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120 - 'Rayo De Luz'

Sanar no es fácil, sobre todo cuando la herida que debes sanar es una herida enorme, que a diario supura y hace que te arda la piel desde dentro, pero, milagrosamente llegan pequeñas cosas a tu vida que te hacen avanzar y dejar de lado tu dolor, pequeños rayos de luz que impregnan cada rincón de tu amarga existencia, y no miento al decirles, que mi rayo de luz llegó justo en el momento, en el que más la necesité.


Los meses transcurrieron con lentitud, yo estaba totalmente enfocado en la escuela, trataba de no descarrilarme y mantener la mente ocupada, para así no pensar tanto en que mi madre ya no me llamaba, fueron meses difíciles, pero afortunadamente, tenía a Robert y a Mónica para ayudarme, y claro, Shawn siempre trataba de mantenerme con los pies en la tierra, y Raquel no llamaba muy seguido, pero siempre que lo hacía era grato oírla, sorprendentemente.


— ¿Tienes el gráfico de la página 115? — le pregunté mientras hacía algunas anotaciones en mi cuaderno, estábamos en la cocina de mi hogar, Shawn últimamente iba seguido a estudiar, sobre todo porque teníamos exámenes muy fuertes, y al tener la casa sola para nosotros (porque Robert siempre llegaba tarde del trabajo) podíamos darnos el lujo de estudiar hasta tarde.


— Claro — dijo él mientras me pasaba el gráfico en cuestión, yo lo anoté rápidamente, sintiendo el calor corporal de Algodón sobre mi regazo, le encantaba dormirse en mis piernas, y con el frío que empezaba a hacer, me encantaba tener un calentador natural a mi disposición.


— ¡Cariño! — escuché de repente la voz de mi esposo, voz que hizo a Algodón levantarse de golpe e ir corriendo hacía él — Hola pequeñín, ¿me extrañaste?


— Gracias por quitarme mi calentador — dije cínicamente mientras mantenía la cara sobre mi cuaderno.


— Es un gusto saludarte, Shawn.


— Hola señor Dawson — dijo mi torpe amigo, quien siguió con lo suyo de igual forma.


Miré de reojo hacía Robert, tragando en seco al ver cómo me miraba con seriedad, pero no una seriedad de "estás en problemas", sino más bien una de "ven acá, te quiero follar".


Me sonrojé de golpe mientras mi respiración se agitaba sin más. Cerré mi cuaderno para rascarme la nuca y ver a Shawn con preocupación y vergüenza.


— Amm, Sh-Shawn, ¿te molesta si seguimos mañana con esto?


— No hay problema — dijo tranquilamente mientras cerraba su cuaderno también, no saben cómo agradecía tener un amigo que compartía condición amorosa conmigo, así él podía entender ciertas cosas que me sucedían, sin enojarse u ofenderse en absoluto por ello.


Él se levantó para tomar sus cosas y salir, despidiéndose de Robert y de mí con amabilidad.


Apenas Shawn se marchó, Robert me hizo una seña para irme a su oficina, cosa que yo hice, sintiendo mi cuerpo arder de deseo y nerviosismo, últimamente Robert estaba insaciable, me follaba casi todos los días, cada minuto libre lo aprovechaba para azotarme contra la cama o contra el sofá, y yo no pienso fingir que eso me disgustaba, la universidad me tenía muy tenso, por ello coger me resultaba muy liberador y satisfactorio, sospecho que por ello Robert me estaba devorando más a menudo, porque ambos estábamos tensos, y según él, necesitábamos relajarnos.


— ¿Ocurre algo? — pregunté de forma sumisa mientras entraba con él a su oficina, y apenas me acerqué, él me tomó de las caderas para azotarme boca abajo en su escritorio, bajándome el pantalón mientras me empezaba a besar el cuello.


— Estoy hambriento — gruñó mientras me daba embestidas por encima de la ropa, las cuales me hacían jadear con desespero.


— ¡A-Ah, R-Robert no! — gimotee, pero él hizo caso omiso a mis palabras, solo terminó de quitarme la ropa para bajarse un poco el pantalón y penetrarme en seco, haciéndome soltar fuertes alaridos de deseo y dolor.


— Mgh, ¿cómo estás tan estrecho, si anoche te cogí hasta tarde? — me preguntó al oído, mientras hundía su hombría contra mi cuerpo.


— ¡Ahh, R-Robert, d-duele! ¡mi amor me duele, m-más lento por favor!


— No — respondió en seco, jalándome las caderas para hacer más profundas sus embestidas, cosa que me hizo arquear las cejas y hacer algunos gestos muy lascivos, no saben cómo me estaba enloqueciendo de placer.


— ¡Ah, ah, q-qué rico! — chillé sacando la lengua — ¡E-Eres increíble!


— Se nota que te gusta que te trate así ¿eh? — bufó estampándome contra su escritorio para proseguir con su salvaje vaivén, Robert seguía siendo muy tierno conmigo en cuestiones cotidianas, pero a la hora del sexo, había vuelto a ser el mismo animal salvaje de siempre, y eso me encantaba.


— ¡Ah, ah! ¿c-cómo te fue hoy? — pregunté entre ahogados jadeos.


— Mgh, aburrido — admitió jalándome del cabello — Por eso escapé temprano para venir a cogerte.


— ¡Ah, e-estoy cerca!


— Ven acá, carajo — gruñó para jalarme las caderas y acelerar considerablemente su vaivén, mientras yo soltaba fuertes gemidos de intenso placer, que llenaban cada rincón de la oficina de mi esposo.


— ¡Ah, a-ay Robert! ¡¡b-basta, me-me duele!! — grité sacando la lengua y sintiendo el fuerte orgasmo atacándome, cosa que me hizo derramar mi semilla sobre la alfombra que recién acababa de instalar en su oficina, pero al parecer, a Robert no le importó en absoluto que su esposo la manchase.


— Sí, amo cuando gritas mi nombre así — susurró en mi oído mientras empezaba a venirse dentro de mi cuerpo también, cosa que me hizo jadear y dejarme caer sobre su escritorio con cansancio.


— Ah, ay maldición — murmuré alzando la mirada — Amo cuando llegas tan excitado del trabajo.


— Habría llegado veinte minutos antes, pero el tráfico era un infierno — se excusó, cosa que me hizo reír por debajo.


— Descuida, lo entiendo perfectamente — susurré volteando para sonreírle de lado y darle un beso en la mejilla.


— ¿Qué tal las clases hoy?


— Todo bien, debo entregar un informe mañana, y si sigo como voy, podré entrar en la clase avanzada, adelantarán mi graduación, y comenzaré pronto mi internado.


— Excelentes noticias — murmuró pasando sus manos por mis caderas — Mejor aprovecho para cogerte ahora que puedo, en el internado ni siquiera te podré tocar.


— Lo sé, sequía de al menos cuatro años — dije con fastidio, la sola idea de tres o cuatro años sin tener sexo me aterraba, me atemorizaba, me llenaba de pánico y de pavor absoluto, díganme exagerado, pero ya me había vuelto un adicto al pene de mi esposo, ni loco quería que me lo quitaran.


— No pienses en eso — susurró besándome el cuello con ternura — Aún falta mucho tiempo para eso.


— Sí pero, por ahora, no quiero otra cosa que no sea estar contigo — susurré rozando mis labios con los de mi esposo, él me sonrió con algo de ternura para cargarme y llevarme a la sala, para recostarnos en el sofá a ver televisión, o bueno, él miró televisión, yo hundí mi cara en sus testículos mientras él escuchaba las noticias.


-


Un ahogado jadeo salió de mis labios de repente, mi hábito de querer llorar no se lograba desvanecer del todo, aún cuando en la escuela estaba yéndome de maravilla, cuando mi vida de pareja iba viento en popa, cuando mi vida por fin parecía estar tomando el curso que debería, el enorme vacío en mi pecho no me dejaba pensar en otra cosa más que en "ojalá pudieras verme, sé que estarías orgullosa de mí".


Cerré la llave de la ducha para pasar mis manos por mi rostro, trataba de llorar a solas para no preocupar a Robert, él sabía que yo aún no estaba bien, pero no quería darle razones para pensar en cosas extremas, incluso me había hablado sobre fármacos antidepresivos, pero yo no quería volverme dependiente de medicamentos desarrollados para precisamente eso, crear dependencia y un falso estado de felicidad, lo menos que necesitaba era engañarme a mí mismo, y que mis engaños brindaran de esperanza ficticia a mi esposo.


Salí de la ducha usando una toalla para secarme el rostro y el cuerpo, mi cabello seguía algo largo (apenas me llegaba a la mitad del cuello), no había tenido tiempo de cortarlo, aunque empezaba a darme igual tenerlo largo o corto, Robert decía que amaba mis rizos, y sospecho que le gustaba verme con el cabello largo, más que nada porque le era más fácil sujetarme del mismo y jalarlo con fuerza durante el sexo.


Salí del baño para ir a la alcoba a vestirme, necesitaba estudiar para un exámen que tendría en unos días, así que opté por ponerme algo ligero, una camiseta ancha y un short corto, eso fue lo que planee, aunque de repente entró Robert a la habitación para cambiar mis planes.


— Salgamos a cenar — dijo mientras caminaba hacía mí, logrando que yo volteara a verle con curiosidad — ¿No quieres?


— Creí que estabas ocupado.


— Algo, pero hace mucho que no salimos a cenar, vamos, nos hará bien salir un rato, solo si quieres, claro — tomé aire para voltear y ver mi propio reflejo en el espejo, tenía unas ojeras terribles, mi cansancio físico era evidente, necesitaba un respiro.


— Bien — dije tomando aire para ir al clóset y elegir qué ponerme de nuevo — Pero volvamos temprano, tengo que estudiar.


— De acuerdo — asintió para ir hacía mí, tomarme de las caderas y pegar mi cuerpo al suyo, besándome lentamente el cuello — Y cuando lleguemos, te haré el amor por horas.


— Robert — gimotee por debajo, volteando a verle de forma algo sumisa, esa mirada lo enloquecía, así como a mí me enloquecía su expresión de deseo bestial, expresión que me dedicaba cada vez que yo pronunciaba su nombre de manera lasciva, como acababa de hacer hace un segundo.


-


— ¿Quieres algo más? — preguntó Robert mientras me veía dar un sorbo a mi copa de vino.


— No gracias — respondí de inmediato, tomando aire y viendo los alrededores de aquel enorme y muy lujoso restaurante, ya veía todo aquello con normalidad, ¿en qué momento me convertí en otro "chico de sociedad"? creerán que me contradigo, pero esos eran los pensamientos que brotaban por mi mente luego de haber perdido a Teddy.


Me alertó sentir cómo me tomaban de la mano para besarla con delicadeza, haciéndome sonreír por debajo y ver detenidamente a mi esposo.


— Gracias por esto, necesitaba salir de casa.


— No agradezcas, mi trabajo es brindarte comodidad y confort — murmuró volviendo a besar mi mano, aunque nuestro momento fue interrumpido por el mesero que llegó a molestar.


— Disculpen caballeros, ¿quieres que les traiga algo más?


— Helado de chocolate — dije rápidamente, logrando que Robert me sonriera coquetamente — Pero póngalo para llevar ¿sí?


— Bien, ¿solo eso?


— Y también traiga la cuenta — dijo Robert, logrando que el sujeto finalmente se marchara, y nos dejara solos por fin.


— Navidad llegará pronto — murmuré observando desde la ventana de nosotros cómo empezaba a nevar, el clima frío de Londres enloquecía cuando llegaba noviembre.


— Así es — dijo Robert copiando mi acción — ¿Cuánto falta para tus días de descanso en la universidad?


— Tres semanas, me parece.


— Bien, ¿y qué te gustaría que hagamos en esos días? — le miré con algo de duda y frustración, sabía porqué me preguntaba eso, pero aún no tenía el valor de volver a casa, no después de lo que había pasado — Sé que no quieres volver a norteamérica, Ty; pero recuerda que aún tienes familia ahí.


— ¡¿A quién tengo allá?! ¡¿al imbécil que mató a mi madre, y al desgraciado de mi tío que solo le reprochaba cosas y le ponía sal en la herida a mi moribunda madre?!


— Tienes a Tyson — recalcó con franqueza, logrando que yo bajara la guardia y mirara a otro lado con pesar — También están Mónica y Raquel, creí que tu relación con ella había mejorado bastante.


— Ella seguro planea viajar con Terrence, así como Mónica y Spencer viajarán a Seattle para pasar fiestas con la familia de él, y yo ya no significo nada para Sony... él está mejor sin mí.


— ¿Eso piensas? — cuestionó tomándome de la barbilla para hacerme alzar la mirada — En momentos así, mi amor, es cuando más debes aferrarte a tus seres queridos, Tyson es todo lo que te queda de Teddy, deberías intentar verlo más a menudo.


— Solo le hago daño — admití sonriendo con dolor — Él se sentirá incómodo cuando me vea llorar de repente; Además, y-yo quería que pasemos navidad en casa este año, con el circo que fue la navidad pasada allá en Cambridge, solo quiero que esta navidad podamos pasarla juntos tú y yo, cariño, sin nada que se interponga en nuestra felicidad.


Él me miró con pesar en cuanto dije eso, lo amaba por querer ayudarme a reunirme con mi hermano, pero no mentía al decir que no quería dañar a Sony, y verme llorar solo lo confundiría bastante, sin mencionar que, yo no quería que Tyson supiera sobre la muerte de Teddy, ¿qué caso tenía decírselo? sé que estaba mal engañarlo, pero no lograba nada, solo lograría que la salud de mi hermano empeorara, y ese no era un lujo que pensaba darme en absoluto.


-


Al salir del restaurante, ambos nos dispusimos a caminar de vuelta a casa, le insistí a Robert para que no lleváramos el auto, quería caminar un poco, y afortunadamente ese restaurante quedaba cerca de casa, cosa que facilitó nuestras intenciones, no saben cómo agradezco haber tomado esa decisión, porque fue el efecto mariposa que cambió mi vida para siempre.


— Yelena quiere que la ayude con el bar — decía él mientras caminábamos tomados de la mano.


— Creí que lo tenía todo bajo control.


— Lo tiene, pero insiste en darme más trabajo, como si yo ya no tuviera suficiente con el café y la empresa — dijo a regañadientes, haciéndome reír por debajo al escuchar sus palabras.


Al pasar por un oscuro callejón, escuché un agudo sonido que me alertó por completo, y que me hizo detenerme en seco mientras un ligero sentimiento de preocupación inundaba mi pecho.


— ¿Qué ocurre? — preguntó Robert volteando a verme.


— Creí oír... — murmuré volteando hacía aquel callejón, tratando de distinguir algo, pero a parte de nieve y basura, no había nada, o eso creí a simple vista.


— Estás cansado, vamos a casa — dijo él mientras me tomaba de los hombros para guiarme por la calle, pero cuando el sonido se repitió nuevamente, ambos nos detuvimos por igual, volteando a ver al otro mientras un semblante curioso y preocupado se dibujaba en nuestros rostros.


— ¿C-Crees que sea—


— No lo sé, hay que ir a ver — dijo mientras me tomaba de la muñeca y me guiaba al lugar del que provenía aquel débil y agudo llanto.


Ambos estuvimos buscando por aquel sucio callejón, hasta que nos percatamos de la existencia de una pequeña caja de cartón, en la que un pequeño bulto se movía y berreaba con las pocas fuerzas que debían quedarle tras estar varias horas a la intemperie, tan solo recordar esto siento mi pecho retorcerse de la rabia y el dolor.


— Oh por Dios — gimotee mientras me acercaba rápidamente a aquella caja, viendo con pesar a un pequeño bebé llorando y gritando a mares, clamaba por ayuda, y nadie le respondía.


— Dios santo — dijo Robert con horror, agachándose frente a la caja para sujetar al bebé en brazos — Está helado, hay que llevarlo al hospital.


— P-Pero debe ser rápido, m-mejor llevémoslo a casa a subirle la temperatura, y-y cuando esté más caliente lo llevamos al hospital — dije mientras sentía mis manos y mi pecho agitarse de golpe, estaba muy asustado, ver eso me dejó muy impresionado, y con un peor concepto de las personas del que ya tenía de por sí.


— Bien, vamos ya — dijo Robert para irnos a paso acelerado a nuestro hogar, el bebé lloraba y temblaba en los brazos de mi esposo, pero se notaba que le daba confort estar envuelto en algo que le brindara calor, después de quién sabe cuántos días de haber estado solo y a la deriva.


-


Al llegar a casa, lo envolvimos en mantas y lo recostamos en la cama, ambos lo vigilábamos con mucha preocupación, temía que aquel bebé estuviera al borde de la muerte, doy gracias al cielo por haberme equivocado de manera inminente.


— Malas noticias — dijo Robert mientras entraba a la habitación — Llamé a una ambulancia pero dicen que no pueden venir, hubo un accidente por la nieve y los hospitales están abarrotados.


— Tendremos que cuidarlo por esta noche — dije mientras pasaba mi mano por la cabeza de la pequeña criatura, quien dormía plácidamente entre unas sábanas limpias y gruesas que Robert sacó del clóset — ¿Teresa no está?


— No, dejó una nota, parece que tuvo que salir a casa de sus hijos, volverá por la mañana.


— Dos tontos y un bebé — murmuré cínicamente, mientras Robert se sentaba en la cama para ver atentamente a la criatura frente a nosotros.


— Necesitamos pañales — dijo él, cosa que me sorprendió — S-Si se ensucia o algo, ¿con qué pretendes limpiarlo?


— Planeaba usar una de tus camisas — dije de forma burlona, ganándome que Robert me mirara con odio absoluto — ¡Es chiste, idiota! claro que necesitamos pañales, o... qué se yo, leche también, quién sabe cuándo fue su última comida.


— Mh, tengo una idea — dijo mi esposo para levantarse de la cama y caminar hacía la puerta de la habitación, dejándome solo con el bebé.


Tragué en seco mientras tomaba una de sus pequeñas manos y la acariciaba suavemente, el pecho me dolía tan solo de pensar en lo mucho que debió de sufrir esa pobre criatura, abandonada a su suerte, sin nadie que atendiera a su llamado de auxilio, yo siempre creí que me había tocado una vida difícil, pero encontrar a ese pequeño rayo de luz abandonado en un callejón, hizo que mi visión sobre la vida cambiara por completo.


Luego de un rato, Robert regresó, junto con nuestra vecina de enfrente, una mujer rubia y de sonrisa amistosa, acababa de dar a luz, así que imagino cuál era la intención de Robert al traerla.


— Pase señora Svenn — dijo mi esposo mientras la dejaba entrar a nuestra habitación.


— Oh por Dios — dijo ella mientras iba a la cama para tomar en brazos a la pequeña criatura que seguía durmiendo — Miren nada más, qué cosita tan hermosa, ¿cómo alguien podría abandonar a un pobre bebé de esta forma? se nota que no tiene más de un mes de nacido.


— Es realmente monstruoso — dijo mi esposo, mientras él y yo veíamos cómo la dama tomaba un biberón de la pañalera que colgaba de su hombro, para darle de comer al bebé.


— ¿Qué planean hacer? — cuestionó ella.


— La llevaremos al hospital mañana — dije mirando atentamente cómo las mejillas del bebé se sonrojaban, cosa que me hizo sonreír conmovido — Es muy pequeño, me preocupa que se haya hecho daño.


— Servicios infantiles podría hacerse cargo de él — aconsejó la señora, aunque tales palabras rápidamente me alertaron, gesto que Robert notó, por lo que rápidamente trató de mostrar una negativa hacía dicho plan.


— Primero hay que asegurarnos de que coma y esté bien — dijo mi esposo, mientras iba hacía mí y me palmeaba el hombro, tacto que tomé como una manera suya de decirme "cálmate".


— ¿Quién podría abandonar a un angelito como este? — dijo ella mientras terminaba de darle el biberón, asombrándose al ver la botella casi vacía — Vaya, lo bebió casi todo, seguramente estaba hambriento.


— Pobrecito — murmuré con pesar.


— ¿Puedes sujetarlo un momento? — me preguntó, yo rápidamente asentí, aunque me puse muy nervioso cuando tuve a la pequeña criatura en mis brazos, era tan frágil, lucía tan indefensa, tenía miedo de dejarla caer y terminar de hacerle daño.


Noté que Robert hablaba con la mujer sobre algunas indicaciones que ella le estaba dando, al mismo tiempo que le daba pañales y otras cosas que podría necesitar la criatura, mientras yo solo me dedicaba a sujetarla con sumo cuidado.


Mi corazón latió con mucha fuerza en cuanto abrió los ojos, y pude ver de frente un par de preciosos zafiros que me cautivaron desde el primer segundo en que los ví, a pesar de que todas las dificultades por las que estaba pasando, sus ojitos brillaban con una intensidad que me hizo sonreír con emoción, esa fue la mirada que me robó el corazón, la mirada de la pequeña personita que cambiaría mi vida y la de Robert para siempre. 



Continuará


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- Gema


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