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24 - 'Mi Culpa'

Luego de mi sesión facial y de mi plática con mi suegra, ofrecieron una sesión de masajes, y yo no pude negarme a recibirla, mi cuerpo estaba muy tenso, creerán que el sexo me relajaba, pero las raras posiciones que hacía con Robert me tensaba demasiado los músculos, necesitaba relajarme.


— Mgh, qué bien se sientee — murmuré sintiendo cómo me masajeaban los hombros aplicando algo de fuerza en estos mismos, hacía algo de calor en dicho lugar, pero no era un calor desagradable, era un calor acogedor.


— Podemos hacerle un masaje con algas — dijo el sujeto que me estaba haciendo el masaje, un chico de piel morena muy bien parecido, aunque yo no le prestaba atención a dicho detalle, trataba de ni siquiera mirarlo para no alterar los celos sin fundamento de mi prometido (irónico que el que hable de "celos sin fundamento" sea yo, ¿verdad?).


— Así estoy bien — dije algo adormilado mientras disfrutaba el masaje por mi espalda, no llevaba más que una toalla para cubrir mis partes nobles, de resto estaba desnudo, era parte de los parámetros del spa, y realmente me incomodaba estar casi sin ropa frente a otro hombre que no fuera Robert, pero era solo un masaje inocente, no era algo que ameritara desconfianza, según yo, al menos.


De repente noté cómo alguien llegaba al lugar igualmente, un sujeto alto y de cabello negro, se parecía un poco a George, pero se notaba que no era él, yo solo le miré de reojo, pero luego me dispuse a cerrar los ojos y a seguir disfrutando del masaje, no había ido ahí a socializar, lo contrario a lo que fue ese sujeto pelinegro al parecer.


— Vaya clima, creí que este año haría calor — dijo aquel tipo mientras se quitaba la bata y se quedaba solo con la toalla rodeando su cintura, se sentó en aquella "camilla" especial junto a mí, mirando cómo me masajeaban la espalda — Aunque admito que hay temperaturas altas por aquí.


— ¿Quiere que llame a alguien, señor? — dijo el chico que me masajeaba.


— Estoy bien, termina con él, se nota que lo necesita más que yo, con un cuerpo así, no imagino la tensión que deben generarle tener miradas clavadas sobre sus hombros siempre — voltee a verlo con expresión de odio e incredulidad, "compórtate" resonaba en mi mente, pero yo ignoré totalmente a mi subconsciente.


— Gracias Tulio, estoy bien — dije al chico que me atendía, mientras me sentaba en la camilla y miraba a aquel tipo con odio absoluto, mientras tomaba la bata y me la colocaba de nuevo — Ya no tengo deseos de estar aquí.


— ¿Ya te vas? qué mal, quería disfrutar un poco más el paisaje.


— El paisaje que verás será mi puño golpeando tu cara si sigues actuando como un maldito degenerado — dije mientras me levantaba de mi asiento y terminaba de arreglarme la bata, el Taylor de Detroit seguía dentro de mí, solo que no siempre sentía necesario despertarlo, claro, ese momento fue totalmente la excepción.


El tipo empezó a reír al ver mi reacción, cosa que me irritó como nunca.


— Vamos encanto, cálmate, no creo que sea bueno que te alteres solo por un par de bromitas, deberías sentirte halagado de que alguien se interese en ti ¿no?


— ¡¿Halagado?! — dije riendo cínicamente mientras me cruzaba de brazos — ¡¿Porqué no te vas a halagar a alguien más que no sea a mí?! ¡porque de verdad que tus halagos dan asco, amigo! — dicho esto, me aparté de él y me fui de ese sitio, realmente odiaba que hicieran comentarios sobre mi cuerpo, y odiaba aún más cuando eran comentarios morbosos, si yo como hombre lo odio, no imagino lo que opinan las mujeres al respecto, realmente las compadezco.


Salí del área donde me estaban dando el masaje para caminar por un largo pasillo muy solitario, eso se me hizo raro, aunque estaba muy enojado para pensar en ello.


Rápidamente me detuve al pasar frente a una puerta y ver otra área de masajes, solo que esta estaba mucho más sola, solo había una persona siendo tratada, y fue esa persona quien me hizo detenerme e ir a dicho sitio.


Caminé en silencio hacía ese lugar, sonriendo al ver cómo una chica masajeaba a cierto sujeto de largo cabello negro, quien no había notado mi presencia aún, planeaba usar eso a mi favor.Le hice unas señas a la chica para que me permitiera continuar el masaje, y dado que ya Catherine les había explicado que Robert y yo éramos pareja, ella decidió acceder y marcharse para dejarnos solos, qué chica tan amigable.


Sonreí malicioso mientras me paraba junto al cuerpo de mi prometido para empezar a masajear su espalda, amaba lo bien que se veía su cuerpo acostado en esa camilla, yo normalmente no tenía vista de esa parte del cuerpo de Robert, vaya que era todo un deleite verlo.


— Qué manos tan suaves — susurró algo adormilado, le miré algo serio cuando dijo eso, en verdad quería sorprenderlo, pero igual me ponía un poco celoso oírlo decir eso — Tengo que dejarte que me des masajes más a menudo, no sabía que eras tan bueno haciéndolos, Ty.


— ¡¿Cómo sabías que era yo?! — dije mientras le miraba seriamente, él alzó la mirada y me sonrió juguetonamente.


— El olor de tu colonia es inconfundible, mi cielo, además reconocí esas hermosas piernas cuando entraron.


— Odio no poder sorprenderte — dije haciendo un puchero leve, él me tomó del brazo para jalarme y empezar a besarme con deseo.


— Creo que necesito un masaje de cuerpo completo — dijo juguetón mientras me acariciaba la mejilla.


— Creí que habías dicho que—


— Sé lo que dije, pero en verdad me pone cachondo verte en bata — dijo entre gruñidos de deseo, me fue imposible no ponerme sobre él para empezar a besarlo con deseo.


— Alguien nos va a ver — dije entre besos.


— Que nos vean, me da igual — murmuró empezando a desvestirme un poco, aunque ambos nos alertamos al escuchar pasos en el pasillo.


Rápidamente me bajé de la camilla cuando vi a un grupo de personas entrar al área de masajes con nosotros, Robert empezó a reír mientras me miraba arreglándome la ropa.


— Tal vez debamos optar por un sitio más privado — murmuró mirándome de forma juguetona, yo le miré con molestia mientras arreglaba mi ropa — ¿Qué dices si vamos al sauna?


— No gracias, no quiero encerrarme en una vaporera — dije mientras lo miraba arreglarse la bata también.


— Por favor, Ty, no seas aguafiestas, tesoro; vinimos a pasarla bien.


— Mh, bueno... escuché algo sobre un hidromasaje, ¿qué dices si vamos allá?


— Suena bien — dijo mi prometido mientras sujetaba mi mano y me guiaba a la puerta de aquella habitación, mirando curioso la mano que sujetó — Mh, es raro verte sin tu anillo.


— Lo sé, no quería quitármelo.


— No descuida, prefiero eso a que lo pierdas sin querer, solo vuelve a ponértelo cuando salgamos ¿de acuerdo? — murmuró besando mi mano con dulzura, dicho beso me hizo sonrojarme casi por completo.


-


Ambos fuimos a un área que igualmente estaba sola, se me hizo raro que no hubiera tanta gente por dichas zonas, aunque no me desagradó en absoluto, al contrario, nos permitío a Robert y a mí ser un poco más "cariñosos", no nos atrevíamos a llegar al sexo, pero igual nos besábamos y acariciabamos como el par de amantes lujuriosos que éramos.


El agua en aquella enorme tina burbujeaba de forma muy suave y relajante, pero más relajante era sentir cómo mi prometido me abrazaba desde las caderas y me comía a besos mientras nos remojábamos en el agua, aún no sé cómo logramos pasar tanto tiempo besándonos sin empezar algo sexual, no lo sé, no lo comprendo, solo sé que esos momentos fueron increíbles.


— Amo esta cosa, deberíamos conseguirnos una — dijo entre besos mientras me mantenía pegado a su cuerpo.


— Con una tina ya es suficiente — dije mientras tomaba sus mejillas y metía mi lengua en la boca de Robert sin vergüenza alguna, ya vivíamos juntos, ¿porqué debía de actuar tímidamente, si él ya sabía que yo dejé de ser tímido hace mucho tiempo? — Mgh, ay Robert.


— Tyy — murmuró tomándome de la barbilla para verme seriamente — No empieces.


— ¿No empiece con qué?


— Sabes a lo que me refiero — susurró mordiéndome la boca suavemente — No empieces a gemir para provocarme, no podemos hacer aquí y lo sabes.


— No lo hago para provocarte, lo hago porque en verdad amo gemir tu nombre.


— Mh, ¿enserio? — preguntó juguetonamente para volver a besarme con deseo, aunque escuchar unas voces ajenas hicieron que ambos nos apartáramos un poco del beso.


— ¿Dónde crees que— hablaba George mientras entraba a dicha área junto a Molly y su padre, quien miró con asco la forma en la que Robert me mantenía pegado a él — Ah, ahí están.


— Lamentablemente — dijo mi prometido mientras miraba atentamente a su hermano, yo me aparté un poco para acercarme a la orilla y tomar mi bata, Molly me miraba de reojo y me guiñaba el ojo, como si me dijera "disfruta" o algo así, cosa que me tranquilizaba, pero igual me daba mucha vergüenza.


— Vengan, ya debemos irnos — dijo George mientras tomaba la cadera de Molly y se marchaba del lugar, el padre de Robert estuvo a punto de irse, pero se quedó mirando con odio absoluto el cómo mi prometido se pegaba desde atrás a mi cuerpo y me besaba dulcemente el cuello.


— Muero de hambre — dijo Robert de forma muy ronca y lasciva, rápidamente supe a lo que se refería, y me fue imposible no sonreír de forma boba igualmente.


— Yo igual — respondí volteando para volver a besarlo, notando que el padre de mi prometido se marchaba finalmente de aquel lugar.


— Ignóralo — murmuró mi prometido mientras me besaba suavemente el cuello.


— ... ¿Crees que nos odie porque le recordamos a Marinne y a tu madre? — pregunté echando la cabeza hacía atrás y dejando que Robert me besara el cuello.


— Tal vez, no lo sé, a mí personalmente me da igual, él cree que por ser mi padre puede dictaminar cómo debo vivir mi vida, y yo ni loco le daré tal privilegio.


— Tu madre me dijo algo parecido — dije mordiendo un poco la mejilla de mi prometido — Vámonos ya, quiero llegar a nuestra cama.


— Ya ya, cálmate gatito impaciente — dijo risueño mientras se colocaba frente a mí para empezar a frotar su bulto contra el mío —¿Porqué tienes tanta prisa eh?


— ¡A-Ah, R-Robert para, para por favor!


— Eso, gime mi nombre — susurró volviendo a besarme mientras continuaba rozándose contra mi piel, yo correspondí a sus besos mientras disfrutaba del lento vaivén que daba mi prometido. — No es correcto hacer esto aquí — dije entre besos mientras me colgaba de su cuello.


— Tampoco es correcto el sexo oral en vestidores públicos, ¿sabes? — reí pícaramente en cuanto él dijo eso, aunque nuevamente, escuchar unos pasos acercarse a nosotros, detuvo por completo nuestras acciones.


— ¡Oigan! — clamó mi suegra mientras entraba a dicho lugar — ¡Fue suficiente, debemos irnos!


— Ay mamá por favor — dijo Robert entre pucheros mientras me abrazaba sutilmente, no pude evitar reír al ver su reacción.


— Tenemos que ir al ensayo en la tarde, Robert, ¡apresúrate y salgan de ahí!


— Ella tiene razón, amor — murmuré tomando las mejillas de mi prometido y besándole los labios con dulzura, besos a los que él me correspondió de forma muy suave y cariñosa.


— Bien amor, solo porque ya quiero ir a meterme a la cama contigo — dicho esto, me besó la frente para apartarse y salir de aquella enorme tina, yo sonreí pícaramente mientras miraba cómo mi suegra reía y nos miraba a ambos con malicia, era curiosa la dualidad del "esposo homofóbico y la esposa liberal" pero no me enfoqué a pensar mucho en ello, estaba muy ocupado viendo a mi novio atarse la bata y sonreírme coquetamente, no fue mucho el tiempo que pasamos en esa tina de hidromasaje, pero vaya que fue la responsable de hacer que Robert y yo enloqueciéramos de deseo totalmente.


Salí de la tina junto a Robert y nos fuimos con Catherine a los vestidores, me sentía renovado, muy contento, esa tarde de relajación fue increíble, ya no me sentía tenso o angustiado, solo sentía unas ganas tremendas de meterme a una cama con mi prometido, lástima que dicha tranquilidad no duró mucho tiempo, de hecho, solo duró hasta que llegamos a la puerta de los vestidores.


Al entrar a los vestidores, caminé hacía mi casillero, tuve que separarme de Robert porque el mío no estaba cerca del suyo, pero no le di mucha importancia, estaba muy feliz y entusiasmado, pero vuelvo y repito, dicha tranquilidad no me duró mucho tiempo.


Mi sangre se heló al ver que la puerta de mi casillero estaba abierta, y mi mente empezó a maquinar para recordar si yo la había cerrado bien o no, "seguro olvidé cerrarla bien" pensé, porque como siempre, yo prefería castigarme a mí mismo antes que pensar otras posibles soluciones, aunque en parte no era mi culpa, crecí en un entorno donde todo lo que te ocurría, aunque no hubieras sido tú quien lo provocó, eras quien debía cargar con el peso de la culpa, "te enfermaste por salir en plena lluvia", "te robaron por andar de despistado", "te golpearon porque te lo buscaste" así fue toda mi vida, fue por ello que ese día, que alguien abrió mi casillero y robó mis cosas, yo preferí echarme la culpa a mí mismo, y no asumir lo evidente.


— No puede ser — jadee con horror mientras abría el mismo y revisaba de arriba a abajo, sintiendo mi pecho detenerse al no ver varias de mis cosas, entre ellas mi celular, pero no fue él quien me hizo quedarme helado, fue no ver el anillo que me regaló mi prometido lo que hizo que mi corazón casi se detuviera en seco.


Jadee horrorizado al no ver mis cosas en mi casillero, mil cosas pasaron por mi mente en ese momento, entre ellas, la imágen de Robert furioso conmigo por perder el anillo que claramente me pidió que volviera a ponerme en cuanto pudiera, me abracé a mi mismo mientras miraba preocupado el casillero, donde solo estaba mi ropa, mi billetera junto con mi celular y mi anillo habían desaparecido, "es culpa mía" me repetía, jadeando pesadamente y pensando qué hacer, no quería ir con los de seguridad, estaba convencido de que me regañarían por haber dejado el casillero abierto, vaya que el yo del pasado era todo un idiota.


— Ty — escuché la dulce voz de mi prometido, rápidamente me alerté y voltee a verlo, luchaba porque mi expresión horrorizada no se notara, aunque Robert siempre ha tenido un don innato para reconocer cuando algo me ocurría — ¿Te encuentras bien?


— S-Sí — dije sonriendo algo apenado — ¿Y-Ya estás listo?


— Sí, ¿porqué no te has cambiado aún?


— A-Am... e-es que— tartamudee agachando la mirada, Robert rápidamente me tomó del cuello suavemente para acariciarlo, ese suave tacto me dolió como nunca, porque solo podía pensar en las hermosas palabras que me dijo cuando me dio el anillo, la promesa que me hizo, todo lo que dicha joya significaba para él y para mí, y yo la había perdido como todo un idiota — P-Perdóname.


— ¿Ty qué ocurre? — preguntó tomando mis mejillas y alzando mi mirada, quedándose helado al ver mi cara de frustración y de pena — ¿Porqué lloras?


— Lo perdí — jadee — M-Mi anillo, l-lo perdí, d-dejé abierto mi casillero por accidente, perdóname por favor, Robert.


— ¿Estás diciéndome que te robaron, Taylor? — preguntó con seriedad, yo miré a otro lado con pena, no quería ver su expresión de enojo — ¿Te robaron el anillo?


— E-Es que yo dejé abierto mi casillero.


— ¡Eso no justifica! — clamó con seriedad para acercarse al lugar en cuestión — ¿Qué más se llevaron?


— M-Mi billetera y mi celular — murmuré mirando cómo mi prometido rebuscaba por todo el casillero mientras un semblante muy frustrado se mostraba en su rostro, "eres un idiota" rebotaba en mi mente con pesar, en verdad que el Taylor del pasado necesitaba una inyección de orgullo y de odio para dejar de ser tan llorón y cobarde.


— No puedo creerlo — dijo mi prometido para caminar rumbo a la salida de los vestidores, yo me fui detrás de él, porque ya me imaginaba lo que iba a pasar.


— ¡Robert no, esto fue mi culpa!


— ¡Tu culpa nada, Taylor! — reclamó mientras seguía su camino, ignorando por completo mis palabras para intentar detenerlo.


— ¡Robert! — le grité mientras salíamos de los vestidores, él iba como alma que llevaba el diablo, debí dejarlo reclamar, así se habría resuelto ese malentendido, y claro que él iba a reclamar, yo debí hacerlo también, pero un suceso me impidió totalmente hacerlo, ¿cuál fue? se los explicaré a continuación.


— ¡No pienso dejar esto así, Taylor! — clamó mientras caminábamos cerca de un ascensor, del que justamente venía saliendo una mujer rubia de prominentes implantes de silicona, a la que obviamente no reconocí a primera vista por mi situación con Robert, tuve que chocar con ella para notar quién era.


— ¡¡Fíjate por donde vas, maldito ciego impertinente!! — gritó de forma aguda y chillona, un desagradable escalofrío recorrió entero mi cuerpo al reconocer dicha voz, fue la voz que me hizo la vida imposible la mitad de mi vida, una voz que yo amaba hacer enojar, y que en verdad odiaba escuchar cada mañana al abrir los ojos.


— ¿Marcela? — dije mientras aclaraba un poco la vista, viendo de mejor forma a la odiosa mujer que me detallaba de arriba a abajo de manera incrédula, ojalá hubiera sido solo ella a quien tuve la maldita infortuna de reencontrarme.


— ¡¿Taylor?! — clamó ella cínicamente, logrando que una figura conocida saliera del ascensor junto a ella, unos asquerosos ojos oscuros que siempre me dedicaron odio y desdén, y aún cuando yo no tenía nada que ver con ellos, lograban que mi piel se erizara por completo.


— Miren nada más, pero si es el asqueroso bastardo que me traicionó — escupió de mala gana mientras se cruzaba de brazos frente a mí.


— ¿Qué tal viejo? vaya, luces aún más viejo que antes, eso es en verdad sorprendente — dije cínicamente mientras me cruzaba de brazos, ya había perdido las esperanzas de detener a Robert, aunque me hubiera encantado que él estuviera conmigo cuando me reencontré con "mi familia".


— Y tú no has dejado de ser un vagabundo desagradable — dijo de forma despectiva, haciendo que un horrible nudo se formara en mi garganta, ahí me di cuenta de quién era el culpable de que yo me menospreciara siempre, y de que me fuera incapaz sentir que yo era una persona decente, o medianamente "atractiva", maldigo el don de ese anciano para irritarme, aún cuando yo creía haber superado sus maltratos y comentarios llenos de odio.


— Veo que sigues siendo una ramera, Ty — dijo Marcela mientras me miraba de arriba a abajo, yo seguía en bata y con el cuello lleno de mordidas y chupetones que yo olvidé que tenía, pero que de todas formas me daba igual que vieran.


— Aprendí de la mejor — dije sonriendo de forma incrédula, el viejo estuvo a punto de tomarme del cuello de la bata, pero yo di un paso atrás y le miré con total severidad — Adelante, te reto a ponerme un dedo encima aquí, Atwood, quiero ver cómo logras que no te quiten tu "membresía platino" por agredir a un cliente.


— ¡¿"Cliente"?! — escupió de mala gana — Tú solo eres una rata cualquiera que seguramente está follando con un sujeto millonario, y solo por eso te dejan estar aquí paseándote en fachas.


— Bueno admito que tienes un poco de razón en lo que dices — dije cínicamente mientras alzaba los hombros — ¿O se te olvida quién es mi pareja? — él me miró con odio absoluto en cuanto dije eso, no pude evitar sonreír de manera incrédula ante su expresión de odio, lo que más amo de que Robert llegara a mi vida, es que me ayudó a callarle la boca a mi "familia" de una manera muy encantadora y elegante.


— Jaj, sí cómo no — dijo Marcela de forma incrédula — ¿En verdad crees que alguien como Robert Dawson querría ser tu pareja, niño idiota? por favor, mírate, es obvio que solo quiere sexo fácil contigo y ya.


— Te equivocas — dije incrédulamente — Robert me bajaría la luna si yo se lo pidiera, aunque no tengo porqué presumir con ustedes, si al fin y al cabo, dejé de ser Atwood hace mucho tiempo, ahora soy un Dawson, y si me disculpan, mi prometido me espera — escupí de mala gana para apartarme de ellos, aunque un agarre en mi brazo logró tomarme un poco por sorpresa.


— ¡Vas a arrepentirte de todo lo que nos hiciste, maldito mocoso, eso te lo garantizo! — dijo el viejo entre toscos gruñidos que lograron erizarme la piel.


— Vete a amenazar a otro lado, anciano decrépito — dije empujándole con algo de fuerza y apartándome rápidamente de ellos, escuchando una serie de insultos de parte de ambos hacía mi persona, un amargo sentimiento inundó mi paladar mientras recordaba todos los maltratos y humillaciones que viví en casa del viejo, me sentí en paz cuando logré alejarme de él, y ahora volvía para atormentar mi vida nuevamente, "ni creas que te daré ese gusto, viejo mal nacido" me repetía mentalmente mientras caminaba con los brazos cruzados, y un dolor agudo inundaba mi pecho a medida que avanzaba por aquel concurrido pasillo hermosamente iluminado. 



Continuará


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