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CAPÍTULO 4

°MATARÍA POR UN DÍA MÁS°


El menor estaba más que emocionado, hace exactamente un año era un chico que a su edad no había besado a nadie, no había tenido una cita, ni mucho menos una novia... O un novio, no sabía lo que era enamorarse perdidamente, no tenía el conocimiento de lo que era entregarse a alguien en cuerpo y alma, ni todo lo que te hace sentir el amor. Hace un año, no tenía a Oliver Sykes en su vida.

Ahora no sólo tenía todo aquello, tenía más, tenía una relación creciente de ya un año y sinceramente no sabía qué es lo que tenía que hacer en estos casos. Era un hecho que sólo él se acordaría de dicha fecha pues Andy no necesariamente estaba encantado de la buena memoria de su novio.

Quería hacer algo especial, algo que marcara el hecho de que no eran una parejita de semanas o meses, no, eran una pareja que estaba orgullosa de contestar a todo aquel que preguntara cuanto tiempo llevaban juntos.

Pero nada se le ocurría, podría recurrir con sus amigos (sí los tuviera) o con sus padres (sí supieran de sus preferencia) pero no, el pelinegro no tenía a nadie más que a su amado novio.

Andy caminaba por la gran plaza del centro, buscando un lindo regalo para darle a Oliver.

¿Una corbata? ¿Un perfume? ¿Unos calcetines? ¿Qué mierda podía darle al castaño?

Había recorrido todas las tiendas de la plaza más de dos veces en lo que iba del día. Ya casi eran las 6:00 de la tarde y en una hora tendría que estar listo para ver a Oliver.

Toda su maldita mañana desperdiciada para que al final no encontrara nada, quería gritar de la desesperación porque no tenía nada que darle a Oli por un año de relación. Giro a su derecha, totalmente resignado, y frente a él una tienda de tatuajes, con sus letreros luminosos, brillaba. De las pocas cosas rebeldes que había hecho en su vida, tatuarse siendo menor de edad y a escondidas de sus padres, era la que encabezaba su lista.

Era otra de las pocas cosas que compartía con Oliver, su amor por el arte en la piel.

Sin pensarlo más, llamo a Hannah, una chica a la que en su tiempo odio con toda el alma por los incontrolables celos que había sentido cuando recién conoció al castaño. Con el tiempo había aprendido que ella era parte de Oliver, ellos venían en paquete.

— ¡Andy! Que sorpres... – la pequeña chica tuvo que cortar su pequeño saludo cuando Andy hablo interrumpiendo sus palabras.

Hann, necesito un favor... Más bien, necesito un tatuaje.

Entre el camino a casa de Hannah, Andy se preguntaba qué podría tatuarse en honor al amor que sentía por su hombre. Tenía que ser algo lindo y con mucho significado entre ellos. Algo que sólo ellos supieran.

Al llegar a casa de la joven chica, toco la puerta y a los segundos esta se abrió mostrando del otro lado a una mujercilla de piel clara y cabello negro, con pantalones de chándal y una blusa holgada de rayas azules y blancas.

Ambos se saludaron de una manera agradable: un abrazo y un beso en la mejilla.

― Y... ¿Ya pensante en qué te pondrás? – dentro de la casa, en la mesa del comedor un mantel azul y nuevo se extendía por toda la superficie y encima un montón de agujas nuevas, tinta de colores y guantes empaquetados, se encontraban esparcidos por todas partes.

Si bien, el pelinegro no había podido decidirse entre tantas cosas qué mierda se tatuaría.

Quería algo que reconocieran al instante entre toda la demás tinta de su piel, algo que sobrepasara un gran recuerdo... Y entonces, lo encontró.

Sonriéndole a la chica, le dijo exactamente cuál era su idea y en donde quería que colocara dicho tatuaje, un recuerdo digno entre ellos, unos de sus primeros momentos compartidos no sólo como un par de novios, sino como un par de mejores amigos.

El sonido conocido empezó a sonar por la casa y las agujas profanaban su piel rápidamente, dejando un trazo de tinta negra a su paso, haciendo el diseño que el menor de ojos azules esperaba le gustara a su novio. No era un gran tatuaje, pero bien sabia cual significativo seria. Conforme un trazo se terminaba, Hannah iba limpiando la tinta sobrante y repitiendo los pasos hasta que finalmente, después de dos horas (en las cuales Andy recibió diez llamadas perdidas de Oliver, preguntando su paradero) por fin habían terminado.

La zona herida de piel, fue enjabonada y posteriormente limpiada con una toalla, dejando ver la obra de arte que Snowdon había realizado. El tatuaje rellenado, las líneas que lo delimitaban, el trazo derecho y los finos detalles habían sido mejor de lo que el pelinegro esperaba.

― Yo creo que le va a encantar. – Hablo la delgada chica de ojos oscuros, viendo al menor admirar la nueva adquisición en su piel.

― Eso espero. – sin querer hacer esperar más a su novio, corrió al lugar en donde hace una hora habían quedado de verse. Como todos los sábados en que no podían verse en la escuela.

El humo de cigarro combinado con el aroma a cerveza era algo a lo que Andy tardo en acostumbrarse.

Aún podía recordar la primera vez que estuvo en aquel lugar y sobre todo lo aterrado que estaba. Se sentía inseguro, pequeño e insignificante... Hasta que se encontró con los ojos oliva de su compañero de banca de la clase de laboratorio.

El choque entre la bola blanca y la rayada color verde, retumbo en el sótano. Había dos mesas de carambola y seis de pool, al fondo del local una mesas en dónde el juego era el póquer y algunos que preferían el domino.

No tardo en visualizar a Oliver en la mesa numero 5 pegada a la izquierda y comenzó a hacer su camino entre todos esos hombres a los que Andy siempre encontraba aterradores, sobre todo con su gran musculatura y su inmensa altura pues a pesar de ser alto, el chico de ojos azules era alguien en extremo flacucho.

Llego a su novio y noto la presencia de otros cinco chicos, su cuñado y los cuatro mejores amigos del castaño.

Fue recibido por un beso en la cien y estrujado contra el cuerpo torneado y tatuado de Oliver.

Al castaño le encantaba presumir su más grande y hermosa posesión. Él estaba orgulloso de estar al lado de un chico como Andy y decir que era totalmente suyo.

Pero eso, ya no era novedad para nadie que conociera a la pareja. Todos sabían del amor que Sykes le había tomado a Biersack.

― ¿Listo? – pregunto el castaño al pelinegro, logrando desconcertar al mismo. Pues según sus vagos recuerdos él no recordaba que tuvieran planeada otra cosa para el día de hoy. Así que se atrevió a preguntar. – Ya lo veras. – fue la respuesta que obtuvo.

Salieron del billar, caminando por el callejón hasta el estacionamiento trasero, en busca del auto de Oliver. Sin más cuestionamientos, el trayecto a donde sea que estaban yendo fue corto, por la ventana Andy pudo visualizar un lindo lugar. El castaño salió del carro y corrió para abrirle la puerta a Biersack. Tomándolo entre sus brazos y explicándole la situación.

― Escucha, sé que odias con tu alma el billar, lo supe desde el primer día en que te vi parado debajo de la escasa luz de las lámparas... y también cuando no pudiste darle a la bola 5, también sé que este es uno de tus lugares favoritos, y en definitiva, sé que hoy es nuestro aniversario. Llevamos un grandioso año juntos, nos hemos conocido y quiero que sepas lo feliz que soy estando a tu lado. En este tiempo nos hemos acomodado en horarios y se han vuelto una tradición, y quizá quiera más tradiciones contigo, más lugares en donde podemos vernos y yo quiero verte, siempre, de preferencia desnudo. – y ahí fue cuando Andy le dio un golpe en el brazo a su novio, por haber provocado un inminente sonrojo en toda su cara. Haciendo reír a Sykes. – Amo el hombre en el que me has convertido y sobretodo... Te amo a ti.

No había palabras para describir lo feliz que se sentía Andy, dentro de él un montón de caos y calma dominaban equitativamente de una manera impresionante, él no sólo quería más años a lado de Oliver, él lo quería tener para toda la vida.

Con una sonrisa boba en los labios el recién tatuado estrella sus labios contra los de su novio, encontrando una carga de energía y alegría.

― ¿Quién te dijo que hoy era nuestro aniversario? – pregunto curioso el menor de la pareja.

― ¡Oye! Yo puedo recordar perfectamente fechas importantes. – declaro con una voz cargada de ofensa.

Olive...

― Esta bien, está bien. Fue Tom, hoy en la mañana. – Si, pésimo con la memoria y las mentiras.

Volvieron al auto (préstamo de la buena caridad de Tom) y entraron al auto cinema a las afueras de Londres. Un lugar que cuatro años después sería destruido por empresas inmobiliarias de la zona de Brighton, fecha en donde la pareja no estaba realmente junta.

Habían pasado dos horas disfrutando de la película, en una hermosa noche de abril, entre estrellas y besos apasionados, lo cual casi hizo olvidar a Biersack de su pequeña sorpresa, en medio del camino de regreso a casa, Andy se quitó la chaqueta. Recibiendo un "wow cariño, me encantaría tener sexo contigo en el auto. Pero recuerda que es una carretera principal" obteniendo otro golpe en su brazo y un murmuro avergonzado.

Quito la gasa que cubría parte de la piel en su ante brazo y se la mostro a su novio, dejando que este viera la palabra escrita en su piel. Oliver no podía creerlo, era una de las primeras canciones que compusieron apenas se estaban conociendo, canción que despertó en Oliver cierto sentimentalismo de culpa y nostalgia al recordad perfectamente ese día.

En una tarde entre semana, en donde una inesperada lluvia azoto las calles de Londres, el castaño recibió una llamada de Andy, diciendo que estaba afuera de su casa. Extrañado, Oliver corrió a la puerta de su casa y al abrirla vio a un chico delgado abrazando sus su cuerpo con sus flacuchos brazos intentando mantener un poco de calor corporal. El pelinegro estaba totalmente empapado, sus dientes castañeaban y su cuerpo temblaba completamente. La madre de Scott, salió de la cocina interesada en ver a quien le habían abierto la puerta y en cuento deslumbro al adolescente corrió con instinto de madre preocupada por toallas para poder hacer pasar al chico.

Lo mandaron a tomar un baño y ponerse ropa seca, mientras Oliver le decía a su madre sobre el parentesco que él y el pelinegro tenían.

Una vez que Biersack estuvo en mejores condiciones fue a parar a la cama de Oliver arropado con los cobertores del castaño, los cuales Andy no pudo evitar oler, sonriendo cuando noto el inconfundible aroma de Sykes.

El mayor estaba totalmente intrigado al saber cuál era la razón por la que su amigo había aparecido de esa forma en su puerta, no le molestaba en lo absoluto tener a Andy en esos momentos, pero sabía que no era algo digno del pelinegro salir de su casa y menos a esas horas.

― ¿Vas a decirme qué es lo que paso? – inquirió el castaño con voz demandante y a su vez totalmente confiable. Andy no dudaba sobre la amistad incondicional del mayor, pero desconfiaba de sí mismo, hace día que veía a Oliver de otra manera. Una que le hacía querer arrancarse los cabellos de la cabeza.

Era estúpido el porqué de haber salido corriendo de casa, pero ahí estaba, yéndose a refugiar en brazos del castaño.

― Yo... Escuche a mi madre hoy... Al teléfono... Y... – los suspiros pesados que dejaba salir el chico de ojos azules, no le permitían terminar de decir lo que quería. No sabía si tenía la fuerza para hacerlo, así que simplemente lo hizo. – Creo que estoy enamorado... De un chico. – la maldita sonrisa que tenía Oliver no cabía en su rostro, trato de disimular y no hacerse ideas tan aprisa, pero carajo, él esperaba con toda su alma que fuera él el dueño de aquel enamoramiento. – Pero. – Suele pasar que, en el momento más polémico de una situación, hay algo que aparece... Y la caga.

― Escuche decir a mi madre que eso es una blasfemia, que no es bien visto por Dios que alguien se enamore de otra persona de su mismo sexo... Así que... Carajo, realmente ni siquiera sé por qué estoy aquí. – él lo sabía, claro que lo sabía, él quería que Oliver le dijera que todo iba a estar bien, que estaba bien enamorarse de otro chico y que su alma no caería en manos del infierno por sentir amor hacia un hombre. Pero en su lugar, Sykes no lo tomo con mucha tranquilidad y en lugar de consolar al menor hizo todo lo contrario.

― No sé qué es lo que esperas que te diga, pero me da mucha pena que seas tan malditamente manipulable. Puedes quedarte, dormiré en la sala. – hablo con enojo el castaño, levantándose de la cama y caminando hacia la puerta de su habitación. - Háblame cuando no le tengas miedo a lo que diga la gente.

Y con eso, Oliver bajo a la sala de su casa, sólo que no necesariamente tuvo un placentero descanso. Fue hacia su mochila y extrajo un cuaderno y una pluma e hizo lo más conveniente a sus sentimientos, dejo que las palabras expresaran todo lo que sentía y posteriormente deslizo la hoja bajo la puerta de su mismo cuarto, donde pensaba que el pelinegro estaba durmiendo, cuando la realidad era que no había podido dejar de llorar desde que Oliver había abandonado la habitación.

La letra había sido un golpe muy duro para Andy al día siguiente de haberla encontrado, esa mañana ni siquiera pudo ver a Oliver, sólo a la madre del castaño, informándole que Oli se había adelantado a la escuela. Mentira. En todo el maldito día no vio ni un rastro del mayor.

Días después el más joven de los chicos le dijo al contrario que hablaría con su familia sobre todos sus sentimientos, pero sus planes fueron interrumpidos por el mismo castaño que antes trataba de convencerlo en no ocultar quien era realmente.

La suave risa del castaño sonó, en el auto.

― Recuerdo que, como el idiota que soy, te pedí que mantuviéramos nuestra relación en secreto. – Sus palabras sonaban crudas contra él mismo. – Por aquel tiempo seguía trabajando en ese estúpido empleo de entregar mensajería.

― También me dijiste que sólo iba a ser temporal, en lo que conseguías como darme una mejor vida. – el agua salada que escurría por las mejillas del Andy no le importaba en lo absoluto. – Y yo no dudo que lo hayas a hacer. – Andy confiaba plenamente en Oliver, él creía en su promesa de poder tener una vida juntos más adelante. – porque lo único que has hecho en este tiempo... Es hacerme feliz. Me has dado más que cualquier otra persona. Y por eso, te amo. – Es curioso cómo cambia todo con el tiempo: las promesas, las personas y sobretodo... El amor.

(*****)


Andy estaba en un momento de éxtasis y pasión, bajo el empuje y los besos de Ashley Purdy, el mayor tomaba cada pedazo de piel expuesta que hallaba a su paso, lamia y mordía esa tersa y pálida carne.

Lo que el menor de ojos azules quería evitar, había vuelto por enredarlo lentamente, entre lujuria y promesar rotas. Entre amor perdido y culpa.

Pronto las manos de Ash fueron precisas y despojaron totalmente a Biersack de su -ya rota- camiseta blanca, pasando sus manos por todo el torso de Andy, tocando cachos de piel que nadie antes había recorrido, salvo Oliver. Su novio.

Esta rutina había durado toda una semana, después de que ambos regresan de la clase de dramatismo.

Ash llego a los hombros del menor y siguió por sus brazos, queriendo llegar a las manos del chico para poder entrelazar sus dedos y quizá hoy llegar a tercera base y ¿por qué no? Un home.

Todo iba viento en popa para el mayor de los chicos recostados sobre la cama, hasta que sus manos tocaron un punto, el punto exacto que marcaba en la piel del menor ser propiedad de otro hombre. Haciendo actual a Andy, quitando de manera brusca el cuerpo invasor sobre él para correr a encerrarse al baño de la habitación.

El seguro de la puerta retumbo en el baño y Andy no quiso moverse, quedándose recargado sobre la puerta, pero algo tenía que hacer con la erección que se formaba en sus pantalones. Se terminó de quitar la ropa y camino a la ducha, pasando frente al espejo de cuerpo completo, deteniéndose a curiosear sobre su cuerpo un momento.

Sus labios estaban hinchados y rojos, ni hablar de su cuello, clavículas y todo su torso, llenos de moretones que tardarían en quitarse. Y llego a la palabra tatuada en su brazo derecho.

Blasfemia.

Y se sintió la peor persona en el mundo. Su madre estaba equivocada, las personas que amaban a otra persona de su mismo sexo no eran malas, pero, las personas que engañan al que se supone es el amor de su vida... Sí.

Se supone que él iba a ser el mejor novio, esperaría las vacaciones para correr a brazos de Oliver, y ahora, en su lugar, estaba en brazos de otro hombre. Uno que no tenía ni tantito respeto por el hecho de que fuera de alguien más.

Pero bueno, creo que ni siquiera él tenía ese respeto.

Sin más, Andy Biersack rompió en llanto, cayendo sobre el azulejo del baño, viendo su triste y patético reflejo.

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Era un gran paso, y a pesar de todo estaba seguro de darlo.

No había otra persona con la que quisiera compartir su vida. Él amaba su novio y después de esta etapa no habría distancia en el mundo que pudiera separarlos, para ese entones ya serian algo más.

El castaño miraba atento la plaza comercial frente a sus ojos y sus pensamientos fueron interrumpidos por cinco chicos detrás de él.

Nicholls, Kean, Lee, Fish y su hermano Tom, lo acompañarían a elegir el modelo perfecto para la gran ocasión.

Entraron y fueron directamente a la tienda de joyería, una de las más finas que podía encontrar. Recorrieron los estantes y no pudieron encontrar algo para hombre, así que Jordan fue directamente a preguntar a una de las chicas que atendían.

― Buenas tardes, diamantes y joyas Amore Mío, en que podemos ayudarlo.

― Buenas tardes. – sonrió educadamente el chico. – Estamos buscando anillos de compromiso... Para hombre.

― Por supuesto. Síganme por favor. – La chica de camisa blanca y falda negra guio al grupo de chicos a través de la tienda de un estante a otro. Llevándolos al mostrador con un montón de modelos de anillos para hombres, los chicos empezaron a buscar algo – según palabras de Oliver – digno que darle a Andy.

Pero al final, fue Tom quien consiguió hallar el anillo de oro blanco con un pequeño diamante azul incrustado justo en el medio del anillo, era de 5mm y brillaba más que ningún otro. El precio sorprendió a todos menos a Oliver, él estaba ahí para gastar lo que fuera necesario con tal de encontrar algo que fuera digno de estar en la mano de su próximamente prometido.

Salió de la tienda con una bolsa de joyería en la mano y una sonrisa plasmada en el rostro, muy pronto su relación daría un nuevo paso y estaba seguro de que todo funcionaria tal y como él lo planeaba. Ahora sólo había que llegar a donde su hermoso novio se encontraba.

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Faltaban sólo cinco minutos para poder ser libre de su clase de música y canto. No había dormido muy bien en las últimas noches y Andy no podía hacer más que echarle la culpa a las pruebas semi finales, pero en el fondo sabía lo que realmente le quitaba el sueño por las noches. La culpa.

El profesor vio el reloj de mano y faltando dos minutos para las 4:00 pm, dejo salir a todos sus alumnos.

El pelinegro tomo su laptop y la guardo dentro de su mochila, al igual que el pequeño cuaderno de apuntes negro que siempre cargaba con él.

Se colocó la vieja mochila sobre su hombro y se encamino a la salida, con la cabeza gacha comenzó a caminar con dirección a la cafetería, le hacía falta con urgencia otro bendito café de la máquina.

Pero una mano se aferró a su brazo, impidiendo ir por el anhelado expreso.

Andy levanto la mirada, y de no ser por la mano que se aferró a su cintura jura que habría quedado en el piso cual adolecente torpe.

― Hola, cariño. – Frente a él, su novio estaba abrazándolo, evitando su caída por el debilitamiento repentino de sus piernas. – Escucha... Viene aquí con un solo pensamiento... Y es que... No pienso en una vida que no sea a tu lado. Te amo. Y yo, sé que esta distancia de mierda no va a jodernos a nosotros.

Asegurándose de que el menor no iba a caerse esta vez, Oliver saco de su abrigo una pequeña caja de terciopelo. Y con algunos alumnos curioso que pasaban por ahí, Sykes se hinco, abriendo lentamente dicha caja aterciopelada, dejando ver a Biersack el anillo más hermoso que juro haber visto en toda su vida.

Andy lloraba a mares, pero algo raro, es que dentro de él no había felicidad alguna. Sólo podías encontrar rastros de culpa y vergüenza, él no merecía algo como esto, él no merecía a alguien tan perfecto como lo era Oliver. Se había comportado como la misma mierda con el amor que el mayor le proporciono, porque mientras el castaño estaba aquí, hincado a los pies del menor, demostrando cuan ansioso estaba por dar el siguiente paso, él se fue a besar con alguien más.

Alguien a quien ni siquiera quería en lo absoluto.

Pero las personas cometen errores, ¿cierto? No puedo ser perfecto siempre, y con ese pensamiento en dentro de su cabeza, hizo un asentimiento de afirmación, dándole entrada a la propuesta de Oliver de pasar una vida amarrados eternamente.

El mayor no podía estar más feliz, jamás había tenido sonrisa tan brillante como la que tenía ahora sobre su jovial rostro. Tenía la oportunidad de formar una familia, de poder pasar días de vejez a lado de su, ahora, adorable prometido.

Oliver alzo en brazos al pequeño de ojos azules, mientras algunos aplausos y chiflidos se escuchaban alrededor. Y el mayor alcanzo a escuchar en un susurro del contrario.

― No me dejes nunca. – Para él, con el amor inmenso que le tenía, sería imposible no cumplirle semejante promesa. Porque era justo lo que el castaño planeaba hacer.

Al fondo del pasillo, estaba otro chico, de cabello negro y musculatura envidiable, contemplando la escena con el par de chicos besándose. Y podían ver las expresiones totalmente distintas en las caras de cada uno, porque, mientras la sonrisa de uno era sincera en los ojos del otro delataban sufrimiento y dolor.

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