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16. El Principio.

Esas dos personas, ese pelirrojo, Alexander, y ese rubio, Gilgamesh; frente a frente, listos para pelear, cualquiera que estuviera ahí podía ver un encuentro de titanes.

Tú, conociendo la reputación de ambos, sabía que si esto ocurriera en la escuela, todos los estudiantes no se lo perderían, harían hasta apuestas por ver quien gana, así que te consideraste afortunado de ver este encuentro.

—Veamos si no eres una decepción.—espetó Gilgamesh, subestimando a Alexander.

—Con mucho gusto.—sonrió con confianza.—Mi nombre es Alexander, prepárate, yo pateare tu trasero de rico.

Gilgamesh solo chasqueo sus labios, se notaba que odiaba lo confiado que era el enano. Tú, a pesar de todo, estabas emocionado, querías saber que sería de esto.

Pero, no contaste con esa persona apareciera.

—_________, ¿estas bien?

Miraste hacia atrás de aquellos dos, ahí, parado, mirando la escena, estaba Astolfo. Con una expresión seria, solo tenía su mirada clavada en ti. Alexander y Gilgamesh lo miraron, ni cuenta se dieron de que estaba ahí.

Astolfo, con una sombría mirada, se acercó a ti, que estabas aún tirado en el suelo. Se agachó, y con sus dedos tocó la cortada en tu labio.

—¿Quién te hizo esto?—espetó.

—Astolfo, no es na-

¿Quién te hizo esto?

Te corto, interrumpió tus palabras. Estabas algo sorprendido, era la primera vez que lo veías así, molesto. Astolfo, tenía una mirada irreconocible para ti, su sería expresión, la manera en la que hablaba, con ese tono tna serio, a parte de que sentías como si algo hubiese cambiado en él.

Querías responder, pero con tu amigo así como estaba, no sabias como él reaccionaria.

No sabías de lo que él sería capaz.

Astolfo, aún esperaba tu respuesta, pero al ver que estabas asustado aún, él se paro y miró a los dos agenos que estaban atrás.

—¿Quién de ustedes dos le hizo esto a ________?—preguntó, sin rodeos.—Por favor, respondan.—dijo entre dientes.

Gilgamesh, orgulloso, miró a Astolfo y iba a decir algo, pero entonces Alexander se metió en medio, y habló antes de que el rubio pudiese.

—No hay necesidad de hacer un conflicto, Astolfo.—dijo el pelirrojo.

Gilgamesh frunció su ceño.

Con que ahora no es tan rudo, pequeño perro.—pensó el rubio.

—Nos-

Yo no quiero escuchar eso.—interrumpió a Alexander.—Respondan mi pregunta.

Miraste a Astolfo, él estaba temblando, no sabías de que, pero no creíste que de miedo era, mucho menos con la manera que se estaba comportando.

—Fui yo.—respondió Gilgamesh antes de cualquier otra interrupción.

Alexander le miró, diciéndole “idiota” con la mirada. Astolfo miró mal a Gilgamesh, el rubio, orgulloso, no podía temerle a la ira del pelirosa, tampoco le importaba.

—¿Y que con eso?—exclamó el rubio.—Solo adiestre a ese perro, ya me tenía hartó.

—...

Astolfo se mantuvo callado, esta vez ya no dijo nada. El pelirosa, estaba cabizbajo, tanto Alexander, como Gilgamesh y tú, esperaban cualquier reacción de él.

Cuando viste que Astolfo dejó caer su mochila, que iba a empezar a dirigirse hacia el rubio. Tú le detuviste:

—¡Astolfo espera!—él se detuvo.—No te metas en este problema, no es necesario pelear, es solo una pérdida de tiempo.—te paraste.—Estoy bien, ¿ves?, solo vámonos y olvidémonos de esto.

Astolfo se quedó unos segundos pensando sobre ello. El pelirosa se incorporó y suspiro, te miró con su expresión habitual y sonrió.

—Esta bien, si tú dices.—tomó su mochila.—Vamonos.

—Si.

Tú y Astolfo, se marchaban. Alexander y Gilgamesh sólo miraban como ustedes dos se iban.

Gilgamesh, al ver cómo ustedes dos lo ignoraron y prefirieron irse, él apretó sus puños, enojado. El rubio odiaba que lo ignorasen, que lo echaran aparte, apretó sus dientes, tratando de calmarse, pero no pudo.

—Cobardes.—comentó el rubio y tomó su mochila.

Alexander miró al rubio y le dijo:

—Te recomiendo que dejes las cosas como están.—dijo y tomó su mochila.

—¿Que intentas decirme?, enano. Esos dos no matarían a una mosca.

—Gilgamesh, solo te lo advierto. Te lo digo porque conozco a Astolfo.—el rubio frunció el ceño.—Adiós.

—Tú solo huyes con el rabo entre las patas; ¿que no querías pelear conmigo?—burló el rubio, ya que aun buscaba pelea con el enano.

Alexander, se detuvo y volvió a quitarse su mochila.

—Si quieres pelear, tan solo ven aquí y ya.—dijo el enano.

Gilgamesh hizo eso, se lanzó contra él. Y así, Alexander y Gilgamesh se pelearon esa tarde, hasta que un grupo de pandilleros que iba constantemente a eso de las 2 de la tarde hacia ese lugar, los miró y separó.

Cuando llegaste a casa, que tu madre miró esa herida en tu labio, ella de inmediato dejó lo que estaba haciendo para acercarse a ti preocupada.

—¡________!,—tomó tus mejillas.—¿Que te pasó?

—Solo fue una pequeña discusión, madre.—dijiste.

Ella te tomó del brazo y te jalo, para sentarte en el sofá de la sala de estar.

—Quedate ahí, voy a buscar el botiquín.—dijo.

Tú, con la mirada gacha, recordaste lo sucedido, más bien, te acordabas de cómo Astolfo se había puesto después de verte así, era la primera vez que lo veías así. Suspiraste.

Eras alguien que no buscaba problemas, así que, sabías que tu madre al verte, tendrías que contarle lo sucedido.

Eso solo fue... El Principio.

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