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83 - 'Forastero'

Primer día de enero de ese nuevo año, yo estaba en la ducha junto con mi prometido, ese día volveríamos a casa, o bueno, eso era lo que yo creía, ya que mi amado novio, adora sorprenderme, y vaya que amo cuando lo hace.


— ¡Ah! — gemí al sentir cómo empujaba con fuerza su intimidad conta mi interior; lo admito, tuvimos sexo hasta tarde y lo volvimos a hacer, teníamos un problema serio, pero entiéndanme, habría sido un pecado no aprovechar cada momento del día para tener sexo con Robert, ya que él siempre ha sido un amante increíble.


— Buen chico — me dijo al oído, mientras apretaba uno de mis pezones con fuerza.


— ¡Ah, ah, n-no! — gimotee mientras me paraba de puntillas y empezaba a venirme de golpe.


— Mgh, m-mierda — gruñó mientras hacía más brusco su vaivén, alzando una de mis piernas para verme a los ojos — Amo cómo me aprietas, Taylor.


— R-Robert — gimotee arqueando la espalda — ¡Ah, s-sigue!


— Ven acá — murmuró apegándome a su cuerpo para azotarme con más fuerza, sacándome roncos gemidos de placer, haciéndome venirme al mismo tiempo que él lo hacía.


— ¡Ay por Dios, qué rico! — dije ahogadamente mientras sentía el agua de la regadera caer sobre nuestra piel — Maldición, amo tanto esto.


— Hey, qué boquita tan sucia — dijo entre risas mientras me apretaba un poco las mejillas — Eres bastante indecente ¿eh gatito?


— Tú me hiciste así — dije mientras le besaba suavemente los labios, besos a los que él me correspondió sin dudarlo dos veces.


— ¿Emocionado?


— Mucho — asentí, él me besó la frente para bajarme y tomar el shampoo para lavarse el cabello.


— Eso me alegra, me preocupaba que Cambridge te gustara tanto que no quisieras volver a Londres.


— Es lindo, pero soy un chico de ciudad, no sirvo para vivir alejado de todo — él rió por debajo al oírme.


— No lo dudo, y la verdad me causa ternura — dijo mientras empezaba a tallarse el cabello — También amo la ciudad, eso es algo que tenemos en común.


— Oh mira, al fin algo en común — bromee, logrando que ambos empezáramos a reír cínicamente.


Luego de bañarnos, salimos y nos terminamos de arreglar, para de esta forma, tomar nuestro equipaje y salir de aquella habitación, mi prometido salió como si nada, yo sí me tomé mi tiempo en marcharme, esa habitación me hacía sentir que estaba en un altar hacía Robert, por lo que obviamente, me costó mucho querer irme de él.


— Es una pena que deban irse tan de repente — dijo mi suegra mientras nos acompañaba a la puerta, nos esperaba un taxi que nos llevaría a la estación de trenes.


— Lamentamos la prisa, pero tengo muchos compromisos pendientes — dijo Robert mientras se frenaba para abrazar a su madre — Te amo.


— También te amo, cielo — dijo ella mientras abrazaba a mi prometido y le palmeaba la espalda — De nuevo lamento mucho lo que pasó en navidad y—


— Descuida — murmuró interrumpiéndola — Es mi culpa por esperar tanto, sabiendo en el fondo que igual me fallarían.


Catherine miró apenada y algo decepcionada a su hijo, pero no dijo ni media palabra, obviamente sabía que Robert tenía la razón (como siempre), y respetaba por completo su postura ante el rechazo de sus hermanos.


— Adiós, Catherine — dije mientras me acercaba a ella para abrazarla con fuerza, ella me correspondió mientras me acariciaba la espalda.


— Cuida mucho de mi hijo, Taylor, te lo ruego — dijo ella mientras me acariciaba el cabello, me dolió tanto lo mucho que me recordó a Teddy en ese momento, la noté desesperada, un poco apenada y sin saber qué hacer, conocía tanto ese sentir.


— Lo cuidaré con mi vida, te lo prometo — dije mientras me apartaba para sonreírle ampliamente, ella me tomó de las mejillas y me besó la frente, fue un beso tan dulce, tan tierno, impregnado del más puro y suave amor maternal, uno que yo conocí, pero por instantes solamente.


Ambos caminamos junto a Teresa al taxi, para finalmente irnos de aquella vivienda enorme, me extrañó no ver al resto del clan Dawson, pero asumí que era porque seguían durmiendo, normalmente nadie viajaba el primero de enero, solo gente desquiciada o caprichosa, como nosotros.


— Ya vas a conocer tu casa, Algodón — dije mientras acariciaba la cabeza de mi pequeño cachorro, el que dormía plácidamente sobre mis piernas.


— Se parece a ti — dijo Robert, yo le miré incrédulamente cuando dijo eso — ¡Míralo, tiene rizos igual que tú!


— Si sigues hablando así, te tocará dormir en el sofá con él — dije tratando de sonar serio, aunque reí por debajo mientras tomaba la barbilla de Robert y le besaba lentamente los labios, no recordaba mucho de la noche anterior, solo sé que al terminar nuestra ronda de sexo salvaje y brusco, ambos caímos rendidos en la cama, pero, desde la noche anterior, sentía que estábamos algo "melosos" por así decirlo, no lo sé, tal vez es el efecto placebo de las fiestas invernales.


-


El viaje en tren fue bastante tedioso, me la pasé hablando por mensajes con Mónica, resumiéndole cómo me fue en mis vacaciones, enviándole fotos de Algodón, y diciéndole que me encantaría verla, ahh, no sé ni quién es más cruel, si la odiosa ironía, o mi odioso prometido que actuaba a mis espaldas.


Apenas llegamos a Londres, sentí algo raro en mi pecho, el olor en el aire esa distinto, el ambiente era muy diferente que el de Cambridge, pero no en mal sentido, todo lo contrario, oler el suave aroma que rodaba por el viento de Londres me hizo sentir que estaba en casa, aún cuando esa fría ciudad no era mi hogar de nacimiento, rápidamente se volvió mi hogar, y nada me hacía más feliz que eso.


— Muero de hambre — murmuré, sacándole a mi prometido y a Teresa una sutil carcajada.


— Tranquilo, ya podrás comer algo — dijo Robert mientras íbamos a la parada de taxis, me daba pereza eso de haber tomado tantos taxis y un tren para trasladarnos esas navidades, "al menos ya este es el último" pensé, y vaya que me equivoqué al hacerlo.


-



Apenas llegamos a casa, abrí la puerta del taxi para bajarme, pero apenas la abrí, Robert la cerró de nuevo, cosa que me hizo voltear a verle con algo de seriedad y duda.


— ¿Robert? — dije, él me sonrió con malicia para apretarme la mejilla.


— Gracias por acompañarnos, Teresa — dijo él, mientras veía a la mujer en cuestión bajarse del auto.


— Fue todo un placer, muchachos; diviértanse mucho ¿de acuerdo?


— Gracias, te prometo que te traeremos obsequios — dijo mi pareja, cosa que me hizo voltear a verle con absoluta curiosidad.


Le dió unos billetes al taxi y este empezó a andar de nuevo, cosa que me hizo mirar a Robert con absoluta severidad.


— ¿Es esto un secuestro? — pregunté.


— Así es — dijo él con esa cínica sonrisa que tanto me encantaba, empezó a acariciar el lomo de Algodón mientras miraba por la ventana cómo la nieve caía lentamente — Ojalá el vuelo no se retrase por el clima.


— ¿V-Vuelo? — él volteó a verme con una sonrisa tranquila en cuanto dije eso.


— Relájate, cariño; nos merecemos unas vacaciones de nuestras vacaciones ¿no crees?


— Tantas vacaciones van a dejarme sin energías — él rió por debajo al oírme decir eso.


— Yo te dejaré sin energías — dijo con soberbia, le miré de reojo con severidad y algo de picardía en cuanto dijo eso.


Llegamos al aeropuerto de la ciudad, creí que ir con una mascota haría difícil el poder viajar, pero como Robert siempre dice "todo se vuelve fácil cuando tienes dinero" una palabra que me apenaba, pero lamentablemente, es la verdad universal en este podrido mundo.


Él me guió a la puerta donde abordaríamos, cubriéndome los ojos para impedirme leer en la pantalla adónde íbamos, y debido a la contaminación sonora alrededor, tampoco pude oír adónde nos dirigíamos, era tan desesperante no saber adónde me llevaban.


— ¿Hará calor? — pregunté mientras llegaba a primera clase junto con Robert.


— No — negó mientras me quitaba a Algodón y lo acariciaba cuidadosamente.


— ¿He estado antes ahí?


— Sí — me sonrojé sutilmente al oírle.


— ¿Me gustó estar ahí?


— Mh, es difícil decirlo — murmuró arqueando una ceja, yo le miré con seriedad ante sus evidentes gestos cínicos.


— ¡Ya Robert, dime adónde vamos!


— Shh, oye ¿porqué gritas así? ¿quieres asustar a Algodón? — dijo mientras alzaba al cachorro, que me miraba curioso mientras agitaba su colita, cosa que me hizo jadear con ternura para tomarlo en brazos y pegarlo a mi pecho.


— Lo siento chiquitín — dije mientras acariciaba al pequeño, Robert sonrió victorioso para sacar unos audífonos junto con un celular y entregármelos.


— Ten, goza del viaje, ya verás adónde iremos.


— Mh, eres tan sospechoso — dije de mala gana, tomando el teléfono y poniéndome los audífonos, no quería ceder tan pronto, pero admito que estaba cansado, la noche anterior no había dormido casi nada, y tuvimos que irnos temprano de la casa de mis suegros, así que no me quedó de otra que cerrar mis ojos, dejarme envolver por la voz de Luis Miguel, y dedicarme a dormir lo que quedaba de vuelo.


-


— Cariño — susurró suavemente en mi oído, mientras me besaba con ternura la mejilla.


— ¿Ya llegamos? — pregunté con la voz algo somnolienta.


— Así es, vamos, Algodón quiere estirar las piernas — me dijo mientras me tomaba de la mano y me guiaba por aquel estrecho pasillo, recién despertar me hizo avanzar como si fuera un zombie, me llevó varios minutos poder despertar por completo, y darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor.


Apenas salimos del avión, sentí un raro escalofrío en mi ser, un raro sentimiento de familiaridad inundó de golpe mi cuerpo, miraba a los lados tratando de ubicarme, no fue hasta que vi una bandera de cincuenta y dos estrellas, que rápidamente noté en dónde estábamos.


— ¡¿Qué?! — jadee frenándome en seco y mirando con curiosidad a Robert, él me sonrió de lado para acariciarme suavemente la mejilla.


— Bienvenido a casa, cariño — dichas palabras me hicieron temblar, no pude evitar irme sobre él para abrazarlo con fuerza.


— ¡Eres un maldito calculador!


— Lo sé, y no me canso de serlo — admitió con cinismo, mientras alzaba los hombros y me guiaba a la salida de aquel aeropuerto.


Apenas salimos de dicho edificio, divisé no muy lejos de nosotros a una silueta conocida, se trataba de un hombre canoso que estaba parado junto a un auto negro, no cualquier auto, era el auto donde todo empezó, el auto en el que me llevaron a beber café, la tarde que le entregué mi cuerpo al señor Dawson.


— Buen día señor Jones, me da gusto verlo de nuevo — habló Robert mientras nos acercábamos a aquel hombre — Feliz año nuevo.


— Feliz año nuevo para usted también, señor Dawson — dijo amablemente aquel caballero — Es un gusto volver a recibirlo aquí en norteamérica.


— Hola — le saludé moviendo mi mano en señal de saludo, gesto al que aquel hombre amablemente correspondió, para después darle a Robert las llaves de su auto, y lo que parecía ser, una tarjeta de hotel.


— Reservé en el mismo hotel de siempre, la habitación que me pidió, todos los preparativos están listos.


— Tan eficaz como siempre, señor Jones, se lo agradezco mucho — dijo mi prometido mientras palmeaba el hombro de aquel hombre.


Fuí casi corriendo hacía el auto de mi prometido, "si este auto hablara" pensé de inmediato, cada centímetro de su carrocería me traía tantos recuerdos, algunos amargos, otros muy dulces, pero no dejaba de ser ridículamente especial a mis ojos.


— Ahh — suspiré con alivio al subirme al auto — Echaba de menos esta belleza.


— Yo igual — admitió mientras se subía y lo encendía — Aunque nunca me acostumbro al tener que conducir de lado contrario.


— Lo sé, incluso para mí es raro — dije riendo por debajo, tomando mi celular para llamar a Mónica y avisarle que estaba ahí, aunque extrañamente no me contestaba el celular.


— ¿Qué deberíamos llevar para ir a ver a tu madre?


— ¡¿Qué?! ¡¿i-iremos a ver a Teddy?!


— Es lo propio, te traje para que la saludaras por las fiestas.


— P-Pero... — murmuré apenado, me preocupaba mucho ir a su casa, no por ella, era su marido lo que me preocupaba.


— Relájate, estaremos bien — dijo mientras me apretaba sutilmente la mejilla, dándome ánimos y motivándome a seguir adelante, aún cuando yo solo sentí ganas de salir corriendo como el propio cobarde.


-


A medida que íbamos recorriendo las desastrosas calles de "mi hogar", un amargo sentimiento de familiaridad llenó mi pecho de golpe, cada esquina, cada calle, la recordaba perfectamente, pero no con gusto, sino con amargura y decepción; mi vida en Detroit nunca fue linda, no puedo tratar de fingir que sí lo fue, estaría mintiéndoles a ustedes, y me estaría mintiendo a mí mismo, y ya no me permito engañarme, eso solo me lleva a cometer errores, así ha sido siempre.


— Casita — dije con asco y recelo, Robert rió por debajo mientras me miraba de reojo.


— Suenas como si no te diera gusto estar aquí.


— Mentiría si digo que me da gusto volver a estas odiosas calles — dije mientras acariciaba el lomo de Algodón — De no ser porque Teddy y Mónica están aquí, preferiría olvidarme por completo de este país.


— Mh, lo entiendo — dijo mientras llevaba su mano a mi rodilla para acariciarla suavemente — Relájate, trataré de que nuestra estancia sea breve, igual no puedo darme el lujo de quedarnos tanto tiempo, tenemos compromisos en Londres por los cuales volver.


— Qué deja vu — dije de manera ácida y algo burlona, Robert me miró de reojo para arquear dudoso una ceja — ¿Gustas ir por un café, y luego irnos a tu hotel?


Él rió con cinismo al entender la naturaleza de mis comentarios, una referencia un tanto agridulce, pero de no ser por ella, no estaríamos aquí, para empezar.


-


Mis piernas temblaban, me sudaban las manos, y ni hablemos de lo cálido que debía de estar, Miraba con preocupación la casa en la que crecí en mi niñez, temía muchísimo encontrarme con un ambiente hostil, hace meses que no veía a mi madre y a mi hermano, tenía miedo de no ser recibido de buena manera, de ser tratado como un extraño, porque honestamente, ya no sentía calor de hogar en esas tierras, me sentía como un completo extraño, como un forastero.



— Bien, aquí estamos — dijo mi prometido mientras me tomaba de la mejilla y la acariciaba dulcemente — ¿Estás bien? te noto nervioso.


— Lo estoy — admití, al mismo tiempo que tomaba a Algodón y lo alzaba un poco para verle atentamente — Siento que vomitaré de la angustia.


— ¿A qué se debe eso?


— Teddy no me ha visto en meses, t-tengo miedo de que no me reciba de buena manera — él rió por debajo para tomarme de las mejillas y besarme dulcemente los labios.


— No seas ridículo, mi amor — murmuró mientras se apartaba de mí para tomar la bolsa con obsequios y bajarse del auto, y al ver que no me quedaba de otra más que afrontar mi cruda realidad, me ví forzado a bajarme del auto también.


Cada paso hacía la puerta era sofocante, estaba emocionado, sí, pero los nervios me mataban, tenía miedo de equivocarme, creerán que exagero, pero el recuerdo de mi cumpleaños no dejaba de atormentarme, ocasión en la que fuí junto a mi novio a visitar a mi madre, y ella me recibió con una fuerte bofetada en el rostro, y ni hablemos de la reacción de su marido al verme, donde la palabra "odio" se queda corta, comparada con la manera en la que ese tipo me miró.


Robert tocó la puerta principal, mientras yo miraba a los lados con curiosidad y recelo, el aire era muy diferente que el de Londres, me llevó solo media hora darme cuenta de tal detalle, no quiero sobre alabar a la húmeda inglaterra, pero definitivamente amaba más ese país que el mío, más por cosa mía que por alguna cuestión "real y palpable" aunque admito que Reino Unido supera en muchas cosas a norteamérica.


— ¡Un segundo! — habló una voz que reconocí al instante, y que me hizo tragar en seco mientras abrazaba al cachorro en mis brazos para tratar de calmarme, todo mientras mi prometido me miraba con diversión.


Apenas abrieron la puerta, sentí cada fibra de mi cuerpo temblar, al mismo tiempo que mis ojos se hicieron agua de golpe.


— Mamá — murmuré con la voz algo quebradiza, estaba tan abrumado, hace meses que no la veía, meses que no pasaron en vano, eso se notaba al verla, la noté tan descuidada; su cabello estaba maltratado y canoso, su rostro estaba lleno de ojeras, y estaba mucho más delgada a como la ví antes de irme, detalles que hicieron que mi pecho doliera enserio.


— ¿T-Taylor? — murmuró ella mientras se me acercaba con cuidado y me tomaba de las mejillas para acariciarlas dulcemente — ¿E-Eres tú?


— Mami — dije sonriendo ampliamente, en medio de un mar de lágrimas — S-Soy yo, ¡sorpresa!


— ¡Mi niño! — clamó mientras me abrazaba con fuerza, me tocaba el cabello como si aún creyera que yo era un producto de su insana imaginación, y no la culpo, si ella hubiera llegado de repente a Londres, yo tampoco lo habría podido creer — ¡¿Cómo es posible que estés aquí?!


— Es gracias a él — dije mientras señalaba sutilmente a Robert, logrando que Teddy volteara a verlo, dedicándole una sonrisa encantadora.


— Es un placer verte, suegra — dijo él con esa galantería que me mataba.


— Oh Robert — murmuró mientras iba hacía él para abrazarlo con fuerza — No sabes lo feliz que me haces al traerme a mi niño.


— Es un regalo de mi parte, para ambos — murmuró él mientras abrazaba a mi madre, yo no pude evitar sonreír conmovido mientras miraba tal escenario, entre mis dos seres amados.


Continuará


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- Gema


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