82 - 'Año Nuevo'
Robert me llevó hasta la habitación de Alice, para tocar la puerta con insistencia, escuchando de fondo un leve llanto que erizó por completo mi piel.
— Maldita Giselle — gruñó mi pareja con odio absoluto — Maldito Sandro. ¡Alice abre la puerta!
— ¡No, ni muerta dejaré que tú me veas así!
— ¡Por favor! ¡sé racional por una vez en tu vida! — en cuanto Robert dijo eso, su hermana abrió de golpe la puerta para verlo con pena y enojo, su maquillaje estaba totalmente arruinado, y sus ojos un poco hinchados.
— ¡¿Crees que no soy racional?! ¡si no fuera racional, le habría gritado a Sharon White por aparecerse aquí en esta fiesta! ¡le habría gritado por renunciar justo cuando más necesitaba de ella! ¡¡y le habría gritado cuando supe que ella se acostó con mi esposo mientras yo estaba en París!!
Robert le tomó de los hombros mientras la miraba con pesar, sentí una pena terrible por ella cuando le escuché decir eso, era tan irónico, la hija que más luchaba por tener una vida "perfecta", era quien más sufría, quien menos estabilidad tenía, y era además la que tenía el matrimonio más tormentoso de los tres hermanos Dawson, oh, amada ironía, ¿porqué no dejas ser a tus hijos solo un minuto?
— Robbie — jadeó ella mientras mi prometido la abrazaba con fuerza y le acariciaba el cabello — Lo lamento... te decepcioné.
— ¿Decepcionarme? Alice, ¿cómo podrías decepcionarme? mírate, ¿quién sabe cuánto tiempo has tenido que tragarte toda esta situación?
— Por eso lo digo, t-tú siempre me decías que debía cuidarme, y-y no dejar que ningún hombre jugara conmigo... te fallé, hermanito, te fallé.
Robert suspiró con pesar mientras acariciaba a su hermana, mirándome de reojo con algo de pena, pena a la que correspondí ocultando mis manos tras mi espalda.
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— Pasó hace un año — hablaba ella con la voz apagada, estábamos en su habitación, ella finalmente se había calmado, y tomó la fuerza suficiente para hablar — Él me perjuró que fue solo un efecto adverso del alcohol, y me prometió que no volvería a suceder; yo estaba destrozada, sentía que todo mi mundo se venía abajo, sabía que si tú o mamá se enteraban, estarían muy decepcionados de mí, pero si me divorciaba, mayor iba a ser la decepción.
— ¿Cómo puedes decir algo así, Ally? — dijo Robert.
— Tú ibas a casarte, George tenía a Molly, no quería ser la hija divorciada y fracasada, sería la humillación de la familia — dijo ella con pesar, me asqueaba el cómo se tomaba esas idioteces tan a pecho, era una sensación muy sofocante, sobre todo porque se notaba que enserio le dolía — Además, yo confiaba en Sandro, si él me decía que no ocurriría de nuevo, era porque no pasaría.
— ¿Y no pasó? — preguntó Robert con severidad, Alice sonrió apenada mientras alzaba los hombros.
— No lo sé — susurró con la voz apagada, logrando que Robert mirara a otro lado con absoluta seriedad — Robbie, te ruego que me dejes afrontar esto sola.
— ¡¿Afrontar?! ¡¿quedándote callada ante las idioteces que dice Giselle?! ¡¿eso es afrontarlo?!
— Lamento entrometerme, pero— dijo el idiota de Taylor Dawson, ¿porqué mierda no puedo cerrar la boca? — ¿Cómo sabe Giselle de esto?
— En mi desesperación se lo confesé, creí que trataría el tema con delicadeza, pero... cuando menos lo esperé, la infidelidad de Sandro ya era noticia entre todas mis colegas y mis modelos, me sorprende muchísimo que mis padres no se enteraran — ella rió por debajo mientras me detallaba con algo de incredulidad — Es increíble, ella, a quien consideraba mi amiga, lo divulgó, y aún me lo reprocha, en cambio tú... te callas cada indiscreción que ves, me sorprende y me abruma tanto.
Dichas palabras me hicieron ruborizar, no me emocionaba que mi cuñada admitiera que yo era mejor que Giselle... Bueno, sí me emocionaba, pero no quería admitirlo abiertamente, no era el momento para hacerlo.
— Shh — susurró Robert tratando de consolarla — Respira, Alice, todo estará bien, pero eso sí, te ruego que por favor, la próxima vez que tengas un problema de este tipo, no te lo calles, soy tu hermano, sabes que no tienes porqué tener secretos conmigo, yo solo quiero lo mejor para ti.
— ¿No tenemos secretos entre nosotros? — preguntó ella con algo de hostilidad, cosa que me hizo encogerme de hombros — ¿Se te olvida que me ocultaste que estabas de luna de miel en América, con un chico mucho menor que tú?
— Ay por favor, Alice — dijo él de mala gana.
Su hermana se levantó para limpiarse la cara y caminar hacía la puerta de la habitación, no dijo ni media palabras más, Robert tampoco la dijo, se notaba que se querían, pero eran demasiado orgullosos para dejar de lado el principal tema de sus constantes discusiones, osea, yo mismo.
— Mgh, qué mujer tan cabeza dura — dijo Robert de mala gana, para voltear a verme y extenderme su mano — Vamos, hay que volver a la fiesta.
— ¿Estás bien? — pregunté al ponerme de pie, notaba a Robert tenso, y con justa razón, él adoraba a su hermana, y saber que ella tenía problemas en su matrimonio, era algo que mi prometido no pasaría por alto jamás.
— Sí, Alice es adulta, sabrá cómo resolver su situación — dijo de manera tosca, fría, insensible, aún viniendo de él, sonó muy antinatural.
— Mientes — dije mirándole con detenimiento, él se quedó helado al oírme, pero se negó en voltear a verme — Te preocupa, lo sé.
— ... ¿Y qué debería hacer? No puedo meterme, ella es una mujer adulta, su matrimonio es de los más populares, si llego a interceder, solo arruinaré su imágen, ella no me perdonaría nunca por ello, además... Lorenzo estaría destrozado, los divorcios siempre son difíciles, y los perjudicados siempre son los niños.
— No creo que ella quiera divorciarse, ella y Sandro se quieren, o eso dan a entender — dije mientras agachaba la mirada — Tal vez deberías hablar con él, entre hombres sabrán entenderse mejor, Alice es demasiado orgullosa para pedirte ayuda, sobre todo considerando nuestra "situación sentimental".
— No tienen correlación ni una cosa, ni la otra — dijo él de manera incrédula.
— Sí la tienen, Robert — dije tomándolo de los hombros — ellos creen que por ser dos hombres, y por recién vivir juntos, no sabemos nada sobre el amor, l-lo sé porque ella me insinuó eso cuando traté de aconsejarla, ¡y-y no puedo culparla, la inexperiencia es nuestra dificultad! pero hay muchas otras cosas que sí podrías decirles, y hablando con Sandro, podrías darte a entender.
— No pienso hacerlo hoy, Ty, estoy demasiado enojado con él, soy capaz incluso de golpearlo frente a todos, y no sería correcto hacerlo en año nuevo.
— Bien, entonces deberían hablar otro día ¿no es así? — él suspiró con frustración, se notaba tenso con el tema, y no lo culpo, que hieran a tu hermano menor es horrible, lo sé porque varias veces tuve que vivirlo con Tyson.
— Te has vuelto bueno dando consejos — murmuró tomando mi barbilla y besándome dulcemente la frente, yo reí por debajo para rodear su cuello y besarlo hambrientamente, tratando de apaciguar todos los pesares que aquejaban a mi futuro esposo.
-
Volvimos a la fiesta con las demás personas, Alice estuvo con Catherine y John el resto de la velada, obviamente evitaba a su esposo, a sus "amigas", y a la rubia en discordia, no la culpo, yo también me habría sentido muy intimidado al estar en la misma habitación con la persona que llevó a mi esposo a serme infiel, ¿y que él la haya invitado? eso me habría quebrado por completo.
— ¡Diez, nueve, ocho! — gritaban todos al unísono, había empezado la famosa cuenta regresiva que marcaba el final, e inicio de otro año de existencia; sentí un deja vu tremendo al oír esos gritos, recordé el año anterior, donde pasé las fiestas en casa del viejo, viendo cómo él manoseaba a Marcela y repetía toda clase de idioteces, al mismo tiempo que Roger bebía y hundía su rostro en los pechos de silicona de su "novia" de aquel entonces, yo miraba todo eso desde un rincón, sintiendo una amarga decepción.
"¿Así será el resto de mi vida, vivir en la oscuridad como una rata, en un hogar donde no soy querido por nadie?" era un pensamiento que predominaba en mi mente cada día durante aquella época, y hacerlo me dolía, dolía pensar que no tendría futuro, que no tendría felicidad alguna; no me canso de dar gracias al cielo por haberme dado la vida que tengo actualmente, y repito, todo eso fue gracias a Robert, absolutamente todo mi futuro se lo debo a él, toda mi felicidad se la debo a él, todo lo que soy se lo debo a él, y nada me hace más feliz que eso.
— ¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno! — gritábamos mientras agitábamos las manos, y apenas dije "uno" sentí cómo me jalaban de los hombros y me besaban hambrientamente, beso al que correspondí mientras acariciaba aquella cabellera negra que tanto me fascinaba.
Todos alrededor empezaron a gritar y abrazarse entre ellos, mientras mi pareja y yo nos besábamos de manera voraz y poco sutil, he oído que es una tradición besar a alguien en año nuevo, pero Robert lo llevó al extremo.
— Oye — dije al apartarme de aquel beso — ¿Cómo estás, Robert? no te veo hace un año.
Él rió con algo de molestia ante mi asqueroso chiste, pero aún con lo que dije, no se le quitaron las ganas de besarme, ¿lo pueden creer?
— El primero de muchos — susurró en mi oído, cosa que me hizo sonreír y echar la cabeza hacía atrás, mordiéndome el labio inferior mientras disfrutaba de los besos en el cuello que me daba mi pareja.
Me alertó sentir cómo me jalaban lejos de la ruidosa multitud, algo que poco o nada me importó, había demasiado ruido, solo quería escuchar la voz de Robert, preferiblemente gimiendo mi nombre.
Me abrazó para volver a besarme hambrientamente, mientras me guiaba a un salón algo grande, lleno de libros y de una gran colección de licores.
— ¿Sabías que es de buena suerte empezar el año teniendo sexo? — preguntó mientras me guiaba a un escritorio para sentarme en el mismo y besarme lentamente el cuello.
— ¿Enserio? vaya, ahora tengo una justificación seria para dejarte metérmela — dije entre risas cínicas, mientras abrazaba las caderas ajenas con mis piernas.
Volvimos a besarnos con deseo, cada roce de nuestros labios era una demostración clara y concisa de que nos deseábamos, y que queríamos condensarnos en un solo ser, amo tanto la manera en la que un simple beso puede decir más que mil palabras.
Robert me quitó lentamente la ropa, en ese momento ignoré totalmente que la casa estaba a reventar, que en cualquier momento podrían entrar y vernos haciendo el amor de forma poco sutil, todo me dió igual, solo pensaba con el pene, y con las enormes ganas que tenía de que mi prometido me comiera.
— ¡A-Ah! — gemí al sentir cómo me apretaban los pezones.
— Están muy suaves, ¿te los has acariciado estos días, no?
— U-Un poco — admití entre jadeos, cosa que hizo reír a mi prometido.
— Me gusta que seas tan desvergonzado, se nota que te has vuelto igual de adicto al sexo que yo — dijo mientras me apretaba con fuerza las mejillas con una sola mano, mientras llevaba la otra a mi miembro y me empezaba a masturbar lentamente.
— ¡A-Ah, R-Robert! ¡n-no hagas eso!
— ¿Porqué? tú eres el rey del autoplacer, Ty.
— P-Pero no me gusta lento — dije apenado — M-me gusta rápido, m-muy rápido.
— No — negó, mirándome con malicia — A ti te gusta otra cosa.
Dicho esto, bajó hasta mi entrepierna para empezar a chuparla de forma lenta y muy deliciosa, que me hizo estremecerme y jadear con fuerza el nombre de mi novio.
— ¡Ah, R-Robert! ¡R-Robert mi amor!
— Qué lindo gimes mi nombre — susurró mientras pasaba su lengua por mi intimidad, al mismo tiempo que me empujaba sobre aquel escritorio lentamente, dejándome acostado viendo fijamente el techo de dicha habitación, donde había un enorme candelabro que, era muy bello, sí, pero más bellos eran los ojos de mi pareja, si me lo preguntan a mí.
— ¡P-Para! — rogué moviendo las caderas — N-No más, t-te quiero a ti.
— ¿Enserio? ¿tan desesperado estás que quieres que deje de chupártela? — preguntó con malicia, yo le miré a los ojos con deseo y sumisión, él amaba cuando yo lo miraba así.
— S-Sí, por favor, Robert — le rogué, mientras me abría de piernas y me mordía el labio inferior — Mi amor, por favor, ya no aguanto, ha-házmelo ya.
Juro que no sé describir el éxtasis que sentí en ese instante, al ver la cara lujuriosa de intenso placer que puso Robert en cuanto le hablé de esa forma, aún cuando vivíamos juntos y escenarios sexuales había de sobra, verme rogar siempre lo encendía de una manera increíble, tan intensa, que no logro ponerle palabras a mis recuerdos de dichas ocasiones.
Gemí con fuerza en cuanto me tomaron de las piernas y me penetraron de golpe, sentir aquello me hizo contraerme y venirme de repente, algo que hizo reír con incredulidad a mi pareja.
— Vaya, sigues siendo mi tres segundos, Ty — dijo burlonamente mientras continuaba con su vaivén.
— Ah, e-es que te mueves muy rico, ¡e-es tu culpa! — dije entre jadeos ahogados — ¡Ah, me-me duele!
— ¿Te duele, eh? es normal, hace mucho que no te follo — dijo mirándome fijamente a los ojos — Empiezo a sospechar que te hiciste virgen de nuevo.
— N-Ni hablar — dije jadeando ahogadamente — ¡Ah, a-ay por Dios, vuelve a tocarme ahí!
— ¿Qué toqué, mi amor? ¿toqué algo lindo? — preguntó con malicia, clavando sus dedos en mis muslos y dejándolos grabados en mi piel, yo ya parecía un mural que retrataba la salvaje naturaleza de Robert Dawson, cualquiera que me ve desnudo, creerá que me tenían encerrado en una jaula con leones hambrientos, y en cierto modo, sí era así.
— ¡Ah! — grité al sentir cómo se iba hacía mi cuello para morderlo con fuerza, haciéndome temblar y retorcerme debajo suyo.
— Enserio quería esto, Ty — murmuró de forma ronca en mi oído.
— ¡Ah, R-Robert! ¡n-no pares por favor, no pares! — grité echando la cabeza hacía atrás, cada fibra de mi cuerpo temblaba sin recato alguno, al igual que el de Robert, se notaba que lo estaba disfrutando también.
Los minutos que estuvimos en esa posición fueron de lo mejores de esa noche, la manera en la que Robert se movía en mi interior, sus palabras bruscas y a veces tiernas, la manera en que sus ojos me devoraban con intensidad, me hizo sentir en las nubes, y olvidarme por completo de en dónde estábamos.
— Mírate nada más — murmuró entre risas, abriéndose paso entre mis piernas como si quisiera romperme — Parece que estás por volverte loco.
— ¡Ah, n-no aguanto mi amor! ¡me-me vengo! — gimotee mirándole fijamente a los ojos.
— ¿Tan pronto? — bromeó, mientras me cargaba en sus brazos para hacer más brusco el vaivén, mientras ambos nos besábamos hambrientamente.
— ¡Te amo! — gemí mientras pegaba mi frente con la suya, al mismo tiempo que sentía el semen de Robert inundando mi ser, sensación que me hizo venirme también sobre su abdomen (él se había levantado el suéter un poco, imagino que ya prevenía lo que iba a pasar entre nosotros).
Eché la cabeza hacía atrás mientras gemía y susurraba después del intenso orgasmo, mientras sentía los labios de Robert rozando sutilmente mi cuello.
— Yo también te amo — respondió mientras seguía moviéndome lentamente sobre su cuerpo, cosa que me hizo sonreír y gimotear por debajo.
— Quiero irme a casa — dije entre jadeos — Quiero coger en mi cama, amor.
— Yo también — murmuró besándome lentamente las mejillas — Te prometo que pronto estaremos en casa, y te podré hacer gritar todo lo que queramos.
— Eso me gusta — pucheree rodeando su cuello con mis brazos para besarlo con deseo, aunque ambos volteamos de golpe al oír algunos pasos en el pasillos.
— Esto es malo — dijo él mientras volteaba a verme con una sonrisa algo dudosa, sonrisa que me hizo jadear con horror.
— ¡Bájame, debo vestirme! — dije mientras trataba de apartarme de él.
Robert me llevó al otro lado del escritorio para recostarme en el piso y soltarme al fin, mientras me miraba coquetamente a los ojos.
— ¿No es excitante esto? ¿que en cualquier momento nos puedan ver?
— ¡¿Estás loco?! — reclamé de mala gana, él rió para levantarse y arreglar su ropa, mientras yo tomaba mi ropa y empezaba a vestirme.
— ¿Robert? — habló una voz que entraba a dicho salón de repente.
— ¿Qué tal, caballeros? feliz año nuevo — dijo mi prometido con esa tranquilidad y galantería satánica suya, mientras se apoyaba del escritorio y los miraba con atención.
— ¿qué haces aquí? la fiesta es afuera.
— Disculpenme, solo vine a probar un poco del whisky añejado que tenemos aquí — dijo mientras caminaba hacía otra mesa, yo aproveché para terminar de vestirme y asomarme un poco, notando que los hombres fueron a curiosear sobre el licor que mi prometido les ofrecía — ¿Puedo ofrecerles un poco?
— ¿Y tu marido dónde está? — dijo uno de esos hombres, sus palabras me causaron desagrado.
— La palabra "marido" me repugna — dijo Robert tranquilamente — Con decirle "novio" o simplemente llamarlo "Taylor" me conformo bastante.
Me levanté para avanzar hacía la puerta de la habitación, aunque me tambalee a causa de la debilidad en mis piernas, y me caí como un saco de papas, logrando llamar la atención de todos.
Sonreí con nerviosismo al ver las expresiones incrédulas y dudosas de esos hombres, aunque me reconfortó ver cómo Robert se me acercaba para tomarme de las manos y ayudarme a poner de pie.
— Ten cuidado, mi amor; el sexo brusco siempre te deja exhausto — dijo él, sin una gota de sutileza y de vergüenza (como ya era costumbre en él) logrando que yo me sonrojara de golpe, y ni hablar de la cara de vergüenza y decepción que pusieron su padre (que estaba ahí entre esos hombres) y los demás sujetos en cuestión, pero eso poco o nada le importó a Robert, él no tenía pelos en la lengua para hablar sobre lo nuestro, menos los tendría para hablar de nuestra vida sexual, algo que no me alegra del todo, pero no es tan malo, he de admitirlo.
Los caballeros de marcharon del lugar, pero antes de hacerlo, el padre de Robert le dedicó una mirada de odio absoluto, a la que mi prometido correspondió sin dudarlo dos veces.
Apenas nos dejaron solos, Robert volvió a besarme y fue a servirme un poco de ese whisky del que tanto hablaba, nos quedamos un rato más en dicha habitación, besándonos y acariciándonos, era embriagante el simple hecho de juguetear sin empezar el coito, obviamente eso hizo que tuviéramos una sesión de descontrolado sexo salvaje cuando llegamos a nuestra habitación a eso de las 03:27 de la mañana, cuando la fiesta seguía en pleno apogeo.
Mientras Robert me hacía el amor en nuestra habitación, yo veía por la ventana los fuegos artificiales, de niño siempre me gustaban, me sorprendían y maravillaban todos sus colores, siempre me desvelaba para verlos, eran todo un espectáculo precioso; mientras veía dichas luces en el cielo, no pude evitar pensar "definitivamente este año que sorprendió para bien, espero que este año nuevo me suceda lo mismo", y vaya que el año me sorprendió, de hecho, generó muchas cosas en mí, es difícil catalogarlo como el mejor o el peor, pero vaya que ese año entrante, sería el más significativo, y uno de los más importantes de mi vida, y con un significado muy agridulce.
Continuará
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- Gema
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