente oígo abrirse la puerta que da al jardín de mi casa, cosa rara porque mi hermano y mis padres entran siempre por la puerta.

Decido ir para ver lo que sucede, no antes de coger la motosierra de mi padre.

Conforme voy bajando por las escaleras veo una sombra, la sombra se va convirtiendo en una persona...como no...Michael.

- ¿Quién te dijo que entraras por la puerta del jardín?

- No quieres hablar conmigo por las buenas pues lo tendrás que hacer obligada.

- Vete de mi casa, ¡ahora!

- No, de aquí no me voy hasta que no hables conmigo.

- Eres muy cansino, ¡déjame en paz!

De pronto pone sus manos en mi cintura, atrayéndome hacia él.

- Ahora no te molesta que este aquí, ¿no?

Cuando consigue que su cuerpo y el mio estén pegados, poco a poco junta sus labios con los míos formándose un dulce y delicado beso, cosa que hizo confundirme.

El beso se empieza a tornar en un beso salvaje, como si sus labios quisieran fundirse con los míos.

- ¿Qué cojones está pasando aquí?

Mierda.