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119 - 'Expertos'

Luego de ducharnos, salí con Robert a la sala para ver televisión un rato, aunque él se quedó profundamente dormido en el sofá, y aprovechando esto, me puse un suéter junto a unos jeans y salí de casa sin que nadie lo notara, no tenía ganas de salir, pero quería ir a hacer algo especial por mi esposo.


— Ya te lo dije, le insistí en que saliéramos a cenar, Moni; ¡Y él simplemente no quiso! — hablaba por teléfono mientras esperaba en la fila de aquella repostería, mi "retiro del plano social" recortó considerablemente mi comunicación con Mónica, ella estaba igual de preocupada que Robert, y yo actuaba igual de cretino con ella, así como hice con mi esposo, por lo que solo le texteaba de vez en cuando para avisar "estoy bien, no he muerto aún", y ya cuando me animé a salir, retomamos nuestras pláticas habituales.


— Es una pena que él no quiera hacer algo especial por su cumpleaños.


— ¡Lo sé! es tan molesto, digo, ¡lo amo por querer acompañarme, pero lo odio por ser tan obstinado! — gruñí mientras llegaba finalmente a la recepción, haciendo mi pedido y entregando mi tarjeta de crédito — Quiero prepararle una cena especial para compensarlo.


— Pero tú no sabes cocinar, Ty — dijo cínicamente, haciéndome gruñir por debajo al oírle decir eso.


— Eso ya lo sé, pero le pediré ayuda a Teresa, ¿qué tan difícil puede ser preparar un filete o algo así? — dije mientras tomaba mi tarjeta de crédito y la guardaba en mi billetera.


— ¿Ni siquiera sabes qué vas a cocinarle? — preguntó risueña.


— Algo pomposo, igual podría preparar vómito de gato y Robert lo comería con gusto solo porque yo lo preparé.


— Creo que Robert no llegaría tan lejos por ti.


— Creeme, a veces me preocupa qué tan lejos podría llegar Robert por mí — decía mientras apoyaba el celular en mi hombro para tomar con cuidado el pastel y darme vuelta para salir de aquella tienda, aunque choqué repentinamente con una persona, afortunadamente el choque no arruinó el pastel, pero sí mi mal carácter, sobre todo al ver a esa persona de frente.


— Oye ¿porqué tanta prisa? ¿debes ir a recoger a tu novio del asilo o qué?


— Debo colgar, Mónica, me encontré a una cucaracha — renegué colgando el teléfono y guardándolo en mi bolsillo — ¡¿Qué mierda haces aquí, Winchester?!


— ¿Aquí, en medio de una repostería? pues vengo a tomar el sol, mi buen amigo norteamericano — gruñí por debajo para ignorarlo y simplemente seguir mi camino, aunque él se fue detrás de mí para seguir atormentándome — ¿Adónde vas tan de prisa?


— Eso no te incumbe — recalqué sonriendo de forma ácida y amenazante.


— Mmm, pastel de cumpleaños, ¿quién es el festejado?


— Mi esposo, Robert Dawson, ¿sí lo recuerdas, no?


— ¡Ah, el anciano! ¿y cuántos está cumpliendo ya, ochenta y siete? — le miré de reojo con absoluta severidad, me sentía capaz de abofetearle la cara a ese imbécil, pero solo porque quería volver a casa antes de que Robert despertara, fue que decidí solo mirarle con incredulidad y seguir mi camino, mientras él seguía diciendo cosas referentes a la edad de mi esposo, cosas que enserio me esforcé por ignorar, era tan odioso tener que lidiar con tarados como él.


-


Al volver a casa, me sorprendió mucho ver que Robert seguía dormido, así que sin dudarlo dos veces, dejé el pastel en la isla de la cocina, tomé un recetario que Teresa dejó en los gabinetes, y me dispuse a prepararle una cena especial de cumpleaños a mi esposo, ¿y cómo me fue? pues... al menos lo intenté.


— A ver — murmuraba mientras le ponía algo de colorante a la "sopa de salchicha" que estaba preparando, aunque aquello era una mezcla insana de pasta, salchichas, papas, carne, y demás cosas que encontré en la cocina, lamentable no se veía, pero tampoco diría que se veía apetitoso.


— Creo que encontré un ratón de cocina — murmuró la ronca y adormilada voz de mi esposo, quien se paró detrás de mí para abrazarme las caderas y besarme el cuello, logrando alertarme de golpe.


— ¡R-Robert! — clamé volteando a verle con una sonrisa nerviosa y tímida — ¿Q-Qué tal tu siesta?


— Bien, y veo que el gato hace fiesta cuando los dueños de la casa duermen — bromeó mientras miraba la olla que hervía en el fuego — ¿Qué preparas, cielo? ¿algún caldo exótico para que me enamore más de ti?


— ¡¿Qué cosas dices?! — clamé de mala gana, haciéndole reír con cinismo — S-Solo trataba de hacerte una cena especial por tu cumpleaños.


— Ay cariño, no te hubieras molestado, tesoro — dijo sonriéndome con ternura, para voltear a ver la olla y sonreír con preocupación — ¿Y qué delicateza preparas, gato o perro?


— ¡Eres un cretino! — gruñí tratando de quitarme el delantal, pero él me detuvo para sonreírme cínicamente.


— Es un chiste, cariño; enserio agradezco que quisieras prepararme de cenar — dijo mientras tomaba una cuchara de madera para probar la comida, cosa que me hizo fruncir el ceño con preocupación, sobre todo al ver su semblante curioso y pensativo.


— ¿Qué tal está?


— Interesante — admitió, cosa que me hizo chasquear la lengua con frustración — No está mal, lo digo en serio, pero siento que le falta algo.


— ¿Un poco de amor y un mejor chef? — dije con ironía, haciéndole reír por debajo.


— No necesariamente, creo que con un poco de romero el sabor puede mejorar — explicó mientras iba al especiero y tomaba el tarro del romero, para rociar un poco en la olla en cuestión — ¿Y qué tipo de carne usaste?


— No lo sé, solo puse lo que Teresa tenía en el congelador.


— Dios quiera y no hayas tomado la comida procesada de Algodón — bromeó, aunque yo tragué en seco al creer que su broma podía volverse una realidad.


Robert me ayudó con la cena, hizo que un vomitivo desastre se volviera toda una cena deliciosa, mi esposo definitivamente hace magia, lo digo enserio.


— Bien cariño — decía mientras me ayudaba a llevar dos platos a la mesa, mientras yo llevaba uno solo — Iré a cambiarme para cenar, así esperamos a que Teresa llegue, ¿te parece?


— De acuerdo — dije dejando el plato en la mesa, aunque me alertó escuchar cómo tocaban el timbre — Debe ser ella.


— O mi madre — dijo Robert con algo de fastidio, quitándose el delantal para ir a abrir la puerta, yo inhalé con nerviosismo mientras me quitaba el delantal también e iba a la cocina para servir un poco de vino.


Al pasar unos minutos, pude oír las agudas voces de mis sobrinos, al mismo tiempo que escuché pasos venir a la sala, se trataba de todo el clan Dawson, y al decir "todo", literalmente me refiero a ¡todos! cosa que me sorprendió bastante, no los veía a todos reunidos desde mi boda, hasta Yelena les estaba acompañando.


— ¡Taylor, cariño! — me saludó mi suegra, yo la recibí con una copa de vino, de hecho el vino que serví era para los invitados, pero al ver que me faltaría gente, decidí que debía ir por un poco más.


— Es un gusto verlos — les saludé tranquilamente — Iré por un poco de vino para ustedes.


— Oh descuida cariño, no te preocupes por eso — insistió mi suegra mientras me apretaba la mejilla — ¿Cómo te has sentido últimamente?


— Bien, amm... solo un poco, ya sabes... — sonreí por debajo al no saber qué responder, logrando que mi suegra me observara con algo de pesar.


— Lo entiendo, cariño, pero aquí estamos todos para apoyarte ¿de acuerdo?


— Sí, gracias Catherine — murmuré sonriéndole con timidez.


— ¡Tío Madonna! — me gritaron mis sobrinos al ir hacía mí, yo me agaché para recibirlos con un fuerte abrazo, abrazo al que me correspondieron con gusto.


— Es un placer verlos, niños — les saludé poniéndome de pie y alborotando el cabello de los tres, mientras miraba de reojo cómo mis cuñados me miraban atentamente, George con pena y Alice con recelo (como siempre).


— Taylor — habló George mientras se acercaba hacía mí junto a Molly — Sentimos mucho tu pérdida.


— Se los agradezco — asentí sonriendo con algo de incomodidad, de repente empecé a sentirme algo sofocado, no tengo idea de porqué.


Me alertó ver cómo Alice caminaba hacía mí cruzada de brazos y con semblante penoso, mientras Robert caminaba detrás de ella y la vigilaba con recelo.


— Lamento tu pérdida — dijo ella.


— Te lo agradezco — murmuré con algo de seriedad, mirando de reojo la silueta de lo que sería mi esposo en el futuro, la fría mirada de Dawson mayor era abrumadora, pero ya no lograba ponerme los nervios de punta como antes, había pasado por demasiadas cosas esos meses, desde luego mi sensibilidad hacía la mirada de un decrépito anciano no sería la misma.


-


Los Dawson se quedaron a cenar igual que Yelena, yo no planeaba cocinar para tantas personas, afortunadamente mi esposo predijo dicho escenario, y me ayudó a preparar botanas y demás cosas para acompañar la sopa, la cual se llevó los elogios de Teresa y de Molly, las que yo consideraba las mejores cocineras que conocía, por ello me sentí muy honrado por tales elogios, aunque bueno, es ególatra llevarme el crédito por algo que hizo Robert.


Luego de cortar el pastel, todos siguieron bebiendo un rato más, todos estaban muy animados platicando con mi esposo sobre negocios y de fútbol, yo solo me quedé pegado a Robert sin prestarle mucha atención a lo que decían, no porque no me interesara lo que decían, simplemente yo no entendía nada de fútbol soccer, aún cuando mi pareja parecía ser un aficionado a dicho deporte.


— Gracias por haber venido — decía Robert mientras los acompañábamos a todos a la entrada principal de nuestro hogar, la verdad esa reunión fue bastante tranquila, todo lo contrario al cumpleaños anterior de mi esposo, pero irónicamente, siento que esa reunión la disfrutó mucho más que su pomposa fiesta de hace un año.


— Mañana debemos ver el partido en el bar — le decía George.


— Lo haré, solo que llegaré algo tarde, tal vez en el minuto quince o veinte.


— Gracias por su hospitalidad, tesoro — dijo mi suegra mientras me abrazaba con fuerza, correspondí aquel abrazo sintiendo mi pecho doler de repente, su calor me recordaba mucho al de Teddy, aunque el suyo era muy diferente al de mi madre, era como una gratificante combinación de Robert y Teddy, que me ayudó a sentir mucho confort.


Mis cuñados se despidieron de nosotros, incluso Alice, quien lucía de muy buen humor, abrazó con fuerza a Robert y a mí me dió un apretón de manos honesto, para cargar a su hijo e irse con él, acción que replicó George, y por últimos se fueron mis suegros, ya que Catherine estaba ocupada besando las mejillas de Robert, y cuando ella terminó, John estrechó la mano de él, mientras mi esposo lo miraba con severidad, creo que no hace falta decirles que Dawson mayor ni siquiera se despidió de mí al marcharse, y menos mal que no lo hizo, no quería tener que lidiar con ese hombre.


— Estoy exhausto — murmuró Robert mientras entraba de vuelta a casa conmigo — Solo quiero ir a la cama y dormir por horas.


— ¿E-Enserio? — murmuré tímidamente, logrando que Robert volteara a verme con curiosidad — Es que, y-yo... i-iba a darte un regalo de cumpleaños más.


— ¿A parte de la cena y el pastel? — cuestionó burlonamente, pero al ver el gran rubor que llenó mis mejillas sin más, su sonrisa se convirtió en un semblante serio, pero de deseo.


No fue necesario decir nada más, ya que él me cargó en brazos y me llevó a nuestra habitación, besándome con deseo mientras acariciaba cada centímetro de mi piel, ignorando totalmente al pequeño animal que ladraba detrás de nosotros con entusiasmo.


Apenas llegamos a la recámara, Robert me llevó hasta la cama para empezar a quitarme la ropa, mientras yo le observara con emoción y algo de timidez.


— ¿Cómo te sientes? — preguntó bajándome el pantalón junto a la ropa interior.


— Bien — asentí con la cabeza entre ahogados jadeos — P-Puedes ser el tú de siempre.


— ¿Seguro? — preguntó tomándome de la mejilla, yo asentí mientras le sonreía cálidamente — No creo ser el mismo de siempre, quiero contenerme, para no hacerte daño.


— No quiero que te contengas — susurré ahogadamente, viendolo a los ojos con deseo y timidez, expresión que hizo al señor Dawson arquear el ceño con un semblante muy lascivo, que casi me hace temblar de los nervios y de la pasión.


Nos condensamos en unos lentos besos casi tan adictivos como la nicotina en los cigarrillos que yo fumaba a menudo, supongo que me volví dependiente del tabaco al no poder probar los labios de mi esposo, es curioso, pero ya he visto casos de ese tipo, así que no se me hacía algo muy increíble que digamos.


Un hilo delgado mantenía unidas mi lengua y la de Robert, aún cuando ya habíamos apartado nuestras bocas de aquellos voraces besos de lengua, que lograron calentarnos por completo a mi esposo y a mí.


— Eres tan hermoso — susurró mientras me abría de piernas y se colocaba encima de mí; yo estaba nervioso, aún cuando ya lo habíamos hecho temprano, algo dentro de mí me hacía sentir una angustia y nerviosismo abismales.


Gemí con fuerza al sentir cómo Robert entraba lentamente en mi ser, luchando por contenerse y no azotarme como un animal, lo noté por su respiración y su forma de temblar tan brusca, admito que fue muy doloroso al principio, pero era demasiado satisfactorio sentir a Robert en mi interior nuevamente.


— ¡A-Ah, c-cariño! — gimotee arqueando la espalda.


— ¿Te duele? — preguntó tomándome la mejilla, le miré con algo de frustración y deseo ante su pregunta.


— C-Claro que duele, e-es por eso que me gusta — admití tratando de mover las caderas, aunque era difícil, dolía más de lo que recordaba.


— Espera — murmuró mientras salía de mi interior, para caminar hacía uno de los cajones junto a la cama, del que sacó una pequeña botella cuya sustancia se me hacía familiar — Así evitaremos que sufras tanto.


— Pero quiero que me duela — dije con algo de vergüenza, él rió por debajo para ir hacía mí y besarme los labios con deseo.


— Estás de reposo, Ty; y como tu enfermero, mi deber es velar por tu bienestar.


— Payaso — dije con fastidio, mientras él me besaba de nuevo, acariciando cada centímetro de mi piel, y brindándome el confort que necesitaba para acostumbrarme a lo que estábamos a punto de hacer, aún cuando ambos ya éramos unos expertos en dicha materia.


-


— A-Ah — gimotee mientras disfrutaba del tacto que daba mi esposo contra mi cuerpo, usando sus dedos y el lubricante para "aflojarme" y así evitar que me doliera tener sexo — M-Más adentro.


— Calma, gatito — murmuró tomándome la barbilla para hacerme alzar la mirada y verlo a los ojos — Solo te estoy aflojando un poco, no pretendo hacerte venir todavía.


— ¿F-Falta mucho? — pregunté mordiéndome el labio inferior.


— Déjame ver — dijo mientras me dejaba en la cama boca abajo, para ponerse encima mío y frotar su miembro contra mis glúteos — Relájate, prometo que seré gentil.


— Nunca lo eres — dije con algo de ironía, cosa que hizo a Robert reír por debajo.


Gemí al sentir cómo Robert entraba a mi cuerpo de golpe, sacándome jadeos roncos y muy lascivos, mientras él empezaba a besarme los hombros suavemente.


— ¿Mejor? — me preguntó al oído, asentí con la cabeza mientras volteaba a verle con deseo.


— S-Sigue — le rogué por debajo, buscando sus labios para condensarnos en un beso dulce y apasionado, beso que mi esposo me concedió, mordiendo mi boca mientras sus embestidas se iban volviendo cada vez más y más salvajes, ya habíamos vuelto a nuestros "hábitos íntimos" habituales.


— Estás temblando — susurró pasando sus manos por mis pezones — ¿Todo bien?


— S-Sí — asentí apretando las sábanas sobre las que estábamos.


— ¿Quieres cambiar de sitio?


— No, a-aquí estoy bien — respondí echando la cabeza hacía atrás, jadeando al sentir unos besos en mi cuello, y cómo Robert poco a poco me iba poniendo boca arriba para hacer más profundas las embestidas, y poder verme a los ojos mientras lo hacíamos — ¡A-Ah! n-no pares.


— Taylor, cariño — murmuró apretando mis muslos con fuerza, empujando más su hombría dentro de mí, cosa que me hacía temblar y jadear con fuerza — ¿Lo estás disfrutando?


— ¡C-Claro que sí! — asentí rápidamente, tomándole de los hombros para besarlo con deseo, y al hacerlo, Robert aprovechó para meter su lengua de lleno en mi boca, dicha acción me hizo estremecer como nunca, amaba quedar a merced de la lujuria de mi esposo nuevamente.


— ¿Quieres venirte? — preguntó con voz ronca, yo asentí con la cabeza mientras sacaba la lengua y ponía los ojos en blanco — Se te nota, mírate nada más, quieres derramarte sobre mi cuerpo ¿no?


— ¡Ah, Robert! ¡m-más fuerte!


— ¿Fuerte? — preguntó hundiéndose de golpe en mi cuerpo, sacándome gemidos roncos y muy sonoros, mientras él solo se disponía a azotar mi cuerpo con fuerza, como si su intención fuera dejarme paralítico.


— ¡Ah, R-Robert, m-me lastimas! — chillé clavando mis uñas en su espalda, y echando la cabeza hacía atrás para permitirle morderme el cuello — ¡A-Ah mi amor, n-no pares por favor!


— ¿Parar? jaj, ni loco, Taylor — me dijo al oído mientras entrelazaba mis piernas en sus caderas, me estaba volviendo loco de placer, me encantaba cómo la piel de Robert estaba igual de caliente que la mía, un detalle al que nunca le había prestado atención hasta el momento, pero que me encantó haber notado finalmente.


— ¡Ah, R-Robert, m-me duele! — gemí arqueando la espalda, él me miró curioso para recostarme de lado y seguir con su vaivén.


— ¿Quieres una pausa? — me preguntó al oído mientras alzaba una de mis piernas para seguir con aquel vaivén, pero yo rápidamente me negué.


— ¡No, s-sigue! — afirmé cerrando los ojos y dejándolo hacerme lo que quisiera, de todas formas, ese era mi regalo de cumpleaños para él, y también era un regalo por haber cuidado tan bien de mí, aunque ahora que lo pienso, fue muy pobre ofrecer solo una sesión de sexo salvaje como pago por haber evitado que yo acabara con mi miserable existencia, es por ello que, hoy en día, lucho por compensarle a Robert esos momentos amargos que nos causé a ambos, por más que él me insiste que mi depresión por el luto no fue mi culpa, hubo muchas otras cosas que, personalmente, opino que sí fueron causadas por mi propia mano.


Las horas pasaban corriendo, Robert me cambiaba de posición cada que tenía oportunidad, lo notaba ansioso y algo desesperado por mí, aunque poco a poco su salvajismo se convirtió en ternura, lo que dió pié a una ronda de sexo lento y muy cariñoso, que definitivamente fue mi punto de quiebre.


— ¡Ah, ay sí, a-ay Robert! — gemía con fuerza antes las embestidas lentas pero muy certeras que me daba mi esposo, volvimos a la posición convencional (él encima de mí mientras me besaba el cuello y me sujetaba las piernas, y yo gimiendo como perra mientras clavaba mis uñas en su espalda) aún cuando hicimos de todo esa noche, él solo quería estar lo más adentro posible de mi cuerpo, eso se notaba a kilómetros.


— Taylor — me repetía al oído de forma sexy, no me decía nada más, solo pronunciaba mi nombre de forma muy erótica, y eso bastó para que yo perdiera totalmente la razón.


— ¡Ah, ay Robert, me-me vengo! — grité al mismo tiempo que se erizaba mi cuerpo y mi semilla salía de mí para manchar el cuerpo de mi esposo, a quien poco o nada le importó esto, solo siguió abriéndose camino en mi ser, besándome el cuello y dejando marcas pronunciadas en este mismo.


— Te amo — susurró tomando mis manos para colocarlas sobre mi cabeza y apretarlas con fuerza — Eres mi vida, Taylor; eres mi todo, no hay un mejor regalo para mí que tenerte conmigo.


— Mi amor— traté de frenara sus palabras, pero él no me lo permitió.


— Shh, déjame verte bien, Ty; déjame verte a los ojos mientras te hago mío otra vez — me pidió mientras me observaba atentamente a los ojos, me enloquecía la ternura y el éxtasis que reflejaban sus hermosas joyas azules — No sabes lo feliz que me hace poder estar así contigo de nuevo.


— Robert— susurré suavemente — M-Me duele.


— Calma, acabará pronto — murmuró apretando mis manos mientras gruñía por debajo, se notaba que estaba por venirse.


— Bésame — le rogué — Bésame por favor.


— Taylor — susurró para irse sobre mí y besarme de manera hambrienta, al mismo tiempo que impregnaba mi ser con su semilla, y nuestros jadeos salían de nuestros labios para chocar en nuestros rostros.


Al apartarnos del beso y de la densa corriente del orgasmo, ambos nos vimos a los ojos de una manera indescriptible, era una combinación aguda de melancolía, ternura, emoción y pasión, todo condensado junto con una respiración agitada que poco a poco se fue volviendo lenta.Él se recostó en mi pecho para escuchar cómo latía mi corazón, mientras yo jugueteaba con su cabello y sentía una emoción rara en mi pecho, emoción que hizo que mis ojos se cristalizaran de inmediato.


— ¿Estás bien? — preguntó alzando la mirada, para tomarme de la barbilla y verme con preocupación.


— Tengo miedo — admití, logrando que Robert se recostara a mi lado para verme con detenimiento — Me aterra que me siga doliendo el pecho cada mañana, que nunca logre asimilar lo que pasó, y que un día solo... no quiera levantarme de la cama de nuevo.


— Eso no pasará, Ty — murmuró tomándome de la mejilla para acariciarla suavemente — Haber hecho esto es fiel prueba de que estás empezando a dispersar el dolor de tu ser, pero de igual forma te prometo que no permitiré que eso ocurra otra vez, no voy a perderte de nuevo, Ty; no pienso hacerlo.


— A veces me siento bien, pero hay momentos en los que... siento que solo quiero llorar — admití mientras me recostaba de lado y usaba mi brazo como almohada.


— Llorar está bien, cariño; eres libre de hacerlo, solo no dejes que la pena te consuma, eres fuerte, sé que podrás sobreponerte a esto.


— Siempre y cuando no me dejes solo jamás — le rogué mientras me acercaba a él para acurrucarme en su pecho, Robert me recibió con un beso en la frente y una tierna caricia en los brazos.


— No te voy a abandonar, cariño; es una promesa.


Luego de eso, nos dimos un par de besos más y luego nos fuimos a dormir, yo me quedé dormido primero, Robert me pidió que lo hiciera, ya que quería cuidar mi sueño, se había vuelto un hábito en él, uno que me daba ternura, pero me avergonzaba mucho, sobre todo porque conocía muy bien la naturaleza de ese "repentino instinto por querer cuidar de mí".



Continuará


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- Gema


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