130 - 'Paternidad'
El invierno llegó cuando menos lo esperamos, el tiempo pasaba volando, y eso es algo que notábamos gracias al rápido crecimiento de Roselyn, ya que cuando menos lo esperamos, nuestra nenita ya estaba cumpliendo su primer año de edad, no creo que haga falta explicarles lo emocionados y eufóricos que estábamos Robert y yo por este acontecimiento.
— ¡¿Dónde están los malditos globos rosa?! — clamó mientras caminaba de un lado a otro por la sala, estábamos enloquecidos preparando todo para la fiesta, la buena noticia era que no estábamos solos en todo eso.
— Aquí hay globos, papi exagerado — dijo Yelena mientras le entregaba los globos — Trata de relajarte, no es como que Rose retroceda un año solo porque falten o sobren globos rosa.
— Ella tiene un punto, amor — dije mientras los veía trabajar desde el sofá, ganándome que mi esposo volteara a verme con severidad.
— ¿Y tú porqué no me ayudas? en vez de estar ahí tirado en ese sofá tentándome.
— Estoy de vacaciones, no fastidies — él se acercó hacía mí de forma amenazante en cuando dije eso — ¡No, era chiste amor, era chiste!
— ¿Chiste, eh? — preguntó mientras se colocaba sobre mí para empezar a morderme el cuello, haciéndome reír con fuerza.
— ¡Roselyn por amor de Dios, suelta ya al pobre perro! — gritoneaba Teresa desde la cocina, haciéndonos a Robert y a mí apartarnos de golpe para ir a ver lo que sucedía.
Apenas llegamos a la cocina, vimos con preocupación cómo cierta pequeña de ojos azules y cabello negro mantenía a cierto perro de pelaje blanco entre sus brazos, afortunadamente Algodón no era agresivo, aunque eso fue su perdición, porque la niña lo usaba de muñeca, aún cuando ella tenía tantos juguetes que casi parecía que teníamos una juguetería en casa, adivinen quién fue el exagerado que se los compró.
— Rose cariño, suelta al pobre Algodón — decía Robert mientras se agachaba para cargar a la bebé en brazos, ella empezó a reír y a pasar sus manos por la cara de mi esposo, cosa que nos hizo reír a ambos.
— Pobrecito, Algodón, tu hermana no sabe de juegos — dije agachándome para acariciar al pobre perro.
— ¿Enserio le dices a ella que su hermano es un perro? — dijo Teresa con incredulidad.
— ¿Porqué no? Algodón llegó primero, pero Robert y yo los amamos y cuidamos por igual.
— Ustedes los gays son muy extraños — dijo ella con fastidio para volver a la cocina, yo reí por debajo al oírle decir eso, cualquiera podría decir algo homofóbico, y me ofendería, pero que lo dijera la mujer que cuidaba y atendía a mi hija y a mi perro, me daba igual.
— ¡¡Taylor!! — escuché una voz femenina llegar a la sala, voz que me hizo ir corriendo a recibirla, y apenas ví a esa delgada silueta rubia frente a mí, me fue imposible no irme sobre ella y abrazarla con fuerza.
— ¡¡Mónica!! — grité mientras la cargaba entre mis brazos y daba varias vueltas con ella — ¡Qué feliz estoy de tenerte aquí!
— ¡Sí sí, no vine a verte a ti! — dijo mientras se apartaba de mí y empezaba a rebuscar con la mirada, ella aún no había podido conocer a Rose, así que entenderán que lo más importante para ella en ese instante era conocer a su sobrina.
— Qué gusto verte, querida — habló mi esposo mientras se acercaba a nosotros con Rose en brazos — Quiero presentarte a alguien especial.
— Ay por Dios — jadeó mientras se iba hacía ella y la admiraba con emoción — Es tan hermosa, e-enserio parece hija tuya, Robert.
— Gracias. De Taylor heredó lo difícil — gruñí al oírle decir eso, pero él igual se rió sin darme importancia, risa que Rose replicó, ella siempre copiaba lo que Robert y yo hacíamos, ahí entendí porqué dicen que los niños son unas pequeñas esponjas.
— Es una ternura — dijo Moni — ¿P-Puedo cargarla?
— Claro, ten — en cuanto Robert se la dió, la pequeña detalló a Mónica con curiosidad, desde su cabello hasta su rostro.
— Hola pequeñita, ¿me conoces? soy tu tía Moni, siempre me saludas por teléfono.
Rose seguía viéndola con curiosidad, aunque luego de un rato empezó a reír y se ocultó en el cuello de ella, no pude evitar sonreír al ver cómo Mónica se sonrojaba y sonreía de la emoción.
— Felicidades, te quiere — dije guiñándole el ojo.
— Siéntete afortunada — dijo Robert — Lloró la primera vez que mi hermano la cargó.
— Llora con cualquiera que no le dé comida — habló una voz femenina que se nos acercó, se trataba de Yelena, quien se acercó a Mónica para besarle suavemente la mejilla — Es algo difícil de tratar, te recomiendo cuidarte de esa pequeña diva.
— Sé lidiar con Ty, no creo que Rose sea más difícil que él — todos rieron en cuanto Mónica dijo eso, aunque yo rodé mis ojos con fastidio cuando la escuché decir eso.
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En un par de horas, la casa se llenó de personas, más que nada familia, uno que otro amigo, varios socios de Robert, y un par de vecinas, quienes tenían hijos también, y casi siempre iban a preguntarnos por Rose, y a darnos consejos de crianza.
— ¡Roselyn suelta a ese perro! — le regañé tratando de quitarle al perro, aunque ella berreaba y se aferraba a él con fuerza — ¡Robert tu hija quiere matar al pobre perro!
— ¿Qué te he dicho de atacar a ese pobre animal? — dijo él mientras se agachaba junto a mí para ayudarme a apartarla del animal, aunque al hacerlo, ella empezó a llorar con algo de fuerza.
— Sí, es idéntica a mí — murmuré con fastidio, Robert me la dió para arreglar un poco mi cabello y el de ella, aún nos estábamos arreglando para salir a la fiesta, y no sé porqué, pero me sentía un poco nervioso de salir a ver a tantas personas reunidas en nuestra sala.
— Te dije que era mala idea que fumaras durante el embarazo — bromeó, haciéndome verle con fastidio.
— Ja-ja.
— Deja de llorar, Rose — murmuró mi esposo mientras le besaba la frente, era increíble cómo ella se calmaba con un par de palabras de parte de su padre, Robert era realmente bueno con los bebés.
— ¿Y dices que me quiere más a mí? — pregunté cínicamente, él sonrió para tomar mi mejilla y besarme los labios con ternura.
— Nos ama a ambos, y ambos la amamos — murmuró galantemente, haciéndome sonrojar y sonreír embobado — Salgamos ya ¿de acuerdo?
— Estoy nervioso, ¿q-qué se supone que debo hacer? Nunca he ido a una fiesta de niños.
— Solo sonríe y deja que la gente idolatre a nuestra hija, es fácil.
— Para ti es fácil porque tú eres un presumido — renegué, él rió pícaramente para acompañarme a la puerta de la habitación, y salir juntos a la sala, donde mucha gente platicaba y comía de las botanas que prepararon Teresa y Molly para la ocasión.
— ¡Ay miren a la niña del cumpleaños! — dijo mi suegra al vernos llegar — Hola mi corazón, qué grande estás, angelito. Ven, quiero presumirla con mis amigas del club de lectura.
— No acapares a mi hija, madre — dijo Robert con una sonrisa pasivo-agresiva, que ella ignoró totalmente, solo tomó a la niña en brazos y se fue, dejándonos a Robert y a mí solos en medio de todas esas personas.
— Bien, ¿ahora a quién presumimos? — pregunté cínicamente, mi pareja chasqueó la lengua mientras tomaba mi mano y paseaba conmigo por todo el salón, saludando gente y agradeciendo por haber asistido a la reunión que preparamos para nuestra hija.
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— He ido a fiestas mejores — dijo el tigre, dando un sorbo al ponche de frutas en su mano — Ni siquiera hay alcohol.
— Es una fiesta infantil, Parker — Shawn le regañó, mientras Mónica y él lo miraban con odio absoluto, pero a Richard todo eso le dió igual.
— ¿Y qué? cuando cumplí ocho años hubo tanto alcohol que apenas la recuerdo.
— Si metes alcohol a la fiesta de mi hija, te ahorco — le amenacé, pero mi amenaza solo le hizo reír.
— ¡Tío Madonna! — clamaron mis sobrinos al acercarse hacía mí, sujetando un gran obsequio entre los tres — ¡Le trajimos un regalo a la prima Rose!
— Oww, niños, no se hubieran molestado.
— Recolectaron monedas de la feria todo el año para esto — dijo Will mientras palmeaba los cráneos de ambos — Enserio se esmeraron.
— Ay niños — jadee con ternura, tomando dicha caja para abrirla, y al hacerlo, pude ver un hermoso peluche de panda, con un listón rosa en su cuello — Oww, ¡qué hermoso!
— ¡Te dije que sería bueno el panda, Charlie! — clamó Lorenzo.
— ¡Yo fuí el de la idea del panda!
— Bueno bueno, no discutan — les regañé suavemente — ¿Porqué no van por gelatina?
— ¡Sii! — clamaron ambos para irse corriendo, siendo seguidos más atrás por Will, quien mantenía la cabeza clavada en su teléfono celular.
— Es tan lindo — dijo Mónica al ver el peluche — Rose lo va a amar.
— ¿Rose? ¡es tan lindo que quiero que sea mío! — bromeé abrazando el peluche, y sacándole a mi mejor amiga una risa cínica de los labios.
Jadee al sentir cómo llegaban desde atrás y me besaban suavemente el cuello, al mismo tiempo que pasaban su mano por mi vientre.
— Mi amor — murmuré por debajo dejándole besarme — ¿Dónde dejaste a Rose?
— Mamá está presumiéndola con sus amigas — respondió mordiéndome la mejilla — Nos da tiempo de sobra para hacerle un hermanito.
— ¡Jaj, ni en sueños! — clamé apartándome de golpe, mi reacción hizo que Mónica riera ligeramente.
— Es una pena — dijo mi esposo mientras me tomaba de las caderas para pegarme de nuevo a su cuerpo — Me habría encantado embarazarte de nuevo.
— No quiero más hijos, pero... podemos intentarlo — susurré acercando mis labios a los suyos, aunque la repentina llegada de alguien nos interrumpió en seco.
— ¡Gran fiesta, señor Dawson! — dijo el tigre mientras llegaba de golpe — No he ido a una fiesta tan buena en muuucho tiempo.
— ¿Y si vas a lamer bolas a otro sitio, tigre? — dije volteando a verle con fastidio.
— Solo le hice un cumplido a mi jefe, ¿es eso lamer bolas?
— Técnicamente... sí — afirmó Mónica, no pude evitar reír de forma algo brusca.
— Ya es hora del pastel — dijo Robert al revisar la hora en el reloj de su muñeca.
— Ah, sí, iré a la cocina a ayudar a Teresa, ¿puedes ir a llamar a todos?
— Seguro — asintió para tomarme del cuello y besarlo suavemente, enserio trataba de controlarme frente a tanta gente, pero me mataba la actitud galante y tierna que adoptaba mi esposo de repente, me hacía querer darle diez hijos más, aún cuando yo no fuí quien le otorgó a la primera.
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Luego de cortar el pastel, varias personas empezaron a marcharse, dejando que la reunión se volviera más íntima y cerrada, cosa que me hizo sentir más cómodo, honestamente.
— Muy bien, nenita — dije entre risas al darle de comer a mi hija un poco del pastel de chocolate que Molly había preparado para ella; los presentes miraban cómo yo le daba de comer, mientras ella estaba sentada en las piernas de Robert, me abrumaba un poco que vieran con detenimiento mis actitudes como padre, aunque bueno, era la fiesta de la bebé, iban a verla a ella, desde luego.
— No le des tanto chocolate, luego no querrá dormir — me regañó mi esposo.
— Un poco de chocolate no le hará daño.
— ¿Y ya pensaron en qué preescolar la inscribirán? — preguntó mi suegra.
— Aún no, solo tiene un año, es algo pronto para pensarlo — dije mientras seguía dándole de comer.
— Nunca es temprano cuando se trata de tu hijo, Taylor — me advirtió George, advertencia que me abrumó un poco, pero traté de no tomarla tan en serio.
— Descuiden, Rose irá a una buena escuela — dijo Robert — Alice ya quedó en pasarme el número de la directora de la escuela a la que fue Lorenzo.
— Es la mejor de Londres, solo que es algo estricta — dijo mi cuñada.
— ¿Estricta? — cuestioné, todos rieron por debajo al oírme, me sentí como un mono amaestrado en ese momento.
— Sus estudiantes deben seguir ciertas normas — explicó Sandro — Pero descuida, estarán bien mientras Robert se haga cargo.
Tragué en seco con algo de incomodidad, trataba de mantener una sonrisa tranquila, aunque mentiría si digo que no empezaba a incomodarme esa sutil insinuación de que yo no tenía idea de lo que estaba haciendo como padre, llámenme exagerado, pero el clan Dawson no era nada sutil a la hora de insinuar que no les agradabas, o que a sus ojos no eras nada bueno en algo.
— Abab — balbuceó Rose con la boca llena de chocolate, yo rápidamente tomé una servilleta para limpiarla, aunque Robert se me adelantó, cosa que me hizo sentir un poco mal, no por el hecho de que él la cuidara, era hermoso ver a mi esposo cuidar tan bien de nuestra hija, lo que me atormentaba era pensar, que tal vez yo no era tan buen padre como él, de vez en cuando pensaba en ello, pero las reuniones con el clan Dawson hicieron que dicho sentimiento se avivara como nunca.
Ellos siguieron platicando sobre cosas a las que ya no me esforcé en ponerles atención, estaba ocupado meditando en lo que acababan de decirme, mientras Rose mordisqueaba una galleta que Robert le dió, la única manera de tenerla entretenida era darle algo par comer, de resto, estaría buscando maneras de romper, rayar, morder, o de subirse sobre algo, era un huracán hecho personita.
En cuanto la fiesta terminó, y todos los invitados se fueron, me quedé en el sofá viendo televisión con Rose, las caricaturas lograban darle sueño, sobre todo las que tenían muchos colores y música relajante.
— ¿Estás bien? — preguntó Robert mientras se acercaba al sofá donde yo estaba.
— ¿Porqué la pregunta? — dije de forma algo incrédula, sin quitar la mirada de la televisión, y manteniendo a Rose pegada a mi cuerpo mientras ella veía fijamente el televisor y mordisqueaba el peluche de panda que le obsequiaron mis sobrinos.
— Desde el tema del jardín de niños estás muy callado — dijo Robert mientras se sentaba en el sofá junto a nosotros — ¿Te ofendió lo que dijo Sandro?
— ... ¿Crees que soy mal padre? — dudé, logrando que Robert me observara con curiosidad — Dijo que todo estaría bien mientras tú te hagas cargo, ¿osea que si yo lo hago las cosas saldrán mal?
— Solo lo dijo porque yo sé lidiar con petulantes estirados, amor — murmuró acariciando mi mejilla — No te lo tomes tan personal, eres un padre estupendo y lo sabes.
— Lo dudo — renegué.
— ¿Eso piensas? — cuestionó — ¿Y qué crees que piense ella, eh?
Miré de reojo a Rose con curiosidad, ella miraba el televisor con detenimiento, mordiendo la oreja del peluche,y de vez en cuando palmeaba mi pecho con su manito, gesto que me intrigó, pero me hizo sonreír con ternura.
Robert me besó la frente para verme a los ojos con atención y ternura, amaba la gentileza con la que me miraban ese par de preciosas joyas azules.
— Ella te ama, y yo también te amo.
— ... Yo los amo igual, con todo el corazón — admití tomando las mejillas de Robert para besarlo lentamente, aunque ambos volteamos al oír cómo Rose balbuceaba y nos reclamaba por ignorarla.
— Jej, alguien se puso celosa — bromeó mientras se sentaba de vuelta para tomarla entre sus brazos y alzarla un poco — ¿Porqué te pones celosa, princesa? ¿no puedo besar a tu papi Ty?
— No te pongas así, nenita — decía al sentarme frente a ellos, y acto seguido, besé suavemente la mejilla de mi bebita, ella rió a gusto ante tal beso de mi parte.
— ¿Y luego dices que eres mal padre? — dijo mi esposo, haciéndome sonreír de lado con timidez, amaba cuando me ayudaba a ignorar mis inseguridades, y a ver las cosas buenas que yo lograba hacer en mi vida, que a mis ojos no eran muchas, pero él me ayudaba a notar lo significativas que podían llegar a ser.
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— Mgh — gimoteaba entre húmedos y apasionados besos, acariciando el pecho de mi esposo mientras él me recostaba con cuidado en la cama y empezara a acariciar mis caderas con lentitud.
— Deberíamos hacer el amor — sugirió.
— ¿No es lo que íbamos a hacer igual? — pregunté entre risas.
— Sí, pero igual quería decirlo — susurraba mientras frotaba sus labios contra los míos, al mismo tiempo que me tomaba del cuello para acariciarlo y acomodar mi cráneo para poder meter su lengua en mi boca de mejor forma, ahogándome con su boca y sus suaves jadeos que pronunciaban sensualmente mi nombre.
Repentinamente escuchamos un llanto provenir del radio que teníamos junto a la cama, radio que monitoreaba las andadas nocturnas de nuestra hija, quien al parecer, no se quería dormir aún.
— No puede ser — jadeó Robert entre risas frustradas al apartar sus labios de los míos — Esa niña es quizás la más inoportuna del mundo.
— No le digas así — le rogué dándole un rápido beso en los labios — ¿Quieres que yo vaya?
— No, descuida, yo iré — susurró levantándose de la cama mientras arreglaba su ropa e iba rumbo a la habitación de la bebé.
Suspiré por debajo mientras tomaba el radio y lo pegaba a mi oído, a veces Robert hablaba con la bebé, y me mataba de ternura oír las cosas que le decía.
— Hola pingüinita, ¿aún no quieres dormir eh? — sonreí por debajo al oírle — Ahh Roselyn, hoy no sabes lo que te digo, pero cuando crezcas y tengas dieciséis años, querrás salir a muchas fiestas, y ese día, recordaré cada noche en la que nos interrumpiste a mí y a papi Taylor, y creeme que recordar tales interrupciones me hará aún más placentero el hecho de no dejarte salir a ni una sola fiesta o festival, pero no lo haré por mal, te prometo que será por tu bien, y un poco de venganza, claro.
No pude evitar reír con algo de fuerza cuando le escuché decir eso, "idiota" repetía por debajo, no podía creer que él se atreviera a decirle esas cosas a la bebé, pero me mataba de risa escucharlo diciéndole todo eso a la pobre Rose, a quien compadezco cada día por tener un padre tan rencoroso en ese aspecto.
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Al día siguiente, llevamos a Rose con el pediatra para que le pusieran algunas vacunas que le hacían falta, las visitas al pediatra eran estresantes (al menos para mí lo eran), me preocupaba muchísimo que dijeran que nuestra bebé tenía alguna enfermedad grave, o que nos juzgaran por hacer mal alguna cosa con respecto a su crianza, además de que, bueno, siempre era complicado ir a algún sitio lleno de madres y mujeres que miraban con desdén el cómo dos hombres cuidaban de una bebé sin la ayuda o supervisión de alguna figura materna, no sé si era por odio a los hombres o por odio a las parejas del mismo sexo, pero igual me incomodaban mucho esas personas.
— Vaya Rose, estás creciendo muy rápido ¿eh? — habló el doctor mientras le daba una paleta a la bebé, yo miraba con detenimiento cada cosa que él hacía, tanto por mi paranoia como por mi sentido de doctor en formación, que quería aprender todo lo que pudiera — ¿Está comiendo bien, no?
— Así es — dije asintiendo con la cabeza — Últimamente come muchas verduras, y hemos tratado de reducir su consumo de azúcar.
— Perfecto, se nota que saben lo que hacen, nada mal para unos primerizos — dijo ese doctor de cabellera rubia que me sonreía cálidamente, sonrisa a la que correspondí con algo de vergüenza, yo no pretendía coquetear, y no sé si él tampoco lo hacía, pero igual se me hacía un poco sofocante la forma en que me sonreía, y yo no fuí el único en notar este detalle.
— ¿Es todo? — habló mi esposo con algo de recelo, parándose junto a la camilla para sonreírle de forma pasivo-agresiva al doctor.
— Claro, pueden llevársela — respondió quitándose el estetoscopio para tomar unas notas y hacer una receta — La vacuna probablemente le cause fiebre, denle estos medicamentos por si acaso, y si la fiebre persiste, no duden en traerla.
— Lo tendremos en cuenta — afirmó Robert de forma sonriente y al mismo tiempo filosa, ya imaginaba porqué actuaba así, pero eso solo hacía que me preocupara bastante volver a casa con él, ya nos veía peleando por esa estupidez.
Al salir del consultorio del doctor, el silencio entre nosotros era ensordecedor, los balbuceos de Rose era lo único que lograba rellenarlo, yo no sabía qué decir, sentía que cualquier frase la podría terminar tergiversando, y llevando al asunto del doctor que me "coqueteaba".
— Me pregunto si es parte del empleo de pediatra coquetearle a los padres del paciente — escupió finalmente cuando íbamos saliendo de la clínica, gruñí de mala gana cuando le escuché decir eso.
— ¿Es chiste, no? — renegué mientras tomaba a Rose en brazos.
— ¿Chiste? si las cosas fueran al revés me estarías gritando, y lo sabes.
— Robert dudo mucho que ese sujeto me estuviera coqueteando, ¡sobre todo en frente de mi esposo! — reclamé subiéndome al auto junto a él — Pero aún si lo hubiera hecho, yo no le iba a corresponder, ¿sabes porqué? ¡porque estoy casado!
— No entiendo porqué Alice me da el número de estos tipejos tan corrientes — renegó mientras empezaba a conducir, suspiré con fastidio mientras Rose tomaba mi mano y mordisqueaba la manga de mi suéter, admito que era chocante tener que pasar por una situación así, pero me causaba gracia ver a Robert celoso de repente, me ayudaba a darme cuenta de que yo no era el único "desquiciado" de los dos.
Continuará
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- Gema
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