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—¿Quién dirías que es el miembro más guapo? —preguntó el presentador.
La pregunta no era para Chan, así que no importaba lo que él pensara. Era una pregunta que quizá se podía catalogar como incómoda, innecesaria, pero después de tantos años juntos todos habían aprendido a no responder cosas así de absurdas. Escuchó detrás de él como Joshua desviaba la pregunta hacia algo relacionado a su nuevo álbum y las difíciles coreografía que habían estado ensayando por meses.
Pero la vista de Chan seguía fija en Seungkwan a su lado. Hace poco se había teñido de rubio. Chan creyó que nadie podía verse mejor que Jeonghan con ese tono de cabello, pero Seungkwan simplemente había llegado un día y había cambiado por completo la percepción de Chan al respecto. Seungkwan se veía muy bien. Seungkwan siempre se veía muy bien. Si la pregunta hubiera estado dirigida a Chan, no habría dudado en responder su nombre.
Seungkwan tuvo que haber sentido su mirada en algún momento de la entrevista, así que él también miró a Chan. Y después sonrió, esa sonrisa contagiosa que también hacía a Chan sonreír, antes de que el presentador le lanzara una preguntara a él. Chan por fin salió de sus pensamientos cuando la voz de Seungkwan comenzó a contar algo acerca de Jeju y como deseaba visitar a sus padres y comer mandarinas.
—¿Cuándo tendremos vacaciones? —le preguntó a Seungcheol después de invadir su habitación y la de Mingyu. Había ropa doblada sobre la cama de Mingyu, y un tiradero del lado de Seugcheol que Chan tuvo que esquivar para llegar hasta su cama.
En sus 20 años de vida recordaba haber tenido más días libres en el preescolar que en todo lo que llevaba siendo parte de Pledis. Jamás había pensando mucho al respecto. Chan era un idol, y comprendía que por consecuencia su trabajo era exigente y el tiempo para descansar era valioso y casi imposible de conseguir.
—No estoy seguro. Podría ser después del comeback —respondió Seungcheol mientras continuaba revisando Instagram—. ¿Quieres que hable con la empresa al respecto?
—No estaría mal.
Tener tiempo para sí mismo, visitar Iksan y pasar algo de tiempo con su familia definitivamente le caería bien. Quizá incluso Seungkwan podría regresar a Jeju. Quizá Chan podría acompañarlo si así lo quisiera.
...
Chan terminaba de empacar cuando su madre entró a su habitación. Chan se apresuró a abrazarla. Habían pasado una semana juntos, él, su madre y su padre. Pero para Chan se había sentido como un instante demasiado corto.
—Quisiera poder quedarme más tiempo con ustedes —admitió, enterrando su rostro en el cuello de su mamá y haciéndole cosquillas. Ella lo alejó ligeramente para poder observar su rostro y apresar sus mejillas entre sus manos callosas.
—Has crecido mucho, corazón. Y lo estás haciendo muy bien, todo. Tu padre y yo estaremos aquí para ti siempre que quieras regresar.
Chan sintió una presión en su pecho que no sabía que tenía desvanecerse ante las palabras. Era un adulto, lo sabía, pero ahí, en su vieja habitación llena de posters de dinosaurios y Michael Jackson, se volvió a sentir un niño de 13 años decidiendo si valía la pena o no mudarse a Seúl a perseguir su sueño.
—Volveré pronto —prometió.
Su madre le besó la frente. —Estaremos esperándote —dijo. También ayudó a Chan a doblar la poca ropa que restaba por acomodar en su maleta—. Vas a ir a Jeju, ¿verdad?
Chan asintió. La empresa había acordado darles dos semanas enteras completamente libres, sin obligaciones y solo para que pudieran descansar. Chan había hecho planes para pasar con sus padres todos esos días, pero Seungkwan lo había invitado a Jeju para la última semana. Y Chan no lo había podido decir que no. ¿Cómo podría? Era Seungkwan, después de todo, y Chan amaba pasar tiempo junto a él.
—Te traeré un recuerdo —bromeó Chan, guardando el último par de pantalones que había llevado.
—Me alegro que tú y Seungkwan se lleven tan bien. Es un buen chico.
Chan no pudo evitar soltar una risa tonta ante eso. Claro que Seungkwan era un buen chico, siempre pensaba en su madre y en sus hermanas, en comprarle regalos a todos en navidad y en no dejar a nadie solo en la sala de ensayos muy tarde.
—Lo sé.
—Deberías invitarlo un día —sugirió su madre, tomando asiento en la orilla del colchón de la cama individual en la que Chan durmió toda su infancia—. Sería lindo pasar tiempo con él.
Las mejillas de Chan se tintaron de un rosa pálido ante la sugerencia, porque era un poco extraño. Invitar a Seungkwan a la casa donde vivió de pequeño se sentía raro, íntimo por algún motivo que Chan no podía comprender. Significa mostrarse por completo ante él, vulnerable. Que Seungkwan descubriera su colección de CDs y los lentes de Sol con los que Chan solía creerse una súper estrella de pequeño hacía que su estómago se revolviera en una manera que Chan no podía describir.
—Quizá algún día lo invite.
Su madre revolvió su cabello y volvió a dejarle un beso a Chan en la frente antes de salir de la habitación.
...
—Te va a encantar el mar —dijo Seungkwan, jalando su muñeca para que Chan se apresurara.
—Pero ya conozco el mar.
Chan casi se tropezó con una piedra cuando Seungkwan se detuvo abruptamente. La arena ya estaba debajo de sus pies, así que Chan imitó la acción del mayor cuando se sacó los tenis y los dejó en la orilla de la carretera.
Había llegado a Jeju hace unos días. Seungkwan lo había esperado en el aeropuerto con una sonrisa en su rostro y lo había instalado en su casa. Lo había obligado a conocer a Bookkeu, a pasar tiempo con sus dos hermanas y a mantener conversaciones incómodas con sus padres a la hora de cenar.
Chan estaba feliz de estar ahí.
—Si, pero este mar es diferente —alegó Seungkwan, liberando su muñeca solamente para sostener su mano. Chan entrelazó los dedos por costumbre, y pudo haber imaginado el sonrojo en las orejas de Seungkwan ante la acción. El Sol golpeaba sus rostros, y quizá la luz hacía que Chan no pudiera ver bien.
—¿Por qué?
—Porque es mi mar.
Chan soltó una carcajada mientras seguía a Seungkwan por la arena caliente. Se preguntó si habrían cangrejos o algo así. ¿Qué tan patético se vería si llegara a Seúl con una cicatriz causada por un cangrejo o una medusa? ¿En Jeju había medusas?
—No es tu mar.
—No, pero me entendiste. Es el mar donde crecí.
Chan no objetó al respecto. Seungkwan parecía emocionado mientras lo guiaba hasta la orilla de la playa, los mechones rebeldes de su cabello dorado se mecían con la brisa y la tela de su camisa y sus shorts se pegaba a su piel. Chan deseó haber llevado el celular para poder fotografiarlo. No era muy bueno con las fotografías y las poses, pero siempre le había parecido que Seungkwan si lo era.
—El agua nunca está fría. Y las olas chocan en silencio, así que nunca es abrumador —dijo Seungkwan.
Chan contempló su perfil sin poder evitarlo. Seungkwan miraba entretenido el mar azul, sus ojos reflejaban la luz que chocaba contra las olas y Chan pasó un mechón de cabello detrás de su oreja, exponiendo los tres lunares de Seungkwan.
—Me gusta como te queda ese color de cabello —soltó de la nada. Por algún motivo no se sintió apenado, simplemente lo había dicho porque si, porque quiso y porque era verdad.
El rostro de Seungkwan enrojeció, y Chan estaba seguro de que no lo estaba imaginando esta vez. Su corazón latió con fuerza. Seungkwan realmente estaba sonrojado, sus mejillas tintadas del color favorito de Chan y todo gracias a él. Un sentimiento abrumador se formó en su pecho ante la realización. Había hecho que Seungkwan se avergonzara de una manera tan bonita que deseó que nadie jamás lo hiciera sonrojar así.
Seungkwan desvió la mirada. Chan sonrió ante eso y soltó su mano antes de quitarse la camisa y aventarse a las olas del mar. Escuchó a Seungkwan decir algo, pero no supo descifrar lo que era mientras el agua lo envolvía con gentileza. Seungkwan tenía razón. El agua no era fría.
—¡Debiste haberme dicho que querías meterte! —le reclamó Seungkwan—. Habría traído toallas y nos habríamos puesto traje de baño, Lee Chan.
Chan trató de secar su rostro con sus manos. Seungkwan seguía en la orilla, con los ojos bien abiertos y su rostro con una mueca de indignación. Chan se apresuró a tomar sus piernas y empujarlo dentro, así que Seungkwan cayó inevitablemente junto con él.
—No me digas así.
—¿Así como? —cuestionó Seungkwan mientras reía y el agua resbalaba por su piel.
Chan lo salpicó con fuerza y Seungkwan tuvo que cerrar sus ojos para que las sales no lo irritaran.
—Lee Chan —dijo Chan.
—Pero así te llamas.
—Pero prefiero que me digas sólo Chan.
Seungkwan fingió pensarlo y Chan rodó los ojos divertido. Se preguntó qué pensarían las demás personas ahí de ellos. Quizá que eran un par de tontos. Probablemente que se resfriarían después.
—Bueno. Te diré sólo Chan si quieres —dijo Seungkwan en un tono juguetón.
Chan se abalanzó contra él entonces, lo tenía merecido por tonto, tan fuerte que ambos terminaron bajo el agua. Chan abrió los ojos, importándole poco las sales, y su piel se erizó de inmediato. Seungkwan estaba debajo de él, sus ojos cerrados y sus mejillas infladas para retener el aire.
Se veía gracioso, y Chan no pudo contenerse de picarle las mejillas para que sacara el aire. Seungkwan abrió los ojos cuando las burbujas los rodearon. No estaban en la profundidad, obviamente no lo estaban, así que había un par de rayos de Sol que traspasaban la superficie y pintaban sus rostros con figuras orgánicas y suaves. Chan mantuvo su mano en la mejilla derecha de Seungkwan, donde un arcoíris parecía haberse formado sobre su tersa piel.
Estaban demasiado cerca, tanto que si hubieran estado fuera del agua Chan estaba seguro de que sería capaz de sentir el aliento de Seungkwan sobre su rostro. Tragó con pesadez ante eso y sus ojos viajaron por un segundo un poco más arriba de la mandíbula de Seungkwan, donde sus labios hidratados y rosados estaban apretados para no respirar por error. El dedo de Chan trazó la línea sin pensarlo, y sintió a Seungkwan tensarse ante su toque.
Antes de que pudiera pensar en la extraña situación, Seungkwan colocó su mano en su pecho y la dejó ahí por un segundo que Chan sintió demasiado corto antes de empujarlo un poco. Ambos terminaron tosiendo cuando volvieron a respirar fuera del agua.
Seungkwan se mordió el labio para no soltarse a reír de nuevo, pero su intención falló estrepitosamente cuando una carcajada escapó de su boca.
Chan le aventó más agua. —Sí quiero.
—Está bien, Chan —dijo Seungkwan, suave y lento, como si saboreara cada sílaba de su nombre—. Channie.
La habitación de Seungkwan tenía las paredes claras con un par de posters de Wonder Girls pegados, una cama individual con sábanas azules y anaranjadas y una ventana con una vista que daba directo al mar. A Chan le habría gustado tener una habitación así mientras crecía.
No estaba seguro de la hora, pero la luna se asomaba tímidamente en el cielo resguardada por un par de estrellas, y la marea estaba alta, así que debía de ser algo tarde. Pero por algún motivo Chan no podía dormir.
Había cenado bien. Bookkeu había estado echado en sus piernas mientras todos estaban en la mesa y Seungkwan había tratado de que el perro no molestara mucho a Chan. Bookkeu también lo había seguido hasta la habitación de Seungkwan, en donde Chan estaba durmiendo, pero Seungkwan se había asegurado de sacarlo y dejarlo con una de sus hermanas.
Quizá Chan se sentía un poco solo. Sabía que Seungkwan se había estado quedando a dormir en el sillón por dejarle su habitación, así que decidió hacerle compañía (sin que él lo notara, por supuesto). Quería ver el rostro calmado de Seungkwan, sus ojos cerrados y descubrir la extraña posición en la que estaba durmiendo esa noche.
Sin embargo, cuando abrió la puerta de la habitación Seungkwan ya lo esperaba al otro lado, con el puño en alto como si hubiera estado a punto de tocar.
—Hola —murmuró Seungkwan. Su cabello estaba desordenado y llevaba pantuflas de conejito.
—Hola —le regresó el saludo Chan.
—¿No podías dormir? —Chan negó—. Yo tampoco.
Seungkwan entró a la habitación después de eso. No era como si necesitara el permiso de Chan de cualquier modo, era su habitación después de todo.
—Te traje un vaso de agua —le dijo Seungkwan en cuando se acomodó sobre el colchón.
Chan tomó el vaso y le dio un trago antes de volver a dejar el vaso en la mesita de noche. Se sentó junto a Seungkwan al mismo tiempo que Seungkwan tomó un trago de la misma agua también. Chan sintió su estómago burbujear al notar que Seungkwan había bebido justo del mismo lugar donde Chan había posado sus labios antes.
—¿Vas a dormir aquí?
—¿Puedo?
Chan sintió que su respiración se cortaba. Por supuesto que Seungkwan podía dormir con él.
—Si quieres.
Seungkwan sonrió y se metió en las sábanas. —Sabes que sí quiero.
Chan se acomodó a un lado de Seungkwan como pudo. Era una cama pequeña, y ellos ya eran adultos, así que lograr encontrar una buena distribución del espacio era algo complicado. Pudo haber elegido darle la espalda a Seungkwan, pero Chan prefirió quedar de frente. Seungkwan ya tenía los ojos cerrados a pesar de no dormir, y estaban tan juntos que Chan podía contar cada una de sus pestañas si así lo quisiera.
Su corazón latía un poco rápido. Se preguntó si Seungkwan sería capaz de escucharlo.
—¿Podemos regresar al mar mañana?
Seungkwan sonrió. Chan extendió su brazo hasta que su mano quedó sobre la mejilla de Seungkwan y su corazón latió aún más rápido. Le gustaba estar ahí, en Jeju, con Seungkwan.
—Claro. Llevaremos traje de baño esta vez —le aseguró Seungkwan en un suspiro.
Chan sintió cuando la respiración contraria se estabilizó de a poco. No se durmió hasta que supo que Seungkwan ya lo había hecho.
...
Jeonghan estaba en la cocina cuando Chan entró. Chan había comprado un pequeño pastel individual el día anterior, pero no había tenido la oportunidad de dárselo a Seungkwan en todo el día porque había estado fuera grabando un danceology para el canal de Youtube. Se sentía un mal amigo por no haber estado junto a Seungkwan por su cumpleaños, pero el mundo no se iba a acabar porque no pasarán un día juntos.
Jeonghan sonrió cuando Chan sacó el pastel del refrigerador. Tenía un osito dibujado en el centro y sus mejillas tenían dos corazones de chantilly rojo.
—No sé cómo pude pensar alguna vez que a Seungkwan le gustaba Hansol —dijo Jeonghan después de darle un trago a su cerveza.
Chan lo miró. Ya era algo tarde, así que Jeonghan ya llevaba la pijama puesta y tenía su cabello, que crecía cada día más, sujetado por una liga elástica.
—¿Qué? —cuestionó Chan genuinamente confundido. ¿A qué venía el repentino comentario?
—¿Cómo que "qué"?
Chan alzó una de sus cejas, pero continuó con su tarea de colocar el pastel en un plato y poner una velita junto a la carita del oso.
—¿Por qué dices eso de la nada?
Jeonghan ladeó la cabeza observando los cuidadosos movimientos de las manos de Chan. —Porque nunca me equivoco. Pero me equivoqué en eso.
Chan recordaba aún la conversación que tuvo con Seungkwan aquel día. Seungkwan le había dicho que no le gustaba nadie, Hansol incluido por defecto ahí, y Chan había decidido creerle. Seungkwan no tenía motivos para mentirle. Y Chan había terminado por dejar el asunto en el pasado.
—No creo que a Seungkwan le guste nadie —comentó Chan. Limpió sus manos con una servilleta después de que el pastel quedó listo.
—¿Crees?
Chan asintió con seguridad. —Sí. Creo que si alguien le gustara me lo habría dicho. No somos mejores amigos, pero... —Chan dejó la oración sin terminar flotando en el aire. Ni siquiera estaba seguro de lo que iba decir. "Pero," ¿pero qué?
Jeonghan formó media sonrisa en su rostro y dejó la botella de cerveza sobre la isla de la cocina. —Me gustaría entenderlos un poco —dijo.
Chan juntó sus cejas por inercia, tan confundido como la primera vez que utilizó el transporte público por sí mismo.
—¿A quienes?
—A ustedes.
Chan hizo una mueca. —¿Y por qué no nos entiendes?
—Porque nunca me he enamorado.
El aire que entró a los pulmones de Chan lo hizo suspirar. Habría jurado que Jeonghan estaba borracho, porque parecía decir cosas sin sentido. Pero la verdad era que Jeonghan se veía bastante sobrio, y la botella de cerveza en la isla estaba medio llena aún.
—No entiendo —admitió Chan.
El rostro de Jeonghan se torció un poco, como si el que estuviera en una situación que no comprendía fuera él y no Chan.
—Ya sabes —dijo—. Seungkwan y tú.
—¿Nosotros qué?
La boca de Jeonghan se entreabrió ligeramente ante la pregunta. —Oh, Chan. —Su tono de voz era bajo, casi débil. Algo en la manera en la que habló se sentía melancólico para Chan.
—¿Qué? —insistió en saber.
Jeonghan le revolvió el cabello ligeramente, un gesto que hizo que Chan recordara a su madre. Su pecho se oprimió ligeramente ante el desconcierto.
—Jeonghan —lo llamó, su voz estaba teñida por la ignorancia e incertidumbre—, no entiendo.
—El amor es complicado, Chan —suspiró Jeonghan. Después saco un encendedor de uno de los cajones y prendió la vela del pastel para seguidamente salir de la cocina.
Chan sintió que su estómago se revolvió. ¿Qué tenía que ver el amor con él y Seungkwan? Si, era obvio que Chan amaba a Seungkwan y que Seungkwan amaba a Chan; eran miembros del mismo equipo después de todo, prácticamente habían crecido juntos. Y Chan amaba tanto a Seungkwan como a cualquier otro integrante de Seventeen. Quizá un poco y solo un poco más a Seungkwan. ¿Seungkwan también amaría un poco más a Chan? Sus mejillas ardieron ante el pensamiento y sintió su pulso acelerarse estrepitosamente, tanto que incluso le dolió un poco.
Miró el pastel en la isla de la cocina y sostuvo el plato entre sus manos mientras entraba a la habitación que Seungkwan compartía con Jeonghan.
Seungkwan estaba revisando su celular, pero lo dejó de lado de inmediato cuando sus ojos encontraron a Chan. La sonrisa que se formó en sus labios hizo que Chan riera.
—Feliz cumpleaños.
Chan casi perdió el equilibrio cuando Seungkwan se abalanzó contra él y le arrebató el pastel para soplarle a la vela.
—Se supone que te tenía que cantar Feliz cumpleaños para que pidieras un deseo antes de apagar la vela —se quejó Chan.
Seungkwan lo empujó junto a él en su cama antes de abrazarlo. Chan se sintió cálido, seguro. Los brazos de Seungkwan probablemente eran su lugar favorito en el mundo.
—Mi deseó ya se cumplió —le dijo Seungkwan y después besó su mejilla. Seungkwan nunca le había besado la mejilla—. Gracias, Channie.
Un revoloteó se instaló en el estómago de Chan ante la forma tan dulce en la que Seungkwan lo llamó. Su corazón dejó de latir con violencia y comenzó a sentir que algo dentro de él se tranquilizaba, ahí, junto a Seungkwan.
Y, oh. Chan lo entendió. Jeonghan tenía razón, el amor definitivamente debía de ser algo muy complicado. ¿Cómo no lo había notado antes?
La colonia de Seungkwan era su aroma favorito, sus ojos estrellas que Chan estaba dispuesto a seguir hasta el fin del mundo. Cruzar toda la extensión del mar jamás sería lo suficientemente tardado como para que Chan tuviera tiempo para poder expresar en palabras todo lo que sentía cada que Seungkwan le sonreía y sus mejillas se sonrojaban.
Seungkwan lo era todo— todo, y de pronto Chan realmente lo comprendió, el por qué su piel ardía cuando Seungkwan lo tocaba, por qué su corazón palpitaba más rápido ante su presencia y por qué no podía evitar que sus mejillas se tintaran de carmín ante palabras tiernas.
Estaba enamorado de Seungkwan.
...
Chan tenía 21 años cuando decidió que no podía esconder sus sentimientos para siempre como un cobarde.
Era un poco extraño— abrumador. Estar enamorado era todo lo que Chan imaginó de pequeño. Era cálido y amarillo y rosado. Era como comer algodón de azúcar en su feria favorita de Iksan mientras sonreía para las fotos que sus padres tomaban de él. Era una palmadita reconfortante en la espalda después de un día largo de trabajo. Era como las canciones de amor que su mamá solía cantarle de pequeño. Pero también era frío y azul y marrón. Era como una tormenta cayendo sobre él después de haber olvidado un paraguas. Era como la peor nota que había sacado en el examen más difícil. Era como Seungkwan susurrándole a la luna mientras Chan admiraba su perfil.
—¿Cómo describirías el amor?
Seungkwan no lo miró, permaneció observando fijamente el techo blanco del estudio mientras su cabeza descansaba sobre el regazo de Chan.
Chan trató de no desviar su vista hasta el rostro contrario, tan delicado y bonito como un retoño floreciendo. El fotógrafo había dicho que volvería pronto y les había pedido que no se movieran, que mantuvieran la pose mientras trataba de conseguir un flash que en verdad funcionara. No había más miembros en esa sesión de fotos, y el personal parecía no estar muy interesado en ellos en ese momento.
—Hmm. No sé —admitió Seungkwan—. ¿Por qué?
—¿No puedo preguntar?
Seungkwan sonrió y parpadeó lento, probablemente cansado de ver tantas luces y destellos blancos.
—Supongo que si puedes. Pero es una pregunta extraña.
—¿Por qué es extraña?
—Porque el amor es extraño.
Chan alzó una ceja y cubrió los ojos de Seungkwan con la palma de su mano para que las luces dejaran de lastimarlo. —Dijiste que no sabías cómo describirlo.
—Mentí —bromeó Seungkwan.
—¿Alguna vez te has enamorado?
El fotógrafo regresó con una sonrisa antes de que Seungkwan contestara. De cualquier modo, Chan no lo había notado con ninguna intención de responder, si tenía que ser sincero. Destapó los ojos de Seungkwan y ambos le sonrieron a la cámara cuando esta los apuntó.
La puerta de la azotea se abrió cuando Chan le dio el último trago a su cerveza. No tuvo que voltear para saber que Seungkwan se acercaba a él, lento y con pasos silenciosos.
—Hace frío —se quejó en cuanto se sentó en el piso junto a Chan y dejó su cabeza caer sobre su hombro.
—Es invierno. —Chan tomó una de las manos heladas de Seungkwan, y la metió junto a la suya en el bolsillo de su chaqueta para darle calor. Seungkwan entrelazó sus dedos y Chan sintió algo cálido retumbar en su interior.
Permanecieron en silencio por un buen rato. Había algunos copos de nieve cayendo sobre ellos y Chan deseó por un segundo que Seungkwan no lo hubiera seguido. ¿Qué haría si se terminaba por resfriar? Chan odiaba ver a Seungkwan enfermo, se ponía pálido y a veces le daba fiebre tan alta que terminaba en el hospital y Chan se tenía que quedar a cuidarlo todas las noches.
Se quitó la bufanda que llevaba con su mano libre y se la enredó a Seungkwan en el cuello. Seungkwan se acurrucó en la tela y soltó vaho cuando abrió su boca.
—Si me he enamorado —dijo Seungkwan.
Chan tardó un segundo en procesarlo. Quizá Seungkwan se había enamorado de Hansol cuando eran más jóvenes, cuando Jeonghan creía que a Seungkwan definitivamente le gustaba Hansol. Si lo pensaba bien tenía sentido para Chan. Su pecho le dolió un poco y evitó a toda costa la mirada de Seungkwan sobre él después de que alzó su cabeza de su hombro.
—¿De quién? —preguntó cómo si no supiera ya la respuesta.
Pero Seungkwan no respondió. Chan mantuvo su vista fija en las estrellas, su mente concentrada en la sensación de los copos de nieve cayendo sobre su rostro. No quería voltear aún. No quería encarar a Seungkwan para afrontar la verdad.
Estaba enamorado de Seungkwan. Y Seungkwan no lo estaba de él.
—¿Tú te has enamorado?
Chan le devolvió a Seungkwan la misma respuesta silenciosa. Quizá, si Seungkwan lo conocía lo suficientemente bien, si lo podía seguir leyendo tan bien como antes, lo notaría. El desbordante amor que Chan sentía por él, todo lo que Chan estaba dispuesto a hacer por él y para él— para Seungkwan.
Sintió el pulgar de Seungkwan acariciar el dorso de su mano aún dentro del bolsillo de su chaqueta y por fin perdió la batalla y lo miró. El rostro de Seungkwan estaba rojo por el frío, la bufanda que Chan le había puesto cubría al menos la mitad de su mandíbula, pero de alguna forma las comisuras de su boca estaban alzadas a través de todo.
—Solo me he enamorado una vez —admitió Seungkwan.
Chan sintió el aire atorarse en su garganta. —¿Y qué pasó después? ¿Qué hiciste?
—Nada, porque no sabía que estaba enamorado —dijo Seungkwan, en una voz risueña que hizo desear a Chan poder escucharlo para toda la vida—. Pero el amor es una sensación extraña. Como una montaña rusa que no sabía que me podía gustar.
—Yo también me enamoré una vez —por fin soltó Chan, reuniendo todo el valor que no había tenido en toda su vida.
Seungkwan pareció interesado en la información, se inclinó hacia Chan ligeramente y Chan contuvo el aliento.
—¿Y qué pasó después? —Seungkwan imitó la pregunta de Chan.
—Aún no lo sé.
Seungkwan entreabrió la boca, confundido. Chan no pudo evitar mirar sus labios, partidos y morados por el frío y tan perfectos como todo lo que Seungkwan tenía.
—¿Por qué no lo sabes? —cuestionó Seungkwan en un tono bajo.
Estaban demasiado cerca. Chan sacó la mano de su bolsillo y ocupó sus dos palmas para sostener las mejillas redondas de Seungkwan. Sintió que se congeló un segundo cuando Seungkwan suspiró sobre su boca.
—¿Puedo besarte?
Seungkwan también movió sus manos, las situó en los muslos de Chan y su pulso fue tan fuerte que Chan pudo sentir las venas de sus manos latir incluso a través de la tela de sus pantalones.
—Si quieres —murmuró Seungkwan.
Chan soltó todo el aire que no sabía qué estaba reteniendo. Cerró sus ojos cuando sintió la calidez de los labios de Seungkwan rozar los suyos. —Sí quiero.
Y cortó los pocos milímetros que los separaban. Y fue perfecto. Seungkwan era todo lo que Chan había querido en su vida, todo lo que había deseado sin saberlo. Era todas las noches en vela mirando las estrellas, los amaneceres en el mar, las hojas cayendo en otoño y coloreando las carreteras por las que Chan pasaba para regresar a casa.
Sintió a Seungkwan aferrarse a sus muslos y sus manos apretaron su rostro, tratando de que jamás se alejara, de que permaneciera junto a él para siempre.
Trató de no asfixiarse en la sensación tan abrumadora, pero Seungkwan fue el primero en separarse, con la respiración agitada y los ojos brillosos. Chan trató de hablar para poder entender lo que había pasado cuando Seungkwan volvió a besarlo, jugando con los pequeños cabellos en su nuca y pegándose al cuerpo de Chan.
Chan abrazó la cintura de Seungkwan y no pudo evitar sonreír cuando sintió la sonrisa de Seungkwan golpear contra sus labios de una manera tan dulce como los caramelos de San Valentín.
Volvieron a detenerse cuando la botella de cerveza se derramó junto a ellos después de que la empujaran sin notarlo. Chan sentía sus orejas hervir y su corazón latir con tanta fuerza que se preguntó si podría romper sus costillas.
—Creo que me enamoré de ti la primera vez que te vi —se atrevió a decir Chan—. Tenía 13 años, y creo que no me imaginé lo mucho que te iba a llegar a amar.
Seungkwan se mordió el labio con la misma sonrisa tonta en su rostro, una sonrisa sincera, enamorada. Quizá, después de todo, Seungkwan si lo amaba tanto como Chan l o amaba a él.
—Yo sí lo supe. Supe el momento exacto en el que me enamoré de ti. Creo que tenías 18 años y yo había salido a comprar paletas para todos los miembros por San Valentín. Recordé que te gustaba la cereza, así que compré una paleta de cereza solo para ti. Y en todo el camino hacia los dormitorios no pude dejar de pensar en ti.
Chan sintió que iba a soltarse a llorar.
—¿Lo supiste ahí?
Seungkwan asintió. Sus manos trazaron los caminos húmedos que se habían formado en las mejillas de Chan. —Sí.
Chan sorbió su nariz. Debía de verse horrible, pero Seungkwan lo seguía mirando como si fuera precioso. La calidez de su pecho se extendió como un incendio forestal.
—Honestamente creí que te gustaba Hansol —admitió Chan.
Seungkwan soltó una carcajada que seguramente incluso los miembros en sus habitación pudieron escuchar.
—Hansol es mi mejor amigo —le recordó Seungkwan, y Chan de pronto volvió a sentirse triste. Como el pequeño que le había recordado a Seungkwan que él también tenía un mejor amigo mientras se moría de celos por dentro—. Pero tú probablemente eres el amor de mi vida. Eres mi favorito, Lee Chan. Siempre lo has sido.
Oh. Así que era eso. Chan sintió que se desvanecería como un montículo de polvo en una ventisca demasiado fuerte. Sorbió su nariz y enterró su rostro en la curvatura del cuello de Seungkwan. Y Seungkwan no lo alejó, a pesar de que Chan estaba llenándolo de lágrimas y de mocos y era definitivamente asqueroso. Seungkwan colocó su mano en su espalda y formó círculos en su piel, tarareando las canciones favoritas de Chan hasta que las lágrimas se evaporaron y la luna les sonrió.
...
La mamá de Chan los recibió en la entrada de la casa cuando llegaron a Iksan. Abrazó a Chan tan fuerte que Chan sintió que moriría. Después ella también tomó a Seungkwan entre sus brazos, pero Seungkwan rió quedito antes de devolverle el abrazo con cariño y mandarle una mirada feliz a Chan.
...
—Se tardaron lo suyo —dijo Minghao con una sonrisa.
El rostro de Chan se tiñó de carmín, tan repentino que sintió sus mejillas arder violentamente. Seungkwan le apretó la mano y su pulgar comenzó a acariciar la piel del dorso de Chan.
—Honestamente yo creí que jamás lo notarían —mencionó Jeonghan mientras se acomodaba a un costado de Seungcheol.
Estaban todos juntos reunidos en la sala, viendo películas de Tim Burton y comiendo palomitas de sabores extravagantes por sugerencia de Hansol y Seokmin.
—Me alegro de que lo hayan descubierto —dijo Hansol, y Chan no pudo evitar mirarlo. Estaba sonriendo, sincero. Se preguntó si realmente a Seungkwan le habría gustado, pero el sentimiento ahogado que solía sentir ante el pensamiento se convirtió en una marea calmada. Hansol era un gran amigo, y Chan no podría odiarlo jamás. A nadie, en realidad.
—Seungkwan quería contarlo en una ocasión especial. —Chan observó a Seungkwan al decir eso, peinó un poco su cabello y le dejó un beso en la mejilla. Pudo ver de reojo a Jihoon haciendo una mueca graciosa ante la acción.
—¿Está es una ocasión especial? —preguntó Mingyu. Wonwoo estaba recargado en uno de sus hombros y Jun en el otro.
—Estar con ustedes siempre es una ocasión especial —aseguró Seungkwan.
Chan sonrió cuando Joshua soltó una risa silenciosa y Soonyoung abrió la boca conmovido.
—Les sienta bien —les dijo Seungcheol, algo parecido al orgullo pintado en su rostro—. Se ven bien juntos.
Chan sintió que sus ojos realmente podrían estar brillando. —¿Y cómo nos vemos?
Seungcheol dejó que media sonrisa asomara entre sus labios. Suspiró y los miró a ambos, juntos, como siempre estaban, como siempre habían estado destinados.
—Felices.
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