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10. Dulce.

Te despertaste.

Tomaste tu celular que cargaba y estaba en la pequeña mesita de noche, miraste la hora, eran las 1:13 am, aprovechaste para ver que día era, te habías perdido tanto en la conversación con Astolfo que te olvidaste de que hoy es sábado. Ya que ayer era viernes, obvio.

Suspiraste. Pasaste tu mano por el flequillo de tu cabello.

Trataste de conciliar el sueño pero no podías.

Aunque tus padres no lo saben, sueles despertarte en la madrugada después de haber tenido aterradoras pesadillas, cuyas tienen que ver con una guerra, asesinatos, ataques surrealistas, que hasta parecen mágicos, y los protagonistas de estos sueños son variados; pero siempre hay algo en común, y es que se menciona la tal:

Guerra Santa.

No sabes que pueda ser, tampoco le prestas mucha atención, pero aún así aquellas pesadillas son tan terribles que se te hace difícil no pensar en ellas y eso hace que no puedas conciliar el sueño.

Esta vez se trataron de niños muertos, de diferentes formas, hasta parecían sacrificios, como si fueran parte de un ritual satánico. Lo recuerdas bien, y una voz diciendo que eso era "arte".

Sentiste repulsión, cada vez que las imágenes vienen a tu mente de nuevo, sientes un deseo ferviente de vomitar.

Tu cabeza daba vueltas, así que te paraste de la cama y te vestiste de manera apropiada para dar un paseo por la calle.

Si, eso es otro dato que tus padres no saben, y que bueno que no, porque sino te matarían, y es que tú al tener estas pesadillas, sueles ir a pasear si esta pesadilla fue demasiado fuerte para tu gusto.

Arrugaste tu nariz y te terminaste de amarrar los converse. Te levantaste y sigilosamente saliste de casa para dar tus paseos de recomposicion por el vencindario.

Sueles llevar dinero, ya que hay una tienda 24 horas cerca de casa, así que vas de vez en cuando para comprar algún dulce o bebida.

-Me comprare algún dulce, para quitarme la amargura de la boca.

Con este pensamiento te pusiste en marcha hacia la tienda. Ya eres alguien bastante conocido ahí por el cajero, así que no había ningún problema en ir y pedir algo, él no te reprocharia, además de que es de tu dinero que él vive.

Después de saludar al cajero, buscaste unos dulces en específicos, eran unas golosinas poco conocidas pero bastante buenas, no sabias porque dejaron de ser tan populares pero aunque sea puedes encontrar algunos aquí.

-Joder, ¿donde están?-miraste la funda con el nombre de este. Sonreiste.-Aquí están.-susurraste.-Que raro, hay muy pocos.

Miraste le paquete de estos, sonreiste al encontrarlos, pero eran muy pocos, te resultó raro porque no suelen comprarlos.

Fuiste a la caja registradora para pagar por estos.

-Kariya, ¿porque hay tan pocos?-preguntaste.

Kariya matou, un hombre amable y honesto que no habla mucho sobre si mismo, tal vez sea por la mala relación que lleva con su padre.

-Eso es porque alguien más vino por ellos, _________.-te sonrió.-Al parecer no eres el único que tiene estos gustos.

Miraste el dulce, ese dulce que fue bueno en los 90's, que tu padre solía comer con frecuencia, pero ahora ya no. Fue de ahí que sacaste esa adicción a ellos.

-Que los aproveche entonces. Solo fue que llegue algo tarde, por eso se llevó casi todos.

Kariya rió por lo bajo.

-Si, seguro fue eso.

-Bueno, Adiós Kariya, recuerda descansar bien

-Lo haré, __________.

Te fuiste.

En el camino a casa, sentías la fría brisa envolverte, eso te hizo temblar. Pero no sólo era eso, sentías un mal presentimiento, como si algo malo estuviera a punto de pasar, o como si algo te estuviera esperando más adelante.

No sabias que era pero a tus ojos las calles, que estaban iluminadas por los faroles, se había hecho las oscura, aún con la luz amarillenta. Te extrañaste al ver eso, parecía peligroso seguir.

Dejaste de pensar en eso tanto y seguiste tu camino, si algo te pasara ahora, no te preocuparas de eso, hace tiempo que dejaste de importarte a ti mismo.

Mientras más Caminabas, más podías ver a la distancia a alguien, la figura de una persona alta oculta detrás del farol se luz, desde aquí se veía que usaba tu celular.

Ahí estaba él, con esa camisa blanca, esos pantalones negros, su cabellera rubia caída, sus ojos rojos, su blanca y tercia piel, la expresión en su rostro mostraba confianza en todos los aspectos posibles. Apoyado sobre la pared, usando su celular que iluminaba su cara dejando ver esa sonrisa sarcástica.

Es Gilgamesh.

Cruzaste por su lado, él no te agradaba para nada, lo miraste de soslayo. Gilgamesh sonrió sarcástico.

-No sabía que los perros también tenían buen gustó.

Lo ignoraste, seguiste tu camino, aún si él se comió la mayorías de dulces, lo ignoraste y seguiste tu camino.

-Con razón estas con Astolfo.

Al rubio decir eso te detuviste automáticamente.

-Ahora si me haces caso.

-¿Que quiere, Gilgamesh?-tu tono se volvió agresivo.

-Solo pasó la noche aquí, ¿hay algún problema con eso?

-No te vi, cuando pase la primera vez.

-Llegué ahora, técnicamente.-dijo.-Ahora, ¿que hace un perro como tu andando a estas horas?

-No es de tu incumbencia.

-No seas tan rudo, perro. Solo paso la noche.

-Yo igual.

-Si, lo sé.-te miro.-Escucha, ahora que estás aquí, déjame decirte que no me gusta mucho que esté tan cerca de Astolfo.

-Él y yo somos amigos.

-Lo sé, pero puede ser que él y yo nos casemos, en un futuro.

Frunciste tu ceño.

-¿Porque?

-Órdenes familiares.-respondió.-Asi que, aléjate de Astolfo, mi futura prometida, o yo te daré una razón para dejarlo.-guardo su celular.-Bueno, fue un gusto hablar contigo, perro, __________. Ah, y por cierto, ¡estos dulces están buenos!

Miraste cómo Gilgamesh se marchaba como si tiene la victoria asegurada. No esperaste nada de esto, de hecho te sentiste algo mal.

Suspiraste.

-Con razón se sentía mal.-mencionaste.

Dejaste salir un largo suspiro.

-Astolfo...

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