92 - 'Torpeza Juvenil'
— ¿Qué haremos en tus vacaciones de la universidad? — preguntó mientras cortaba un trozo de su lasaña y se lo metía a la boca, hace rato que nos habían traído la comida, y menos mal que fue así, empezaba a desesperarme.
— Aún falta mucho para eso — respondí dando un sorbo a la copa de vino junto a mí.
— Pero debemos planearlo con tiempo, juro que te colgaré vivo si faltando dos días para salir me pides que te lleve a Detroit.
— Si sabes que querré ir a Detroit ¿porqué me preguntas entonces? — murmuré entre risas cínicas.
— Solo quiero cerciorarme, eres bastante impredecible últimamente.
— Pues ya sabes lo que quiero — dije mientras daba un bocado a mi comida — Mgh, ¿y eso no chocará con la boda?
— No creo — dijo él — Todo depende, escuché que en tu universidad tienden a dar vacaciones casi a final del año, si eso es así, nos tocará pasar navidad en américa.
— ¿Crees que eso se pueda?
— Aún es pronto para decidirlo, pero ni loco quiero pasarme los últimos meses del año de aquí para allá otra vez, últimamente lo menos que hacemos en nuestras vacaciones es descansar.
— Mh sí, tan solo de pensarlo ya me siento cansado — gruñí tomando una servilleta para limpiar mi rostro, aunque me sorprendió ver cómo el mesero llegaba con un pastel de fresas y melocotón, adornado con varias velas azules, y una vela con forma de número 22, tal gesto me hizo sonreír tímidamente — Oye no te hubieras molestado.
— Tú no implicas molestias para mí — dijo mientras veía cómo el mesero dejaba el pastel en la mesa, y luego de agradecerle, tomó la copa de vino y la alzó sutilmente — Bueno, no todo el tiempo me causas molestias.
— ¡Cállate! — dije entre risas mientras alzaba mi copa de vino también.
— Brindo por ti, mi amor — murmuró mientras me observaba con detenimiento — Brindo porque podamos estar juntos muchos cumpleaños más, y yo pueda seguir demostrándote que vales más de lo que te hicieron creer durante toda tu vida; eres un rayo de luz, Ty, y quiero que tengas eso en mente siempre.
— Ay cariño... — suspiré sonriendo con ternura, me conmovían tanto esas palabras de parte suya.
— Ya hace un año que te conozco, Taylor, y juro que no me arrepiento de haberte pedido que vivieras conmigo, alegraste mi vida desde el primer minuto que te tuve frente a mis ojos, y si me dieran una mínima oportunidad de cambiar el pasado, lo primero que haría sería ir por ti, y pedirte de nuevo que te cases conmigo.
Mi pecho latió con mucha fuerza cuando le escuché decirme todo eso, mis ojos se cristalizaron y mis mejillas se ruborizaron de golpe, es el efecto que Robert siempre ha causado en mí, desde el primer día ha sido así.
— Eres el rey de las exageraciones — dije mientras me acercaba un poco para chocar mi copa con la de él — Y es por eso que te amo tanto.
Dicho esto, ambos nos dimos un cálido beso en los labios, importándonos poco que las personas alrededor pudieran sentirse incómodas con nuestras muestras excesivas de afecto, realmente me daba igual, había aprendido a no sentir vergüenza por aquello que llenaba mi vida de felicidad, y eso algo que aún hoy en día sigo teniendo muy presente, y es que, después de todo el infierno que tuve que pasar cuando trataron de alejarme de mi esposo, ni loco quise volver a actuar tímido o cohibido frente a los demás, amaba presumir que Robert Dawson era mi pareja, el hombre al que amaba, y que yo era el hombre al que él amaba también.
-
— Estaba muy rico este pastel — dije mientras salíamos de aquel restaurante, cargando conmigo las sobras de pastel y lasaña.
— Puedes desayunar con él mañana, pero solo un poco ¿de acuerdo?
— Bien — asentí mientras le sonreía pícaramente, hasta que escuché de repente algo que me llamó la atención, se trataba de una feria algo grande que estaba instalada cerca de aquel restaurante, y que captó mi atención de golpe — ¡Amor mira! ¡¿podemos ir?!
— Claro, pero primero hay que— trató de hablar, pero yo le tomé de la muñeca y lo llevé hasta dicho sitio, brincando y riendo como si fuera un niño pequeño.
Aquella feria tenía todo tipo de atracciones y de stands donde vendían comida y peluches, era todo un espectáculo visual, y no crean que eso era solo cosa de niños también había parejas y adultos jugando como si nada, eso me motivó aún más a querer probar suerte en todos los juegos.
Jadee al pasar cerca de un stand donde tenían un hermoso peluche de pingüino de tamaño considerable, apenas lo ví, apreté la mano de Robert y me fuí corriendo hacía dicho sitio, aún cuando él estaba quejándose y diciéndome que me calmara.
— Mira amor, lo ganaré para ti — dije señalando el peluche en cuestión, él me sonrió coquetamente en cuanto dije eso.
— Adelante mi hombre sexy — murmuró mientras me apretaba la mejilla, yo empecé a reír como idiota embobado cuando él me habló de tal forma, y con más razón me acerqué más al local con el ego a mil.
— Oye amigo — dije al llegar, con el acento más yankee del mundo — ¿Cuánto cuesta un tiro para ganarme los peluches que tienes allá?
— Aquí tienes las tarifas — dijo de mala gana mientras señalaba un letrero que estaba en la pared, y al ver el precio, no vacilé en sacar el cambio que tenía en mi cartera y dárselo al sujeto en cuestión, para acto seguido, tomar una pistola de agua y apuntarle a los cartones en movimiento que debía derribar, según el cartel, debía derribar tres para poder ganarme al pingüino, lo vi como algo fácil, desde luego, lástima que no fue tan simple como creí.
Cuando el sujeto activó la máquina, yo empecé a disparar, maldiciendo entre dientes al ver que no lograba darle ni a un solo cartón, enserio quería lucirme frente a Robert pero no logré derribar ni siquiera un maldito delfín (los cartones tenían forma de peces y demás animales marinos).
— ¡Demónios! — gruñí de mala gana.
— Lo intentaste, cielo — dijo mi prometido mientras me palmeaba el hombro, yo hice caso omiso a sus palabras, saqué el cambio que me quedaba en los bolsillos para dárselo a ese timador, quien reía por debajo mientras tomaba el dinero y lo guardaba en la caja fuerte — Taylor creo que ya fue—
— Yo puedo — dije mientras tomaba la pistola de agua y volvía a intentarlo, y de nuevo, fracasé.
Maldije entre dientes mientras dejaba de lado la pistola en cuestión, rebusqué en mis bolsillos tratando de encontrar alguna moneda extra, pero al no hallar nada, y ver con vergüenza la expresión penosa y tierna que Robert me dedicaba, decidí apartarme e irme de aquel local, sin siquiera esperar a mi pareja, la verdad sí me dió mucha vergüenza haber fracasado de tal manera, porque de nuevo, quería lucirme y demostrarle a Robert que podía ser una pareja ejemplar, y ni siquiera pude derribar algunas figuras de cartón, era tan patético.
Me senté en una banca algo apartada de aquellas tiendas, a ver cómo varios niños y adultos pasaban con peluches igual de grandes que el pingüino que quería ganar para mi novio, "¿y si alguien más lo gana?" pensé, y me frustró mucho pensar en eso.
Luego de un rato regañándome y auto criticándome, sentí de repente cómo alguien colocaba un objeto de felpa entre mis piernas, y al agachar la mirada, pude ver que se trataba de aquel pingüino que tanto me esforcé por ganar, verlo solo me hizo sentir más avergonzado y frustrado, sobre todo al darme cuenta de quién lo había ganado para mí.
— No te mortifiques de más por eso — murmuró pasando su mano por mi cabello lentamente — Solo es un peluche.
— No es el peluche — dije mirando fijamente aquel objeto de felpa — Tú siempre haces cosas lindas por mí, me haces sentir orgulloso de ser tu novio, por primera vez yo... — inhalé profundamente mientras pensaba qué decir — Por primera vez quería hacer algo lindo por ti, hacerte sentir orgulloso de tenerme como tu novio.
— Ya me siento orgulloso de ti — murmuró mientras me acariciaba suavemente la barbilla y me hacía voltear a verle — Me siento muy afortunado de tenerte, y eso lo sabes bien.
— Sí pero... igual, no sé... me gustaría hacer más cosas por ti de las que tú haces por mí — admití mientras agachaba la mirada con algo de vergüenza, él inhaló profundamente mientras pensaba qué decirme, hasta que, repentinamente lo escuché hablándome.
— Mi amor, ¿qué es eso que tienes ahí? — preguntó con unos aires de inocencia que me hicieron arquear dudoso una ceja, por lo que volteé a verlo con algo de incredulidad — Oh por Dios, qué peluche tan lindo, ¿de dónde lo sacaste?
Le miré con algo de seriedad al entender lo que estaba tratando de hacer, él me sonrió de forma algo suplicante ante mi expresión severa, no pude evitar suspirar pesadamente mientras poco a poco empezaba a caer en su juego.
— ... No es nada — admití mientras apretaba un poco al peluche — Solo es un... un regalo, para ti.
— ¿Para mí? — jadeó quitándome al peluche para verlo con atención — Es precioso, me encanta.
— Me alegra que te guste — murmuré sonriendo tímidamente, él se me acercó un poco más para abrazarme y darme un cálido beso al que correspondí tímidamente.
— No creas que dejaré de quererte solo porque puedas o no puedas ganar algo por mí, yo te amo, Taylor, estoy orgulloso de que seas mi pareja, y más afortunado no puedo llegar a sentirme.
— Me reconforta mucho saber eso — susurré mientras me disponía a seguir besando la boca de mi prometido, mientras él acariciaba mis mejillas suavemente, sin dejarme que me apartara de él ni por un solo segundo.
-
— ¿Quieres un trago? — me preguntó al oído mientras me guiaba a nuestra habitación, reí por debajo mientras caminaba hacía la cama con el peluche de pingüino entre mis brazos.
— Mañana tengo clases — dije con molestia, en serio quería beber con mi pareja, celebrar nuestro aniversario como es debido.
— Una copita no te hará daño — insistió besándome el cuello con ternura.
— De acuerdo — asentí mientras me sentaba en la cama y lo veía marcharse.
Suspiré pesadamente y me dejé caer boca arriba en la cama, viendo fijamente el techo de la habitación y sonriendo con tranquilidad, había sido un día estupendo, "ojalá pudiera cumplir años más seguido" pensé por inercia, un pensamiento que nunca creí que llegaría a tener, porque mi cumpleaños era de los días que más odiaba del año, pero gracias a Robert, aprendí a amarlo como nunca, le debo tanto a ese hombre.
Me alertó escuchar cómo mi celular comenzaba a sonar de repente, "¿quién podrá ser a estas horas?" me preguntaba para mis adentros mientras sacaba dicho objeto de mi bolsillo y me disponía a contestarlo.
— ¿Hola? — murmuré mientras me recostaba de nuevo en la cama.
— ¡Hola Ty!
— ¿Raquel? — murmuré arquear una ceja con asombro.
— Te sorprende oírme ¿no es así?
— U-Un poco — admití mientras me sentaba en la cama y me rascaba la nuca — ¿Cómo has estado? creí que estabas de viaje otra vez.
— Lo estoy, pero recordé que hoy era tu cumpleaños y quise llamar para saludarte.
— Oh, claro claro — dije riendo tímidamente — Gracias, te agradezco que lo recordaras.
— ¿Cómo has estado? faltan pocas semanas para tu boda, imagino que estás muy emocionado.
— Lo estoy, es decir... wow — murmuré suspirando suavemente — Aún no puedo creer que me voy a casar.
— Lo sé, lo entiendo — dijo ella calmadamente, de una manera que me sorprendió increíblemente — Solo haznos un favor a todos y no salgas corriendo de la iglesia, ¿de acuerdo? — reí por debajo al oírle decir eso.
— Descuida, prometí que no correría, y ni loco pienso hacerlo — admití mientras miraba fijamente el techo de la habitación — ¿Y qué hay de ti?
— ¿Qué hay de mí sobre qué?
— ¿Cómo te va con Dustin, te trata bien?
— Sí Ty, es un sujeto increíble — admitió de forma tranquila y algo optimista, algo muy raro al tratarse de mi hermana — Sigo creer que corrí con tanta suerte.
— Me alegra que te haya ido tan bien, Raquel — murmuré mientras bostezaba sutilmente.
Repentinamente escuché una voz masculina hablar al otro lado del teléfono, voz que reconocí de inmediato, era el novio de mi hermana, y socio americano de mi novio.
— Ya voy, cariño — dijo ella mientras reía por debajo — Perdona Ty, debo colgar, te llamo otro día ¿de acuerdo?
— Claro — dije mientras me sentaba en la cama — ¿Vendrás a la boda?
— ¡Claro que sí! no me la perdería por nada del mundo, mucho menos al tratarse de mi hermanito menor.
— Acabo de cumplir veintidos, Raquel, no soy tan menor — murmuré de mala gana, haciéndole reír cínicamente.
— Ay Ty, no dejes que eso te pase, ¿de acuerdo? — fruncí extrañamente el ceño al oírle.
— ¿De qué hablas?
— Acomplejarte por tu edad, solo porque estás saliendo con alguien mayor, no significa que debas apresurarte en actuar como uno — dichas palabras hicieron que mi sangre se helara de inmediato, yo siempre me consideré un chiquillo al lado de Robert, no tanto por mi edad, sino por la manera en la que yo actuaba, a comparación con la manera en la que actuaba él, por eso me pareció rara la petición de Raquel, aunque, luego de analizarla bien, sentía que un poco de razón habría de tener para decirme algo así.
— ... No me acomplejo de nada — mentí, tenía mil y un complejos sobre cada aspecto en mi vida, pero obviamente no iba a dejarlos al descubierto, menos faltando tan solo unas semanas para mi boda — Estoy bien, Raquel, eso te lo puedo garantizar.
— Bien — murmuró a regañadientes — Solo no olvides quién eres ¿de acuerdo? vivir entre tantos lujos y mimos puede hacer que se te pierda el piso de vez en cuando.
— Con la vida que me tocó llevar, dudo mucho que algún día eso me pase — dije incrédulamente mientras suspiraba pesadamente, y es que ¿a quién quería yo engañar? ya llevaba un año viviendo con Dawson, y aún a veces escondía billetes en la funda de mi celular, viví como una rata por veinte años, me iba a llevar mucho tiempo poder olvidarme de todas las carencias que tuve a lo largo de toda mi caótica juventud.
Me despedí de Raquel y colgué finalmente la llamada, pensando un poco en lo que acababa de decirme, era curioso, ¿yo era capaz de querer cortarle las alas a mi actitud juvenil, solo para encajar con Robert y sus hábitos? no lo creía posible, es decir, eso de actuar no se me daba nada bien, ni siquiera era bueno para disimular, obviamente me costaría mucho adoptar mi personalidad y moldearla completamente, tal vez podía disimular por algunas horas, pero ocultar mi torpeza juvenil, era un don del que yo no gozaba todavía como ejemplo claro, está la situación con el peluche de pingüino.
Alcé la mirada al oír cómo abrían la puerta de repente, se trataba de mi pareja, quien entraba con dos copas de vino, y un semblante curioso en el rostro.
— ¿Todo bien? te oí hablando con alguien.
— Ah sí, era Raquel, solo me saludaba por mi cumpleaños — admití mientras me sentaba y recibía la copa que Robert me ofrecía, dándole un sorbo y sonriendo cálidamente — Gracias amor.
— No hay de qué — murmuró dejando de lado la copa para arrodillarse en la cama frente a mí, y abrazar mis caderas para hundir su cara en mi abdomen.
— ¡Amor! — murmuré entre risas tímidas — ¿Qué haces?
— Te amo — susurró mientras me besaba suavemente el abdomen — Te amo enserio, Taylor.
Sonreí tímidamente al oírle, tomando sus mejillas para masajearlas cariñosamente.
— Yo también te amo, lo sabes bien, de no hacerlo no me casaría contigo — dicho esto, ambos nos dimos un beso corto pero lleno de ternura, para después recostarnos juntos en la cama, sin pronunciar ni media palabra, solo disfrutábamos del calor y la compañía del otro.
Creerán que era algo raro, pero últimamente eso era muy común para nosotros, a veces nuestro día a día era demasiado agobiante, y el único momento donde sentíamos paz absoluta era cuando nos metíamos bajo las sábanas, y esa paz era tan bella, que no queríamos perturbarla hablando trivialidades, ni siquiera la manchábamos con actos lujuriosos y desenfrenados; en la vida había tiempo para la lujuria, pero también hay tiempo para tomarte un respiro y gozar de la compañía de tu ser amado, eso es algo que aprendí a los meses de vivir con Robert, y me alegra tanto haber aprendido todo eso junto a él.
Continuará
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- Gema
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