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86 - 'Ángel'

— Es un lugar muy lindo — murmuré con la voz algo apagada, estaba recostado en el sofá de la sala, apegado al cuerpo de mi madre, ambos abrazados sin querer dejarnos ir, había olvidado la última vez que tuve oportunidad de estar así con ella — Estoy seguro de que él será muy feliz ahí.


— Lo será, cielo, estoy segura — dijo ella mientras me acariciaba el cabello, tomándome de las mejillas para hacerme verle a los ojos con ternura — Estás hermoso, ¿sabías?


— Mamá — murmuré sonriendo tímidamente.


— No no, ¡déjame hablar, tengo derecho! — reclamó mientras pasaba su mano por mi rostro suavemente, haciéndome reír por debajo — Nunca creí verte tan hermoso, Ty; se nota que Robert te está cuidando muy bien.


— Mejor imposible — susurré mientras sonreía sutilmente — Él me hace tan feliz, mami.


— Se nota en tus ojos que es así, cariño — susurró mientras me apretaba un poco la mejilla — Mírate, te fuiste siendo un niño, y ya eres un hombre.


— Aún me siento niño — admití con algo de pesar — Es difícil sentirme hombre al vivir con uno, y ser yo el más jóven.


— No te sientas acomplejado por eso, cariño, la edad no tiene nada que ver en esas cosas.


— Tal vez — susurré mientras dejaba que Teddy me acariciara la cara — Es lindo estar contigo por fin.


— ¿Enserio? jaj, creí que estarías enojado conmigo por todo lo que te hice pasar.


— El enojo y el odio son cosas muy distintas — admití mientras bostezaba sutilmente — He estado enojado contigo muchas veces, muchísimas, más de las que podría contar con los dedos, pero te amo, daría mi vida por ti, y eso lo sabes bien.


Ella me miró con pesar en cuanto dije eso, sus ojos se cristalizaron de golpe, en su momento no entendí por qué, lástima que hoy en día entiendo a la perfección lo que le estaba sucediendo a mi madre, y ella no se animaba a decirme.


— Sí, lo entiendo — decía Robert mientras llegaba a la sala con nosotros, estaba hablando por teléfono con uno de sus socios, así que tuvo que salir al pórtico un momento.


Me senté en el sofá para estirarme un poco, acción que Teddy replicó, pero luego de estirarse apoyó su cabeza en mi hombro, cosa que me hizo sonreír y suspirar con algo de cansancio, realmente estaba exhausto, ese había sido un día muy largo.


En cuanto Robert colgó el celular, volteó a vernos con una encantadora sonrisa, de esas que tanto le caracterizaban.


— ¿Se sienten mejor?


— Sí — asentí tallándome los ojos — Tengo sueño.


— Ow, mi gatito está exhausto — murmuró agachándose frente a mí para besarme suavemente los labios, cosa que hizo reír a mi madre.


— Quien viera a mi hijo, tan rebelde y salvaje, y ahora eres todo un cachorrito manso con Robert.


— Y eso que no lo has visto cuando estamos solos — dijo Robert con picardía, yo le miré con odio absoluto en cuanto dijo eso, pero mi mirada solo logró hacerle reír con algo de fuerza — Adoro hacerte enojar así.


— Dios, qué tarde es — dijo Teddy mientras miraba la hora en el reloj en la pared, yo tragué en seco al oírla decir eso, obviamente era una manera indirecta de decirnos "Peter ya va a llegar, váyanse ya".


— ... Será mejor irnos — dije mientras me levantaba del sofá y arreglaba un poco mi suéter.


— ¿Seguro? aún es temprano — dijo Robert.


— Estoy cansado, quiero dormir — comenté mirándole con seriedad, él arqueó una ceja al ver mi expresión, pero luego de unos segundos, logró comprender lo que yo trataba de decirle.


— Lamento que deban irse tan pronto — dijo Teddy mientras se levantaba del sofá para ir a abrazarme con fuerza, abrazo al que correspondí sin dudarlo dos veces.


— Descuida, ya nos veremos después — dije correspondiendo al abrazo ajeno — De nuevo lamento mucho la forma en la que actué, si te sientes mal o... quieres hablar, yo— traté de hablar, pero ella de golpe me interrumpió.


— Estaré bien, Ty — murmuró apretando sutilmente mis mejillas, haciéndome sonreír por debajo con algo de timidez.


Ella y Robert se despidieron, y luego ambos nos fuimos rápidamente de la que alguna vez fue mi casa, sentía un nudo horrible en mi garganta, no entendía muy bien el porqué, ya yo había hablado con Teddy y habíamos hecho las paces, siendo así, ¿qué me mortificaba tanto? y es aquí cuando les digo, que me aterra bastante mi propio sentido común.


— Estoy exhausto — murmuré, haciendo a mi prometido reír por debajo con sutileza.


— ¿Quieres que dejemos a Algodón con Mónica lo que queda de día?


— Ella lo cuidará bien, por ahora yo solo quiero dormir — susurré mientras me abrazaba a mí mismo y miraba cómo el cielo se iba opacando poco a poco, dando a entender que ya se acercaba la noche — Su novio no me agrada.


— ¿Disculpa?


— El novio de Mónica, cree que ella me atrae, no tolero a los sujetos hasta arriba de testosterona.


— Ignóralo y ya, cariño, solo se siente inseguro por el apego que tiene Mónica contigo.


— ¡Es eso lo que me molesta! ¡¿porqué se siente inseguro?! ¡¿qué acaso Mónica le ha dado motivos para desconfiar de ella?!


— Algunas personas somos celosas, aún cuando confiamos en nuestras parejas — dijo él con tranquilidad, me irritó oírle decir eso, no por algo malo, sino que me frustraba mucho que comparara nuestra relación con la de personas que no tenían nada en común con nosotros.


— No te compares con ese tipo — murmuré, haciendo a Robert reír cínicamente.


— No pretendo excusarlo, Ty; solo quiero que estés consciente de que no debes criticar la manera de actuar de una persona enamorada, siendo que tú y yo no nos salvamos de la "hermosa regla de los celos sin fundamento".


Chasquee de mala gana la lengua al oírle decir eso, entendía porqué lo decía, y ganas no me faltaban de decirle "sabes de sobra que lo de ese pelirrojo no es algo que yo me inventé" pero estaba demasiado cansado para discutir, solo quería tocar una cama y dormir al menos tres días seguidos, porque sabía de sobra que al llegar a Londres, no podría dormir en absoluto, tanto por la actividad sexual con mi pareja, como por toda la actividad académica que estaba por venir para mí.


-


El suave tacto de unas sábanas contra mi piel me llenaba de confort, al igual que el calor corporal de alguien a quien yo ya conocía de sobra, tanto su aroma como su calor me llenaban de paz, aún cuando yo no lograba distinguirle con mis propios ojos, sabía que era él, es curioso, ¿no?


— Amor — murmuré volteandome para verle de frente, sonriendo al notar que Robert estaba profundamente dormido, se notaba que yo no era el único exhausto por el viaje.


Sonreí de lado y me acurruque en su pecho, sus brazos me mantenían pegado a su cuerpo, brindándome calor e impidiéndome alejarme de él, ni dormido quería dejarme ir, eso me hacía sonreír bobamente, como el idiota enamorado que era.


Me quedé dormido en el pecho de Robert, sin apartarme de él ni siquiera para estirarme, amaba dormir aferrado a algo, ¿y qué mejor que dormir aferrado a mi novio? nada, nada igualaba esa hermosa sensación. Seguí durmiendo hasta que escuché cómo resonaba un celular, por el tono supe que era el de mi pareja, pero igual eso no le quitaba lo odioso a despertarse de esa forma.


— Mgh — me quejé alzando un poco el torso — Amor, teléfono.


— ¿Qué? — susurró sin siquiera abrir los ojos, yo le palmee la mejilla para que despertara.


— Tu teléfono — repetí mientras me apartaba de él y me sentaba en la orilla de la cama, pasando ambas manos por mi rostro para tratar de superar el trauma de haberme despertado.


Me causó gracia oír cómo mi novio chasqueaba la lengua con fastidio y se levantaba para tomar su celular y contestarlo. Me quedé mirando alrededor mientras él hablaba por teléfono, y les sonará torpe de mi parte, pero apenas logré darme cuenta de en dónde estaba, el mítico cuarto de hotel donde me quitaron la virginidad, un cosquilleo peculiar recorrió mi cuerpo cuando me di cuenta de esto, éxtasis combinado con asombro, era como volver al sitio donde naciste, o bueno, no tan exagerado, pero saben a lo que me refiero.


— ¿Tiene que ser esta semana? — murmuró Robert con esa voz ronca que tanto me alteraba el líbido, oírle así hizo que un calor raro recorriera mi cuerpo, el típico calor mañanero que tanto aqueja a los hombres — Entiendo, bien, veré qué puedo hacer, adiós Vincent.


Dicho esto, mi pareja colgó de golpe el celular, y soltó un tosco gruñido que me alertó en seco.


— Inútil infeliz — gruñó con molestia para ir a la cama y recostarse boca arriba junto a mí.


— ¿Qué ocurre? — pregunté volteando a verle.


— Debo volver a Londres, lo más pronto posible.


"Maldito deja vu" pensé, me fue imposible no hacerlo, todo parecía volver a su "estatus quo" por así decirlo.


— Empieza a irritarme viajar tanto — admití, y me avergonzó mucho hacerlo, sobre todo al ver la cara de molestia y frustración que puso mi pareja.


— ¡A mí también, Taylor, pero no es como que yo planee que mis estúpidos socios no sepan hacer una maldita cosa sin que yo esté ahí para palmearles la cabeza como si fueran perros! ¡y lo peor de todo es que tienen el descaro de querer quitarme el cargo de jefe, siendo que sin mí no son capaces de hacer nada!


Agaché la cabeza en cuanto le escuché decir eso, él debió notar que me abrumé, porque rápidamente se me acercó para besarme suavemente la mejilla.


— Discúlpame, Doughnut siempre me pone de mal humor.


— Lo entiendo — respondí pegando mi frente con la suya — ¿Cuándo nos vamos?


— ¿Te molesta irnos hoy? — no supe qué decir en ese instante, no es como que tuviera algo más que hacer, ya había visto a Teddy y a Tyson, y también hablé con Mónica, así que no tenía muchos pendientes, pero, igual me sofocaba un poco la idea de irnos a tan solo unas horas de haber vuelto.


— ¿Es muy necesario? — él me miró con cansancio en cuanto dije eso.


— Perdón, sé que estás exhausto, ¡yo también lo estoy! ¿pero qué puedo hacer? mis socios son unos incompetentes.


— No te lo estoy reprochando, cariño — susurré besándole suavemente los labios — Si debemos irnos hoy, entonces hagámoslo.


— ¿Estás seguro de esto?


— Por supuesto, mientras estés conmigo no me importa el lugar donde estemos — le tomé de las mejillas cuidadosamente luego de haber dicho esto, él me tomó de las caderas para jalarme hacía su cuerpo y hacer que me sentara en su regazo.


— Eres una bendición, Ty — reír por debajo al oírle decir eso.


— No digas esas cosas — bufé — S-Solo soy un idiota que trata de apoyarte, tampoco soy un ángel caído del cielo, ni nada que se le parezca.


— Para mí eres un ángel — susurró mientras quitaba algunos mechones rizados de mi frente — Un ángel al que tacharon de demonio por mucho tiempo, y por eso trata de arrancarle las plumas a sus alas, porque no se siente digno de ellas.


— Debiste ser poeta, ¿sabes? — murmuré riendo por debajo, risas a las que él me correspondió sutilmente.


— Verte a los ojos me hace sentir creativo de golpe — admitió alzando sutilmente los hombros, yo reí por debajo mientras le tomaba de los hombros y lo besaba hambrientamente.


— Verte me hace sentir excitado — admití entre besos, logrando que mi prometido riera y me recostara con cuidado de la cama.


— ¿Quieres que nos tomemos unos minutos para ensuciar estas sábanas?


— Eso me gustaría — susurré volviendo a besar la boca de mi pareja, mientras sus manos comenzaban a explorar mi cuerpo con delicadeza.


— Estaremos algo ocupados hoy, así que lo mejor será hacer algo rápido, Ty — murmuró mientras separaba mis piernas y frotaba su intimidad contra la mía.


— A-Ah, me-me estás desesperando — jadee ahogadamente mientras le sujetaba los brazos con firmeza — R-Robert mi amor, n-no.


— Amo cuando jadeas así — dijo mientras empezaba a bajarme el pantalón — Se nota que estás desesperado por tenerme adentro.


— C-Cállate — me quejé, logrando sacarle una cínica carcajada.


Ambos gemimos en seco cuando Robert me penetró de golpe, sin esperar siquiera a que yo le diera luz verde para moverse como todo un desalmado.


— ¡Ah, a-ay Robert! ¡Ah, m-mi amor!


— Mírame — clamó tomándome de las mejillas y obligandome a verle a los ojos, los cuales por cierto, estaban algo dilatados — Mírame bien, Ty, soy el único que puede tenerte así, ¿Está claro?


— ¡Ah, R-Robert! T-Te mueves tan, t-tan bien — clamé separando las piernas y dejándole moverse con libertad en mi interior — Ah, ay mi amor, e-empieza a doler mucho.


— ¿Duele mucho? — preguntó mientras separaba más mis piernas y se adentraba en ellas.


— ¡Robert! — clamé mientras clavaba mis uñas en su espalda — ¡A-Amor! ¡R-Robert mi amor! ¡a-ah!


— Estás temblando mucho — murmuró mientras pegaba su frente con la mía — ¿Estás nervioso?


— N-No — respondí apretando sus brazos — S-solo ¡ah! s-solo estoy un poco cansado.


— Cierto, déjame ayudarte — murmuró mientras se apartaba de mí para recostarme boca abajo en la cama y proseguir con su labor, yo abracé una almohada y hundí mi cara en ella, gozando de las bruscas estocadas que daba mi pareja contra mi cuerpo — ¿Mejor?


Asentí con la cabeza mientras jadeaba ahogadamente, normalmente prefería ver a Robert a los ojos cuando lo hacíamos, pero me aliviaba estar en dicha posición, no mentí cuando dije que estaba agotado.


— Ah, mi amor! — murmuré mientras volteaba un poco la mirada hacía Robert — Bésame.


Gemí por debajo al sentir los suaves y cálidos labios de mi prometido juntarse con los míos, de manera dulce y sensual, al mismo tiempo que sus manos sujetaban con firmeza mis caderas, apegándome a su cuerpo para juntarnos en una sola piel, sin nada sutileza, como ya era costumbre en él.


— ¡Ah! ¡Robert! — clamé al apartarme de aquellos besos, sintiendo la fina corriente del orgasmo recorrer mi piel, aunque ni eso sirvió para que Robert detuviera los movimientos de su pelvis.


— Ven acá — susurró en mi oído mientras me recostaba de lado en la cama, con él pegado a mi espalda y sus manos recorriendo mi pecho libremente, yo solo me dispuse a buscar su boca para condensarnos en unos besos húmedos y muy apasionados.


— Mgh, ¡ah! c-cariño — gimotee por debajo — Me voy a venir.


— Estás muy sensible — susurró en mi oído mientras repartía besos por mi cuello — Me pregunto qué te tendrá así.


— ¡Ah, ah, p-para! — clamé al sentir cómo me apretaba uno de los pezones y aceleraba las estocadas contra mi cuerpo, puse los ojos en blanco mientras sentía aquel fuerte orgasmo atacarme de golpe, haciéndome temblar y derramar mi semilla sobre mi propio abdomen.


— Mírate, estás hecho un desastre — susurró en mi oído mientras seguía masajeando mis pezones.


— Robert, mi amor — gimotee volteando a verle, él me miró embelesado, no dudaba que mi rostro y mi expresión fueran muy vergonzosos, pero aún así, a él parecían fascinarle cada uno de mis gestos orgásmicos.


— Mgh, Taylor — gruñó mientras me apegaba más a su cuerpo para aumentar su vaivén y morderme el cuello con fuerza.


— ¡¡Ah, Robert para, me-me duele!! — grité entre ahogados y roncos gemidos de placer, soltando un alarido al sentir cómo mi pareja empezaba a venirse de golpe dentro de mí, logrando que mis piernas temblaran considerablemente.


— Mgh, me encanta esto — murmuró en mi oído mientras me recostaba de lado en la cama y se ponía encima mío para seguir mordiéndome el cuello — Gimes como toda una perrita en celo, amor.


— ¡C-Cállate! — me quejé mirando a otro lado, él rió por debajo para tomarme de la barbilla y hacerme verle a los ojos con atención.


— Ah sí, lo olvidé, no eres una perra, eres un gatito en celo, que ama que lo lastimen al coger.


— Dicho así suena sucio — murmuré mientras iba al cuello de mi prometido para lamerlo de arriba a abajo y dejar algunos chupetones en él, cosa que hizo a Robert sonreír y gruñir por debajo de placer.


— Me encanta cuando haces eso — susurró mientras yo seguía con lo mío, abrazando sus caderas con mis piernas.


— ¿Podemos almorzar antes de irnos? muero de hambre.


— Claro, lo que tú quieras — susurró entre gruñidos sutiles, cosa que me causó mucha gracia, Robert amaba que le besara el cuello, podía pedirle robar un banco, o matar a alguien, mientras besara y lamiera su cuello, él sin dudarlo iba a decirme que sí.


-


Al acabar nuestra ronda de apasionados besos y caricias, ambos salimos del hotel finalmente, ni siquiera nos molestamos en desempacar, solo nos dimos una ducha, cambiamos nuestra ropa y nos fuimos, "maldita sea" rebotaba por mi mente al pensar que volverían a encerrarme en un avión por ocho horas, era tan tedioso.


Fuimos por comida rápida y luego fuimos a casa de Mónica, estaba cuidando de Algodón, además de que quería despedirme de ella, aunque me desanimaba un poco ir y volver a toparme con su "noviecito".


— Ojalá el vuelo no se retrase por el clima — dijo Robert luego de tocar el timbre de la puerta.


— ¿Crees que eso pase? — pregunté.


— Ojalá que no, es horrible volar con mal clima, además de que los vuelos se retrasan y te obligan a esperar en la terminal, es todo un asco.


— Espero que no haya turbulencia, sabes que soy de estómago sensible.


— Es cierto, lo mejor será que no comas hasta que lleguemos a Londres — le miré con odio absoluto después de que dijo eso.


— ¡¿Me tendrás aguantando hambre por ocho malditas horas, Dawson?!


— Es por protección, nada más — murmuró alzando cínicamente los hombros — Aunque si quieres tener la boca ocupada, puedo ayudarte con eso — murmuró dedicándome una maliciosa sonrisa de deseo, que me hizo chasquear la lengua con fastidio.


— Ojalá me den náuseas igual y te termine vomitando el pene.


— Si haces eso no te dejaré tocarme en tres semanas — reí incrédulamente al oírle.


— ¡¿Realmente aguantarías tres semanas sin coger?!


— Aguanté dos meses, tres semanas serán pan comido.


— Eso está por verse — murmuré incrédulamente, aunque voltee al oír cómo abrían la puerta principal, dejando ver a cierta chica rubia con un cachorrito de pelaje blanco en brazos.


— ¡Hola! mira Algodón, mami ya llegó — dijo ella mientras alzaba al pequeño cachorro hacía mí.


— ¡Hola mi terroncito de azúcar! ¡ay, cómo te extrañé! — dije mientras pegaba al animal a mi pecho, para luego ver a Mónica con atención — Gracias por cuidarlo, Moni.


— No agradezcas, fue todo un placer, ¡es una cosita preciosa!


— Mónica ¿quién está en la puerta? — habló repentinamente una voz masculina que tanta repulsión me causaba, pero más repulsión me causó ver cómo salía de la casa y se paraba junto a mi amiga para vernos a mi pareja y a mí con odio absoluto, emanando una asquerosa aura machista que me daba ganas de vomitar.


Me alertó los nervios ver cómo miraba a Robert con incredulidad, y mi pareja solo se limitaba a verlo como si de un simio se tratase, cómo amo a ese hombre.


— ¿Y este tipo quién es? — Robert rió cínicamente al oír las palabras ajenas, y ni hablemos de la cara apenada de Mónica, juraría que quería que se la tragara la tierra en ese instante.


— ¡Spence! c-cielito, el señor es Robert Dawson, es el— mi amiga trató de hablar, pero su novio se lo impidió.


— adivinaré, ¿otro amigo que se quedó a dormir aquí contigo? — dijo Spencer de mala gana, estuve a punto de abofetearle, pero Robert resolvió todo con aquella finura y elegancia que tanto le caracterizaba.


— Me disculpo si mi presencia y la de Taylor te han provocado algún tipo de incomodidad, muchacho — dijo él mientras extendía su mano hacía aquel simio — Mi nombre es Robert Dawson, no sé si me conozcas, seguramente has oído hablar de mí por tu novia, soy aquel que se llevó a su mejor amigo a Londres para casarse con él, y también fui quien la invitó a Londres hace unos meses para que visitara a Ty.


El sujeto miró abrumado y perplejo a mi prometido, pero eso no fue todo lo que Robert se limitó a decir.


— Tienes a una gran mujer a tu lado, si me permites decirte, aunque quiero darte un consejo, de hombre a hombre; las mujeres son muy fuertes, muy independientes, hábiles y autosuficientes, odian que creamos que somos dueños de ellas, pero también odian que seamos indiferentes, así que mi recomendación es que no te dejes cegar por los celos o por las apariencias, Mónica es una chica estupenda, en el poco tiempo que la conozco he sido testigo de ello, y sería toda una pena que la pierdas por culpa de tus propios conflictos internos, así que trata de analizarte un poco más ¿de acuerdo?


Creerán que el tipo reaccionó de mala manera ante lo que Robert le dijo, pero no, de hecho, solo se quedó mirándonos con asombro y algo de pena, y ni hablemos de la manera en la que miró a Mónica, la veía como si ella fuera el atardecer más bello de todos, y nada me causó más gusto que eso, Moni siempre ha sido un hermoso atardecer, cargado de vida y de luz, y nada me da más gusto que ver cuando alguien en su vida hace que su brillo aumente, y no que se apague.


— Bien, nosotros nos vamos — dijo Robert mientras me tomaba del hombro y me acariciaba dulcemente — ¿Te despides para irnos?


Al oír esto, rápidamente fuí con mi amiga para abrazarla con fuerza, ella correspondió a mi abrazo mientras acariciaba sutilmente mi cabello.


— Te veré en mi boda — susurré con algo de emoción.


— No me la perdería por nada del mundo — dijo ella con emoción igualmente, no sé decir quién de los dos estaba más entusiasmado por el simple hecho de casarme.


Robert se despidió también y ya después de eso, nos fuimos al auto para partir hacía el aeropuerto, me dolía irme sin siquiera despedirme de mamá, pero estaba seguro de que Peter estaría en casa, y con él allá, lo mejor para ambos era no acercarme, tanto ella como yo íbamos a terminar peleados si yo me atrevía a ir a verla, era algo triste, pero lamentablemente era mi realidad, siempre la fue.



Continuará


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- Gema


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