17. Abusador.
Gilgamesh caminaba por los pasillos de la escuela, se dirigía a los baños, mientras caminaba, las personas de los alrededores le miraban, ya que su cara llamaba mucho la atención, su rostro estaba repleto de golpes. Los puños de Alexander estaban grabados en cada parte de su piel, le dolía todo, pero el rubio había dejado también bien herido al enano.
—Tengo que reconocer, que él es fuerte.
Gilgamesh entró al baño, después de orinar, fue al lavamanos para lavarse las manos y tirarse algo de agua en la cara.
Se escucho el sonido de uno de los inodoros bajar, el que salió del baño fue Kirei, el castaño miró a Gilgamesh, lo iba a saludar, pero al ver su cara que era un manjar de golpes, suspiro y se puso a su lado, para lavarse las manos.
—Dime, Gilgamesh, ¿con quién peleaste ahora?
—Con un chico, está en mi mismo curso, pero diferente sección.
Kirei pensó en quien podría ser, y de inmediato se le vino a la cabeza Alexander, ya que está mañana lo vio también con golpes en la cara y Waver lo estaba regañando por ello.
—Ya me imagino.—dijo.—Con que te dieron una paliza.
El rubio chasqueo sus labios.
—No fue la gran cosa.
—Se ve como que sí lo fue.
—Alexander es fuerte, ¿ok?—fue sincero. Terminó de lavarse las manos.—Pero demasiado pequeño como para ganarle a alguien tan grande como yo.
Kirei terminó de lavarse las manos, el castaño suspiro.
—No seas tan egocéntrico.—dijo.—Algun día, alguien te dará una lección, Gilgamesh.
—Si, como no.
Kirei acarició el cabello rubio del menor, y le sonrió.
—Deberías ser un poco más amable, la gente no son perros, Gilgamesh, hasta los animales tienen valor.
—Eso es raro, viniendo de alguien como tú.
Kirei solo rió por lo bajo.
—Si, cierto.—termino de reír.—Gilgamesh, cuando salgas, ve a la dirección.
El rubio frunció el ceño.
—¿Que?
—Lo que oíste.—exclamó.—Ve a la dirección, tu pelea aún no ha terminado.
Gilgamesh te recordó, suspiro, ya se imaginaba que iba a suceder, y el tener que soportar las quejas del director le hacían irritar. El rubio salió del baño y se dirigió a la dirección.
Al entrar en la dirección, te miró a ti, y ahí estaba tu madre, con una mirada asesina, parecía como si los ojos se le iban a salir de la ira. La mujer, cruzada de brazos, miró con ira al recién llegado, Gilgamesh tan sólo hizo una mueca al ver la manera en cómo le miraba.
—Gilgamesh, siéntate.—se sento.—Estas aquí, ya que la señora aquí al lado, está furiosa por lo que le hiciste a su hijo, __________.
—¿Es que usted no ve como estoy?—exclamó.
—Si, y sabemos porque, ya citamos a Alexander a aquí y nos contó lo que pasó.—dijo.—Así que, dime, Gilgamesh, ¿qué tienes que decir al respecto?
—¿Sobre qué?—aún estaba a la defensiva.
—Sobre lo que le hiciste a _________.—respondió, el director tenía una expresión molesta al ver que no cooperva el rubio.
El menor se mantuvo pensativo por unos segundos. Tu madre al ver esto, ella tan solo se molestaba más con el silencio del rubio.
—¿Enserio, no tienes nada que decir?—espetó la mujer.—¡Golpeaste a mi hijo, sin razón aparente, y vienes a para colmó tienes el descaro de entrar y decir: “¿es que usted no ve como estoy yo?”. ¡Que bueno que este así!, ¡por abusador!
—Yo no soy un abusador.—exclamo el rubio.
—¡Si, lo eres!, ¡eres un abusador!—miro con sus ojos casi saliendo de sus cuencas, de lo enojada que estaba.—¿Como permite que este niño esté aquí?, ¿porque es rico?, ¿y?
—Señora, calmese, Gilgamesh va a disculparse ahora.—mencionó el director.
—¡No lo defienda, no busque excusas!—ella se acercó al director, estaba imperactiva.—Si él tiene valor para golpear a un niño tranquilo como mi hijo, que lo tenga para defenderse él solo.
Gilgamesh, su ira solo aumentaba, se molestaba cada vez más, y más, te miró de soslayo. Tú, estabas nervioso, y no querías seguro ahí, querías que la tierra te tragase.
—Ok, Gilgamesh, quedas suspendido.
—¿Que?—exclamó.—¡Ni si quiera fue aquí dentro, ¿cuál es tú problemas, viejo?
—¡Cuida ese tono, y esa manera de hablar!—vocifero molesto.—Estas suspendido, y se acabó.
El rubio, como persona razonable que es, obedeció al director y se marchó. Gilgamesh no quiso permanecer ahí, pero mientras volvía a casa, el rencor iba creciendo.
“—Abusador.—”
“—Abusador.—”
“—Abusador.—”
Y esa palabra solo hacía que Gilgamesh se molestase más.
—¿Como ella pudo rebajarme a ese nivel?
Gilgamesh, apretó sus dientes, miró con histeria hacia la escuela, sus ojos rojos, carmesí pintados con la histeria y el odio, él deseo con todas sus fuerzas venganza.
Venganza, por esa vergüenza.
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