4. Secundaria.
Los años habia pasado, y tú solo vivías tu vida como siempre, dejando que todo fluya sin más.
Jugabas con algunos amigos, pero que poco a poco estos hacían su grupo de amigos y se unían a otros, luego llegaban los nuevos que eran más sociables que tú, y aquellos con los que jugaste en el jardín de niños ya no eran más que conocidos. Pero no te importaba mucho, o por lo menos te hacías pensar eso para no sentirte tan mal, pero en el fondo, lo que más te hacía daño, era que no supieses nada de Astolfo.
Pero te preguntaste...
Asi mismo como mis viejos amigos me olvidaron, ¿él hubiera hecho lo mismo?
Al pensar en ello te deprimias, pero querías dejar esa paranoia, o el hecho de que él nunca volverá. Pero, con el pasar de los años, ya no sólo te sentías solo después de la partida de Astolfo, sino que empezaste a estarlo, y poco a poco, también te olvidabas de Astolfo.
Irónico, al final fuiste tú, el que se olvidó de él primero.
Pero no se te puede culpar, ya que, después de todo, eres alguien solitario, tarde o temprano o eran las personas que te dejaban de lado, o eras tú el que las apartará.
Hay veces que quieres cambiar eso... Pero te retractas, y le das gracias a tu timidez que no te permite romper tu monótona rutina, ya que después de toda la hipocresía que tú eres capaz de ver desde tu soledad, te encierras más en tu mundo.
Y dejaste que todo fluya... Hasta que llegó segundaria.
Todo estaba normal, como siempre, de hecho solo te levantaste, pero esta vez no te quejaste con el típico “¡maldición, se acabaron las vacaciones!”, de hecho, te daba igual ya. Después de todo, siempre será lo mismo, siempre repetiras lo mismo, ya que no tienes nada mejor que hacer.
Te duchaste, cepillaste los dientes, y bajaste a comer tu desayuno para marcharte de inmediato, despidiendote de vaga manera de tu madre.
Ibas a paso lento a la escuela, ya que al fin y al cabo, solo ibas a la escuela, otro lugar en el que estar solo, así que, no hay porque apresurarse.
Lo único que te atrajo, fue el frío ambiente, y al ver que la calle estaba mojada, te diste cuenta de que anoche había llovido con bastante fuerza. El ver un charco, donde se reflejaba el sol saliente de esa mañana, el recuerdo de tú y Astolfo en la playa te vino a la mente. Sentiste bastante nostalgia acumular tu cuerpo, arrugaste el entrecejo, para luego volver a tu semblante serio.
—¿Cuanto tiempo habrá pasado?—te susurraste.
Ya tienes 16 años, Astolfo de seguro tiene la misma edad, y tú y él se conocieron desde niños, a los 9, pero se separaron a los 10.
Seis años...
Suspiraste, no querías pensar en eso, ya que te ponía melancólico y pesimista. Retomaste tu camino con la mente en blanco, ya que, pensar en cualquier cosa te recordaba a él, inevitablemente.
Eso fue algo que te llegó a irritar bastante.
Llegaste, la secundaria, por fin, tu año de adolescencia, el año donde lo jóvenes maduran y viven la vida al máximo, o también se puede ver como el punto de partida para saber en que se convertiran después, cuando sean adultos.
Tú no sabias que ser, y tampoco le dabas tantas riendas a ese asunto, a penas te importaba.
Esperaste a que pasara el himno, para que todos subieran a su curso, te sentías un tanto incomodo ya que este año habían muchas más personas. Pero no te tensaste tanto.
Viste como viejos amigos se encontraron, como algunas personas empezaban a conocerse y entablar amistad o un posible amorío. Tú tan sólo te sentaste en la última silla de la esquina, ahí, el típico lugar donde siempre te sentabas, a veces te preguntabas, “¿como no me harto de estar ahí?”.
Entonces después de unos minutos, el maestro entró y se presentó. Después de haberse presentado, el adulto se puso en medio de todos y dijo:
—Quiero que todos se presenten, ya que como dije, soy nuevo aquí, así como algunos estudiantes, pero yo soy el profesor así que, empezamos por haya,—te señaló.—¡Tú, parate y di como te llamas!
Te pusiste un poco nervioso, hasta te sonrojaste, con una mueca de nerviosismo en tu rostro, hasta deseaste desaparecer. Suspiraste. Solo era presentarse, así que no le diste mucha importancia, ¡pero!, decidiste no cometer una estupidez.
—M-mi nombre es ________, y tengo 16 años.—dijiste.—Un gusto.—te sentaste de inmediato.
—Muy bien, un aplauso.
Todos te aplaudieron y tú tan solo te sonrojaste, pero con la cabeza gacha para que nadie te vea o note.
—Bueno, seguimos.
Y así continuaron, hasta que el profesor iba a dar la clase, pero entonces, alguien entró y interrumpió el empezar del maestro.
—¡Buenos días!—dijo.—¡Lo lamento llegue tarde porque debía comprar algo pero ya estoy aquí!—dijo, agitado o agitada.
El profesor tan solo frunció su ceño.
—No te preocupes, es el primer día así que te lo dejaré pasar.—dijo.—Ahora, por favor, chica, presentate ante la clase.
—Claro.—dijo ella.
Tú aún tenías tu cabeza agachada así que no veías de quien se trataba ya que no te interesaba en absoluto.
Claro, hasta que esa persona dijo:
—¡Mi nombre es Astolfo, mucho gusto!
Automáticamente, levantaste tu vista, como si tu cabeza se hubiese movido sola, tus pupilas se dilataron y algo dentro de ti floreció. Querías soltar un grito pero no querías llamar la atención, miraste aún sin creer lo que tenias en frente, hasta parpadeaste un par de veces, si, era él....
En absoluto...
Es Astolfo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro