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anto Domingo, 1745.

El crujido de las pequeñas ramitas en el camino de adoquines fue el único sonido en la quietud de la noche.

La criada corrió hacia la cabaña que se encontraba en la cima del acantilado, con vistas a las suaves olas del mar debajo. Sus pulmones estaban a punto de agotarse, pero estaba decidida a llegar a su destino.

Sintió el ardor de la escalada en sus piernas, su cuerpo apenas capaz de seguirle el ritmo después del largo día. Pero la cabaña finalmente estaba a la vista, a unos pocos pasos más, una sonrisa casi llegando a su rostro cuando la vio. Con un grito profundo, dio un salto final hacia ella, tratando de levantar su falda, ya que tuvo cuidado de no molestar al bulto en sus brazos.

"¿Lord Tomlinson?" gritó, golpeando frenéticamente contra la madera granulada. "¿Está ahí, señor?"

La puerta se abrió para revelar a un hombre alto, sus penetrantes ojos azules llenos de preocupación. Su camisa de vestir estaba desabrochada por los botones, la suave brisa la abría aún más.

"¿Sarah?" preguntó, la sorpresa evidente en su voz. "¿Qué pasó?" Sus ojos estaban fijos en lo que ella llevaba.

"Es Marie", sollozó, tratando de equilibrar el bulto en una mano mientras se limpiaba la mejilla, "su parto se adelantó poco después de sufrir una caída. Y ... "soltó un sollozo," no sobrevivió, señor ".

Su rostro se endureció con dolor. "¿Marie murió?" susurró, su expresión parecía como si su corazón se rompiera en un millón de pedazos. "¿Y el bebé?"

"¡Vive!" ella lloró. "Y es un niño. Lo tengo aquí", dijo, levantando los brazos con cuidado.

"Dámelo," ordenó gentilmente, ambos brazos extendidos para recibirlo.

Sarah vio como el alfa lloraba mientras miraba a su hijo. Sosteniendo al niño firmemente con ambas manos, una lágrima rodó por su mejilla mientras miraba su creación. El bebé a su vez se había despertado con todas las voces a su alrededor, parpadeando hacia su padre con un par de ojos azules.

"Oh, mi amor", susurró. "Él es hermoso. ¿Por qué está tan tranquilo?" preguntó con preocupación, bajando la voz.

"No lloró cuando nació", sollozó ella. "Pensé que él también había muerto, pero simplemente no causó un escándalo. Hacía más fácil sacarlo de la casa de esa manera. Casi como si supiera lo que tenía que hacer para sobrevivir".

"¿Y su esposo?" cuestiono mientras apretaba más al bebé contra su pecho, casi como si eso lo protegiera del terror del mundo. "¿No sospechará?"

La criada sacudió la cabeza. "Le dije que el niño no sobrevivió", se le estremeció el labio mientras miraba al niño en sus brazos. "Ni siquiera derramó una lágrima. ¡Por su propia esposa! ¡O el niño!"

"No es sorprendente de un hombre que la golpeó, Sarah", sacudió la cabeza mientras miraba a su hijo. Un hijo nacido del amor genuino.

"¿Qué está pasando?" una voz vino desde atrás. Un hombre un poco más bajo que Lord Tomlinson emergió, y por su olor, Sarah podía decir que era un beta como ella. No llevaba camisa, con el torso desnudo mientras se paraba a su lado.

"Marie se fue, George", Lord William se volvió hacia él. "Pero nuestro hijo vive", dijo con cuidado entregándole el bebé.

Un pequeño sollozo salió de la beta, pero rápidamente se compuso cuando comenzó a arrullar al niño.

"El bebé necesita ser alimentado, Lord Tomlinson", susurró Sarah, con una pequeña sonrisa en su rostro mientras observaba a los hombres.

"Aquí", le entregó una bolsa grande de monedas de su abrigo colgando cerca de la puerta. "Usa esto para encontrar una niñera para él y mantenerlo allí por unos días. Cerciórate que esté bien cuidado. Tengo que volver a Thornfield por la mañana, pero ¿sabes dónde está la casa de George en la ciudad?" él continuó cuando ella asintió. "Llévalo allí tan pronto como puedas".

"Haré lo que me pidas", respondió ella. "Pero tengo que decir, mi señor, el niño debe tener un nombre. ¿Has elegido uno?"

Ella observó cómo él cuidadosamente ponía un dedo contra su mejilla, con los ojos muy abiertos mientras miraba a George. "Louis. Mi Louis. Algún día, espero poder darle mi apellido también. Pero por ahora, él es Louis".