- Epílogo -
Amor, una palabra compleja, que muchas personas toman a la ligera, si tuviera una moneda por cada vez que oigo sobre "amor" en la calle o entre mis allegados, sería muchísimo más adinerado de lo que ya soy de por sí; en mi caso, el amor nunca lo he tomado a la ligera, de por sí nada en mi vida suelo tomarlo a la ligera, tomo decisiones bastante concisas y serias con respecto a la vida que quiero tener, y el amor, por más que muchas veces he intentado evitarlo, es una de esas cosas sobre las que más he debido debatir durante toda mi vida.
Siempre me he considerado una persona de gustos inconfundibles, alguien que sabe lo que quiere, y no duda en obtenerlo, así el mundo se le venga encima, sonará un poco egocéntrico, pero ¿no sería una pérdida de tiempo de mi parte fingir modestia frente a ustedes? considero que sí lo es, y bastante.
Supongo que ya me conocen, "el inglés de ojos azules" el "mítico señor Dawson", me mata de risa leer ciertas notas en los viejos libros de texto de mi esposo, donde casi siempre había algo escrito en las últimas páginas, y por 'algo' me refiero a "yo amo al señor Dawson"; no gastaré saliva presentándome, Taylor ya habla suficiente de mí como para que yo pierda tiempo presentándome, y para los que aún con toda la publicidad que mi amado esposo me hace no me conocen todavía, los dejo conocerme un poco; mi nombre es Robert Dawson, dueño de una de las empresas más importantes de Reino Unido, uno de los hombres más respetados en toda Inglaterra, además del esposo de un encantador chico norteamaericano que llegó a mi vida por mera casualidad.
Recuerdo que un día tuve que ir a América a sellar un trato con un hombre desagradable, pero de una habilidad para los negocios admirable; mis ganas de tratar con él eran nulas, pero mi adorable socia (además de mejor amiga) me insistió en que asociarme con el mercado norteamericano me traería muchos beneficios, como si hubiera necesitado más dinero del que ya tenía de por sí, aunque admito que, no hay mayor tesoro en esta vida, que la persona a quien tuve la fortuna de conocer esa tarde.
Estando en la casa de aquel hombre machista y de hombría diminuta, conocí al amor de mi vida, una delicada criatura de alborotado cabello oscuro, aspecto desaliñado y poco cuidado, y un par de hermosos ojitos cafés que me enamoraron apenas los ví; lo admito, soy alguien que sabe lo que quiere, y en cuanto mis ojos divisaron la delgada silueta de Taylor, supe exactamente que lo quería para mí.
Admito que cometí errores, muchos, demasiados; mi naturaleza soberbia y orgullosa chocó muchas veces con el recelo y la paranoia de esa hermosa criatura que llegó a mi vida de repente; "¿seguro que quieres salir con alguien tan jóven?" me repetí una y otra vez, pero cada vez que me hacía tal pregunta, la tímida mirada de Taylor brotaba por mi mente, y me hacía mandar cualquier pensamiento racional al demonio, algo que jamás me había pasado en mi vida, ni siquiera con mis relaciones anteriores.
Me cuesta decir con palabras qué fue aquello que me hizo enamorarme de Taylor tan repentinamente, porque para ser franco, todo en él me encanta; desde sus locas ocurrencias que no sé de dónde las saca, hasta esa personalidad tan salvaje e irracional, y su expresión tímida y vulnerable que se refleja estando solamente conmigo. Toda la vida me he codeado con personas frívolas y demasiado estiradas, por lo que al conocer a Ty, sentí como si hubiera inhalado una gran bocanada de aire fresco después de mucho tiempo sin saber lo que era el oxígeno.
— Amor — escuché aquella dulce y cálida voz hablándome al oído, amo cómo cuando me insulta y me maldice usa un tono de voz ronco y severo, pero otras veces su voz es sumisa y muy apacible.
— ¿Mgh? — abrí cuidadosamente los ojos al oír que alguien me hablaba, y al ver ese par de tiernos ojitos cafés mirarme adormilados y exhaustos, no pude evitar esbozar una larga sonrisa y acariciar gentilmente su mejilla — Buen día, gatito, ¿ocurre algo?
— Tuve una pesadilla — murmuró tímidamente, me mata escuchar su voz ronca por la mañana, Taylor siempre ha sido muy delicado, pero desde que cumplió treinta años, su ternura se condensa con una sensualidad que me ha estado volviendo loco.
— Oh cariño, lo siento tanto — susurré besándole la frente y acurrucándolo en mis brazos, mientras él hundía su cara en mi hombro — ¿Quieres contarme sobre ella?
— No la recuerdo, solo sé que fue horrible — reí ligeramente al oírle, besando su frente y pasando ambas manos por su espalda.
— No pasa nada, cariño; solo fue un sueño, ya estoy aquí contigo.
— ¿Me haces hot cakes? — pidió de manera suplicante, reí nuevamente para sentarme en la cama y verle a los ojos de manera algo ladina.
— ¿Tener miedo te abre el apetito, eh? — sonreí ampliamente al verle fruncir el ceño y mirarme con fastidio, han pasado muchos años desde el día en que lo conocí, y Taylor me sigue matando de la ternura, y sin que yo logre hallarle una explicación lógica — Está bien, iré a prepararte el desayuno.
— ¿También puedes ponerles fruta? — preguntó mientras se levantaba conmigo de la cama para salir juntos de nuestra habitación.
— Fruta, azúcar, crema; tú pide, cariño, te daré lo que tú quieras — dije mientras llegaba con él a la cocina, para empezar a revisar en la alacena y tomar todo lo necesario para poder prepararle el desayuno a mi esposo.
— Me gusta cómo suena eso — canturreó mientras sonreía coquetamente, reí arqueando una ceja al verle actuar así, al conocerle le aterraba subirse a mi auto, y ahora le encanta que yo le prepare el desayuno, supongo que es esto lo que pasa cuando adoptas a un gato callejero y lo consientes de tal forma que se vuelve todo un mimado, no obstante, yo amo darle a mi gatito todo lo que me pide, y es que ¿quién soy yo para negarme a alguna petición que me haga esta criatura tan hermosa? sobre todo cuando me pone cara de "cógeme" cuando me lo pide.— ¿Puedes llevar a Rose a la escuela hoy? — le pregunté.
— Claro, debo hablar con su profesor, quiero saber qué papel tendrá ella en la obra escolar — platicaba con naturalidad mientras iba al refrigerador, e inconscientemente me quedé mirando su delgada y sexy silueta, Ty no duerme con mucha ropa, solo una camiseta holgada (casi siempre de mi propiedad) y su ropa interior, aunque es raro cuando amanece con ella, supongo que yo tengo algo que ver con eso.
— De acuerdo — le respondí — Mis padres vendrán a cenar esta noche, así que debemos preparar todo con tiempo.
— Bien — murmuró apartándose del refrigerador y acercándose hacía mí, para tomar mis hombros y verme fijamente a los ojos de manera juguetona, conozco muy bien esa mirada suya, así que no dudé en abrazarlo y mirarle de igual forma mientras pegaba mi frente con la suya.
— Luce cachondo, señor Dawson, ¿acaso quiere una follada antes de irse a trabajar? — susurré con voz ronca, sé lo mucho que a Ty le enloquece mi voz sensual, así que con más razón suelo usarla para provocarlo.
— Vaya que sí quiero — dijo con voz sumisa, me vuelvo loco cuando le escucho hablándome así — Pero si Rose nos escucha—
— Está dormida — respondí en corto, cargándolo entre mis brazos para recostarlo en la isla de la cocina — Ella no despierta hasta las 08:00 jamás.
— Buen punto — susurró delicadamente, mi sangre empezó a hervir apenas le escuché hablar así, ¿cómo Taylor puede enloquecerme tanto de placer? No tengo idea, pero me encanta.
— Ven Algodón, hay que darte de comer — habló cierta niña a la que amo con mi vida, pero cada vez que tiene el inoportuno hábito de interrumpirnos a su padre y a mí, considero seriamente la idea de enviarla a vivir con mis padres.
— ¡Ay carajo! — jadeó mientras se apartaba de mí para levantarse y arreglarse la ropa, sonreí con malicia al verle actuar así, a veces tan libidinoso, y otras veces tan descuidado y torpe como cuando lo conocí, adoro todas esas facetas suyas, y hacen que me enamore de él cada día más, aún cuando ya tenemos casi doce años de casados.
— ¡Ah, buenos días! — dijo mi hija mientras llegaba con nosotros, primero saludando a Taylor, y después saludándome a mí con un fuerte abrazo, esos abrazos son incluso más dulces y reconfortantes que el café que bebo antes de ir a trabajar, no saben lo hermoso y dichoso que se siente ser padre.
— ¡Roselyn por amor de Dios! ¡¿qué haces despierta a estas horas?! — reclamó mi esposo, mientras yo me disponía a proseguir con la comida, normalmente dejo que Ty se haga cargo de disciplinar a nuestra hija, en casos extremos yo intercedo, aunque hacerlo no me gusta, porque mi naturaleza es muchísimo más brusca y cruel que la de Ty a la hora de reprender.
— Es que me caí de la cama.
— Oh nena, ¿estás bien? — pregunté volteando a verla con algo de preocupación.
— Sí sí, solo me hice una pequeña cicatriz aquí — señaló su propia frente, yo me preocupé mucho al verla, pero la reacción de Taylor fue digna de enmarcar en la pared.
— ¡¿Qué?! ¡oh por amor de Dios! — reclamó tomándola de las mejillas — ¡¿Robert viste el tamaño de esta cicatriz?!
— Es una pequeña marca, cielo, desaparecerá con el tiempo, yo me hice muchas cicatrices cuando era niño también.
— ¡No es lo mismo! ¡ven acá, vamos a curarte eso! — clamó tomándola de la muñeca para llevarla hacía la sala, mientras yo continuaba preparando la mezcla para el desayuno.
Miré de reojo cómo ambos discutían y se regañaban mutuamente, y sin esperarlo una sonrisa se dibujó cuidadosamente en mi rostro; hubo una época en la que esta casa era el sitio más frío y solitario que podrías haber visto en todo Londres, a veces incluso me quedaba en la oficina para evitar llegar a que me recibiera un sofá frío y una cama vacía, "mi vida estará llena de soledad" era lo que pensaba desde mi juventud, desde aquellos años donde mi familia optó por enviarme lejos para reprender mi mal temperamento, pero solo lograron apagar una parte de mi corazón.
No obstante, Taylor llegó a mi vida en el momento menos esperado, y cambió todo en mi vida por completo. Nunca creí que al viajar a norteamérica encontraría el amor, así como tampoco pensé que él accedería a vivir conmigo, a formar un hogar juntos, y tampoco a darme la dicha de ser padre alguna vez; y es por eso que, cuando miro a mi alrededor, y veo nuestro hogar iluminado y casi siempre lleno de personas, así como a nuestra hija gritando y corriendo por las habitaciones sin nada ni nadie que la detenga, llenando todo nuestro hogar de color y alegría, no puedo sentirme más dichoso y agradecido con la vida.
"Creí que siempre estaría solo" pensaba a menudo, pero ahora mi corazón y mi hogar tienen un calor que nunca creí que lograría conocer en persona, y todo se lo debo a mi hermoso chico de ojos cafés, quien se adueñó de mi vida tan solo en el primer instante en que estuvo frente a mí, la persona que me enseñó lo que es el amor puro, aunque nuestra manera de amarnos a lo largo de los años ha sido un tanto complicada, he de admitirlo, pero eso no le quita lo hermoso en absoluto. Él y Rose definitivamente han sido la mejor casualidad que me ha ocurrido en toda mi vida, y juro que jamás voy a arrepentirme de eso.
¡Gracias por haber leído la bilogía "Amor Y Aflicción"! ¡nos vemos pronto en los capítulos extras, no te los pierdas!
- Gema.
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