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73 - 'A Solas'

Casi me desmayo cuando finalmente llegamos a la vivienda de mis suegros, una enorme casa con terrenos extensos, algo lejos de la ciudad, con muchos árboles y vida silvestre alrededor, imaginaba que la casa sería enorme, pero mis expectativas se quedaban totalmente cortas al ver dicho hogar que parecía más un museo que una casa de familia.


— ¡Mis tesoros! — clamó mi suegra al salir a recibirnos, la nieve cubría cada rincón a nuestro alrededor, y las únicas partes donde no había nieve, igual estaban muy resbaladizas, apenas y lograba caminar sin caer.


— Ah, casa — suspiró mi prometido con algo de ironía, recibiendo a su madre en brazos para besarle suavemente las mejillas — Siempre es bueno regresar, supongo.


— ¡Oh, tonto! — dijo mi suegra mientras le golpeaba el hombro suavemente para ir a saludarnos a Teresa y a mí, no se le hizo raro verla, así que imagino que Robert le avisó con tiempo que ella nos acompañaría — Qué gusto tenerlos aquí con nosotros, ¡pasen por favor, deben estar congelándose!


Entramos a aquella enorme edificación, por dentro era aún más hermosa que por fuera, y ni hablar de las pinturas y retratos que había en sus paredes, eran todo un deleite para la vista.


Me detuve al ver un retrato que estaba colgado en la pared, era una típica foto familiar, donde Catherine estaba sentada en un enorme mueble rojo, rodeada de su esposo y de sus hijos, Robert tenía el cabello algo corto en esa foto, cosa que me hizo darme cuenta de que no era un retrato tan actual que digamos.


Seguí avanzando hasta que llegamos a un enorme salón, lleno de pinturas, muebles, y en el centro había una chimenea que brindaba calor a los recién llegados, aunque no me llamó la atención el calor que esta emanaba, eran las fotos que estaban sobre ella lo que me hicieron acercarme a la chimenea.


— Oh por Dios — murmuré al ver una foto de mi pareja cuando era niño, supe que era él por ese par de joyas azules que yo ya reconocía hasta en sueños; tenía aproximadamente diez u once años, vestía de manera muy formal, algo que me hizo sonreír con ternura, pero lo que más ternura me causó, fue la expresión seria que reflejaba en su rostro.


— ¿Qué miras? — preguntó mientras se paraba detrás de mí y me besaba suavemente el cuello.


— Qué niño tan amargado — dije mostrándole la foto en cuestión, haciéndole reír de forma algo incrédula.


— Ja-ja.


— ¡Creeme Taylor, en todas las fotos era así! — dijo mi suegra mientras se acercaba a nosotros — Son pocas las fotos en donde este amargado salía sonriendo, es igual de mal encarado que su padre.


— Ya me di cuenta — dije riendo cínicamente, mientras mi pareja me daba algunos besos en el cuello.


— ¿Cuándo llegan Alice y George?


— Ya deberían haber llegado, seguro llegarán esta tarde — dijo Catherine — ¿Porqué no van y se refrescan antes de que esté lista la comida? deben estar exhaustos.


— Lo estamos — dijo Robert mientras me abrazaba desde atrás y pegaba mi cuerpo al suyo, yo no le presté mucha atención, estaba muy ocupado viendo con atención las fotografías de mi prometido cuando era más pequeño, había una foto de él y sus hermanos de niños, tal vez tenían cinco años, igual me daba mucha ternura, Robert de pequeño era muy tierno, en sus ojos brillaba cierta picardía que me hacía sonreír como idiota, me divertía imaginando cómo fue mi pareja en sus años de juventud.


-


Catherine nos guió a nuestras habitaciones, a Teresa le asignó un cuarto de huéspedes muy grande y acogedor, y a Robert y a mí nos dió una habitación juntos (obviamente) pero no cualquier habitación, era una habitación que yo no conocía, pero que mi prometido sí.


— Tadaa — dijo ella al abrir la puerta de dicha habitación, permitiéndonos entrar a la misma.


Yo miraba cada rincón de aquel sitio con mucha emoción, había un enorme afiche de scorpions en la pared, al igual que uno de Van Halen y otro de los Beatles; la cama era enorme, me sorprendía que fuera destinada para una sola persona; había repisas llenas de objetos de colección, era obvio de a quién pertenecía esa habitación.


— No han movido nada — dijo Robert mientras sonreía de lado y observaba con atención cada rincón de aquel sitio.


— No he tocado nada de tu habitación ni la de tus hermanos, la cama de George lleva veinte años sin tenderse.


— Jaja, ya lo creo — dijo mi prometido mientras dejaba de lado nuestras maletas, yo seguía viendo las repisas con detenimiento, había muchas figuras y demás cosas de colección, cosas con las que yo solo podía soñar cuando yo era niño, cosa que me hizo ver, nuevamente, que mi vida fue muy diferente a la de Robert.


— Bueno, iré a ayudar con la comida, ustedes pónganse cómodos y tomen su tiempo para salir — dijo mi suegra en un sutil tono de voz que me hizo arquear una ceja curioso, pero que hizo a mi prometido reír, vaya, a mi suegra no le importaba que su hijo me cogiera en su propia casa, qué mujer tan moderna.


En cuanto nos quedamos solos, Robert me abrazó desde atrás para besarme lentamente el cuello.


— Tienes una habitación muy linda — dije mientras lo dejaba tocarme y besarme, me sorprendía que aún después de hacerlo antes de salir, Robert parecía con ganas de azotarme contra su cama.


— Gracias — susurró mientras me desabrochaba el pantalón — ¿Quieres conocer mi cama?


— Claro — murmuré apartándome de él para empezar a quitarme la ropa por mi propia cuenta, mientras Robert se quitaba la suya también — ¿Cuántas personas han dormido aquí?


— ¿Preguntas que a quiénes me he follado aquí?


— Palabras más, palabras menos — murmuré quitándome el pantalón para proseguir con los boxers, mi prometido rió por debajo mientras se quitaba los pantalones también.


— No vivo aquí desde el internado, Ty — admitió mientras terminaba de desvestirse — No he tenido sexo con nadie aquí jamás.


— ¿N-Ni siquiera con Gis— traté de hablar, pero un beso de parte suya me detuvo en seco.


— No, muy pocas veces vine con ella, y nunca fue para quedarnos a dormir — explicaba mientras me cargaba entre sus brazos para llevarme a la cama y dejarme acostado boca arriba, con las piernas abiertas y con un semblante muy tímido y nervioso — Tendrás el honor de estrenar esta cama conmigo.


— ¿E-Enserio? — murmuré mientras me sonrojaba totalmente.


— Así es — estuvo a punto de besarme, aunque rápidamente se detuvo al ver un retrato de él y sus padres junto a la cama, retrato que tomó y colocó boca abajo para impedir verlo durante el acto sexual, cosa que me hizo reír cínicamente.


— No me des tan fuerte, amor; no quiero que tu madre nos oiga.


— ¿Crees que ella no sabe lo que te estoy haciendo? — dicho esto, me separó más las piernas para entrar de golpe en mi cuerpo, haciéndome temblar y gemir con fuerza.


— ¡¡Ah, e-espera!!


— Mgh, s-se nota que te cogí antes de venir — bromeó echando mis piernas hacía atrás para empezar un vaivén lento y algo brusco que me hizo gemir con algo de fuerza.


— ¡A-Ah, R-Robert! ¡e-esto me gusta!


— A mí igual, admito que tuvo sus ventajas el haber venido — dijo mientras me tomaba de las muñecas y las colocaba sobre mi cráneo para impedirme moverme — Qué rico es verte gemir así.


— ¡Ah, m-más, más! — rogué sacando la lengua, no entiendo porqué estaba tan cachondo, tal vez era por el hecho de que estaba en la cama de mi prometido, pero igual me abrumaba estar tan necesitado luego de haber tenido sexo unas horas antes.


— Dos santo, Ty; mírate, ¿tanto te gusta mi pene, eh?


— ¡Ah, me encanta! ¡ay Robert sigue, sigue por favor!


Detuve de golpe mis gritos al oír cómo tocaban con insistencia la puerta de la habitación, mirando con preocupación a Robert, quien frunció el ceño con molestia mientras pausaba un momento su vaivén.


— ¡¿Qué?! — gritó de mala gana, enserio Robert odiaba que nos interrumpieran a mitad del sexo.


— ¿Señor Robert, es usted? — habló una voz femenina al otro lado de la puerta.


— ¡Sí Victoria! ¡¿qué carajo quieres?!


— Q-Qué gusto saludarlo señor, s-su madre dijo que acaba de llegar y— hablaba aquella mujer de voz algo juvenil, aunque la voz de mi prometido frenó en seco sus palabras.


— ¡Saludame después, Victoria; ahora no puedo atenderte!


— Oh, ¡c-claro señor Robert!


— Qué molestia — gruñó entre murmullos mientras esperaba a que aquella mujer se fuera, yo obviamente, no pude evitar preguntar.


— ¿Quién es?


— Una empleada doméstica, trabaja aquí desde que me fui al internado, ha oído mucho de mí, así que cada vez que estoy en casa se esmera por causarme una buena impresión.


— ¿Tengo que ponerme celoso? — pregunté ya sin vergüenza alguna, logrando que Robert me sonriera cínicamente.


— Igual te pondrás celoso, diga lo que te diga.


— Me ayudaría saber a qué atenerme — dije mientras lo empujaba sutilmente para ponerme encima suyo, empezando a mover mis caderas con algo de lentitud.


— Mgh, buen chico — gruñó mientras sujetaba con firmeza mis caderas, mientras yo gimoteaba ahogadamente.


— A-Ah, r-rico — murmuré mordiéndome el labio inferior — ¿D-Decías?


— Solo es una empleada, Ty — explicó entre gruñidos de placer — S-Solo tengo ojos para ti, y para tu enorme trasero que me vuelve loco.


— ¡N-No digas esas cosas! — me quejé cerrando los ojos con vergüenza, sacándole a Robert una sutil carcajada.


— Apura el ritmo, amor; la comida ya estará lista.


— B-Bien — dicho esto, empecé a subir y bajar de forma más brusca, logrando sacarme gemidos ahogados mientras veía fijamente los ojos azules de mi prometido, los cuales se iban dilatando cada vez más, mientras que de sus labios salían gemidos roncos también, amaba tanto causar ese efecto en él.


— Mgh, oh Ty, sigue — murmuró apretando mis glúteos con sus manos, a tal punto de que sus dedos quedaron grabados en mi piel — M-Me vuelves loco.


— ¡Ah, n-no aguanto! — dije echando la cabeza hacía atrás — M-Me voy a— estuve a punto de hablar, aunque me alertó sentir cómo mi prometido me jalaba de los brazos para acercar mi pecho a su rostro, y de esta forma, chupar y lamer mi pezón sin recato alguno, cosa que me hizo gemir como loco — ¡¡Ah, n-no, Robert espera!!


— Tan suaves — susurró mientras apretaba mi piel con sus labios y la estiraba un poco, cosa que me hizo gritar de forma algo brusca.


— ¡¡Ahh, maldito hijo de perra, eso duele!! — grité sin fijarme en lo que decía, pero justo ese tacto brusco provocó que yo empezara a venirme de golpe, y la combinación de dolor y éxtasis hizo que mi lengua se soltara como nunca.


— Hey, ¿qué son esos gritos, jovencito? — murmuró subiendo a mi cuello para besarme suavemente, mientras empezaba a mover sus caderas de forma algo brusca.


— ¡Ah, R-Robert mi amor! me lastimas.


—¿Te duele, verdad? me encanta cuando tiemblas de dolor, Ty.


— ¡Ah, Robert! ¡para, para por favor!


— Mgh, Ty — gruñó mordiéndome con fuerza el cuello mientras empezaba a venirse de golpe en mi interior, sacándome roncos gemidos de placer.


— Ah, ay por Dios — murmuré ocultando mi cara en su hombro, temblando al sentir cómo él me daba unas últimas embestidas lentas — No puedo creer que lo hicimos en casa de tus padres.


— Lo dices como si fuera algo malo — murmuró acariciando mi espalda y besando mi cuello — Seremos esposos pronto, es lo que los esposos hacen.


— Sí pero, no lo hacen en casa de los suegros — dije con algo de fastidio, sacándole a mi prometido algunas risas cínicas.


— Quedémonos así un rato — murmuró abrazándome con fuerza — No me quiero levantar.


— De acuerdo — dije pegando mi frente con la suya — ¿Quieres hablar?


— ¿Sobre qué?


— Sobre tu juventud — dije tocando la nariz ajena con mi dedo índice.


— Mh, mi juventud — dijo pensativo mientras veía fijamente el techo de la habitación, quedándose abrumado y empezando a reír de repente, cosa que me hizo verlo con curiosidad.


— ¿Qué pasa?


— Había olvidado eso — dijo señalando el techo, por lo que yo me recosté boca arriba a su lado para ver lo que señalaba, frunciendo confundido el ceño al ver que se trataba de varias fotos de Hugh Grant (un actor británico famoso, en caso de que no les suene el nombre) a quien yo no conocía en esa época, ya después fue que me familiaricé con él, todo gracias a Robert, obviamente.


— ¿Quién es ese? — dije de forma algo incrédula.


— ¿No lo conoces? — preguntó con asombro, aunque luego chasqueó la lengua y dijo — Ah claro, olvidé que eres un chiquillo.


— Decir eso luego de cogerme puede meterte en problemas, anciano — dije riendo cínicamente.— Él es Hugh Grant, Ty; era mi amor platónico durante mi adolescencia.


— ¡¿Qué?! — dije riendo cínicamente.


— Búrlate, pero yo suspiraba por ese sujeto cuando tenía dieciséis; es que, míralo.


— Me pones celoso — murmuré pegando mi frente con la suya, haciéndole sonreír cálidamente — Me pregunto en qué momento dejaron de gustarte los caballeros refinados, y empezaron a enloquecerte los chicos salvajes y desquiciados.


— El día que te conocí — en cuanto dijo esto, me sujetó de los brazos para besarme hambrientamente, besos a los que correspondí masajeando cada centímetro de su piel, mientras poco a poco nos íbamos metiendo bajos las sábanas para volver a hacer el amor de forma lenta y muy apasionada, sacándonos roncos gemidos mutuamente, no tengo idea de si nos habrán escuchado o no, imagino que sí lo hicieron, porque Robert y yo nunca nos caracterizamos por ser muy "sutiles" que digamos.


-


Un par de horas, y un par de acostones después, Robert y yo finalmente logramos levantarnos de la cama para vestirnos y bajar al comedor, no sé porqué, pero me encantaba estar encerrado con él a solas en su habitación, ya fuera para platicar sobre su admiración hacía un actor famoso de los noventa, o para besarnos como un par de adolescentes cachondos, de cualquier forma, los ratos a solas con mi prometido siempre eran un deleite para mí.


— Sentimos la demora — dijo mi pareja mientras llegábamos a la sala, aunque él se detuvo en seco al ver a un hombre sentado frente a la chimenea, fumando un habano y leyendo un libro en silencio.


— Veo que ya llegaste — dijo aquel hombre, sin siquiera alzar la mirada.


— Sí — dijo mi pareja mientras miraba incrédulo al sujeto en cuestión — Veo que te sigue gustando leer a solas mala literatura.


— Y a ti te encanta llegar y presumir tu inmoralidad, aún cuando esta no es tu casa — dijo mientras volteaba a vernos de mala gana, sus piedras azules chocaban con las joyas de mi prometido, quien poco o nada de importancia le daba a las palabras ácidas de su progenitor, imagino que solo por ser navidad se tragó las mil y un posibles respuestas ácidas para humillar a ese anciano tan pedante.


— Ven Ty, vamos al comedor ya, cogerte siempre me abre el apetito — dijo con obvias intenciones de incomodar a su padre, mientras me jalaba del brazo y me guiaba al comedor, donde Catherine estaba junto a Teresa y otro grupo de mujeres platicando animadamente, hasta que nos vieron llegar, porque apenas nos vieron, casi todas fueron sobre nosotros.


— ¡Robert! — dijo una mujer algo mayor mientras se iba sobre mi prometido para abrazarlo con fuerza — Qué gusto da verte, querido.


— Gracias, gracias — dijo sonriendo de forma algo cordial, me daba ternura ver cómo las empleadas iban y lo saludaban como si él fuera su sobrino o algo así.


— ¡Señor Robert! — clamó la más jóven de las empleadas, parecía tener veintitantos años, era rubia, de cabello algo corto, de pechos pequeños y caderas anchas, lo admito, era muy linda.


— Hola Victoria — dijo él mientras la recibía con un beso en la mejilla — Es un placer verte, ¿cómo has estado?


— B-Bien, s-su madre dijo que usted— la chica no pudo terminar de hablar, ya que fijó su mirada en mí, y al hacerlo, abrió de golpe los ojos y jadeó con asombro absoluto, para ir hacía mí y tomarme de las manos con fuerza — ¿E-Es usted?


— ¿Disculpa? — dije algo receloso.


— E-El señor Taylor, e-el prometido del señor Robert.


— Ahh, s-sí, soy yo — dije mientras sonreía algo apenado. La chica rápidamente me abrazó con fuerza, cosa que me dejó muy abrumado.


— ¡Victoria niña, vas a estrangular al pobre Taylor! — dijo mi suegra mientras llegaba con nosotros y la tomaba del hombro — Perdónala, Ty; Victoria es muy entusiasta.


— D-Descuiden, lo entiendo perfectamente.


— Vengan ya a comer, la comida se enfría — dijo Catherine mientras palmeaba sus mano, por lo que Robert y yo fuimos a sentarnos, las empleadas nos atendían como si fuéramos de la realeza, cosa que me apenaba bastante, no me gustaba sentirme superior, ni que me atendieran de más, era muy vergonzoso para mí, por alguna razón.


-


— ¿Te abrumaron las chicas? — dijo de forma algo burlona, luego de comer salimos un rato a caminar por las afueras de aquel enorme hogar, no estaba haciendo tanto frío por suerte, y Robert quería mostrarme los alrededores de su hogar.


— Un poco — admití metiendo mis manos en mis bolsillos, mientras él reía y me miraba con atención.


— Son algo entusiastas, entenderás que mis hermanos y yo somos como hijos para ellas, prácticamente nos vieron crecer.


— Juraría que Victoria es de mi edad — dije de forma algo ácida, sacándole una risa incrédula a mi prometido.


— Casi, tiene veintitrés... o eso creo — murmuró alzando los hombros — Como sea, no te sientas intimidado, ¿de acuerdo? esa chica no me interesa, y dudo mucho que me vea como una posible pareja sexual.


— Sí, el único precoz por aquí soy yo — bromee ácidamente, logrando que mi prometido me estampara contra un árbol cercano y me diera un hambriento beso de lengua.


— Odio que te llames a ti mismo "precoz" — dijo mientras rozaba mis labios con los suyos.


— Lo siento — susurré acariciando las mejillas ajenas con mis dedos, sonriendo al notar un leve sonrojo en sus mejillas — Me pregunto qué travesuras habrás hecho por aquí.


— Pues, veamos — se paró a mi lado para ver al horizonte,tomando mi hombro mientras me señalaba los alrededores — No muy lejos de aquí hay un lago, al que yo iba de noche para pasear desnudo.


— Qué sucio — dije riendo por debajo.


— Una vez mi padre me golpeó por alzarle la voz, así que me escapé y me fuí al pueblo, estuve vagando por la ciudad toda la tarde, hasta que mamá fue por mí.


— ¿Qué edad tenías?


— Catorce, no faltaba mucho para irme al internado — admitió con algo de melancolía, se notaba que el tema del internado le seguía frustrando mucho.


Me acerqué a él para besarlo de forma lenta y algo apasionada, mientras Robert me tomaba con firmeza de las caderas y las acariciaba a medida que iba volviendo esos besos más lentos y sensuales, cosa que me hacía estremecerme como nunca.


— El lago está congelado, de no ser por eso, te llevaría allí para que nademos desnudos.


— No necesitas tomar un lago de excusa para tenerme desnudo, mi amor — dije coquetamente mientras rodeaba el cuello ajeno con mis brazos para seguir con aquellos besos lentos y apasionados, a los que mi prometido correspondió frotando su lengua contra la mía.


De repente sentí algo vibrar en mi bolsillo, que de mala gana me hizo apartarme de aquellos sensuales besos.


— Maldición — dije mientras sacaba el teléfono de mi bolsillo y lo revisaba, sintiendo mi piel erizarse al ver el identificador de llamada.


— ¿Quién es? — preguntó limpiándose los excedentes de saliva de los labios.


— Es Teddy — dije mientras daba un paso atrás — ¿Me das un segundo, amor?


— Claro, habla tranquilo, te espero adentro — dijo tomando mi mejilla para besarme suavemente la frente, y acto seguido, se apartó de mí para caminar al interior de su hogar, dejándome solo en aquel enorme jardín nevado, con un amargo cóctel de emociones en mi pecho, que en vez de mejorar con la llamada de mi madre, solo empeoraría considerablemente.



Continuará


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- Gema


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