52 - 'Salvaje'
— ¡¡Vamos a otro bar que conozco!! — decía Richard mientras nos jalaba de los brazos a Mónica y a mí.
— ¡Despacio estúpido que me vomito! — dijo ella mientras le golpeaba sutilmente el brazo.
— No puedo, si Robert sabe que me fuí a otro lado, me va a matar.
— ¡Ay por favor! ¡deja de ser un dominado por cinco minutos, Taylor!
— ¡¡Oye payaso, no le digas dominado!! — dijo Mónica mientras empujaba a Richard — ¡¡Él ama a Robert, merece dejarse dominar si le da la gana!!
— Shh, Moni ya — dije jalándola de los brazos — Amor y paz ¿sí?
— ¡Vamos muchachos! ¡Dan es mi conductor designado, nos llevará donde sea! — dijo el tigre mientras señalaba al sujeto que venía saliendo del bar con semblante incrédulo — ¡¡No sean aguafiestas!!
— ¡¡Bien!! pero déjame llamar primero a mi novio — dije sacando mi celular para marcarle a Robert.
— ¡¡Dominadooo!! — gritó Richard, Mónica lo miraba abrumada y con algo de molestia, debí dejarla golpearlo, sin duda alguna.
— ¿Hola? — sonreí embobado al oír esa voz ronca y gruesa que me habló al otro lado del celular.
— Mgh, hola mi amor — dije de forma sumisa, ganándome que Richard me siguiera diciendo dominado, pero sinceramente, me dió igual.
— Hola cariño — dijo él suavemente — ¿Ya quieren volver?
— Emh, de hecho, nos queremos ir a otro bar — hubo algo de silencio luego de que dijera eso, cosa que me hizo sentir muy nervioso.
— ¿Cómo que a otro bar, Ty?
— Es que Richard está aquí, y nos quiere llevar a otro bar, sospecho que le gusta Mónica o yo que sé.
— ¡¡Yo no voy a coger con él!! — dijo Mónica al quitarme el celular para decirle eso a Robert, yo le quité el teléfono de forma algo brusca.
— ¡¡Déjame hablar con mi prometido, carajo!! — dije para volver a ponerme el celular en el oído.
— No lo sé, Ty, tú y Mónica suenan bastante ebrios, tal vez lo mejor es que ya vuelvan a casa.
— Pero yo no estoy ebrio — dije con la lengua algo trabada.
Richard gruñó para verme de mala gana.
— ¡¿Lo ves?! ¡sabía que no vendrías! ¡todo porque ese imbécil te tiene dominado!
— ¡Oye pelirrojito estúpido— dijo Mónica al acercarse a él, pero yo le tomé del brazo para evitar que hiciera alguna tontería.
— ¿Quién es ese, Taylor? — preguntó mi prometido con voz algo tenebrosa.
— Solo es Richard, Mónica le quiere pegar.
— No es la única — admitió mientras le oía mover algunas cosas al otro lado de la línea — Espérame ahí, iré a buscarte.
— Claro mi amor — dije de forma algo sumisa para colgar la llamada y ver a Richard con seriedad — Robert te va a partir la cara por idiota.
— ¡¿Qué?! ¡jaj! ¡¿crees que me dejaré golpear por un anciano como él solo porque tiene dinero?!
— Suficiente Richard, vámonos ya — dijo el sujeto que estaba con él, jalando al tigre para llevarlo hacía su auto, mientras el tigre pataleaba y clamaba idioteces a las que yo les hice caso omiso (principalmente porque, a causa de la borrachera, yo tampoco las entendía del todo).
— ¿Qué dijo Robert, Ty? — preguntó Mónica acercándose hacía mí para tomarme del hombro.
— Viene en camino a buscarnos, pero siento que Richard lo hizo enojar.
— ¡Usht, ese imbécil! — dijo ella mientras apretaba sus puños con algo de fuerza — ¡Debes golpearle la cara cuando puedas, Taylor!
— No será necesario, Robert lo hará por mí cuando pueda — dije entre risas algo bobas, vaya que mi versión borracha da asco.
-
— ¿Enserio aquí conducen al otro lado?
— ¡Sí! y desayunan con té en vez de con café — dije con la lengua algo trabada mientras miraba atentamente a Mónica, ambos estábamos sentados en un banco junto al bar, esperando a que llegara el señor Dawson para llevarnos a casa.
— ¿Y ya has visto a la reina Isabel?
— ¡Claro que no, Moni! ¡¿crees que aquí uno se topa con las celebridades así de fácil?! — clamé agitando de forma algo brusca mis brazos, jadeando al sentir cómo sin querer, terminaba golpeando a alguien — ¡¡Ay, disculpe, no fue mi intención!! — dije al levantarme del banco para disculparme con aquel sujeto de largo cabello rojizo y ojos verdes, quien iba acompañando de un sujeto de cabello negro y ojos azules (más oscuros que los de Robert).
— Descuida, esas cosas ocurren. Vámonos, Cherry — dijo el sujeto pelirrojo para voltear hacía el pelinegro, tomarlo de la mano e irse con él, mientras Mónica y yo los mirábamos algo abrumados, sobre todo porque las personas en la calle los volteaban a ver e iban corriendo a pedirles autógrafos.
— ¿Y eso quienes eran? — preguntó Mónica arqueando una ceja.
— No sé, tal vez eran la reencarnación de John Lenon y Yoko Ono — murmuré entre risas bobas, ¿les he dicho lo mucho que da asco mi yo borracho, verdad?
Rápidamente noté cómo un auto blanco se estacionaba frente a nosotros, yo rápidamente intuí que era el auto de mi prometido, por lo que me arreglé el cabello y traté de lucir no tan borracho (aunque obviamente, eso era imposible).
— ¡Mi amor! — grité al ver al señor Dawson bajarse del auto, y sin dudarlo dos veces fuí corriendo hacía él para abrazarlo con fuerza y colgarme de su cuello, mientras él me miraba algo serio y abrumado — ¡Te extrañaba!
— ¿Taylor qué tanto bebieron? — preguntó de mala gana, arqueando una ceja al ver cómo Mónica iba hacía nosotros tambaleándose un poco.
— Bebimos una copita — dijo ella entre risas bobas — Y como ocho o nueve bombas atómicas.
— ¡Bombas mortales, estúpida! — dije mientras me reincorporaba y me mantenía pegado al cuerpo de Robert, quien volteó de golpe a verme como si hubiera visto un fantasma.
— ¡¿Bebieron bombas mortales?! ¡¿están locos?!
— ¡Shhh! — susurré colocando mi dedo índice en los labios de mi prometido, mientras él me miraba incrédulamente — En la vida, hay que saber cuándo decir que no, y mi respuesta es, que no estamos locos — murmuré riendo bobamente, risas a las que Mónica me correspondió mientras Robert me miraba incrédulamente.
— ¿Cómo se me ocurre dejarlos venir solos? — gruñó tomando mi brazo y el de Mónica para jalarnos hacía su auto, aunque se detuvo en seco para voltear a verme con seriedad — ¿Y tu amigo pelirrojo?
— Ya se fue — dije sacudiendo la cabeza un poco, por alguna razón — Su amigo se lo llevó apenas dije que tú lo ibas a golpear por decirte imbécil.
— Mgh, huyó como una rata, ¿porqué no me sorprende? — murmuró mientras nos abría la puerta del auto y nos dejaba subirnos a este mismo.
— Tengo hambre — dije mientras subía y me colocaba el cinturón de seguridad — ¡Vamos por sushi!
— ¿Tú comes sushi, Ty? — preguntó Mónica.
— Nunca lo he probado, pero sería buena idea empezar a hacerlo hoy — dije mientras veía cómo mi prometido se subía al auto también, sorprendiéndome al ver cómo tomaba una caja que estaba sobre el tablero del auto y me la daba.
— Ten — dijo mientras encendía el auto.
— ¿Qué es esto? — murmuré abriendo la caja, jadeando al ver que se trataba de un menú variado de comida china — ¡¿Y esto?!
— Dijiste temprano que querías comida china — comentó mientras empezaba a conducir — Comparte con Mónica ¿de acuerdo? hay suficiente para ambos.
— ¡¿Ya ves por qué amo a este hombre, Mónica?! — dije mientras volteaba a ver a mi amiga — ¡Es una maravilla con pene!
— Tayloor — murmuró Robert tratando de hacerme que me callara, pero ni eso logró callar al charlatán de su prometido.
— ¡Es la verdad! ¡eres tan bueno! ¡me das comida china siempre que te la pido, por eso te amo tanto! ¡cuando lleguemos a casa te la voy a chupar!
— Taylor— trató de hablar de nuevo, pero mi dedo sobre sus labios se lo impidió.
— Shh — murmuré sonriendo bobamente — No digas nada, con tu belleza es más que suficiente.
Él me miró de reojo algo abrumado por todas las tonterías que yo decía, mientras yo solo me dediqué a desempacar la comida y empezar a comer mientras le pasaba algo de comida a Mónica, aunque por alguna razón ella se negaba a comer mucho, no entendí porqué, hasta que regresamos a casa.
-
— ¿Cuánto lleva ahí encerrada? — preguntó mi prometido mientras entraba a nuestra habitación con un vaso de agua en sus manos, yo estaba sentado junto a la puerta con la espalda en la pared, más dormido que despierto, y escuchando la serenata de vómito y arcadas que daba Mónica en el baño.
— No sé — reí por debajo mientras abrazaba mis propias piernas — ¡Mónica termina ya, Robert quiere tener sexo!
— ¡No, no no! ¡tómate tu tiempo, Mónica! — dijo mi prometido algo apenado, cosa que me hizo reír y morderme el labio inferior — No te muerdas los labios — me regañó mientras se agachaba frente a mí para tomarme de la barbilla y verme a los ojos con seriedad mientras dejaba de lado el vaso con agua — ¿Qué más te dijo ese idiota de mí?
— Tonterías — murmuré mirando a otro lado — Lo mismo de siempre, nada más.
— ¿Cómo que "lo mismo de siempre" Taylor? — preguntó con molestia, yo al darme cuenta de que se me volvió a soltar la lengua por culpa de la borrachera, no pude evitar suspirar con molestia y maldecir para mis adentros.
— Él siempre dice que soy un idiota por casarme tan jóven — admití alzando los hombros ¿qué podía hacer? ya había cometido el error de dejar libre mi lengua, no podía esconderle más a mi novio todo lo que Richard me decía, corría el riesgo de que Robert malinterpretara todo si me lo seguía callando — Dice que el mundo está lleno de personas, y que debería dedicarme al romance sin compromisos, no atarme a un amor a edad tan temprana.
— ¿Dijo todo eso, eh? — murmuró con frialdad, cosa que mi yo ebrio/cobarde tomó muy a mal.— Mi amor — murmuré gateando hacía él para tomarlo de los hombros y verlo a los ojos con terror — No malinterpretes esto, por favor, ¡te juro que yo nunca le he tomado la palabra a ese imbécil!
— Taylor — murmuró tomándome de los brazos para verme a los ojos con atención — No estoy enojado contigo, cariño.
— ¡Sí lo estás, sé reconocer tu cara de enojo cuando la veo! — dije mientras empezaba a jadear con fuerza, asombrándome al sentir cómo Robert se levantaba del suelo para jalarme de los brazos y cargarme con fuerza, todo mientras me miraba fijamente a los ojos.
— Ty, mi cielo, ¿me crees capaz de enojarme contigo, únicamente por lo que un idiota te diga? toda mi familia te ha dicho cosas de nosotros, y eso no te hizo querer alejarte de mí, ¿porqué yo tendría que hacerlo entonces, ante las palabras idiotas de un pobre tonto al que solo ves en el trabajo?
— ¿Seguro que no estás enojado? — murmuré con pesar mientras apretaba con fuerza los hombros del señor Dawson, sintiendo algo húmedo llegar a mis mejillas de repente, ¿estaba llorando?
— Muy seguro, y más seguro estoy al verte llorar así — susurró limpiando las lágrimas en mi rostro — Lo único que me frustra es que me hayas dicho esto apenas ahora.
— Tenía miedo de tu reacción — admití ocultando mi cara en el hombro ajeno — Y no quería que te desquitaras con él.
— ¿A pesar de todo lo que nos dijo, le tienes consideraciones a esa escoria? — gruñó de mala gana mientras me sujetaba con fuerza.
— Es un imbécil, pero depende de su trabajo para seguir estudiando — susurré mientras besaba suavemente el cuello de mi prometido — Por favor, amor, no lo despidas, necesita eso para seguir estudiando.
— Mgh, a veces me frustra mucho tu compasión — murmuró tomándome del brazo para verme atentamente a los ojos — Bien Ty tú ganas, pero si ese sujeto sigue actuando como un tarado, no tendré más opción que dejarlo en la calle ¿entendido?
— Entendido — murmuré besando delicadamente los labios de mi prometido, besos a los que él me correspondió sin dudarlo dos veces.
— Mgh, tu boca sabe demasiado a licor — murmuró entre risas algo abrumadas — ¿Cómo pudieron beberse ocho bombas mortales?
— Nueve — le corregí — No sé, solo queríamos romper el récord del bar.
— Jaj, vaya, lástima que no pudieron — dijo desbordante de egocentrismo, cosa que me hizo fruncir el ceño con molestia.
— ¿Cómo estás tan seguro?
— Porque Yelena y yo tenemos el record, de quince bombas mortales cada uno — oír aquello me hizo alzar las cejas con asombro total.
— ¡¿Quince?! — clamé abrumado — ¡¿Cómo se las ingeniaron para beber quince de esas cosas?!
— Éramos jóvenes y estúpidos — alzó los hombros con semblante algo cínico.
— Eres un degenerado, Dawson — gruñí mientras miraba a otro lado, haciendo a mi prometido reír — Estás desquiciado.
— Lo sé, pero tú también lo estás, no por nada vas a casarte conmigo — murmuró sonriéndome con malicia, ahí no supe qué objetar, lo único que mi sentido común pensó fue "bésalo, vas a ser su esposo pronto", cosa que hice, y no me arrepiento en absoluto de haberlo hecho.
Ambos volteamos al oír la puerta del baño abrirse, se trataba de cierta chica rubia con aspecto demacrado y exhausto, con evidente malestar físico.
— ¿Todo bien? — pregunté bajándome de los brazos de Robert para ir con ella.
— Sí, solo... quiero dormir — dijo ella mientras suspiraba y pasaba su mano por su rostro.
— Bien, déjame llevarte a tu habitación — dije tomándola del brazo para guiarla a la puerta de la habitación, tambaleándome un poco a medida que iba caminando, cosa que hizo a Robert reír sutilmente.
— ¿Robert está enojado?— preguntó Mónica mientras caminaba conmigo escaleras abajo, por obvias razones no iba a dejarla dormir en la habitación que está junto a la mía y de Robert, no íbamos a dejar dormir a la pobrecita.
— Para nada, Moni, y aunque lo esté, ya me encargaré de bajarle el estrés — dije con la lengua algo trabada mientras sonreía orgulloso.
— Ya me imagino cómo, eh — dijo ella entre risas mientras me golpeaba sutilmente el brazo con su codo, yo reí embobado mientras seguía caminando a su lado, desconozco totalmente al Taylor que se deja llevar por el alcohol y la lujuria, y lo peor de todo, es que él ha protagonizado muchos de los "sucesos" que consolidaron mi relación con Robert, pero eso es historia antigua.
Dejé a Mónica en su habitación y subí hacía la mía, tarareando una canción de Luis Miguel que no lograba sacarme de la cabeza, fue la que mi prometido y yo cantamos a la par mientras paseábamos en coche por los páramos congelados de Suiza, ese momento rondaba mi mente sin intención alguna de irse, aún hoy en día lo hace, y me encanta que lo haga.
— Bien ya Mónica se fue a dorm— hablé mientras entraba a mi habitación, quedándome estupefacto al ver hacía la cama que compartía con mi pareja, donde un hermoso hombre de cabello negro y ojos azules estaba desnudo sobre nuestras sábanas, aparentemente esperándome.
— Hola encanto — me saludó coquetamente, yo rápidamente me dejé caer de rodillas al suelo para empezar a gatear hacía él.
— ¿Qué están viendo mis ojos? — murmuré abrumado por la borrachera y por la hermosa figura frente a mí — ¿Estoy soñando? porque no creo que exista un hombre tan guapo en esta tierra mortal.
— Gracias — dijo él entre risas cínicas, viendo cómo me quedaba de rodillas junto a la cama para verlo con detenimiento.
— Eres tan hermoso — susurré mientras me iba subiendo a la cama para besar los labios de Robert, besos a los que él me correspondió sin dudarlo dos veces.
— ¿Recuerdas lo que me pediste cuando te dije que Mónica estaba aquí? — preguntó entre besos mientras empezaba a desnudarme.
— Sí, te pedí que me la metieras — admití con la lengua trabada, mientras miraba abrumado cómo mi prometido me quitaba la ropa y me acostaba boca arriba en la cama, empezando a chuparme los pezones, cosa que me hizo gemir de forma poco sutil — ¡Ah, Robert! ¡Mónica nos va a oír!
— Que lo haga, igual ella ya sabe qué es lo que estamos haciendo — dicho esto, sentí cómo el cuerpo de Robert inundaba el mío, cosa que me hizo gemir ronco mientras miraba atentamente esas hermosas piedras azules que tan enamorado me tenían.
— ¡¡Ahh, R-Robert!! — grité mientras movía mis caderas por inercia — ¡Robert mi amor, me lastimas!
— Tienes que pagar el viaje de Mónica, así que no te quejes — me susurró al oído mientras comenzaba a azotar mis caderas con fuerza, haciéndome gemir de dolor y placer mientras miraba fijamente el techo de nuestra habitación.
— ¡¡Ahh, me-me duele!! ¡Robert mi amor!
— Estás temblando mucho — susurró mientras alzaba la mirada para verme a los ojos con un intenso placer que me enloqueció.
— M-Más fuerte — le pedí mientras llevaba mis manos a su espalda y la acariciaba de arriba a abajo, él me gruñó en la cara mientras azotaba mis caderas con más intensidad, cosa que me hizo estremecerme — ¡¡Ahh, ay sí, de eso estoy hablando!!
— Carajo Taylor, no vas a poder caminar mañana — me gruñó en la cara mientras mantenía aquel tosco vaivén.
— ¡¡A-Ahh, e-eso no me importa ahora!! i-igual mañana es sabad-¡Ay Dios! — grité al sentir la fuerte corriente del orgasmo recorrer mi cuerpo, cosa que me hizo gemir de forma brusca — ¡¡Ahh, me vengo, Dios mío Robert!!
— Deja de gritar, gato escandaloso — murmuró entre risas mientras me tomaba de los brazos y los colocaba sobre mi cabeza para impedirme moverme — Eso fue un orgasmo seco, cariño.
— ¿C-Cómo que un orgasmo seco? — pregunté incrédulamente, asombrándome al ver que no había semen sobre mi abdomen o el de Robert — Juraría que sí me había venido.
— Eso se puede arreglar en un segundo — dicho esto, me puso de lado con las piernas recogidas para empezar a moverse de forma más brusca, dicha posición hizo que le fuera más difícil moverse dentro de mí, y por ende, a mí me causaba más dolor, pero a mí el dolor me daba igual, de hecho, me gustaba, razón por la cual lo que estaba a punto de pasar, generó tanto conflicto entre nosotros.
— ¡¡Ahh, Robert, mi amor!! — gemí de forma brusca mientras veía de reojo a mi prometido, quien se movía sin reparo alguno sobre mi cuerpo — ¡Ah, eres increíble, sigue por favor!
— Taylor — gimió mi nombre en mi oído mientras tomaba mi pierna para alzarla y poder moverse con más libertad al fin — Te amo.
— ¡Yo también te-¡ah! y-yo también te amo Robert — murmuré tomando el cuello de mi prometido para besarlo hambrientamente, mientras él seguía moviéndose de forma brusca y nada gentil, pero como ya dije, eso a mí no me molestaba en absoluto.
Veía embelesado los ojos azules de mi prometido mientras él seguía con su vaivén digno de un animal salvaje, a veces me cuesta creer que ese hombre tan refinado y galante se volvía una bestia cuando llegaba la hora de la intimidad, es la dualidad de mi pareja, dualidad que a mí siempre me encantó, la forma tan salvaje y tierna en la que podía amarme, y lo admito, yo aprendía volverme salvaje también, todo gracias a él.
— ¡Ah, mi amor, me duele! — gemía de forma muy lasciva, haciendo que Robert se relamiera los labios sin más — ¡Me duele, me estás lastimando!
— Ay Taylor — murmuró azotándome con fuerza para hacer más brusco su vaivén, sacándome feroces gritos de placer.
— ¡¡A-Ahh, a-ay Robert!! — grité al sentir cómo mi prometido empezaba a venirse dentro de mí, cosa que me hizo venirme al mismo tiempo, mientras ambos nos aferrábamos al cuerpo del otro y jadeábamos pesadamente su nombre.
— Dios, amo cuando te emborrachas — murmuró entre risas mientras pegaba su frente con la mía — Te pone más puta de lo que ya eres de por sí.
— ¡Yo no soy... eso que dijiste! — dije de mala gana, logrando que Robert riera por debajo y levantara un poco el torso.
— Como dijiste, mi cielo, afortunadamente mañana es fin de semana — dicho esto, jaló mi brazo para cargarme entre sus brazos y acomodarme en estos mismos, prosiguiendo con aquel brusco vaivén.
— ¡¡Ahh, Robert mi amor!! — grité sintiendo cómo él entraba y salía de mi cuerpo sin recato alguno, cosa que no me incomodaba, pero sentía una rara incomodidad en mi cuerpo que no me dejaba gozar de todo el sexo — E-Esto se siente raro.
— Respira Ty, e-estás así por el alcohol, ya se te pasará — murmuró besándome el cuello para continuar con su brusco vaivén, notaba a mi prometido más "salvaje" de lo habitual, no terminaba de comprender el porqué.
— ¡A-Ah, m-mi amor! — gemí viéndolo a los ojos — ¿E-Estás bien?
— ¿Porqué preguntas? — murmuró azotándome con más fuerza.
— ¡¡Ahh, ay Dios mío, duele, Robert me lastimas!!
— ¿Te duele? pero tú querías esto — gruñó acelerando más su vaivén, haciéndome jadear y estremecerme de intenso placer — Mírate, cómo te encanta esto ¿eh? apuesto que si ese pelirrojo te vé no dudará en lo mucho que te encanta el sexo conmigo.
— ¿Qué? — murmuré algo abrumado alzando la mirada para observar muy abrumado a mi novio, él seguía azotándome sin siquiera esperar a que yo me acostumbrar a la sensación — ¿E-Estás así por eso?
— Sé que me dije que no importaba pero, mgh — gruñó dando una estocada algo fuerte — Maldición, Ty; saber que ese sujeto trata de lavarte la mente, me vuelve loco.
— ¡Ah, n-nunca le haría caso, l-lo sabes!
— Repítemelo — murmuró mordiéndome el cuello con fuerza — Déjame claro que soy el único que te va a follar toda tu vida, Taylor.
— ¡¡Ahh, e-eres el único, y lo serás siempre!! ¡¡ay por Dios qué rico!!
Ambos gritamos al unísono en cuanto volvimos a venirnos de golpe, Robert me miraba con deseo e intensidad, mientras yo jadeaba pesadamente por el cansancio y el intenso orgasmo, "¿ahí terminó todo?" no, no estaba ni cerca de terminar.
Continuará
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