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CAPÍTULO 7

°MATARÍA POR UN CAMINO MÁS... PARA DECIRTE COMO ME HACES MEJOR CADA DÍA°


Dejaría de ser un niño asustadizo, enfrentaría a todo el mundo, retaría a Dios de ser necesario, él haría cualquier cosa con tal de que el castaño vuelta a hablarle.

Han pasado ya varios días desde que Oliver no le dirige la palabra. Desde aquel día en el que salio del hogar de la familia Sykes.

Y ciertamente no era algo que al pelinegro le gustara.

Sólo quería a su amigo de vuelta, el chico lindo con quien compartía todo su día, al que le parecía tierno lo rápido que podía sonrojarse, del que irremediablemente se había enamorado.

No podía negar que aún tenía instalado en el pecho la sensación de inseguridad y miedo de que sus padres, las personas más religiosas de la ciudad, se enterasen que su hijo quería a otro hombre.

Estaba aterrado, si.
Estaba perdido, si.
Estaba completamente asustado, si.

Pero más que estar lleno de miedo por el resto del mundo, tenía miedo de que Oliver nunca volviera a hablarle.

Así que estaba decidido, se confesaría frente a Oli y de ser necesario enfrentaría al mundo.

Lo vio caminar hacía su casillero y junto todo el coraje que pudo para acercarse al castaño con pasos cortos y lentos, por más que quiera ser más decidido, Andy era aún tímido y miedoso. Fueron días de no hablar, de no sentarse juntos en laboratorio, días en donde se pregunto que tan malo sería decirle al mundo que era gay.

Toco el hombro de Sykes suavemente, tanto que por un momento Oliver pensó que sólo era el viento colándose por alguna ventana. Hasta que una voz lo llamo.

Giró sobre sus talones y rápidamente encontró a un chico de ojos azules parado frente a él. Ciertamente Oliver no esperaba que fuera Andy, y no porque no quisiera que fuera alguien más, sí no que él creía imposible que el pelinegro fuera capaz de hacer algo como salir de su zona de confort.

De repente todo pensamiento lógico escapo de la mente de Andy, dejándole sin palabras para decirle a Oliver lo que sentía.

"¿Puedo hablar contigo?" Al mayor se le hacía curioso qué es lo que alguien como Andy, tendría para decirle a él. Después de todas estás semanas de no verlo.

"Por supuesto, ¿Qué pas..." En realidad no había mucho que el menor pudiera decirle,así que armándose de todo el valor que poseía se lanzó a chocar sus labios contra los del castaño. Ninguno se movio, hasta que el ojiazul abrió sus ojos viendo los contrarios, observando que éstos estaban terriblemente abiertos. Sorprendidos. Andy se sintió avergonzado, quizá y Oliver no sentía lo mismo y él de idiota se fue a besarlo como sí nada.

Así que se disculpo, y en medio de la disculpa los sollozos comenzaron a brotar, por supuesto que Oliver no lo amaba, era ilógico. El castaño era alguien genial, todo el mundo lo conocía, era listo, amigable y social. Nada comparado con el flacucho Andy.

Andy sintió sobre sus mejillas mojadas un suave tacto y subió la vista ante Oliver, sorprendiéndose por el contacto que éste estaba poniendo sobre sus labios.

Era totalmente el primero, éste no era desastroso, ni brusco, ni apresurado. Era suave, dulce y cálido. Era más de lo que Andy podía llegar a imaginarse.

El pelinegro se enredo con sus brazos al cuello del más alto. Siguiendo torpemente lo movimientos de Oliver, mientras el mayor lo sostenía de las caderas.

Todo a su alrededor había desaparecido en un instante, ahora estaban solos, y juntos. Y por ese momento era suficiente para ambos.

Era lo que necesitaban, un beso era todo lo que necesitaban para saber que todo iría bien de ahora en adelante.

Estaban juntos y nada podría cambiar eso, excepto ellos mismos.

No existían miedos, ni reglas, ni el bien o el mal.

Dentro de su propio razonamiento estaban comenzando un lazo inquebrantable.

Eran ellos amándose.

******************************

Se sentía como la persona más desdichada en el mundo y estaba total y completamente en lo incorrecto.

Se ahogaba sin remedio entre copas y copas de alcohol. El primer día fue sólo un ebrio más en la barra con el pasar de las horas ya se había convertido en cliente frecuente.

Todos en aquel pequeño bar sabían la triste historia de Oliver, el joven cuernudo del distrito de Londres, no había escatimado en detalles e incluso su imaginación salio a flote, inspiración y narrativa en una historia de drama total es lo que tenia al publico tan cautivado en esa linda noche de sábado. No había ido a la escuela en varios días y sí regresaba a casa era sólo para dormir en el cuarto de invitados en la casa de Matt.

No planeaba regresa a su departamento en algún tiempo e incluso pensó en prenderle fuego a aquella construcción llena de malos momentos.

Dejo de saber que había en su vaso, limitándose a beber simplemente, lo malo de los lugares pequeños es que los chismes corren rápido.

En la tercer noche de libertad cruzo las puertas del bar concurrido de personas, dirigiéndose directamente a él quitándole la copa llena de liquido marrón de la mano.

- Es hora de ir a casa, Oliver.

- ¿Por qué? ¡Vamos, Josh, hay que divertirnos!

Ignorando al mayor, Franceschi pago su cuenta del día y lo cargo con un brazo sosteniendo su espada baja y con el otro agarrando el extremo de la mano que pasaba por sus hombros.

Era un camino largo hasta el departamento.

Sykes no podía dejar de balbucear cosas incomprensibles, había excepciones pero nada que fuera real.

- Me engaño, Josh. Andy me engaño.

Y siempre tenía la misma respuesta de su compañero.

Silencio.

Subir hasta su piso fue sorprendentemente fácil, encontrar las llaves de la puerta no.

El departamento se veía desierto, como sí desde la partida de Oliver se hubiese quedado así y Oliver cayo en la cuenta de en qué lugar estaba parado.

- ¿Por qué mierda estoy aquí? Yo no quiero verlo.

Parecía un niño pequeño haciendo un tipo de rabieta, cosa que a Josh le había dado igual, el sólo tenia una cosa en mente.

Dejo a Oliver tirado en el único sillón de la casa y empezó a buscar rastro de algún otro ser viviente dentro de las habitaciones.

Encontró la cama destendida y un desayuno sin tocar, maletas de viaje sin desempacar y una toalla húmeda en el piso.

Fue al baño y lo que encontró claramente no era mejor.

Los azulejos estaban bañados con gotas de sangre y el agua encharcada de la ducha era de un rojizo claro, quiso pegar un grito para darle aviso al castaño, pero era tarde, Oliver ya estaba admirando la escena.

Las cantidades de alcohol descendieron de su cuerpo y su mente se libró de todo nublamiento.

Pronto se encontró llamando el primer numero de su lista de contactos, esperaba desesperadamente a que una voz conocida respondiera al otro lado. Un intento tras otro acabando todos en el buzón de voz.

Se sentía frustrado y la desesperación corrió a través de él.

Grito su nombre, dejando en cada pausa una porción de su dolor.

Era su culpa, sí a Andy le pasaba algo, era su jodida culpa.

- ¡Andy! - gritaba en el cuarto y en cada habitación - ¡Andy!

Abrió la puerta y salio corriendo, bajando por las escaleras del edificio, gritando y maldiciendo a su paso, llegando a la calle fría y obscura en donde todos lo miraron.

- ¡Andy! - volteaba de un lado a otro, buscándolo con la mirada, esperando que el pelinegro oyera su llamado y regresara corriendo a él.

A pesar de todo el coraje que tenia dentro de él, aún reinaba el amor incondicional por aquel pequeño muchacho de ojos azules y saber lo frágil que podía ser, sólo hizo que la desesperación por no encontrarlo se apoderara de su cuerpo.

Sí tan sólo algo le llegara a pasar.

Sería absolutamente culpable.

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Había pasado ya tres días en el mismo lugar.

Seguía trayendo la misma ropa, estaba en la misma posición y tenía las mismas ideas.

Cuando el dolor era demasiado se limitaba a cerrar los ojos y esperaba a que el sueño llegara a él, pero eso era algo que no pasaba muy seguido. A pesar de estar en una cama recostado había dormido a lo mucho un par de horas

Por la ventana, aun con las cortinas cerradas podía darse cuenta si era de día o de noche.

El aire había escapado del globo rojo, al igual que su alma parecía haber abandonado su cuerpo.

No comía, no bebía, no dormía, le costaba respirar y le dolía todo el cuerpo. Se sentía acabado, roto, quería darle un fin a todo lo que conocía.

Suspiraba una y otra vez e inconscientemente esperaba cualquier cosa, pero más que nada, esperaba que Oliver apareciera por la puerta con una sonrisa y dispuesto a perdonarlo.

Pero cada segundo se iba convenciendo a sí mismo que su novio ya no regresaría jamás.

Constantemente se preguntaba sí había una posibilidad en donde él perdiera todos los recuerdos de su vida. Logrando olvidar los terribles años que paso en casa (especialmente de la última semana) quería olvidar su estadía en Boston y esos dos meses en que abusaron repetidamente de él, quería olvidar todo rastro de dolor y tristeza en él; y sí eso significara eliminar al mismo tiempo los únicos momentos de felicidad a lado del amor de su vida, entonces lo haría, porque Oliver, hasta ahora, era el recuerdo más doloroso que guardaba dentro de su mente.

Era de madrugada, cuando se levanto de la cama y camino hacía el baño, encendió la luz del pequeño cuarto y noto en el espejo las ojeras obscuras bajo sus ojos y el rojo inyectado en estos.

Su huesos se asomaban a través de su piel, sus clavículas y las costillas marcadas. Todo en él se veía frágil, casi a punto del quiebre.

Dejo de ver la demacrada visión de sí mismo y entro a la ducha, encontrando que le era muy difícil abrir la llave del agua fría resignándose a que el agua caliente quemara su piel quedándose debajo de la lluvia artificial, no hizo muchos movimientos, simplemente sintió el agua chocar contra él, lentamente pasaba sus manos por su cuerpo sintiendo dolor cada que tocaba ciertos puntos y después perdió todo tipo de tranquilidad dentro de él.

Tomo un cepillo con cerdas duras que usaban específicamente para limpiar zapatos o para quitar manchas difíciles y la paso por todo su cuerpo, tallando una y otra vez sobre las ya casi inexistentes hematomas de su piel dejando cortes profundos revelando lineas de sangre fluyendo, cosa que no lo detuvo a seguir tallando para quitar más pedazos de piel: de su pecho, su cuello, sus brazos, su vientre, sus piernas y muslos y en las parte de la espalda en las que no pudo limpiar paso sus uñas una y otra vez dejando trazadas rayas rojizas y comenzó a gritar mientras el agua caliente seguía cayendo sobre su carne expuesta; el dolor que sentía físicamente seguía sin ser comparación de todo lo que estaba retumbandole en el pecho, pasaba sus dedos sobre sus clavículas y se expandía sobre el cuello y el costado izquierdo de su pecho queriendo desenterrar su corazón con rasguños profundos.

Las lágrimas nublaban más su vista que el vapor producido por el calor, gritaba y lloraba y no podía parar, para su cuerpo fue suficiente dolor para poder soportar y cayo de rodillas escuchando como los huesos dentro de él crujían mientras se pagaba a la fría pared de azulejos azules.

Las horas pasaban y el agua dejo de ser caliente, después de todo no necesito abrir la otra llave.

Volvió a imaginar escuchar la puerta principal abrirse y al pasar los minutos un Oliver con el rostro perdido entraba por el rápidamente levantándolo del suelo, cargándolo hasta la recamara. Porque cuando él estaba, todo era mejor.

Pero eso nunca paso, el agua termino por vaciarse del tinaco que ellos tenían. Sus dientes castañeaban de manera constante y levantarse no fue tarea sencilla. La sangre seguía saliendo de algunas heridas de su cuerpo y se resbalaban pintando el resto de su piel blanca, secándose, quedando impregnada en él.

Se coloco ropa interior, unos pantalones de franela y una playera blanca de Oliver, busco su cartwra y un poco de dinero que tenia guardado debajo del colchón, tomo las llaves con el llavero de estrella y miro una vez más el único hogar que ha conocido.

Checo la cama destendida y la comida putrefacta de hace días al igual el globo desinflado del que saco un papel que decía "TE AMO", la cocina, la sala y el baño desiertos, camino a la puerta, se puso tenis, se enfundo en una sudadera muy holgada, una que hace meses le quedaba a la medida y salio.

Simplemente salio, con el pensamiento de no poder regresar jamás.

Y camino, deambulando en las frías calles de Londres. Esperando llegar a cualquier lugar, un lugar en el que no tuviera que recordar todos los maravillosos momentos que paso a lado del hombre con el que se iba a casar.

Llego al aeropuerto y antes de entrar por las puertas de cristal decidió hacer una última llamada a un viejo amigo.

Espero hasta el tercer timbre y se recordó así mismo que allá era un horario completamente distinto, cuando la voz al otro lado del auricular se escucho.

- ¿Andy?

- Hola, sé que es tarde pero... no tengo a donde ir - se había negado a dejar que se escuchara su voz rota, pero ya era tarde - ¿Crees que pueda quedarme contigo un par de días?

Un par de días, era todo lo que necesitaba, era toda la oportunidad que le daría a la vida para saber sí morir valía realmente la pena.

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