134 - 'Insensible'
Me quedé encerrado por horas en la habitación, meditando sobre todo lo que estaba ocurriendo entre nosotros, quería llamar a Robert y oír su voz, pero al mismo tiempo quería gritarle y desahogar toda la frustración que sentía dentro de mi pecho, frustración entre la que se encontraba el solo hecho de que estuviéramos discutiendo de esa forma tan absurda, ¿como habíamos llegado hasta ese punto, discutiendo de una manera tan tosca e insensible, que incluso daba la impresión de que nuestro matrimonio estaba colgando de un hilo muy delgado? No lo comprendía, pero meditando nuestra situación, me di cuenta de lo habitual que eso se había vuelto para nosotros, era tan absurdo, tan trillado, y tan aburrido, que solo me provocaba un dolor de muelas terrible, junto con un sabor muy amargo en el paladar que me repugnaba a morir.
Alcé la mirada al oír que alguien abría la puerta de la habitación, se trataba de Teresa, quien dejó entrar a una pequeña de largo cabello negro que fue corriendo a la cama para subirse en esta y abrazarme con fuerza; verla me alegró el corazón, y me hizo olvidar por unos cortos segundos el terrible malestar que me había provocado su padre, mi hija enserio tenía un poder innato para sanarme el corazón.
— ¡Papi Ty! — clamó colgándose de mi cuello.
— Hola nenita — le saludé besándole la frente y acurrucándola en mi pecho — ¿Te divertiste con la abuela ayer?
— ¡Sí! — asintió rápidamente con la cabeza, su sonrisa me hacía sonreír por inercia, aún cuando mi corazón no tenía ánimos de nada en absoluto — ¿Onde eta papi Rober?
— Tu papi Robert está en el trabajo, cielo — dije mientras llevaba uno de sus mechones negros tras su oreja — ¿Quieres llamar y saludarlo?
— ¡Sii! — asintió rápidamente.
Tomé mi celular y marqué el número de mi esposo, me preocupaba un poco hacerlo, no sabía qué esperar al oír su voz, presentía que no le daría gusto ver que yo le estaba llamando, y me aterraba si quiera pensar que al contestar, solo se dedicara a decirme cosas hirientes, y que Rose las pudiera escuchar.
— ¿Diga? — habló con esa voz ronca y severa que tanto lograba erizarme la piel, yo no supe qué decir en cuanto la escuché, afortunadamente mi hija me tomó la delantera y se hizo cargo ella sola de la situación.
— ¡Hola papi! — le saludó, me alivió oír una ligera risa de parte de Robert en cuanto escuchó la suave voz de Roselyn.
— Hola pingüinita, ¿ya estás en casa con papi Ty?
— Sí papi — asintió con la cabeza, no pude evitar sonreír al ver los gestos tiernos que ella hacía frente al teléfono celular.
— Qué bueno saberlo, tesoro, ¿y cómo está tu papi Ty? — escuchar aquello me intrigó bastante, "¿qué pretendes?" pensé, sintiendo algo de preocupación al pensar en lo que Robert podría acabar diciéndole a la niña.
Ella me miró con curiosidad en cuanto escuchó la pregunta de su padre, yo le sonreí de lado con tranquilidad, y ella me devolvió una sonrisa tierna llena de emoción.
— Eta bien, aunque creo que tiene hambe — no pude evitar reír con algo de fuerza cuando Rose dijo eso, y fue todo un alivio escuchar que su padre también empezó a reír ante las ocurrencias de nuestra hija.
— Entiendo, debe estar hambriento — murmuró entre risas — ¿Me haces un favor, Rose? — arquee una ceja al escucharle decir eso, "qué pretendes" volví a pensar, no comprendía para nada lo que estaba pasando — ¿Puedes decirle a papi Ty que lo amo?
Dichas palabras me causaron un sonrojo enorme, mi respiración se agitó un poco, moría por tomar el celular y decirle "yo también te amo" pero no sabía si era correcto hacerlo, "tal vez solo lo dice para no abrumar a Roselyn, o para que crea que no estamos peleados" fue lo que deduje de repente, era tan abrumador no saber qué hacer en tales circunstancias.
— ¡Papi dice que te ama! — dijo Rose mientras me miraba con ternura, le sonreí de lado cuando ella me dijo eso, me mataban de ternura sus ocurrencias.
— Gracias — dije besándole su frente con ternura.
— También dale un beso de mi parte ¿de acuerdo linda? — dijo él, cosa que me sorprendió un poco, aunque no tuve tiempo de reaccionar o de hacer algo, porque un beso en mi mejilla de parte de Rose terminó de tomarme completamente por sorpresa.
— Hey — dije entre risas a las que ella me correspondió.
"Dile que también lo amo" le susurré a Rose al oído, seguía sin estar del todo seguro sobre si era correcto decirlo no, pero sentía que el corazón se me saldría del pecho si no le decía también "te amo" a mi esposo, sobre todo enfrente de nuestra pequeña.
— Papi Ty dice que tamben te ama, papi — repitió con entusiasmo, pero no pude oír una reacción de parte de mi esposo, solo escuché un largo silencio, seguido de algunos murmullos masculinos y unos pasos al otro lado de la línea, me fue imposible distinguir algún otro sonido, aún estando el celular en altavoz.
— Ya me tengo que ir, linda — dijo él — Nos vemos esta tarde ¿sí? te amo, cariño.
— ¡Tamben te amo, papi! — dijo mi hija, y en cuanto ella se despidió, colgué el celular para dejarlo de lado y acostarme boca arriba en la cama, viendo fijamente el techo, gesto que ella replicó con inocencia.
— Yo también te amo... — susurré, sintiendo mis ojos cristalizarse de golpe, era primera vez que sentía que, estando tan cerca de Robert, estábamos tan separados, aún con una hija en común, ¿éramos capaces de odiarnos? ¿dónde habían quedado todas esas promesas que nos hicimos mutuamente al conocernos? ¿se las iban a llevar unas peleas absurdas y un plan que yo ni siquiera estaba seguro sobre si llevarlo a cabo o no? y la mayor interrogante era ¿yo estaba dispuesto a permitir que eso sucediera?
Me senté de golpe en la cama para meditar de mejor manera las cosas, Rose se sentó a verme con curiosidad, imagino que para ella fue divertido verme actuar como el idiota errático que siempre he sido.
— Ven Rose — dije mientras la cargaba y la llevaba al clóset para ponerle un suéter algo grueso, estaba haciendo frío afuera.
— ¿Onde vamos? — preguntó con inocencia.
— Vamos a ver a tu padre — respondí mientras le ponía el suéter.
— Pero papi Rober eta trabajando — trató de hacerme entrar en razón.
— Solo iremos a saludar y ya cariño ¿no quieres saludar a papi? — pregunté viéndola a los ojos, ya había llegado a la cúspide de mi locura, chantajeando a mi propia hija para que me siguiera el juego en mis arrebates de sociopatía, y luego me quejo cuando Robert me grita.
— ¡Si, quero ver a papi!
— Entonces vamos, nenita — dicho esto, la cargué en brazos para salir con ella de la habitación, tuve que inventar la mentirilla blanca de que iría a comprarle un helado a Rose, menos mal que Teresa me creyó, de haber sabido la idiotez que yo quería hacer, definitivamente me ahorca.
-
— ¿Aquí trabaja papi? — preguntó Rose mientras caminaba conmigo al interior de aquel edificio, yo sujetaba su manita con firmeza, dispuesto a golpear a cualquiera que quisiera tropezar o hacerle algo a mi pequeña.
— Así es, no hagamos ruido ¿sí? — dije mientras la cargaba en mis brazos y me iba hacía el recibidor, la chica de la oficina era nueva, al parecer la otra se había embarazado y no podía trabajar, o algo así escuché yo.
— Buen día — dijo la chica al verme llegar, observándome de arriba a abajo con curiosidad, salí tan apurado que solo me puse unos jeans y una sudadera gris, verme bien no era mi prioridad cuando me arreglé — ¿Le puedo ayudar, señor?
— Hola, vengo a ver a Robert Dawson ¿está desocupado? — pregunté, ella me miró con incredulidad en cuanto dije eso, ¿acaso esa perra no tenía idea de quién era yo?
— Lo lamento, pero al señor Dawson le será imposible recibirlo.
— ¿Enserio? no me digas — dije con incredulidad, y luego caminé rápidamente hacía las oficinas, yo ya conocía de sobra el camino, pero esa chica (que estoy seguro de que no me conocía ni había oído hablar de mí) se fue corriendo detrás de mí para tratar de detenerme.
— ¡Oiga, oiga vuelva acá! — decía mientras me seguía en las escaleras, Rose reía al ver cómo la mujer nos seguía, qué inocente de su parte reírse, no la culpo, ahí el irresponsable era yo.
Al llegar al apartado de oficinas, me fuí directamente a la oficina de Robert, ni siquiera me molesté en tocar, ¿para qué? Desde el incidente de Arthur Greene me había quedado claro que a veces en la vida, era buena idea no tocar la puerta.
Entré de golpe al lugar, aunque un amargo sentimiento de decepción inundó de golpe mi pecho al entrar a dicha oficina, y verla totalmente vacía, ni siquiera estaba el olor de la colonia de mi esposo presente, por lo que asumí de inmediato, que él no había estado ahí en un buen rato.
— Le pido que por favor se retire, usted no puede estar aquí — dijo la chica de recepción, yo voltee a verla sin saber qué decir, "¿dónde está?" rebotaba por mi mente, y enserio me daba miedo preguntar en voz alta, me preocupaba mucho recibir una respuesta que me doliera muchísimo escuchar.
— ¿Papi no está? — preguntó Rose con pesar, le besé la frente para tratar de reconfortarla, pero ella sin poder evitarlo empezó a llorar.
La chica de recepción nos sacó de aquella oficina, y nos escoltó hacía el ascensor para irnos del lugar, todo mientras Rose lloraba y yo miraba a la nada con pesar, "me atreví a venir y ni siquiera estaba aquí" pensaba con decepción, no sabía qué imaginar, no quería creer que se estaba escondiendo en otro sitio, y usaba la fachada del trabajo para engañarme, cómo odio cuando mi mente me tortura de igual o peor forma en que lo hace la realidad misma.
— Ya nenita, no llores — susurré besando la mejilla de mi hija, pero mis palabras eran vacías para ella, ya que solo seguía llorando pesadamente, antes me irritaba el llanto de los niños, ahora me dolía el llanto de mi hija, sobre todo cuando yo, al igual que ella, sentía unas ganas tremendas por llorar a mares.
— ¿Roselyn? — escuché de repente una voz conocida cerca de nosotros, y al voltear la mirada, pude ver a un grupo de hombres (y algunas mujeres) saliendo de aquella sala de juntas, aquella camada de ejecutivos era liderada por mi esposo, quien al vernos a mi hija y a mí, mostró un semblante de duda y preocupación que me apenó bastante.
— ¡Paapi! — dijo mi hija con pesar, yo la bajé para que fuera corriendo hacía su padre, quien se agachó para recibirla con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.
— ¿Linda porqué lloras? — preguntó suavemente mientras se acercaba hacía mí y a la chica que recepción, quien tenía una cara de terror que a cualquiera le habría causado gracia, de no haber estado yo tan abrumado, definitivamente me habría reído.
— S-Señor Dawson, ¿l-la bebé es su hija?
— Así es, y él es mi esposo — recalcó con la galantería que le caracterizaba, tomándome del brazo para jalarme hacía él, yo oculté mi cara en su hombro con vergüenza — ¿Puedo saber porqué estabas a punto de echarlos a la calle?
— P-Perdóneme señor, y-yo no estaba al tanto de que él era— ella trató de excusarse, pero Robert la interrumpió en seco.
— Vete de aquí, hablaré contigo después — en cuanto él dijo eso, la pobre chica tomó el ascensor y se marchó, dejándonos solos con Rose, quien finalmente estaba dejando de llorar, aunque por un segundo ambos no nos enfocamos en su llanto, solo nos vimos el uno al otro sin saber qué decir, mis ojos estaban muy cristalinos y débiles, y los suyos mostraban una seriedad que me aterraba, me daba mucho miedo pensar que estaba presenciando el principio del fin, todo por culpa de un maldito internado en Nueva York.
— ... ¿Estabas ocupado? — pregunté con algo de nerviosismo.
— Sí, estaba a mitad de una junta — recalcó con algo de seriedad — ¿Qué hacen aquí?
— R-Rose quería verte — murmuré, tan grande era mi cobardía que tuve que echarle la culpa a mi hija, sé que fue deshonesto, pero ¿qué padre alguna vez en su vida no acusó de una pequeña travesura a alguno de sus hijos? Siempre trato con pacientes que toman de excusa su embarazo para muchas cosas, incluso para serle infieles a sus parejas, pero ese no es el punto.
— Mh, ¿enserio, cielo? — le preguntó a la bebé, afortunadamente ella asintió con la cabeza, e imagino que verla con lágrimas en los ojos logró tocar el corazón de mi esposo, porque luego de un pesado suspiro, acurrucó a Rose en su pecho y me hizo una seña para que lo siguiera, cosa que hice, aunque seguía muy preocupado por lo que estaba a punto de pasar.
Entramos a la oficina de Robert, él pidió que le trajeran algo de comer a Rose. Al principio tuvimos que disimular y jugar un poco con ella, no obstante, en cuanto la pequeña se quedó dormida, la verdad entre nosotros salió a la luz.
— ¿Ya vas a decirme a qué viniste? — preguntó con algo de hostilidad, mientras yo recostaba a Rose en el sofá para después levantarme del mismo, y caminar lentamente hacía él.
— La bebé quería verte — insistí.
— Antes ha querido verme, y la distraes viendo televisión — afirmó cruzándose de brazos, yo miré a otro lado sin saber qué decir — ¿Qué fue diferente esta vez?
— ... Que esta vez éramos dos quienes te queríamos ver — susurré con pesar, logrando que él me observara con curiosidad — Aunque supongo que tú solo querías verla a ella.
— La verdad... es que no tengo mucha paciencia que digamos el día de hoy — murmuró con severidad, no sé de dónde adquirí el valor para verlo a los ojos con atención sin quebrarme, verlos era como ver al sol de frente, era hermoso, pero doloroso.
— ¿Podemos hablar sobre lo que pasó ayer?
— ¿Qué más deberíamos hablar? ya dije lo que pensaba, tú dijiste lo que pensabas, y logramos llegar a un punto medio.
— Mudarme sin ti no es un punto medio, Robert — recalqué con severidad, él bufó por debajo mientras se cruzaba de brazos — ¿Es eso lo que quieres, que me vaya y me olvide de Rose y de ti?
— Eso es lo que tú quieres, lo que me diste a entender, porque en toda la plática de ayer no mencionaste a Rose ni un solo segundo, así que supongo que jugar a la casita conmigo ya te aburrió.
— ¿Cómo puedes decir algo así? — jadee con pesar, acercándome a él para verle con detenimiento — ¿Enserio me crees capaz de aburrirme de mi vida contigo? ¿de aburrirme de cuidar a ese angelito cada día de mi vida? ¡¿crees que yo veo mi vida contigo como "jugar a la casita" y ya?! ¡tú me obligabas a dejar a Rose mientras estaba estudiando, maldita sea! ¡¿y ahora insinúas que estoy harto de ustedes?! ¡¿cómo puedes pensar algo así?! — susurré con voz ronca, me preocupaba mucho despertarla y que nos oyera discutir.
— ¿Entonces cómo carajo pretendes hacer tu internado en otro país, eh? el cambio nos afectará a los tres, Taylor ¡a los tres! ¡ella también va a sufrir! Aquí tenemos a Teresa y a mi madre para que la cuide, ¡incluso Yelena! ¿en Nueva York quién puede cuidarla, eh? ¿has pensado en eso?
— Sí lo he pensado — admití con pesar — Me duele que creas que he sido un egoísta que no ha analizado los pros y los contras, sobre todo porque si yo fuera un egoísta, habría accedido sin siquiera consultarlo contigo.
— Quieres acceder de manera ferviente sin importar lo que yo diga, eso es casi como aceptar sin consultármelo.
Sonreí con dolor al escucharle decir eso, "¿qué estoy haciendo?" pensaba, era agobiante sentir que estaba hablando con una pared que se negaba a moverse o a derrumbarse, y que no me prestaba ni una pizca de atención.
— ¿Podrías explicármelo? — susurré mirándole con pesar, él me observó curioso ante mi pregunta — ¿Porqué no quieres irte de Londres?
— Tengo todo aquí, Taylor; mi trabajo, mi familia, toda mi vida está aquí, ¿qué pretendes que haga si me voy a Nueva York?
— Me tendrás a mí — susurré con algo de dolor — S-Sé que no es mucho, y que no compensa a tu familia y a tu trabajo, pero... — reí por debajo mientras meditaba mis propias palabras, sonaba tan vacío decir "me tendrás a mí", sobre todo porque, aún después de cuatro años, yo seguía sintiendo que era poca cosa para mi esposo, y que no valía la pena que luchara tanto por mí — Olvídalo, tienes razón, no vale la pena arriesgar tanto, por tan poco.
Dicho esto, caminé rumbo al sofá para cargar a Rose entre mis brazos, aunque me detuvo un agarre en mi brazo de parte de Robert, quien me miraba fijamente a los ojos con severidad.
— ¿Sigues creyendo que eres poca cosa para mí? — cuestionó, pregunta que no logré responder con palabras, solo alcé los hombros sin saber qué decir.
— No lo sé, supongo que en el fondo te preocupa cometer conmigo el mismo error que cometiste con ella — murmuré mientras acariciaba el cabello de Rose, Robert me miró muy perturbado en cuanto dije eso — Ella y tú se separaron a los cuatro años de relación, tú dijiste que el sexo era lo único que los mantuvo juntos, y un viaje a Nueva York fue el punto de quiebre de todo.
— Yo no sentía por ella ni la mitad de cosas que siento por ti — recalcó mirándome con seriedad — Taylor tú eres mi vida, ¿porqué aún hoy en día te cuesta tanto entender eso?
— No lo sé — admití sonriendo con dolor — S-Solo... n-no entiendo porqué... p-porqué debemos discutir de esta forma, c-como si a pesar del amor que nos tenemos, nosotros en el fondo... — jadee echando la cabeza hacía atrás, luchando por contener las ganas de llorar — Como si en el fondo nos odiáramos.
— ¿Odiarte? Taylor, jamás has estado tan equivocado en tu vida — admitió suspirando suavemente, relajando un poco más el ceño, cosa que me calmó considerablemente — Aunque claro, mi soberbia no debe dejarte creer otra cosa.
Me acerqué cuidadosamente a él para besar suavemente su mejilla, mientras una lágrima rodaba por mi rostro, lágrima que él limpió con su mano derecha.
— Cualquier lugar en el que estén Rose y tú será un hogar para mí — susurré con la voz apagada — Haré mi internado donde sea, el lugar no me interesa, igual no tendrá caso dejarte para irme a Nueva York, porque tú eres la razón por la que estoy estudiando, Robert; la razón por la que sigo de pie, tú mismo lo dijiste, de no ser por ti... me habría ido con Teddy hace mucho tiempo.
— Taylor... — murmuró con pesar — No quise recordarte eso, enserio.
— Era necesario — admití — A veces necesito que me recuerden lo idiota que he sido, para dejar de serlo en el futuro.
— No eres un idiota — murmuró acariciando mis mejillas con ambas manos — El idiota aquí he sido yo, mira cómo estás llorando, todo por culpa de mi maldito orgullo.
— ¿No vas a dejarme, verdad? — pregunté con temor, él me besó la frente con dulzura en cuanto pregunté eso.
— Nunca te voy a dejar, Taylor — murmuró con delicadeza, solté un suspiro de alivio apenas lo escuché — Lamento haberte hecho creer lo contrario, enserio lamento todas las idioteces que te dije, amor.
— Descuida, yo tampoco cooperé — dije suspirando nuevamente.
Él me tomó del cuello para darme un cálido beso en los labios, al que correspondí mientras una lágrima bajaba cuidadosamente por mi mejilla, ¿me arrepiento de haber elegido a mi familia antes que a mi profesión? nunca, nunca me arrepentí, ni por un solo segundo, es decir, las cosas igual se dieron a mi favor, pero de todas formas yo habría elegido quedarme con ellos, porque simple y sencillamente mi hogar y mi felicidad estaba con ellos, habría hecho mal al elegir irme solo a Nueva York sin mi esposo y mi hija, porque sin ellos, ¿qué caso tenía querer un futuro brillante? yo no quería un futuro en el que ellos no estuvieran incluídos.
Continuará
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