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49 - 'Respiro'

Después de haber visto algunas clases más, finalmente se hizo hora de irme a casa, me aliviaba poder irme finalmente, pero era frustrante pensar en el montón de tarea que ya me habían dejado, "bienvenido al terror universitario, Taylor" pensé mientras caminaba hacía las afueras de aquel campus, hasta que oír una voz pronunciar mi nombre, me hizo frenarme en seco.


— ¡Taylor! — clamó aquel sujeto de cabello rubio (que se notaba a kilómetros que era teñido por las raíces oscuras que reflejaban cada que le daba el sol) quien se acercó hacía mí con una sonrisa que me dió mala espina.


— ¿Sí? — pregunté con recelo, mientras arreglaba mi mochila sobre mi hombro.


— Quiero disculparme contigo, de parte de los odiosos de nuestros compañeros, no son malos chicos, solo que no saben actuar ante alguien que vive su vida sin miedos y sin ataduras, siento pena por ellos en ciertos momentos.


— Te lo agradezco, supongo — dije algo dudoso mientras arqueaba una ceja.


— Como sea, me gustaría que te sientas a gusto, y si quieres, podemos tratar de ser amigos, así te ayudo a adaptarte.


— Gracias pero, no sé si logremos llevarnos bien.


— Con esa cara de cretino desde luego que no lo haremos — dijo él mientras se cruzaba de brazos y me miraba incrédulamente, me sorprendía mucho la manera en la que me hablaba, pero en cierto modo, me ayudó a bajar un poco la guardia, recordando que yo no estaba en Detroit, donde sí debías de ser cretino para que te respetaran, pero en reino unido todo era distinto, o eso era lo que yo creía — Como sea, solo quiero brindarte apoyo, pero si no lo quieres — dijo él mientras empezaba a caminar, aunque sus palabras lograron hacer algo de eco en mí.


— ¡O-Oye! — clamé tomándole del brazo, logrando que él volteara a verme con una sonrisa cínica — B-Bien, supongo que me vendría bien una mano amiga.


— Bien — dijo él mientras me estrechaba la mano, haciendo énfasis en aquel hermoso anillo que adornaba mi mano — Oh por Dios, qué joya tan hermosa, ¿es de compromiso?


— S-Sí, algo así.


— ¡Ay, qué envidia! mi novio aún no me lo propone, es tan tedioso — murmuró con molestia, sorprendiéndome totalmente al oírle decir eso — ¿Cuánto tiempo tienen tú y Oliver saliendo?


— Emm, c-casi cinco meses — él me miró totalmente abrumado cuando dije eso.


— Vaya, cinco meses tardé yo en volverme novio oficial de Benny — dijo él en un tono que me hizo sentir un poco culpable, pero preferí ignorar sus palabras, me sentía bien con mi relación, y nadie me haría retractarme o hacerme sentir mal.


— Es que él y yo teníamos prisa — dije tratando de sonar como una diva, mientras caminaba hacía la entrada del campus, él rió cínicamente para caminar junto a mí y rodear mi cuello con mi brazo.


— No creas que te critico, todo lo contrario, admiro mucho tu convicción, de tomar lo que quieres sin pedir permiso siquiera.


— Él es el que tiene tales convicciones, yo solo soy el afortunado al que escogió — admití sonriendo cálidamente, amaba tanto hablar de mi novio.


— ¡Oye Detroit! — escuché de repente la odiosa voz de Richard llegando con nosotros, para rodear mi cuello y el del sujeto rubio — Vaya, veo que te hiciste amigo de Polly.


— ¿Polly? — pregunté incrédulamente, arqueando una ceja al ver cómo el chico rubio fruncía notoriamente el ceño.


— Vé y consíguete a una perra con la cual tener sexo, Richard — dijo de mala gana para apartarse de nosotros y caminar fuera del campus — ¡Hasta luego, Ty!


— ¡A-Adiós Shawn! — moví mi mano en señal de despedida, para voltear a ver a Richard incrédulamente — ¿Polly?


— ¡Habla más que un perico, es un apodo que le queda!


— Eres un dolor en las bolas ¿sabes? — dije de manera incrédula para sacar mi celular y ver la hora, el fondo de mi teléfono era una foto mía y de Robert la noche de la boda de George, ambos abrazados y sonriendo como si no tuviéramos problemas en nuestra dramática y complicada vida — Carajo, ¿dónde está?


— ¿Robert viene por ti?


— Se supone — dije chasqueando la lengua para ver a los lados con algo de preocupación — Ya debería haber llegado.


— Tal vez se quedó en la oficina.


— Hoy no trabaja — respondí viendo a los lados, recordando con frustración que él dijo que iría al café en la tarde, eso me hizo entender porqué no pudo ir a recogerme — ¡Carajoo!


— ¿Todo bien?


— Sí, solo pediré un taxi — dije sacando mi billetera de mi bolsillo, no llevaba mucho tiempo con ella, ya que fue una de las cosas que Robert me compró antes de empezar clases — ¿Lo tomamos juntos?


— Descuida, estoy esperando a una chica con la que pasaré la noche, iremos a beber algo y ¿quién sabe? tal vez logremos "congeniar" — dijo haciendo unos gestos que me hicieron fruncir el ceño con asco.


— Como sea — murmuré mientras sacaba algunos billetes y empezaba a caminar hacía la parada de autobuses, sitio donde se detenían los taxis a menudo — Luego te veo, tigre.


— ¡Adiós Detroit! — clamó él mientras me veía marcharme, el clima comenzaba a tornarse algo frío, afortunadamente Robert me hizo ir con un suéter color vino que me protegía del clima bipolar de Londres.


-


— Se lo agradezco — dije mientras le pagaba al taxista que acababa de dejarme frente a mi hogar, y aprovechando que estaba ahí, miré a los lados con curiosidad, asombrándome al ver el auto de Robert ahí estacionado, al mismo tiempo que otros autos muy lujosos estaban aparcados en nuestro frente también, "¿me perdí de algo?" fue lo que pensé mientras arreglaba mi mochila y caminaba al interior de mi hogar.


Entré y dejé las llaves en una mesita que teníamos junto a la puerta, ahí era donde Robert colocaba las llaves del auto y las de la casa, yo también empecé a dejar las mías ahí, claro, cuando me acordaba para qué era ese sitio, porque de resto, podía dejarlas tiradas en cualquier lugar de la casa.


Caminé a las escaleras con semblante receloso, oía voces que no conocía, casi todas eran masculinas, y lo más raro fue distinguir un perfecto y muy fluído acento norteamericano en medio de personas que hablaban con aquel acento típico de la gente de reino unido.


Subí las escaleras mientras sujetaba con fuerza mi mochila, quedándome helado al llegar y ver a varios hombres de negocios platicando animadamente, y entre ellos, estaba mi pareja, perfectamente arreglado y con esa sonrisa galante que tanto me hacía sonrojar.


— ¿Quién es él? — preguntó un sujeto de cabello castaño y ojos verdes que me miró de arriba a abajo con diversión, de él provenía el acento norteamericano, así que me fue fácil intuir que se trataba del famoso Terrence Dustin.


— Ah, amor, al fin llegas — dijo mi prometido mientras se levantaba del sofá para ir hacía mí y tomarme de la mejilla para besarme la frente.


— ¿Qué pasa aquí? — susurré arqueando una ceja.


— Luego te explico — murmuró tomándome del brazo para guiarme hacía aquellos hombres, a uno lo conocía, era Samuel Greene, el padre de Arthur, uno de los hombres que más ponía nervioso a mi pareja; el otro hombre, por su parte, no tenía idea de quién era, solo tenía una leve sospecha, y otro hombre más ahí presente, me miraba de arriba a abajo con curiosidad y recelo — Caballeros, él es Taylor Brown, anteriormente era conocido como Taylor Atwood, pero por un pequeño inconveniente con su padre, decidió cambiarse el nombre.


— ¿Atwood? — cuestionó el sujeto castaño — ¿Es hijo de Albert?


— Así es, Terrence, no hay nadie en esta tierra que sea más consciente de todo lo que ocurre en la empresa Atwood, que el jóven aquí presente.


— ¿Y qué relación tienes con este chico? — preguntó el hombre que estaba mirándome con recelo.


— Es mi prometido — dijo Robert sin pelos en la lengua, cosa que me abrumó muchísimo, e hizo que mi pecho latiera con mucha fuerza, mientras esos hombres nos miraban con asombro, como amo ese don de mi pareja para dejar atónita a la gente sin si quiera esforzarse.


— Vaya, así que los rumores son ciertos — dijo Greene mientras se levantaba para vernos a Robert y a mí con atención — Eres un hombre listo, Robert, y si decides casarte, pues... por algo habrá de ser — comentó aquel hombre en un tono de voz que me confundía, sus palabras sonaban a que estaba feliz, pero su tono al pronunciarlas, parecía que lo que decía, lo hacía por mera hipocresía, eso me desagradó considerablemente.


— Necesito saber cómo pasó eso — dijo Terrence de forma divertida — ¿Cómo vas a casarte con un hombre que me perjuras que solo trata de estropear tus negocios?


— Todo es más simple de lo que piensas — dijo Robert mientras me apretaba los hombros, yo empezaba a sentirme mareado, así que aproveché el descuido para retirarme de aquel lugar.


— E-Es un placer señores, pero debo irme — dije volteando a ver a Robert atentamente — Tengo tarea.


— Claro, vete tranquilo — murmuró apretándome la mejilla para dejarme ir, mientras él se sentaba de nuevo en el sofá a seguir platicando con esos hombres, sintiendo mi piel erizarse por la mirada curiosa y algo recelosa que me dedicaba Samuel Greene.



-



Leía la información mientras la copiaba en uno de mis cuadernos, aprovechando que estaba solo en la habitación para poner música de Luis Miguel en mi laptop nueva, la música me ayudaba a concentrarme de mejor forma.


Me alertó oír cómo alguien tocaba la puerta de la habitación, y apenas tocaron, abrieron la puerta, me alivió mucho ver que se trataba de Teresa, quien venía hacía mí sujetando cuidadosamente una taza con un humeante contenido que yo ya imaginaba lo que era.


— ¿Chocolate, cielo?


— Ay gracias Teresa, no te habrías molestado — dije mientras dejaba de lado mis cosas y tomaba aquella taza con cuidado — ¿Siguen afuera?


— Ya dos de ellos se fueron, solo queda el tal Terrence Dustin.


— ¿Y sobre qué están hablando? — cuestioné arqueando una ceja.


— Robert le está hablando sobre un tal Albert Atwood — oír eso me hizo suspirar con molestia, no era grato recordar todo lo que ese viejo odioso nos había hecho, y lo que aún nos seguía haciendo.


— Gracias Teresa — murmuré viendo cómo ella se disponía a marcharse de la habitación. Miré a mi alrededor sin saber qué hacer, una parte de mí moría por salir a averiguar, pero otra parte deseaba quedarse escondido, "la curiosidad mató al gato" pensé, y dado que mi prometido siempre me llamaba "gato", más pánico me daba ser curioso.


Caminé algo dudoso a la puerta de la habitación, optando finalmente por salir a averiguar, seguía usando aquella ropa con la que llegué de la universidad, aún no me sentía cómodo para disponerme a desnudarme.


— Me dió mucho gusto haber venido hoy — escuché a Terrence Dustin hablando con mi pareja, parecía que ya se marchaba — Estaremos en contacto entonces.


— Eso suena bien — dijo mi prometido mientras estrechaba la mano ajena, aunque ambos voltearon de golpe al oír mis pisadas — Ah, Ty cariño, ven y saluda.


Caminé algo nervioso hacía ellos, sonriendo tímidamente mientras estrechaba la mano de Dustin.


— Fue un placer conocerte, hijo.


— Lo mismo digo, señor Dustin.


— Dime Terrence, al fin y al cabo, nos veremos más seguido ahora que Robert y yo nos hemos asociado.


— ¡¿E-Enserio?! — clamé con emoción mientras volteaba a ver a mi pareja, él me sonrió cálidamente para apretar mi mejilla mientras me guiñaba el ojo.


— ¿Me creíste capaz de fracasar? — preguntó con aquel tono egocéntrico que yo tanto amaba y odiaba de él.


— Bien, debo irme ya, tengo asuntos pendientes en américa, pero trataré de venir constantemente para que organicemos bien nuestras cuentas, Robert.


— Encantado te invitaré una copa la próxima vez que vengas amigo mío — dijo mi prometido mientras caminaba junto a aquel hombre al recibidor de nuestra casa, yo suspiré con alivio mientras echaba la cabeza hacía atrás, al fin habíamos resuelto ese enorme inconveniente, finalmente sentía que podíamos tomarnos un respiro, ahh, ¿porqué eres tan cruel conmigo, ironía?


Cuando Robert se despidió de Dustin, regresó conmigo a la sala, mientras yo me disponía a buscar algo para comer, moría de hambre, la escuela me dejaba hambriento.


— ¿Cómo le fue a mi prometido en clases hoy? — preguntó él mientras se me acercaba sigilosamente para abrazarme desde atrás.


— Bien, aunque conocí a un chico raro hoy.


— ¿Raro? ¿en qué sentido?


— No lo sé, era muy... peculiar — murmuré frunciendo el ceño — Era demasiado estrafalario, vestía como si acabara de llegar del country club, y ni hablar de su agudo tono de voz.


— Suena a que no te cayó bien — dijo mi prometido de forma cínica, mientras abría el refrigerador para rebuscar en este mismo.


— No es eso, solo... no sé, varios chicos actuaron raro cuando supieron que yo era gay, y él me defendió.


— ¿Es gay también?


— Sí, tiene novio, yo le dije que me iba a casar, pero evité explicar que iba a casarme con un Dawson.


— ¿Porqué? — preguntó él mientras cerraba el refri y caminaba hacía mí para levantarme y hace que me sentara en la isla de mármol, donde mi prometido me hizo el amor hace algo de tiempo.


— Siento que me tratarán raro si saben que seremos esposos — dije mientras tomaba la mejilla de Robert — Por ahora, solo quiero que tengamos algo de tranquilidad, nada más.


— Tranquilidad, una petición entendible, y creeme que yo también quiero darte la tranquilidad que tanto mereces Ty, lamento mucho no haber podido lograrlo.


— ¿Bromeas? mi vida — dije acariciando sus mejillas — Amo mi vida a tu lado, amo todo esto, amo despertar y verte a mi lado, así como también amo dormirme en tu pecho cada noche, y creeme, no cambiaría esto por nada del mundo.


— ¿Por nada del mundo, eh? — preguntó mientras me tomaba del cuello para besarme hambrientamente, besos a los que correspondí sin dudarlo dos veces.


— Te amo — dije entre besos, sonriendo al sentir cómo me cargaban para llevarme al sofá, y seguir con esa ronda de apasionados besos; ¿qué puedo decir? a pesar de todo lo malo, a pesar del estrés, de la paranoia, de mi constante miedo por echarlo todo a perder, mi vida era perfecta, o bueno, era casi perfecta, aún faltaba algo de lo que yo mismo era ignorante completamente, no desesperen, pronto me tomaré el tiempo de explicarles qué fue esa "hermosa luz" que terminó de llenar mi vida de alegría, pero aún debo enfocarme en otras cosas antes de eso.


— ¡Ah! — gemí al sentir cómo me levantaban el suéter para empezar a chuparme los pezones — R-Robert mi amor, p-para.


Mis piernas empezaron a temblar en cuanto Robert comenzó a morder y chuparme los pezones, jalándolos y haciéndome estremecer, amaba cuando me consentía de esa forma, aunque en realidad, no sé cuál de los dos es el que goza más esos instantes.


— Debo ir a preparar un informe, así que démonos prisa — dijo mientras me daba vuelta para empezar a bajarme el pantalón.


— ¡E-Espera! — clamé tomando mi ropa para verle apenado — ¿Y-Y si Teresa nos vé?


— Está abajo viendo su novela, no nos molestará hasta las nueve — decía malicioso mientras se bajaba un poco el pantalón, dejando al aire su miembro ya erecto y erguido, no pude evitar relamerme los labios al verlo.


— Cómo me encanta eso — susurré mientras me acercaba un poco con intenciones de lamerlo, pero mi prometido me interrumpió colocando su mano en mi frente y viéndome con malicia.


— Qué gatito tan inquieto — dicho esto, me jaló del brazo para obligarme a sentarme frente suyo, mientras me hacía verle fijamente a los ojos — Tengo justo lo que necesita un inquieto como tú.


— Hazme temblar, mi amor — le rogué mientras jadeaba suavemente.


— Buen chico — murmuró empujándome un poco para quitarme por completo el pantalón y los boxers, y en un rápido movimiento, me penetró de golpe.


— ¡¡Ahh!! ¡¡R-Robert!! — grité echando la cabeza hacía atrás, disfrutando de aquel brusco vaivén que me daba mi pareja — ¡¡A-Ah, m-mierda, mi amor!!


— Vaya, qué boca tan sucia tiene el señorito Dawson — dicho esto, llevó una de sus manos a mis pezones para empezar a apretarlos, haciéndome estremecer sobre el sofá.


— ¡¡Ahh, s-sí!! ¡s-sigue tocándome ahí!


— ¡Taylor, te lo he hecho diario! ¡¿cómo carajo estás tan apretado aún?! — gruñó alzándome las piernas, haciéndome ver fijamente el techo de la sala, mientras ponía los ojos en blanco y seguía gimiendo con fuerza.


— ¡¡Ahh, ahh, ay sí, j-justo ahí!!


— ¿Toqué algo que no debía tocar, gatito? — preguntó juguetonamente.


— Sabes lo que tocaste — dije entre risas coquetas, que hicieron a mi prometido agacharse a mi altura y besarme hambrientamente, mientras aceleraba aún más su vaivén.


Gemía entre besos mientras me disponía a meter mis manos bajo la ropa de mi prometido, llegando a su espalda y arañándola sin recato alguno, sé que hay hombres a los que esto les molesta, pero Robert no es uno de ellos, de hecho, el que yo le haga daño durante el sexo le fascina, por no decir que lo enloquece.


— ¡M-Mierda Ty! — gruñó viéndome fijamente a los ojos — ¿Quieres que pare?


— S-Sí, p-para Robert, ¡me-me duele!


— Es una lástima — dicho esto, me tomó de las piernas para hundirse bruscamente en mi cuerpo, cosa que me hizo gritar y clavar mis uñas en su espalda, mientras él iba a mi cuello para atacarlo también.


— ¡¡Ahh, ay mi amor!! ¡¡me lastimas, me duele!! — repetía sacando la lengua entre ahogados gemidos de intenso placer, empezando a temblar ante cada brusca embestida de mi novio — ¡A-Amor! ¡mi amor, me vengo!


— Sé que dije que quería algo rápido, pero tampoco debes exagerar, Ty — dijo entre risas incrédulas, que me hicieron gruñir con enojo mientras deslizaba mis manos hacía los glúteos de mi prometido para apretarlos con fuerza, aunque no pasaron ni dos segundos antes de que él las quitara y las estampara con fuerza contra el sofá — ¿Cuántas veces debo decirte que no juegues con fuego?


— Eso es mío, quiero tocarlo — pucheree mientras lo miraba de forma sumisa.


— Es tuyo, sí, pero eso no significa que puedas tocarlo — afirmó mientras se movía con fuerza encima mío, sujetando con fuerza mis muñecas sin dejarme moverme — Mgh, ¡Dios santo!


— ¡¡Agh, agh!! ¡¡a-ahora si duele Robert!! ¡¡por favor más lento!! — dije alzando un poco mis piernas, aunque mi prometido me hizo caso omiso, solo siguió haciendo más y más brusco ese vaivén — ¡¡Ahh, ya no aguanto, v-voy a venirme!!


— Mgh, ¡carajo Ty! ¡sigue apretando así! — gemimos al unísono al sentir cómo Robert aceleraba aún más su vaivén, sacándonos a ambos bruscos jadeos de intenso placer, mientras nos veíamos fijamente a los ojos con una lujuria y deseo muy difíciles de describir con palabras, lo único que puedo decir es que por un segundo, creí que moriría del placer.


— ¡¡A-Ahh!! — gritamos al unísono mientras poco a poco empezamos a venirnos, yo sin querer terminé manchándole otro traje a Robert, mientras él me llenaba con su cálida semilla.


— Ah, Dios mío — murmuré cerrando los ojos con cansancio — Estoy exhausto.


— Demonios Ty — murmuró acariciando mis piernas mientras salía de mí para verme con atención y sonreírme de lado — Extrañaba el sexo diario.


— Yo también — dije entre risas pícaras, mientras me recostaba en el sofá y suspiraba pesadamente — No siento las piernas.


— Culpable — dijo él con orgullo mientras alzaba una mano.


— Eres tan odioso — dije con molestia y la voz algo adormilada, Robert rió por debajo para cargarme entre sus brazos y llevarme a nuestra habitación.


— Aprovecha y duerme ¿sí? yo haré el informe y te alcanzo en un rato.


— ¿Tardarás mucho? — pregunté de forma sumisa mientras le besaba el cuello.


— Trataré de no hacerlo — respondió mientras entrábamos a nuestra habitación y me dejaba en la cama — Descansa ¿de acuerdo?


— Bien — respondí tomando una almohada para abrazarla con fuerza — Te amo.


— Yo también te amo — murmuró mientras me daba un beso en la mejilla, para de esta forma, apartarse de mí e ir a terminar su informe, mientras yo me disponía a descansar de aquel huracán pasional que acabábamos de tener, "como me encanta vivir con Robert" pensé inconscientemente mientras poco a poco me iba quedando dormido, pensando en lo afortunado que era al vivir con el hombre al que amaba. 



Continuará


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