140 - ' Dar Lo Mejor'
— ¡Helado, helado! — repetía alegremente mientras caminaba junto a nosotros, sujetando mi mano y la de Robert al mismo tiempo, el clima comenzaba a ser algo fuerte, afortunadamente nosotros ya estábamos acostumbrados a las bajas temperaturas.
— El helado será para después, amor — decía mi esposo mientras miraba las tiendas a nuestro alrededor, yo miraba con recelo a la cantidad de personas que avanzaban por la calle de forma brusca y nada amigable, todas tenían el ceño fruncido y caminaban sin siquiera ver al de al lado, perdí la cuenta de las veces que sujetos con traje chocaron conmigo y ni siquiera se disculparon, no grité un par de cosas a esos sujetos solo porque estaba frente a mi impresionable hija.
— Pero quiero helado ahoraa — renegó Rose con frustración, estaba algo mimada, sí, pero ¿creen que una hija de Robert Dawson no sería mimada y consentida?
Entramos a una enorme concesionaria de autos bellos y muy lujosos, en cuanto entramos miré a Robert con algo de recelo y seriedad.
— Dime por favor que no harás lo que creo que harás — le amenacé, él me miró con una sonrisa incrédula mientras apretaba mi mejilla.
— ¿Blanco o negro, Rose? — le preguntó a nuestra hija, ella se quedó un rato pensando, y luego miró a mi esposo con emoción.
— ¡Verde!
— ¡¿Verde?! — preguntó Robert entre risas curiosidad — Bien, veamos qué podemos hacer.
— ¡Verde verde verde! — repetía Rose mientras saltaba con emoción, yo suspiré sutilmente mientras miraba con seriedad a mi esposo, quien se acercó al vendedor para pedirle un auto último modelo de color verde, la cara de asombro y emoción del tipo era digna para enmarcarla y ponerla en la pared, supongo que fue la misma cara del sujeto que le vendió sus otros dos autos.
Estuvimos un rato viendo autos, Robert los miraba con recelo y algo de incredulidad, ese sujeto es la persona más engreída y caprichosa a la hora de comprar cosas, sé que él se mataba para ganarse el dinero que gastaba, pero a veces hasta a mí me abrumaba su actitud.
— ¿Qué opinas de este, nena? — dijo mientras cargaba a Rose para que viera el auto, ella reía con emoción al verlo.
— ¡Verde verde verde!
— ¿Y tú qué opinas? — me preguntó, yo le miré sin saber exactamente qué decir.
— Es... lindo — dije con algo de recelo — ¿Pero qué se supone que harás con ese auto cuando volvamos a Londres?
— No lo sé, tal vez lo venda o lo deje por ahí, ¿qué sé yo? solo sé que no pasaré cinco años usando taxis, Taylor, y tú tampoco.
— Ahh no — le miré con seriedad — No me vas a comprar un auto, Robert, yo tengo a baby en Londres, con él me basta y me sobra.
— Tendrás un auto, Taylor, ni loco te dejaré ir y venir del hospital a pie — dicho esto, se dió media vuelta y me dejó ahogándome en mis gruñidos de odio, "maldito obstinado" rebotó por mi mente, ¿recuerdan cuando les dije lo mucho que me costaba adaptarme a mi "nueva vida"? pues ese día recordé lo abrumador que era ser un chico pobre casado con un despilfarrador adinerado.
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— No puedo creer que te salieras con la tuya — renegué de mala gana mientras avanzábamos por aquel concurrido centro comercial, mi esposo sonreía con orgullo mientras tenía en brazos a nuestra hija, quien comía alegremente un doble helado de vainilla.
— Te preocupas demasiado — dijo él cínicamente.
— Me preocupa gastar en algo que no usaré por largo tiempo.
— ¿Cinco años te parecen poco tiempo? — dijo con esa falsa inocencia que tanto me daba ganas de patearle aquello que le lamía cuando Rose lograba dormirse.
— Mgh, bien, ¡pero venderás esas cosas cuando debamos irnos! — amenacé mientras caminaba detrás de él.
— Seguro, seguro — dijo haciendo una seña cínica con su mano, que me hizo tomar aire y arrugar el entrecejo con molestia.
— ¿Y ahora adónde vamos?
— Quiero consentirlos a Rose y a ti — dijo mientras me miraba juguetonamente, esa mirada me hizo verle con seriedad.
— ¿Qué vas a comprar ahora?
— Ropa, algunos peluches para Rose, tal vez una máquina de café — hablaba mientras miraba los alrededores de aquel concurrido centro comercial, "voy a matarlo" pensé mientras avanzaba detrás de él por aquel centro comercial lleno de personas ridículamente frívolas, ni siquiera en Londres veías a gente tan engreída como las que transitan las calles de Nueva York.
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— ¿Me veo linda, papi? — me preguntó Rose mientras daba algunas vueltas frente a mí, usando un vestido azul que Robert eligió para ella.
— Preciosa, cariño — dije mientras revisaba mi celular, al día siguiente sería mi primer día de internado, quería asegurarme de que no olvidaba comprar nada.
— ¡Ni siquiera me estás viendo! — me reclamó, cosa que me hizo alzar la mirada y verla con una sonrisa un tanto exagerada de emoción.
— ¡Oh por Dios! ¡miren nada más a qué princesa tan hermosa tengo enfrente! — dije para ir hacía ella y cargarla en mis brazos, dando algunas vueltas para luego salir del vestidor y alzar un poco la voz — ¡Miren todos, tengo a la hija más hermosa del mundo!
— ¡Bueno ya! — clamó ella con pena y frustración, reí cínicamente al ver su carita de molestia, era divertido ver que hasta en sus arrebates de rabia era idéntica a mí.
— ¿Todo listo? — habló mi esposo mientras se acercaba a nosotros — Oww, mira lo lindas que te ves, Rose.
— ¿Bonita como una princesa?
— Bonita como una reinita — dijo mi esposo mientras tomaba con una mano las mejillas de Rose y las apretaba un poco, cosa que hizo que ella sonriera cálidamente, y que yo mirara a mi esposo con ternura — ¿Seguro que no te falta nada, Ty?
— Creo que no — dije mientras sacaba mi celular y lo revisaba de nuevo — Tengo uniformes de sobra, también zapatos y herramientas.
— Bien, siendo así ¿quieren ir a comer y luego a casa?
— Tengo hambre — dijo Rose haciendo un puchero, reí por debajo al oírla, obviamente era su manera de decir que sí quería hacer lo que su padre decía.
— Bien, se me antoja un poco de sazón americano — dije mientras caminaba junto a Robert hacía la caja para pagar todo lo que mi esposo había elegido para nuestra hija, un montón de ropa de todos colores, ya veía venir a toda una diva en potencia cuando Rose creciera, afortunadamente no fue así, o bueno, no ha dado señales de serlo todavía.
Fuimos hasta el área de comida, y al llegar tomados de la mano y con una bebé en brazos, pude notar varias miradas recelosas de parte de las personas a nuestro alrededor, miradas que eran algo sofocantes, afortunadamente ya yo había aprendido a que me importara poco lo que dijeran de mi orientación sexual, lo que me abrumaba era lo descarados que eran a la hora de verte, la gente en Londres al menos disimulaba un poco mejor, esta ni se esforzaba.
— ¡Juguete de pandita! — dijo Rose mientras señalaba un cartel donde mostraban los juguetes que venían con la comida.
— ¿Quieres ese, linda? — preguntó mi esposo mientras cargaba a Rose, ella asintió con la cabeza rápidamente, sonreí de lado al verles convivir de tal manera, aunque no fui el único que captó su atención en la convivencia padre/hija de Robert y Roselyn.
— Aww, qué ternura — dijo una mujer que estaba detrás de nosotros en la fila — Tienen una nena muy hermosa.
— Se lo agradezco — dijo mi esposo con amabilidad.
— Es usted un abuelo muy atento — en cuanto la mujer dijo eso, pude notar cómo mi esposo miraba a la nada sin saber cómo reaccionar, noté que su ceño se frunció un poco, pero él luchaba por disimularlo para que Rose no se preocupara, tuve que tragar hondo para evitar reírme como un maniático al oír lo que la mujer decía.
— ... Es mi hija — dijo él mientras volteaba y la veía con semblante pasivo-agresivo.
— ¡Oh, lo siento! no tenía idea, vaya... pues tiene dos hijos muy encantadores — dijo ella mientras me miraba de reojo con ternura, yo tragué en seco mientras un rubor penoso se posaba en mis mejillas, al parecer habíamos vuelto a nuestro estatus donde la gente creía que yo era un pariente menor de mi esposo, qué situación tan incómoda y desagradable.
— Él es mi esposo — recalcó Robert mientras me señalaba, la mujer nos miró como si ambos fuéramos un par de sobrevivientes de algún tipo de desastre natural.
— Oh, yo... wow, lo siento, jej — decía sin saber exactamente qué decirnos, Robert optó por darse vuelta e ignorarla totalmente, yo me mordí el dedo índice de la mano mientras reía por debajo con cinismo, era una situación incómoda, sí, pero me mataba la reacción de mi esposo.
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— Maldita gente imbécil — renegaba con molestia mientras veía su propio reflejo en el espejo del baño, yo reía por debajo mientras me tallaba el cabello, hacía horas que habíamos vuelto a casa, incluso estábamos a punto de ir a dormir, y él seguía enojado por el tema de la anciana de la fila — ¡¿En qué universo puedo verme yo como tu padre, Taylor?!
— Deja de mortificarte, papi — dije de manera burlona, ganándome que él me mirara con absoluta seriedad, cosa que me hizo soltar una fuerte carcajada — ¡Amor olvídalo! ¿desde cuándo le das tanta importancia a lo que una anciana metiche pueda decir?
— Son estas canas del carajo — gruñó mientras se veía de nuevo al espejo — Tendré que ir a la peluquería a que las tapen.
— ¡¿Es enserio?! — dije mientras me asomaba de nuevo — ¡Amor no tienes que taparte nada! te ves muy sexy así como estás.
— Admítelo, Taylor, soy un anciano — dijo con frustración, me daba mucha ternura verlo así, nunca imaginé que a Robert le afectaría tanto lo que una extraña podía decir de nosotros, supongo que era un efecto de la famosa "crisis de los cuarenta".
— Ay por favor — murmuré juguetonamente — Un anciano no me cogería tan bien como tú haces siempre.
él me miró de reojo con cinismo en cuanto yo dije eso, sonreí por inercia al ver que finalmente había logrado captar su atención.
— Ven, mi amor, demuéstrame que aún tienes fuerza para hacerme chillar de dolor — dije con obvias intenciones de distraerlo, y mi plan surtió efecto por completo, ya que él sin dudarlo dos veces, fue conmigo a la ducha para cargarme entre sus brazos y besarme con deseo.
— Hay que darle a Rose un hermano — decía entre besos.
— Mh, ¿estás loco? apenas podemos con una, dos nos van a desquiciar — dije riendo entre besos, gimiendo por debajo al sentir cómo Robert empezaba a penetrarme lentamente — ¡A-Ah, ay Robert!
— Shh — susurró entre besos, metiendo su lengua en mi boca para frotarla contra mi lengua, haciéndonos gemir a ambos de forma húmeda y muy sensual.
Rápidamente la puerta de la ducha empezó a empañarse, mientras los jadeos y suaves gemidos llenaban las paredes de aquel espacioso baño; Robert sujetaba con firmeza mis caderas, haciéndome subir y bajar de forma lenta, mientras el agua de la ducha caía sobre nuestros cuerpos y lograba que no nos sofocáramos tanto por aquella extenuante y romántica sesión que tuvimos antes de dormir, últimamente solo podíamos hacerlo en la ducha, era el único sitio donde no corríamos riesgo de ser interrumpidos por Rose.
— ¡Ah, ah, me duele! — chillé echando la cabeza hacía atrás — ¡Ah, Robert, por favor no pares!— Mira nada más — murmuró viéndome fijamente a los ojos — ¿Te gusta esto, eh?
— ¡Me encanta! — clamé arqueando la espalda — A-Ahh, Robert mi amor, me vas a hacer venirme.
— Eso quiero — murmuró empezando a besarme y dejarme marcas en el cuello, haciéndome gemir de forma ronca y echar la cabeza hacía atrás mientras empezaba a venirme de golpe.
— ¡Ahh, a-ay Robert! — chillé sacando la lengua y viéndolo a los ojos con deseo — ¡M-Más rápido!
— ¿Más? — preguntó jadeando pesadamente — Acabas de venirte, ¿y aún así quieres más?
— ¡Ah, c-claro que sí! — dije entre gemidos bruscos — ¡Quiero, quiero que me dejes cojeando, mi amor!
— Mgh, Taylor — gruñó mordiéndose el labio inferior, para tomarme de las caderas y empezar un vaivén mucho más brusco, que me hizo gemir de forma algo brusca, afortunadamente la habitación de Rose estaba lejos de la nuestra, así no escucharía todo lo que su padre y yo hacíamos por la noche.
— ¡Ahh, oh por Dios! — chillé clavando mis uñas en la espalda ajena, mientras Robert me besaba el cuello y lo mordía con fuerza — ¡Ah, ay qué rico!
— Nadie te va a coger mejor que yo, Taylor — me susurró al oído mientras nos pegaba contra la pared para seguir con su vaivén desenfrenado.
— ¡Ah, n-nunca! ¡t-tú eres el único! ¡a-ah, Robert mi amor! — chillé mientras sentía un fuerte orgasmo recorrer mi cuerpo, que me hizo gritar con fuerza, mientras mi esposo empezaba a venirse de golpe dentro de mi cuerpo.
— Mgh, madre de Dios — murmuró dando unas embestidas más pausadas, jadeando suavemente y viéndome a los ojos con deseo — Creo que mañana irás cojeando a tu internado.
— Nada mal para un anciano — murmuré burlonamente, él se me vino encima para seguir embistiéndome y empezar a morderme el cuello con fuerza — ¡Ah, a-amor fue un chiste!
— Podré ser un anciano, pero aún así te follo como un animal, y eso a ti te fascina — me susurró al oído con voz ronca, sus palabras me hicieron jadear y sonreír embobado, gozando de las embestidas que él seguía dando contra mi cuerpo.
— No pares — rogué tomándolo del cuello para besarlo hambrientamente, mientras sus manos exploraban cada centímetro de mi cuerpo con delicadeza, aunque sus embestidas no eran muy delicadas que digamos.
-
Cuando finalmente llegó el amanecer, Robert se levantó junto a mí, me ayudó a arreglarme y a preparar todo para mi primer día, incluso me preparó el desayuno mientras yo revisaba que no me faltara nada.
Me llevó hasta el enorme e imponente hospital donde trabajaría durante cinco años; yo estaba muy nervioso, apretaba el asiento del auto nuevo de mi esposo mientras trataba de tomar las fuerzas suficientes para bajarme del mismo e ir a enfrentar mi futuro.
— ¿Listo? — preguntó Robert mientras me observaba con curiosidad, yo asentí con la cabeza mientras miraba a la nada con preocupación.
— ¿Y si arruino todo? — pregunté tímidamente, él me tomó de la barbilla para sonreírme cálidamente, amaba cómo sus ojos azules me daban confort con tan solo mirarme.
— No lo harás — recalcó — Este será el primero de muchos días en los que darás lo mejor de ti, cariño, ¿cómo eso podría arruinarlo todo?
Sonreí cálidamente cuando él me dijo eso, afortunadamente él tenía confianza de sobra para ayudarme a enfrentar mis miedos e inseguridades.
Tomé suavemente las mejillas de mi esposo para besarlo con emoción, y acto seguido, bajé rápidamente del auto y me fui casi corriendo a la entrada de ese imponente hospital, las palabras de Robert ayudaron a que todo el miedo se esfumara,y que en su lugar, quedara una nube de optimismo que me hizo querer afrontar ese día como cualquier recién graduado que ya anhela tener a un paciente enfrente suyo para atenderlo, qué bien se sintió ese momento, aún recordarlo se siente increíble.
Entré a las instalaciones del lugar, mirando a los lados para tratar de ubicarme, una enfermera me ayudó a encontrar rápidamente los vestidores, y apenas llegué, ví a varios chicos y chicas cambiándose y platicando de lo increíble que era esa nueva oportunidad.
— Buen día — les saludé al llegar, todos me miraron con burla e incredulidad, ahí entendí algo muy obvio que había olvidado por completo, yo ya no estaba en Inglaterra, y la gente en América era muy cretina.
— Disculpe señorita Mary Poppins — dijo un sujeto castaño que me miraba con burla y empezaba a mofarse de mi "acento británico" — ¿Se ha olvidado usted de su té? Le miré con asco e incredulidad en cuanto él empezó a burlarse así de mí, pero no dije nada, solo me limité a caminar a uno de los casilleros para dejar ahí mi mochila, y empezar a quitarme mi sudadera, tenía el uniforme puesto debajo de la ropa, no me agradaba la idea de cambiarme frente a un montón de extraños, mucho menos después de que la noche anterior me mordieron y marcaron muchas partes de mi cuerpo de manera muy indecente.Los sujetos empezaron a reír al ver mis acciones, cosa que me hizo voltear a verles con incredulidad.
— ¿Te apena que te vean el traserito inglés, Mary Poppins?
— ¿Es enserio? — dije de mala gana — ¿Pasarán todo el maldito día molestándome?
— Wow, el té tiene picante — dijo otro tipo, yo estuve a punto de decir muchas otras cosas, pero ver llegar a un sujeto de bata blanca con una planilla médica en su mano, logró que todos prestáramos atención.
— Buen día jóvenes — habló un sujeto canoso que llegaba al lugar leyendo una planilla — Soy el doctor Wyatt Cornell, "Wyatt", no "Weaton" ni "Wayton", y si se les hace muy complicado decirlo, simplemente diganme doctor "Cornell" y ya, no tengo tiempo para estar corrigiendo a personas que no saben ni siquiera cómo pronunciar un apellido ajeno al suyo, me cuesta creer que sujetos recién graduados no sepan hacerlo, pero en treinta y ocho años de carrera he visto de todo, así que eso no me sorprendería en absoluto.
Hablaba aquel sujeto de forma filosa y seria mientras caminaba entre nosotros sin más, su sola presencia me erizó por completo la piel, tan solo escuchar su voz era demasiado intimidante.
— Tengo una sala de urgencias llena de pacientes que requieren suturas y radiografías, dividanse y atiéndanlos, si alguno tiene un trauma grave, no duden en avisarme, si un paciente muere hoy todos ustedes serán los responsables — dijo para dar media vuelta y marcharse así sin más, todos se levantaron de sus asientos y se fueron detrás de él, acción que yo repliqué, sonriendo con emoción a medida que me aproximaba al área de urgencias, me hubiera encantado que Robert me viera en mi primer día, pero aunque no podía hacerlo, yo lo llevaba muy presente en mi mente, "daré lo mejor de mí, mi amor, eso te lo prometo" fue un pensamiento que brotó en mi mente y estuvo rondando en ella durante todo ese día.
Continuará
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- Gema
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