10. Egoismo
Aunque se hizo el dormido, aquella noche volvió a sentir como su marido se levantaba de la cama para salir al balcón para llorar y eso le partía el alma. Jae Hwan dio gracias a su vida, la poca que le quedaba, por haberle regalado a Hak Yeon, la persona más importante y con la que estaba recorriendo su último camino.
Abrió un poco los ojos pero los volvió a cerrar en cuanto lo vio salir y esperó a que se volviera a tumbar, pero nunca ocurrió, pues a los pocos minutos notó como salía por la puerta. Se odió a si mismo, la energía y alegría que siempre había desprendido Hak Yeon disminuyó considerablemente después de enterarse de todo y él era el responsable.
Giró sobre la cama para alcanzar su teléfono y mirar su galería de fotos. Sonrió al ver como la mayoría de ellas eran de Hak Yeon, comenzó a pasarlas hasta encontrar su favorita. En ella, su marido aparecía empapado mientras le miraba con una sonrisa en la cara, recordó aquel día, el mismo en el que le pidió que se casara con él. Apareció en su casa con un cubo de agua, y en cuanto abrió se lo tiró por encima mientras sacaba el anillo. Nunca olvidó sus palabras.
- Aquel día el agua me hizo conocerte y cambiaste mi vida, me sentí como nunca y me diste la fuerza que necesitaba. No sabía cómo hacer esto... ni ahora... - Sonrió. – Vale, tenía un discurso y lo he olvidado. Lo importante es que Lee Jae Hwan... te necesito en mi vida, no me importa el tiempo que sea, superaremos esto juntos... vamos a cumplir tu sueño... vamos a casarnos, Te quiero...
Jae Hwan se rio mientras se acordaba de los nervios que pasó Hak Yeon aquel día, pues en cuanto él aceptó le puso el anillo, se hicieron la foto y seguidamente corrió hacía el baño, de tal manera que al estar mojado se resbaló y se dio un golpe en la cabeza. Por suerte no fue muy grave, solo terminó con la frente enrojecida y un gran bulto, y eso fue la excusa perfecta para pasar la tarde cuidando de él.
Aunque sonreía, sus lágrimas también salieron, deseó con todas sus fuerzas que aquel maldito cáncer desapareciera y poder vivir su vida con normalidad, junto a él. Su egoísmo con Hak Yeon le obligó a no dejarle, podía haberse marchado en su momento y romper para que se olvidara de él, pero nunca tuvo fuerzas.
Se levantó de la cama para buscar en su maleta el trozo de papel que llevaba meses escondiendo de Hak Yeon, una carta que le estaba costando una infinidad escribir y en la cual le decía a su marido, todo aquello de lo que no hablaban para no tocar el tema. La hoja ya estaba arrugada y el bolígrafo casi no pintaba, siempre tenía muy claro lo que escribir, pero a la hora de la verdad dudaba, pues aquellas serían sus últimas palabras hacía Hak Yeon y no quería cometer ningún error.
Guardó rápidamente la carta cuando escuchó la puerta de nuevo, y volvió a la cama para hacerse nuevamente el dormido. Notó como su marido se acostaba a su lado y se alegró de tenerlo de nuevo cerca, de tal manera que se acercó a él para abrazarlo y sentir sus latidos, el único sonido que lo relajaba. Hak Yeon correspondió a sus brazos mientras le besaba en la coronilla y entrelazaba sus piernas, esperando que con esos gestos aquel muchacho nunca se fuera de su lado.
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