7. Corre.
Es jueves, y esos días les toca deporte a última hora.
—¡Muy bien jóvenes!—la maestra pitó.—¡Los quiero a todos en fila!, ¡quiero que hagan una fila de hembras y varones!
Los estudiantes obedecieron, menos uno que estaba fuera de lugar, Astolfo que estaba en medio de ambas filas, con una cara de confusión sin saber a donde ir, miró a ambos lados esperando que alguien le diera una respuesta, hasta te miró a ti, para luego sonreír totamente.
—Idiota.—pensaste al ver el apuro en el que estaba.
—Astolfo, ¿cierto?—pronunció la profesora acercándose a él, mientras pasaba las hojas del registro.
—S-si.—respondió, un tanto nervioso.
La maestra se quedó leyando el registro, posando su dedo índice en su mentón, la mujer de cabello castaño miró al chico, para luego arquear una ceja.
—Ya me platicaron sobre tu situación.—cerró el registro.—Pero, como naciste hombre, ya sabes a donde ir.—dijo, elevando ambas cejas.
—Entiendo.
—No te sientas ofendido, si te sientes mujer, ve con las chicas, no le veo ningún problema.—dijo, sonando algo sarcástica.—Lo lamento, no soy buena en ese tipo de temas.
Astolfo solo sonrió.
—Nah, no importa, de hecho estaba apuntó de ir con los chicos.—dijo, para mostrar esa sonrisa que lo caracteriza.—Soy un chico, después de todo, sin importar lo que me ponga.
La profesora sonrió, al ver la confianza y la gran autoestima que tenía el mayor, ella pudo ver que Astolfo desprendía cierto aire de grandeza, tal vez sea porque viene de una familia adinerada, o se debe a que es confiado.
—Bueno.—se dio media vuelta y volvió al frente de todos los estudiantes.—¡Primero haremos un ejercicio de estiramiento, así que hagan un brazo de distancia y prepárense!
Todos obedecieron.
Tú, te quejabas internamente, no era que no te gustara el deporte, más bien, eres apático en ese tipo de temas, nunca te llamaron la atención. Además, eres bastante vago, así que odias hacer este tipo de cosas.
—¡Carajo!—pensaste.—¿Quién diablos tiene una flexibilidad así?, ¡esto duele!—miraste a las mujeres, quienes también tenían cierta dificultad.—Ni siquiera ellas pueden... Hablando de ellas.—miraste a Astolfo, quien estaba en lo último, y te llevaste, no mucha, pero si cierta sorpresa al ver la flexibilidad y estiramiento del mayor.—Ese tipo... ¡Es como si no tuviera nervios o huesos!
—¡Muy bien, ahora detenganse!—todos se detuvieron, se pudo escuchar un largo suspiro por parte de la mayoría. Excepto por Astolfo, quien se mantenía serio y sereno.—¡Ahora, vamos a correr, haremos carreras, así que tomen la pareja contra la que quieren competir!
Algunos se quejaron por lo bajo, ya que después de 10 minutos de ese intenso dolor de articulaciones, ahora debían correr. Tú hiciste una mueca de poker face.
No eres tan atlético, no dudas de tus capacidades físicas, pero, a diferencia de los demás, no eres la gran cosa, aparte de que al ser el solitario del salón, de cierta forma eres subestimado por todos ahí. La cosa es que nadie si quiera se lo pensó en elegirte, tan solo te evitaban o te pasaban por el lado, pero ni te miraban.
Poco a poco sentías una sensación de vacío, donde todos se alejaban de ti... Era como si, ellos, vestidos con esos pantalones de tela negro y polera blanca, que es el uniforme de deporte, se alejaran, se alejara ese blanco color y diera paso a la oscuridad.
Solo pudiste quedar cabizbajo, ya que nadie te quería como pareja. Y tampoco querías hacer el esfuerzo de buscarla, pensaste que si eras invisible para ellos, era imposible que te hicieran caso.
—_________.—Astolfo te susurro en el oído.
Te sobresaltaste de susto.
—¡A-Astolfo, no me asustes así!
El nombrado dejó escapar una risilla por tu reacción, para luego acariciar tu cabello como un niño pequeño.
—Tranquilo, solo vengo a ser tu pareja.
Te sonrojaste.
—Ya, ya entiendo.—musitaste.—Pero te ganaré, ¡te lo aseguro!
Astolfo rió.
—No lo dudo, claro, si yo te dejo ganar.
Frunciste tu ceño.
—¿Me retas?
—¿Entras?—mostró su mano, para estrecharla y hacer el trato.
Sin dudarlo, y un poco nervioso, estrechaste su mano.
—¡Claro!
Astolfo mostró una sonrisa amigable. No sabias porque sonreía, tal vez sea porque sabe que ganara, así que te pusiste competitivo.
Entonces la profesora los puso a correr, evaluando sus capacidades físicas. Ella anotaba todo en una libreta y en el registro.
Todos siguieron, hasta que llego tu turno, con Astolfo claro. Habían decidido ser los últimos, para recobrar algo de fuerzas, bueno, tú por tu parte, Astolfo estaba de lo más vivo.
—¡Vamos Astolfo, tú puedes!
—¡Gana, Astolfo!
Algunos estudiantes apoyaban a Astolfo, como si fueran fanáticos de él o algo.
Chasqueaste tus labios.
—Ilusos, como si lo conocen más que yo.
Escuchaste el primer pito, que fue el de tomar sus posiciones. Ambos se agacharon. Tu corazón palpitaba con fuerza, sentías la circulación de tu sangre correr más rápido de lo normal, la temperatura de tu cuerpo crecía. Sonreiste, hacia tiempo que no sentías tanta adrenalina.
Astolfo desprendía un aura competitiva, se notaba que no estaba dispuesto a perder. De seguro fue esa presión aplastante lo que te hizo sentir tanta adrenalina.
El segundo pito...
Ya no podías escuchar las voces de los demás, solo los latidos de tu corazón, sentir el sudor bajar de tu frente por tu mejilla, hasta caer en tu mentón, con una catarata. Tragaste saliva, lo necesitabas, el nudo en tu garganta lo aflojaste con ello. Tus labios temblaron, y una sonrisa se formó en ellos.
El tercer pito...
En sus marcas, listos, fuera...
Saliste disparado, como si fuera por causa natural, de manera automática. Corriste sin siquiera ver a los lados, o a alguna parte, estabas tan concentrado en ese momento que ni pensabas, solo actuabas por tu deseo de ganar.
Elevaste tu cabeza, pensando que llevabas la delantera, pero viste a Astolfo, quien pasó de estar a la par contigo, a sobrepasarte.
—¡No lo dejaré!
Corriste con más fuerzas, querías sobrepasar tus límites. Pero las capacidades físicas de Astolfo eran más que las tuyas y que las de cualquiera en el salón.
—No lo dejaré...
Astolfo poco a poco se alejaba en la distancia, y tú te cansabas, mientras veías la espalda de Astolfo, sus bonitos movimientos al corre, su coleta rosada flotar en el aire y rebotar en su espalda de vez en cuando. Astolfo se alejaba.
—No lo dejaré... Abandonarme.
Astolfo llegó a la meta y salto de alegría, los estudiantes que lo apoyaban se acercaron a él para alabar su rapidez y bella manera de correr.
Astolfo jadeaba por lo bajo, tú llegaste caminando a la meta ya que te habías cansado a casi llegar. El pelirosa se acercó a ti y te abrazo.
—No te veía tan vivo, desde hace tiempo, _________.
Entonces, hay te diste cuenta del porqué antes él sonreía de esa manera, era porque tú estabas actuando de manera más vivas, más activa.
—¿G-gracias?—musitaste.—Eh, Astolfo, tus amigos...
—Oh.
El pelirosa volteo a ver, los demás se le quedaron mirando, algo que no le importo mucho. Astolfo tan solo tomó dinero de su bolsillo trasero.
—Vamos a beber algo de agua, antes de irnos a casa. Yo invito.
Sonreiste.
—Claro, está bien.
Tú y Astolfo fueron a la cafetería, donde no habían aún estudiantes.
—Dos aguas, por favor.—dijo el mayor.
Te sentaste en uno de los banquillos de la lado de la cafetería, dejaste salir un largo suspiro, tu mirada estaba perdida. Te sentías extraño, ya que no te importaba que Astolfo estuviera a tu lado y que a los demás les pareciera esto raro. Bueno, un poco, no tanto.
—Seguro porque es alguien de dinero, tienen una idea errónea de él.—pensaste, reíste por lo bajo.—De seguro están con él porque es de una prestigiosa familia.
—Aquí tienes.
Tomaste la botella de agua.
—Gracias.
Bebiste agua para recomponer tus fuerzas, Astolfo se sento a tu lado, quien permaneció callado durante ese rato. Te pareció raro, pero pensaste que era porque estaba cansado.
—_________.
Le miraste.
—Dime, Astolfo.
—¿Que era lo que querías decirme, la última vez?
Soltó de una vez. Tú realmente no sentías que fuese necesario hablar sobre ello, contarlo mucho menos. Pero entonces, si le ocultas cosas a este amigo tuyo que es tan honesto y sincero contigo...
¿Puedes tú, considerarte su amigo?
Suspiraste.
—No es nada importante.
—Confía en mí; se que lo es.—insistió.
Bufaste, sabias que si te negabas él insistiria.
—Es que... Verás, no creo que sea algo de lo que preo-
—¿Es una confesión?—interrumpió.
Tus ojos se abrieron como platos y estuviste a punto de escupir el agua, al oír aquello.
“Una confesión”.
Esa palabra se quedó retumbando en tu cabeza por bastantes segundos, que creíste que sería infinita su eco en tu mente.
Astolfo tomó tu mano. Tus mejillas se calentaron y tu boca quedó boquiabierta.
—Dime, ¿es una confesión?—replicó, seriamente.
Tú jugaste con tu lengua, no sabias que decir exactamente. Así que te calmaste, intentado no perderte en los ojos rosa del contrario.
Pero ya lo habías hecho hace mucho...
—Astolfo...
—¿Si?
—Yo...—mordiste tu labio inferior, por tu mente pasaron esos tiempos en los cuales hasta habías llegado a ver desnudo a tu amigo. Te quedaste sin habla.
—¿________?
Reaccionaste.
—¿C-como crees que sería una confesión?, ¡somos chicos!
—¿Y?—alzó una ceja.
—No seas idiota, alguien como tú, popular, rico, no debería estar molestandose en estar con alguien como yo.—dijiste, aunque en el fondo te sentiste mal, por hacerte más menos de lo que te sentías.
—________...
—Eres demasiado bueno para estar conmigo. Además, no me gustan los hombres.
Astolfo, sintiendo algo de decepción en su interior, oculto su amargura con una sonrisa amigable, que a ojos tuyos era perfecta.
—Esta bien, entiendo, lo lamento por hacerme ideas raras.
Suspiraste.
—Esta bien...
—¿Seguimos siendo amigos?
—... Si.
Astolfo te abrazo otra vez.
“No le gustan los hombres”... No fuiste muy honesto, _________. Porque tu corazón baila por alguien, y aun tiene su cerenata esperando por la mano de esa persona. Esperando por Astolfo.
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