126 - 'Alboroto'
— Bien jóvenes — hablaba el docente mientras recogía sus cosas, obvia señal de que la clase finalmente había terminado — Necesito sus informes para el lunes, seré muy severo a la hora de evaluarlos.
— ¿Cuándo no ha sido severo ese anciano decrépito? — murmuró Shawn en mi oído burlonamente, yo reí por debajo mientras caminaba con él rumbo a la puerta del aula, estaba exhausto, moría por ir a casa, necesitaba ver a mi esposo y darle un fuerte abrazo, esa mañana no me había podido despedir de él, todo por levantarme tarde.
— ¡Oye Brown! — clamó una voz conocida detrás de mí, maldije para mis adentros mientras volteaba a verlo incrédulamente.
— No tengo humor para ti, Winchester.
— Qué pena, porque igual me tendrás aquí contigo — dijo mientras se nos acercaba a Shawn y a mí, para rodear nuestros cuellos con sus brazos, moría por golpearlo, pero ya una vez me advirtieron que no debía ser violento con los alumnos, así que tuve que tragarme mis instintos sociópatas, y creanme que hacerlo me costó muchísimo — ¿Quieren ir por un trago?
— Lo siento, pero Benny y yo saldremos a pasear — dijo Shawn.
— Vaya, eso nos deja solos a ti y a mí, Ty-Ty — murmuró apegándome a su cuerpo, le miré con repulsión absoluta al apartarme de él.
— ¿Porqué no vas y dejas que te folle el mono del zoológico mejor, y a mí me dejas en paz?
— Vaya, ¿tienes fetiches con animales? wow, los norteamericanos son tan raros — gruñí al oírle decir eso, y solo me aparté de él para caminar a paso acelerado a los estacionamientos de la universidad, odiaba tanto tener que convivir de forma tan seguida con ese sujeto.
Conduje en mi auto hasta que finalmente llegué a casa, estaba lloviendo con fuerza esa tarde de febrero, el clima frío me hacía pensar en mi hija, mientras que en mi mente pensaba "ojalá que no estés pasando frío, linda, donde quiera que estés, y con quien estés", pensar en eso me formaba un nudo espantoso en el estómago, era un pensamiento que no compartía con Robert en absoluto, si creen que yo estaba mal, imaginen cómo debía de estar mi esposo esos días.
— ¡Ya vine! — clamé al entrar a casa y subir las escaleras hacía la sala.
Me agaché para cargar a Algodón (quien empezó a ladrar apenas me vió llegar), se me hizo raro ver la casa tan vacía, juraba que Robert habría llegado temprano ese día.
— ¿Has visto a Robert? — le pregunté al perro, pero él obviamente no me respondió, así que solo lo bajé y empecé a buscar a mi esposo por toda la casa, sin éxito alguno, desde luego.
Saqué mi teléfono y marqué el número de mi esposo, me intrigaba muchísimo no verlo en ningún lugar de la casa, pero mayor intriga me causó, la voz que escuché al otro lado de la línea.
— ¿Hola? — murmuró una voz de falsa inocencia, que me hizo apretar los dientes con fuerza.
— ¿Qué carajo haces con el celular de mi esposo?
— ¿Señor Atwood? — preguntó cínicamente.
— ¡Para ti soy señor Dawson, bastardo engreído!
— Debería tener cuidado con esa lengua suya tan filosa, podría meterse en problemas a futuro por ella.
— ¡¡Pásame a Robert si no quieres que te diga reales groserías que jamás en tu vida habrás oído, bastardo engreído hijo de mami y papi!!
— No puede atenderte, está algo ocupado por el momento — reí incrédulamente al oírle decir eso, no imaginan la rabia enorme que inundó mi pecho en ese instante.
— ¡Tienes tres malditos segundos para ponerlo al teléfono, o te juro que cuando te vea voy a cortarte lo único que te hace hombre!
— ¿Sabes? tienes un serio problema de ira — afirmó burlonamente — Robert está en el baño, acabamos de tener un almuerzo exquisito.
— ¡¡¿Que él qué?!! — grité, apretando con fuerza el celular.
— Dicen que los mariscos son afrodisiacos, espero eso sea cierto — dicho esto, me colgó abruptamente el celular, cosa que me hizo jadear de manera brusca, y arrojar el teléfono al sofá sin más, mientras caminaba de un lado a otro por aquella habitación, pensando en las mil y una cosas que podrían estar pasando, y el millón de cosas que le haría a Robert y a ese pelirrojo odioso por atreverse a decirme todo eso.
-
Sin dudarlo me subí al auto y salí de casa, no tenía ni la menor idea de en dónde estaban, así que llamé a Yelena para sacarle información, y ella me dijo que probablemente estarían en un restaurante cerca del corporativo, porque ella vió a Robert salir junto a Greene padre y junto al maldito pecoso, y tal y como pasaba esos días, Robert tenía una cara de pocos amigos que aterraba, pero eso me daba igual, yo iba dispuesto a estrangularlos al pelirrojo y a él.
— Bienvenido señ— hablaba el hombre en la puerta, pero yo le ignoré y caminé al interior de ese lugar como alma que llevaba el diablo — ¡S-Señor disculpe! ¿usted tiene reservación? ¡o-oiga!
Avancé al interior de aquel salón, todos me miraban con preocupación, imaginen la cara de rabia que debía de tener entonces.
Ví al fondo una mesa algo grande, donde un sujeto de largo cabello negro estaba sentado frente a un jóven chico pelirrojo, quien le sonreía coquetamente y estiraba su mano hacía la del otro tipo (mano que tenía un anillo de matrimonio, pero al pelirrojo le daba igual tal detalle, nada me repugnaba más que eso).
Apenas me acerqué a ellos, jalé del cuello de la camisa al pelirrojo, él primero me vió con preocupación, pero luego me sonrió de forma pasivo-agresiva, empezaba a creer que yo no era el único loco ahí.
— ¿Cómo le va, señor Atwood?
— Tienes agallas — gruñí — Pero te las voy a cortar fácilmente... ¡¡y tú!! — grité volteando a ver a Robert, quien me dedicaba una expresión de fastidio y seriedad — ¡¡¿Qué carajo haces aquí?!!
— Negocios — dijo en seco.
— ¡¡Al diablo tus malditos negocios!! — escupí sacudiendo al chico pelirrojo, él rió por debajo mientras trataba de zafarse.
— S-Señor Atwood, no perdamos el— le dí un fuerte golpe en el rostro en cuando me llamó así, y sorprendentemente, a Robert no le importó que yo golpeara a ese chico, solo alzó una ceja ante el duro golpe que di contra la mejilla de ese pelirrojo.
— ¡Mi apellido es Dawson, idiota! — escupí — ¡¿Cuál es tu maldita obsesión con mi esposo?! ¡¿te excita coquetear con hombres casado o qué?!
— Caballeros — habló un camarero cerca de nosotros — Me temo que están incomodando a los demás comensales, ¿serían tan amables de retirarse e ir a arreglar sus asuntos a otro sitio?
— Le daré propina, no se preocupe — dijo Robert mientras se cruzaba de brazos y se recostaba en su asiento para ver de mejor forma el espectáculo, mientras el camarero se quedaba ahí parado sin saber qué hacer con nosotros.
— ¿Quieres saber lo que pienso? — dijo el pelirrojo mientras sobaba su mejilla y se paraba frente a mí, mirándome de arriba a abajo con asco — Pienso que Robert solo te eligió porque fuiste fácil, no porque seas mejor que yo, y sé que es cuestión de tiempo para que él note que yo soy mucho mejor que un americano ordinario como tú.
— ¿Ah sí? ¿y qué te hace creer tal porquería?
— Taylor — trató de detenerme, pero yo se lo impedí.
— ¡¡Contigo hablaré después!! — grité señalándole con mi dedo índice, él me miró con aburrimiento mientras rodaba sutilmente los ojos.
— Mírate y mírame, no creo que seas tan idiota para no darte cuenta de ello — admitió alzando cínicamente los hombros.
Reí incrédulamente al oírle decir eso, me crucé de brazos y tomé aire, para después irme sobre el pelirrojo y apretarle el cuello con fuerza.
— ¡Oh por Dios! — gritó una mujer que se levantó de su asiento para ir a vernos pelear.
Le apreté el cuello para después darle otro golpe en la cara, era fácil ahora que lo tenía tendido en el suelo, pero de un momento a otro, el imbécil me dió un duro golpe en la cara, que me dejó atontado por varios segundos, pero al que respondí dándole otro golpe con mucha más fuerza y precisión.
Antes de poder abofetearlo o hacerle algo más, sentí un agarre brusco en mi brazo, se trataba de Robert, quien miraba a Arthur con absoluto asco y severidad.
— ¡¿Qué está ocurriendo aquí?! — exclamó Greene padre, quien llegó con nosotros para ayudar a su hijo a levantarse del suelo.
— Tu hijo atacó a mi esposo — dijo Robert con notoria molestia.
— ¡¡Él me atacó primero!! — replicó el pecoso.
— ¡¡Tú me llamaste insinuando que ibas a acostarte con mi esposo!! — dichas palabras hicieron que Robert volteara a verme con curiosidad, y luego mirara a Arthur con recelo.
— ¿De qué estás hablando?
— ¡Está loco! ¡¿en qué momento podría yo llamarlo?!
— Taylor podrá ser muchas cosas según ustedes, pero él no es un mentiroso, si dice que lo llamaste es porque así fue.
— ¡Basta, no pienso tolerar más esto! — clamó Greene padre, viendo a mi esposo con absoluta severidad — ¡No pienso seguir aguantando que ese sujeto ataque a mi hijo de esta manera, Robert! ¡te exijo que lo saques de aquí!
— ¿Disculpa? — dijo mi esposo de mala gana, arqueando receloso una ceja — ¿Me estás qué?
— ¡¡Te exijo que saques a este americano de aquí!!
— ¡Yo me saco solo, muchas gracias! — dije mientras trataba de irme, pero un agarre brusco en mi brazo de parte de Robert, me impidió marcharme.
— Quiero recordarte, Samuel, que tú no eres mi jefe, eres mi socio, que te de ciertos privilegios por antigüedad no implica que deba tolerar humillaciones de tu parte, y mucho menos órdenes — aclaró con severidad, me excita tanto recordar el semblante soberbio que tenía mi esposo en ese momento — Y Taylor es mi esposo, él tenía todo el derecho de venir a reclamarle a tu hijo, ya que él le hizo creer que estaba ocurriendo algo más entre nosotros, yo sin duda habría reaccionado igual, o peor que él.
— Esto tiene que ser un chiste, ¡¿enserio pondrás a ese bastardo por encima de—
— ¡Si vuelves a llamarlo bastardo voy a encargarme de que tu maldita empresa se hunda, Greene! y sabes bien que no hablo si no estoy seguro de lo que digo — recalcó con seriedad, mientras todos mirábamos con asombro dicha escena — Y por supuesto que lo pondré por encima de ti, no estoy casado contigo, o con tu mitómano hijo.
— ¡No pienso tolerar más estos desplantes tuyos! — gruñó — ¡Te advierto que si no te disculpas—
— ¿Le dirás a mi padre? adelante, me da igual lo que él opine, eso deberías saberlo de sobra.
— ¡Eres de lo peor, tu locura y tu soberbia te llevará a la ruina, eso te lo garantizo! ¡yo no pienso seguir tolerando que mancilles el nombre de mi familia!
— Tu hijo mancilló mi nombre al atreverse a besarme a pocos días de mi boda, y aún ha tenido el descaro de seguir persiguiéndome.
— ¡¡¿Que hiciste qué?!! — clamó mirando a su hijo con severidad, el chico tragó en seco mientras agachaba la mirada.
— ¿Creíste que mi esposo lo golpeó por nada? vaya que eres crédulo — dijo Robert mientras veía la hora en su reloj — Se hace tarde, ¡mesero!
— ¿S-Sí señor Dawson?
— Tenga — dijo mientras le entregaba varios billetes grandes — Cóbrese la cuenta, y algo extra por los daños y las molestias ocasionadas — al pagar, Robert estuvo a punto de irse, pero primero, volteó a ver de nuevo a Greene — ¡Ah, por cierto Samuel! doy por finalizada la alianza Dawson-Greene, por completo.
— ¡¿Qué?!
— No quiero volver a verte en mi empresa, ya tengo suficiente con que mi padre quiera tratarme como un idiota, para que un anciano despreciable como tú quiera hacerlo también.
— Estás loco... ¡maldito bastardo soberbio!
— Ah, y un consejo, Arthur — dijo mirando al pecoso — Respeta cuando alguien te rechaza más de una vez, no deberías humillarte rogando por atención, y definitivamente irritas a la otra persona, de no ser por el trato con tu padre, creeme que mi respuesta hacía ti habría sido peor que la que te dió Taylor.
Dicho esto, Robert me jaló del brazo para caminar conmigo a la salida de aquel restaurante, era abrumadora la cantidad de personas que nos miraban con asombro y recelo.
— ¡En cuanto a ti, gallo de pelea! — reclamó en cuanto salimos del restaurante, sacudiéndome de forma algo brusca para verme con seriedad — ¡Mira cómo ese bastardo te dejó la cara!
— Él quedó peor — dije burlonamente, pero mi sonrisa se borró ante la expresión severa de mi esposo — ¡No me mires así, yo solo vine porque él—
— ¡Sí sí, eso ya lo escuché! — reclamó llevándome arrastrado hacía el auto, me esperaba un regaño increíble en cuanto llegara a casa, de eso estaba seguro.
-
— Mira nada más — gruñó con molestia mientras me colocaba un filete en el rostro para controlar la hinchazón — Me encantaría poder devolverle el golpe.
— Yo lo golpee más, Robert — dije con algo de pesar, en el auto le expliqué con detalles lo que había pasado, pero igual eso no logró que el semblante severo de mi esposo se dispersara.
— Sí, eso se nota con ver tus nudillos — explicó mientras se levantaba del sofá para ir a la cocina a buscar más hielo.
— ¿Me explicas qué hacías almorzando con él?
— Samuel me obligó a acompañarlos a comer, me estaban hablando sobre tácticas de negocio, que honestamente no me favorecían en absoluto — aclaraba mientras tomaba hielo y regresaba conmigo para ponerme hielo en la mano — Insensato, ¿cómo se te ocurre maltratar tus manos? ¿y si te las fracturas y a futuro no puedes ejercer tu profesión?
— No aplicaré para neurología, no es para tanto.
— Para mí sí lo es — renegó con severidad, yo tragué en seco, pero no agaché la mirada en ningún momento, imagino que fue eso lo que hizo que el ceño de mi esposo se relajara — Como sea, fuí al baño y olvidé mi teléfono en la mesa, y al salir Samuel no estaba, solo estaba Arthur, quien desde hace tiempo ha estado demasiado insistente conmigo.
— ¿Insistente?
— Se me insinuaba de manera descarada, solo que yo me las ingeniaba para ignorarlo — explicó mientras tomaba el filete y me lo quitaba de la cara — Y no, no buscaba consuelo en él por lo que pasó con Rose, si es eso lo que estás pensando.
— Y-Yo no pensé en eso — murmuré, pero una mirada incrédula de parte suya me hizo retractarme — ¡Bien, sí lo pensé! ¡¿contento?!
— ¿Porqué me pondría contento que mi esposo tenga un ojo morado, Taylor? — reclamó tomándome de la barbilla con firmeza.
— Siempre dices que debo darme a respetar.
— Sí, y te amo por eso, porque al fin estás haciéndolo — admitió pasando suavemente su pulgar por mi labio inferior.
— ¿Estás enojado aún?
— Un poco, pero me enoja más el golpe en tu cara que lo que hiciste, de hecho me enorgullece que le dieras una lección a Arthur, ese sujeto me tenía harto, necesitaba que alguien le pusiera los pies en la tierra.
— Sí pero... perdiste a Greene por mi culpa, enserio lo siento.
— Planeaba hacer eso desde antes, incluso lo discutí con mi padre el otro día.
— ¿Enserio?¿y qué dijo al respecto?
— No estaba muy contento con la noticia, pero logré persuadirlo, aunque necesitaré otro método para persuadirlo cuando sepa quién será mi nuevo asociado.
— ¿Quién será? — cuestioné.
— Bernard Wright.
— ¡¿Benny?! — clamé con asombro total, él asintió con la cabeza mientras me colocaba de nuevo el filete en el ojo, filete que Algodón miraba desde abajo con mucha emoción.
— Así es, hablé con él hace tiempo, sigue muy interesado en la empresa Dawson, y quiere que hagamos una alianza de negocios, como en los viejos tiempos.
— Vaya, Shawn se va a emocionar cuando lo sepa — admití, jadeando por debajo a causa del dolor que sentía en mi cara — Lamento haber llamado tanto la atención hoy.
— Yo lamento que ese pobre idiota te hiciera dudar de mí... otra vez — murmuró con fastidio y molestia, yo reí por debajo para tomar su mejilla y acariciarla suavemente.
— Disculpa aceptada, cariño — murmuré acercándome un poco a él, para besar sus labios con dulzura, él correspondió a dichos besos de igual forma, aunque en un momento me quitó el filete de la cara para arrojarlo al suelo y dejar que Algodón se lo comiera.
Jadee al sentir cómo me estampaba con fuerza contra el sofá, mirándome a los ojos con severidad, pero logré detectar algo de lujuria en él, lujuria que me hizo sonrojarme de golpe.
— No sabes cómo me excitó verte golpear a Arthur Greene — admitió mientras empezaba a a bajarme el pantalón.
— ¡R-Robert espera! — gimotee.
— No pienso esperar, necesito hacerte chillar, por atreverte a gritarme como lo hiciste en el restaurante, en medio de todas esas personas.
— Robert no — murmuré de forma sumisa, sabía que eso era lo que él quería, que luego de actuar con seguridad y firmeza frente a todos, me doblegara y actuara con sumisión para él, no sé explicar porqué mi esposo ama ser tan posesivo y dominante conmigo y con mi cuerpo, pero ¿eso me molesta? en absoluto.
Arquee la espalda al sentir cómo me penetraba de golpe, empezando un vaivén brusco que me hacía gritar con fuerza, mientras él me miraba desde arriba con deleite.
— ¡¡Ahh, a-ay Robert!! — grité — ¡M-Me duele! ¡mi amor, me duele!
— ¿Quién es tu dueño? — me preguntó, acelerando considerablemente su vaivén.
— ¡Ah, tú, t-tú lo eres!
— ¿Debo recordarte quién es el que manda entre tú y yo? — gruñó alzando mis caderas para azotarme con más fuerza, haciéndome gritar y estremecerme sobre aquel sofá.
— ¡A-Ah, no, p-para por favor! — rogué, pero oírme rogar solo lo excitaba aún más.
— Nadie volverá a tocarte el rostro jamás — murmuró apretándome las mejillas con una sola mano — Soy el único que te pone una mano encima, y solo yo puedo causarte dolor.
— ¡Ah, ay por Dios!
— Sí, exactamente ese tipo de dolor — gruñó hundiéndose de golpe en mi cuerpo, sacándome gemidos roncos y muy sonoros — ¡Sí Taylor, gime para mí!
— ¡¡Robert mi amor!! — chillé viéndolo fijamente a los ojos — ¡Ah, ah, p-para por favor!
— No se me antoja — admitió recostándome de lado para proseguir con aquel vaivén nada sutil, me enloquecía sentir aquellas salvajes estocadas contra mi cuerpo, y ni hablar de lo erótico que era sentir la ronca respiración de Robert en mi cuello, susurrando mi nombre y repitiéndome que yo era de su propiedad, amaba tanto ese lado suyo.
— ¡Ah, a-ay Robert! ¡m-me lastimas! — clamé arqueando la espalda — M-Me voy a venir.
— Si te vas a venir es porque te gusta el dolor, perra masoquista — me dijo viéndome fijamente a los ojos mientras apretaba con fuerza mis muslos y arqueaba mis piernas para hundirse de mejor forma en mi cuerpo.
— ¡Ahh, a-así! — grité echando la cabeza hacía atrás — ¡Ahh, Robert, dame más!
— Mierda, Taylor — gimió por debajo mientras sacaba la lengua, ver a mi esposo de esa forma hizo que mi vientre se contrajera, y que empezara a venirme de golpe en su abdomen.
— ¡A-Ah, d-duele! — chillé mientras me movía de forma vergonzosa por culpa del orgasmo, Robert me sujetó de los brazos y me obligó a moverme mientras el orgasmo terminaba de afectarme.
— Sí, así, buen chico — murmuró mientras me azotaba las caderas con fuerza, para acto seguido, ponerme boca abajo y nalguearme con fuerza — Hoy voy a domar ese mal genio tuyo.
— Pero— traté de quejarme, pero él empezó a moverse dentro mío, al mismo tiempo que me jalaba el cabello con fuerza, haciéndome gemir de manera aguda y muy lasciva.
Mis piernas temblaban considerablemente, me enloquecía el tacto que daba Robert a mi cuerpo, apretando y golpeando aquella zona que tanto le fascinaba, sonará hipócrita, pero empezaba a gustarme mucho que me tocara en dicho sitio.
— ¡Ah, ah, ay por Dios! — gimotee arqueando la espalda — ¡D-Duele!
— ¿A quién le perteneces, Taylor?
— ¡A ti, Robert! — clamé moviendo las caderas — Soy tuyo, mi amor, d-de nadie más.
— ¿Nadie más tiene derecho de tocarte verdad? solo yo puedo escuchar cómo tu voz se quiebra de placer, y soy el único que puede ver cómo tus ojos se dilatan y cristalizan durante el orgasmo — murmuró en mi oído mientras me azotaba con más fuerza.
— ¡¡Ahh, a-ay Robert, no pares!!
— El único que puede sentir cómo tu piel arde con cada embestida, el único que puede saborear el sudor de tu cuerpo, el único que te hará gritar de dolor y placer — gruñó mientras me abrazaba desde atrás para proseguir con su labor — Soy el único hombre que te hará gemir en toda tu vida, Taylor, el único nombre que vas a gemir es el mío, el de nadie más ¿te quedó quieto?
— ¡¡Sí mi amor!! — asentí moviendo las caderas — ¡Eres mi todo, Robert, mi todo!
— Mgh, Taylor — jadeó mientras me daba una brusca estocada que nos hizo venirnos de golpe a ambos, mientras gemíamos de forma algo estruendosa, repitiendo el nombre del otro mientras el orgasmo terminaba de afectarnos.
— Ay por Dios — murmuré mientras me recostaba en el sofá, acción que Robert replicó, acostándose en mi pecho para hundir su cara en mi cuello.
— Me siento mejor — murmuró con inocencia, haciéndome reír por debajo mientras para pasaba mis manos por su espalda.
— Eso me alegra — susurré repartiendo besos por su cráneo — Si tú estás bien, yo también lo estaré.
— Gracias, Ty — dijo mientras alzaba la mirada —Gracias por amarme tanto, y seguir conmigo a pesar de que por mi culpa nosotros—
— Robert — le interrumpí sonriéndole cálidamente — No la perdimos por tu culpa, hiciste todo lo que pudiste.
— Igual te agradezco por quedarte conmigo, juraría que después de perderla, estarías tan enojado que querrías marcharte.
— Nada de eso — dije besándole los labios con dulzura — "Hasta que la muerte nos separe" dijo el ministro, y pienso cumplir con lo que prometí.
— Me llenas de paz al decirme eso, amor mío — susurró para besarme de manera voraz, me dolía que él se siguiera culpando por lo que pasó con nuestra hija, pero lo entendía, yo también aplicaba el "viejo mal hábito" de creer que había sido mi culpa, cuando la verdad era, que ninguno tuvo la culpa de lo que había sucedido, pero la impotencia y el dolor nos hacía pensar de manera irracional.
Continuará
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- Gema
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