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CAPÍTULO 9

°PORQUE NO DUERMO EN ABSOLUTO SIN TI PRESIONADO CONTRA MÍ, ME CONFORMO CON LLAMADAS A LARGA DISTANCIA, ESTOY PERDIDO EN CONVERSACIONES DE ALMOHADAS VACÍAS DE NUEVO°

Era el primer día de escuela, la gente corría y mientras los antiguos alumnos ya se ubicaban unos a otros los nuevos estaban perdidos y desubicados. Sin saber qué hacer, sin saber a dónde ir. Había excepciones, como Tom Sykes, que corría con la suerte de tener un hermano mayor que ya ubicaba todos los salones, aquello debía servir de algo y vaya que era de gran ayuda al momento de iniciar la semana en el laboratorio dos de biología en el segundo piso del edificio B.

Oliver se había ofrecido a llevarlo, después de todas las peleas siempre trataría de hacer lo mejor hacía su hermanito, incluso sí ello significaba ir a dejarlo hasta su salón.

Al llegar al pasillo de laboratorios, empezó a buscar el salón correcto, llegando a la penúltima puerta antes de llegar a chocar contra la pared, y se acordó de todo su año pasado. Dejo a Tom en la puerta no sin antes decirle

— No te metas en más problemas que yo y nada de comprar drogas a extraños, para eso estoy yo. – su hermano se rió de comentario más tonto que pudo darle pero era más una risa nerviosa – ¡Hey! ¿Quisieras que me quedara contigo esta clase?

Oliver sabía lo duro que podía ser el primer día, sin nadie con quien hablar o siquiera saber en dónde sentarte. Al menos con el mayor en la clase podría ser de ayuda para no sentirse tan solitario.

La cosa era que los asientos eran en parejas pero absolutamente todos ya estaban ocupados por al menos una persona, así que era imposible encontrar un lugar en donde se sentaran juntos, lo último que quedaba era sentarse uno detrás del otro. Y así fue, Oliver termino en la última mesa junto al pasillo de en medio, dado que el asiento continuo ya estaba ocupado por un pelinegro que miraba por la ventana y con sus dedos seguía un ritmo imaginario pegando en la mesa. Mientras Tom había tomado el asiento del frente, en caso de que las cosas saliesen mal, él tendría a su hermano.

El plan principal era sólo entrar a la clase y dibujar cualquier cosa en su cuaderno mientras su hermano se acostumbraba, pero el chico de a lado llamo su atención, con toda su facha de niño bueno y el temblor en su pierna. Él parecía más nervioso y asustado que cualquiera.

Oliver toco su hombro con la intención de saludar y presentarse. Sí iba a ayudar a los de primero con sus temores, debía hacerlo bien.

El chico en cuestión se asusto tanto por el repentino toque que casi pierde el equilibrio y cae de la silla, pero gracias al agarre de Oliver en la cintura del más pequeño sólo fue el brinco repentino.

El mayor de los Sykes pudo ver el rostro del menor y quedo al instante aturdido, ahora parecía que él era el próximo a caer de la silla. Los ojos del más pequeño eran azules y profundos y bañados en un mar de miedo interminable. Casi pareciendo que fuera a quebrarse por la más ligera brisa.

Se veía indefenso y tan asustado. Estaba tenso al sentir el agarre de su cuerpo, y en cuanto sus ojos fueron al rostro de Oliver todo cambio, dejo de estar pálido y en su lugar un bonito rojo carmín pinto sus mejillas, pareciéndose a un jitomate. Lo cual al mayor no pudo parecerle más que adorable.

Él veía a este chico, pequeño y quieto, asombrado e inquieto y quiso saber su nombre.

— Disculpa, no quise asustarte. Sólo quería saber tu nombre – menciono rápidamente el castaño, separándose lentamente del menor

— No te preocupes, soy And.. Andrew Biersack – su voz temblaba y a pesar de ser profunda, sonaba dulce y susurrante, como sí tuviera miedo a que alguien más lo oyera.

— Yo soy Oliver Sykes del grupo 509 – era curioso que dijera en que grupo iba, porque por algo iban en el mismo salón, hasta que particularmente Andy le puso atención a la primera cifra ¿El número 500?

— ¿509? ¿Entonces esta no es la clase del grupo 423? – el pelinegro estaba a nada de tomar sus cosas y correr a buscar su verdadero salón, hasta que lo tomaron del brazo obligándolo a permanecer en su lugar.

— Esta es tu clase, hoy me he metido de contrabando. Mi hermano – hablo señalando rápido al chico sentado al frente – me ha pedido compañía.

— Tal vez quieras sentarte con él entonces. – dijo Biersack, de nueva cuenta a punto de levantarse. Sykes sabía que debía aceptar pero al ver al contrario cambio de parecer casi inmediatamente. Por alguna razón, sabía que ese era su lugar. Estar ese día en aquella banca, era su destino, parecía inevitable y perfecto. El momento adecuado.

— Para nada, creo que ya no me necesita – y era cierto ya que el menor de los Sykes ya estaba hablando amigablemente con el chico a su lado. De hecho, se sentía ya lo suficientemente capaz de seguir solo desde ese momento, incluso para volver y decirle a su hermano que podía irse ahora que seguían sin profesor. Pero al voltear lo encontró con los ojos brillando, como sí de verdad acabara de encontrar a la octava maravilla del mundo. Pensó para sus propios adentros que jamás había visto a su hermano así y también que era la peor compañía por prácticamente dejarlo solo cuando prometió que se metería a la clase por él.

Afuera en los pasillos un montón de chicos iban y venían, entrando y saliendo de clases, platicando de temas bordes y absurdos. Mientras que dentro de un laboratorio específico en el segundo piso del edificio B, un par de corazones bombeaban imparables. Corriendo una maratón, sólo por mirar otros ojos. Los ojos más hermosos del mundo.

*************************

Cuando Oliver Sykes llego corriendo y gritando el nombre de Andy Biersack al hospital local de las Vegas Nevada, fue obvio que le prohibieran el paso, hasta que Ronnie Radke fue a explicar la situación.

No lo dejaron pasar, pues Andy estaba en cuidados intensivos y sólo permitían una visita la cual había sido cubierta por su amigo. Andy parecía estar en un punto sin regreso, lo pálido de su piel, sus huesos marcados, las manchas debajo de sus ojos, las múltiples heridas en sí mismo e incluso lo dijeron los cortes en sus muñecas. Todo parecía gritar que para Andy Biersack ya no había boleto de regreso.

Sí lograba pasar la noche sería un milagro y una fuerza de voluntad enorme.

Oliver sin embargo no se veía mejor. En cuando le tendieron un anillo de compromiso conocido, se rompió a llorar. Escucho atentamente todo lo que no pudo oír de los propios labios de su prometido y las lágrimas no se detuvieron, siguieron más fuertes, más imparables, no podía controlarlas.

Su vida se había salido de control. Paso de estar en la cima del mundo con la persona a la que amaba a estar completamente hundido y solo.

Olvido lo frágil e indefenso que era Andy. Olvido lo buen mentiroso que es cuando de esconder sus sentimientos se trataba, olvido lo fácil que era para él romperse, olvido amarlo, olvido su promesa de cuidarlo para siempre, olvido todo la crueldad del mundo.

Quiso morir, quiso tomar el lugar de Andy y que el menor dejara de sentir dolor. Quiso echar el tiempo atrás y que nada le hiciera daño al gran amor de su vida, quiso no gritar las palabras que grito aquella mañana, quiso hacer tantas cosas; así como quería que nada le pasara a su prometido, y que al final termino pasando. Dios sabía que ese chico ya había sufrido demasiado ¿Qué problema tenía Dios con él? ¿Qué mal podría haber hecho alguien como Andrew Biersack a otra persona? ¿Por qué no podía ser feliz y ya?

Verlo al día siguiente no fue mejor para su salud mental, Andy parecía muerto en vida.

Muerte.

Era una palabra que no podía escuchar porque de inmediato se ponía a llorar como sí su vida se fuera en ello. Oliver ya no quería ver a su chico así, recostado en la cama, pálido, con los labios secos y partidos, con las clavículas marcadas, con la piel pegada a los huesos, con su cabello reseco, con sus ojos cerrados.

Se encargo de colocar de nueva cuenta el anillo de compromiso en su dedo. Y beso suavemente sus nudillos una y otra vez. A pesar de todo, ese anillo era hecho para estar en el dedo del pelinegro.

Esta era la verdad, nada iba a ser como antes. Nada.

Para cuando Andrew Biersack abrió los ojos, lo primero que hizo fue preguntar por su amigo. Habría preguntado por Oliver, incluso lo balbuceo al principio, pero era claro que el castaño no tenía nada que hacer ahí. Lo había soñado muchas veces en el tiempo que paso dormido, pero más que nada lo había sentido ahí, compartiendo la misma habitación. Había soñado que le cantaba y le hablaba dulcemente al oído pidiéndole que despertará, o tal vez sólo habían sido recuerdos.

Ronnie entro a la habitación del menor y le pregunto cómo se sentía. Andy se sentía terrible por haber hecho al mayor pasar un momentos tan duro como lo fue encontrarlo tirado y desangrándose en el piso de su baño.

Él sólo quería terminar con las voces en su cabeza. Aún se sentía cansado y su cuerpo aún pesaba. Pero nada como aquella noche.

— Andy... Hay alguien que quiere verte – al principio el pelinegro creyó que se trataba de sus padres, pero sus ojos se agrandaron cuando observaron a su... ¿Ex prometido? Abrir la puerta.

— Te dije que esperaras afuera – regaño Ronnie.

— Perdón, en verdad necesitaba verlo. – Andy también quería verlo, inconscientemente lo estaba esperando y ahora que lo hacía, no quería hacer más que llorar, llorar hasta el cansancio, quedarse dormido llorando y despertar sin sentir nada de dolor en el pecho.

El menor quería levantarse y abrazarlo, pero en su lugar le grito lo último que en verdad quería decir.

— ¡Sal de aquí! ¡Largo! – Andy jamás pensó en decirle algo así a Oliver, menos gritarle. Pero en su interior sentía que Oliver volvería a lastimarlo. Tal vez él debería de desquitarse y alejar a otro tipo de personas, personas que realmente le hicieron daño, pero ningún estaba cerca, excepto Oliver y por ello su mente hizo lo mejor para evitar el dolor de su corazón roto.

Para desgracia de Oliver, él también lo había lastimado, incluso de una manera más cruel que los demás.

El castaño quiso acercarse, incluso cuando Andy ya le había gritado que se fuera, sólo quería decirle cuanto lo sentía, pero antes de que incluso pudiera llegar al borde de la cama el menor ya se había puesto a llorar desconsoladamente, echándose hacía atrás, empujando sus rodillas a su pecho tratando de alejarse lo más posible de Oliver y aquello rompió al mayor más de lo que podía demostrar en ese momento.

Andy no quería hacerlo, era lo último que haría, pero ahí estaba, gritándole a Oliver que no quería volver a verlo.

Ronnie tuvo que sacar al castaño a la fuerza y una vez fuera, Oliver cayo de rodillas al suelo llorando y pidiendo perdón.

Un grupo de enfermeras y doctores entro para calmar a Biersack y evitar que tuviera otro ataque.

Oliver estuvo en la sala de espera todo el tiempo, había ido a casa de Radke a bañarse un par de veces pero fuera de ello nada más, había estado ahí día y noche esperando noticias del pelinegro. Esperando que por fin pudieran hablar, la culpa y el dolor consumían a Sykes lentamente y pero debía entender que ni siquiera su dolor era comparado con lo que Andy traía encima. Dentro de la habitación, era una historia completamente distinta, Andy no paraba de quedarse perdido observando las blancas paredes, de vez en cuando soltaba lágrimas pero ya era al punto de quiebre. Aun así su doctor a cargo hablo con él.

— ¿Andrew? – llamo el doctor. A veces conseguir la atención del menor era complicado y requería de ser llamado varias veces para obtener la atención de sus ojos azules.

—¿Si?

Ronnie estaba a su lado, su amigo se había vuelto inseparable y de alguna extraña manera, Radke se había sentido culpable, ellos pudieron mantener el contacto, Dios el sabía lo solo y abandonado que estaba el chico ¿Por qué incluso él se había atrevido a abandonarlo también?

—Andy, tengo que recomendarte obligatoriamente tu ingreso al centro de rehabilitación. No puedo obligarte, ya que eres mayor, pero es mi deber, como médico, decirte que lo mejor para ti es pasar un tiempo –a Andy ya le había hablado de ello y aunque no era precisamente en donde planeaba pasar la noche, era lo mejor. Pero había otro problema

— Yo sé que es lo mejor para mí, pero... No tengo diner... – antes de que incluso pudiera terminar de hablar Ronnie ya le había dado un golpe en la cabeza.

— Oye deja de preocuparte por eso, yo te ayudaré.

—Ya has echo demasiado por mí, no podría pedirte que me ayudes también con esto.

—No tienes que pedirlo niño tonto, lo haré y punto.

Los papeles fueron firmados y al día siguiente Andy saldría del hospital para ir directamente al centro. Cuando la habitación quedo en silencio sólo con Andy adentro, sintió un metal poner fría la piel de su mano y por primera vez desde que despertó sintió un peso extra. Su anillo de compromiso.

Sabía de antemano que el castaño seguía afuera y que de alguna forma ellos tendrían que hablar en algún momento así que llamo a su amigo y le pidió que dejara entrar a Oliver. Su capítulo tenía que cerrar.

Oliver ya sabía el paradero de Andy al salir del hospital y le dijo a Ronnie que esperará cada mes un depósito de dinero para poder pagar la estadía de Andy en aquel centro. Ya sabía que no regresaría a casa y aún así se iba a atrever a preguntar.

— Hola, ¿Cómo te sientes?

Ahora que estaba más calmado Andy fácilmente pudo sonreír para Oliver.

— Hola, yo... En realidad ya me siento bien, aún tengo muchas cosas que hacer para realmente estar bien, pero supongo que iré lento para no dar pasos hacía atrás –y ahí quedo, después de eso el silencio gobernó en todo el lugar. – perdón por lo de antes. Yo no quería gritarte de esa manera, no era lo correcto y no quise tratarte así. Perdón.

— Lo último que debes pedirme es perdón. Yo soy el que te debe una disculpa. Te trate terrible y no hay perdón para lo que te dije – era tiempo de hacer las preguntas finales– ¿Vas a volver a casa?

La voz de castaño sonó rota y temió que Andy se diera cuenta, se supone que él era el fuerte, el inquebrantable, el que iba a aguantar todo lo que Andy no pudiera. Y ahora estaba roto.

— No, lo siento – Andy tenía que dejar de disculparse, porque después de todo, no había forma en la que él pudiera ser culpable.

— Te amo – había querido evitar decir aquello, porque sabía que de alguna manera lastimaría al menor, pero no podía evitarlo. Él realmente amaba a Andy, no existía parte de Oliver que no amara al pequeño de ojos azules. No había parte de Oliver que no necesitara a Andy. Y ese era el problema, el único que necesitaba de alguien más, era Oliver.

— Oli... – no se le dificultaba decirle al mayor que lo amaba, porque lo hacía, a pesar de decir que tenía el corazón roto, Andy amaba a Oliver. Pero ya no le podía creer a nadie más. No por ahora. – Creo que lo mejor será que nos separemos.

Mientras decía lo último, lentamente iba retirándose el anillo brillante de su dedo anular y ante eso, Oliver abrió los ojos asustado. Porque aquello significaba más que un tiempo, significaba un final bien marcado y decisivo. Y Oliver no quería eso.

No estaba dispuesto a perderlo para siempre.

—Es tuyo, consérvalo – Andy quiso apelar ese comentario, pero de nada serviría pelear.

— Pues, creo que es todo, ya debería alistarme, me dan hoy el alta – Oliver quería seguir hablando, así fuera sobre cualquier cosa, él quería más segundos con Andy y los obtuvo, al besar los labios de manera sorpresiva a Andy. El primer instinto de Biersack fue alejarse, pero ese toque había sido tan suave e indefenso que no sentía realmente la necesidad de hacerlo. Sin pensarlo envío sus manos a la nuca del castaño para profundizar el último acto de amor entre ambos.

Oliver se alejo, a pesar de querer más, dio un último beso en su frente y antes de que le pidiese de rodillas que no se fuera, salio corriendo de la habitación.

—Promete que vas a cuidarlo siempre – le dijo a Ronnie.

— Lo prometo. No tienes que irte, puedes ir a acompañarlo mañana.

— No quiero hacerle más daño. Te enviaré sin falta dinero para él y todo lo que necesite.

—No es necesario.

—Lo haré de todas maneras.

Esa fue la última vez que vio a Oliver Sykes rendirse.





Sólo queda el epílogo y ya. :v

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