111 - 'Desdén'
Los días transcurrían de forma muy lenta y pesada para mí, luego del incidente con los billetes me volví más cauteloso, ocultaba el dinero y mi tarjeta aún en casa de Stan, y trataba de salir con ropa no tan "llamativa" para que no creyeran que llevaba cosas de valor conmigo, en resumen, volví a ser el andrajoso, agresivo y paranoico Taylor de Detroit.
La salud de Teddy seguía delicada, afortunadamente ya había cobrado algo de fuerzas para caminar por la casa y sentarse en el pórtico conmigo, aunque no por mucho tiempo, me preocupaba que pescara un resfriado o algo por el estilo.
— ¿Enserio vivías en Inglaterra? — preguntó con asombro mi primo Arnold, hijo del tío Stan, quien tenía diecinueve años, contemporáneo conmigo, aunque él siempre fue más ingenuo y despreocupado, un idiota en formación.
— Sí, Arnold, como te he dicho desde que llegué, vivo en Londres — recalqué con algo de molestia, mientras daba un bocado a mi comida, y veía de reojo cómo Teddy jugueteaba con la comida en su plato, sin intención alguna de probarla — Come ¿quieres?
— Hago lo que puedo — dijo con molestia, desde hace días que ella se negaba a comer, apenas y probaba la comida, eso me sacaba de quicio.
— Pues haz más — dije con severidad, aunque luego me di cuenta de que esa no era la forma en la que debía lidiar con un enfermo, sobre todo con mi quisquillosa madre.
Me acerqué a ella para sentarme a su lado, tomando el plato con comida y empezando a darle de comer en la boca a mamá, ignorando totalmente la mirada de incredulidad que nos dedicaba Stan, desde hace días que luchaba por ignorarlo, pero sentía que llegaría un punto en el que iba a tocar fondo e inevitablemente explotaría, yo conocía muy bien mi mal carácter.
— No es la mejor comida del mundo, pero algo es algo — dije mientras le guiñaba el ojo a mamá, logrando que ella y Arnold rieran por debajo, y que Stan (quien preparó el almuerzo) me mirara con odio absoluto.
— ¿Has hablado con Robert, cielo? — preguntó mientras masticaba algo de comida.
— Sí, está ocupado en la oficina, pero te manda saludos — mentí, y me dolió hacerlo, pero no quería preocupar a mamá; lo cierto era que desde hace tres días que no lograba comunicarme con el señor Dawson, su celular sonaba apagado, y cada que iba a la sede de las industrias Dawson, el señor Jones decía que no tenían noticias suyas, y solo tenían comunicación con Doughnut, eso me ponía los pelos de punta.
— Robert cocina muy bueno — dijo Teddy — Prepara un estofado genial.
— ¿Cuándo has probado el estofado de mi esposo? — pregunté entre risas cínicas, importándome poco que Stan me miraba con asco y severidad.
— Cuando vino a pedirme tu mano, antes de que te fueras a Londres, se quedó y me ayudó a cocinar, cuando probé su cocina quise de inmediato que fuera mi yerno — reí por debajo al oírla decir eso.
— Pues se te cumplió el deseo, y menos mal que fue así — admití mientras sonreía por debajo, tomando otro poco de comida para ofrecérselo a mamá, pero ella se negó a recibirla — Por favor, Teddy; solo un poco más.
— No cariño, perdona, pero si como más estoy segura de que voy a vomitar.
— Bien — suspiré dejando de lado el plato de comida, para levantarme y ayudarla a ponerse de pie, y de esta forma, guiarla al sofá de la sala para dejarla ver televisión mientras yo hacía las tareas impuestas por Stan, porque obviamente, mi estancia en su casa no iba a ser gratuita.
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— Con un demonio — gruñí mientras terminaba de tallar aquel lavabo con un cepillo, limpié la cocina junto con el baño y la habitación de Teddy, y aún me faltaba barrer el pórtico, "necesito vacaciones" pensé con pesar, mientras me quitaba esos guantes gruesos y caminaba hacía la sala para ver que Teddy estuviera cómoda.
Al llegar a dicho sitio, me alertó verla dormir plácidamente en el sofá de la sala, envuelta por una gruesa manta que le dí, verla tan tranquila me hizo sonreír de lado y acercarme para verificar que no tuviera fiebre, últimamente la fiebre era demasiado fuerte, un síntoma normal de su condición, pero que igual me ponía muy nervioso.
— ¿Mh, Ty? — preguntó mientras abría con cuidado los ojos, sonreí de lado al verle.
— Perdona, solo revisaba que no tuvieras fiebre, vuelve a dormir ¿sí Tedd?
— Te ves cansado — dijo mientras me tomaba la mejilla, sonreí de lado mientras suspiraba por debajo.
— Sí ehh... no es nada, solo limpiaba un poco.
— ¿Tú, limpiar? — dijo con incredulidad.
— Sé limpiar, Teddy — clamé con molestia, era odioso que todos mis conocidos me tacharan de puerco, aunque me alivió ver reír a mamá, al menos su sonrisa no se apagaba todavía.
— Soñaba con Tyson — dijo mientras me acariciaba el cabello — Y con su padre.
— ¿Tyrone? — pregunté observándola con algo de pesar, no sabía mucho del primer esposo de mamá, más que nada porque hablar del tema le dolía, pero cada que hablaba de él, su sonrisa se iluminaba y sus ojos se cristalizaban, se notaba que aún después de tantos años, ella lo seguía amando.
— Así es — asintió mientras me acariciaba la mejilla — Me hubiera encantado que lo conocieras, Ty; él te habría amado muchísimo.
— ¿Tú crees? creo que se habría hartado de mí el primer día — dije entre risas sutiles.
— No, él era muy bueno, era dulce, gentil, me miraba de la misma forma en la que Robert te mira a ti — me sonrojé cuando la escuché decir eso, con solo esa última frase, me fue fácil deducir la clase de persona que era él, y lo mucho que debió amar a Teddy.
Tomé su mano y la besé con cuidado, dedicándole una cálida sonrisa a mi madre para tratar que no se deprimiera, aunque no sabía exactamente qué palabras decirle para reconfortarla, trataba de ponerme en su posición, y solo imaginarme viviendo una vida sin Robert, hacía que mi pecho doliera con intensidad; siendo así ¿cómo podía yo decirle algo a Teddy para reconfortarla, si yo mismo no imaginaba confort para mi alma si me llegara a quedar sin mi esposo? fue por ello que preferí callar, antes que decir alguna palabra vacía.
— Vuelve a dormir, iré a barrer afuera — traté de levantarme, pero un agarre de parte de Teddy me detuvo en seco — ¿Qué pasa?
— No dejes que mi salud sea excusa para que Stan te use — dijo mientras me miraba con seriedad — No crié a un monigote, y no quiero que te dejes domar solo porque estoy en reposo.
— Tú siempre has dicho que debo controlar mi temperamento — dije mientras le sonreía cínicamente — Además, no me vendría mal aprender a limpiar un poco, y así aseo tu habitación para que no esté tan sucia.
— Mh, ¿crees que me gusta ver que te tenga de sirviente? — suspiré al oírla decir eso, no sabía cómo responder, porque evidentemente mentía al decir que me gustaba estar limpiando como un mal nacido, sobre todo cuando en Londres yo era el príncipe en mi hogar, al que el rey le cumplía hasta el más mínimo capricho.
— Deja de hacerte mala sangre, te hace daño — insistí mientras le sonreía de lado — Duerme otro poco, yo estoy bien.
— Robert se enojará si llega y te vé limpiando — un amargo sentimiento irónico inundó mi paladar al escuchar las palabras ajenas, me causaba ternura que Teddy creyera fervientemente que mi esposo iría a verme, y lo más irónico era, que yo en el fondo esperaba eso también.
— No creo que le enoje que tenga un poco de trabajo — dicho esto, caminé hacía la puerta principal para ir a limpiar el recibidor, admito que limpiar me ayudaba a despejar mi mente, y esos días mi mente era un océano de pensamientos conflictivos y abrumadores, que prefería ahuyentar así fuera matándome del cansancio.
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— Ah, maldición — chillé mientras entraba a mi habitación y cerraba la puerta detrás de mí, apoyándome en la misma mientras suspiraba pesadamente — Estoy exhausto.
Caminé al baño para quitarme la ropa y entrar a la ducha para asearme, mi cuerpo estaba lleno de tierra, había olvidado la última vez que me ensucié tanto. Luego de ducharme me vestí y me recosté en la cama un momento, la noche anterior no había podido dormir casi nada, pasé la noche en vela pensando en Robert y en la salud de Teddy, de hecho, desde que Teddy enfermó, no había logrado dormir plácidamente.
Me senté en la cama para tomar mi billetera y sacar la foto de mi boda, sonriendo con ternura al recordar ese día, donde todas mis preocupaciones desaparecieron, aunque, saber que para ese momento mamá ya estaba enferma, hacía que el recuerdo de mi boda empezara a tornarse un poco gris, aún cuando ese día había sido de color rosa para mí, "nada en la vida es color de rosas, Taylor" me regañé, mientras guardaba la foto nuevamente e inhalaba con pesar, y repentinamente, sentí la ansia repentina de fumar un cigarrillo, cosa muy rara, yo no fumaba desde hace mucho tiempo, y no era algo habitual en mí, solo lo hacía cuando me sentía estresado, o muy abrumado.
Di un leve brinco al oír mi celular vibrando de repente, yo rápidamente lo tomé, y me emocionó muchísimo ver que se trataba de Robert.
— ¡¿Hola?!
— Hola cariño — dijo con aquel cinismo y galantería tan suyo.
— ¡¿Tienes una maldita idea de qué día es?! — reclamé con algo de molestia, amaba oírlo, sí, pero primero necesitaba saber porqué pasé días sin poder escucharlo — ¡"siempre que me necesites llámame"! ¡¿y apagas el maldito celular?!
— Cariño te lo puedo explicar—
— ¡¡No me expliques nada, Dawson!! ¡¿sí sabes que me casé contigo, verdad?! ¡¡el matrimonio implica compromiso, implica respeto, implica muchas cosas de las que te estás haciendo la vista gorda!!
— Taylor — habló Arnold mientras entraba a mi habitación — Abajo preguntan por ti.
— Ya voy — dije mientras me levantaba de la cama aún con el celular en mi oído — ¡¿Sabes lo angustiado que he estado porque no me contestas?!
— Eso tiene una justificación razonable.
— ¡Razonables mis pelotas! — renegué mientras bajaba las escaleras y caminaba hacía la puerta principal, sin dejar de escupir pestes hacía mi pareja — ¡¿Dónde carajo has estado estos días?! ¡ni siquiera el señor Jones ha sabido de ti!
— Lo lamento, me fue muy difícil organizar mi agenda, y el vuelo se retrasó más de lo que planee.
— ¡¿De qué carajo estás— dije mientras abría la puerta principal, y al aclarar un poco la vista, pude ver un auto negro estacionado frente a la casa, y apoyado del auto estaba cierto sujeto de larga cabellera negra y ojos azules, que me sonreía coquetamente mientras mantenía su celular pegado a su oído.
Me quedé helado al verle, no sabía si realmente era él, o si solo era un sueño, y ni hablemos de lo fuerte que empezó a latir mi pecho en cuanto ví de reojo a mi esposo.
— Tengo que colgar, tienes cara de que vas a vomitar del susto — dijo burlonamente mientras apagaba el teléfono y lo guardaba en su bolsillo, esa era la señal que necesitaba para salir del shock finalmente.
— ¡¡Robert!! — clamé al irme corriendo hacía mi esposo, quien me cargó entre sus brazos y empezó a repartir besos por mi rostro de arriba a abajo.
— Lamento la tardanza — susurró mientras pegaba su frente con la mía.
— Mejor tarde que nunca, mi amor — dije entre risas mientras rodeaba su cuello con mis brazos, no dejaba de sonreír y de jadear con emoción — Te extrañé tanto.
— Y yo a ti, moría por venir a verte, pero debía resolver las cosas en la oficina primero — explicaba mientras pasaba su mano por mi mejilla, eché tanto de menos aquel gentil tacto de su parte — Veo que no has dormido bien, tus ojeras se han remarcado de nuevo.
— Te miento si digo que he podido descansar plácidamente — admití con algo de pesar, mientras él me bajaba para verme con detenimiento.
— Vaya, me causa un terrible deja vu verte usar esa ropa — reí por debajo al oírle decir eso — De no ser por tu anillo y porque tu cabello está más largo juraría que volví en el tiempo.
— Es bueno oírte de nuevo — dije mientras tomaba los brazos ajenos y me acercaba para besar los labios de mi esposo, pero oír una voz masculina me hizo frenarme en seco.
— ¡Taylor! — gritó Stan mientras salía de casa y me veía con severidad, y no solo a mí, también vió de mala manera a Robert, motivo por el cual mi esposo empezó a sentir desdén hacía mi tío, y no lo culpo en absoluto por hacerlo.
— ¿Quién es el tipo que te grita como si fueras un perro maleducado? — dijo Robert con seriedad.
— Stanford, hermano de Teddy, mi tío — dije con pesar, mientras rodaba los ojos y jalaba a Robert hacía la puerta de aquella casa, donde estaba Stan cruzado de brazos y viéndonos con seriedad — Tío Stan, él es Robert Dawson; Robert, él es mi tío Stan.
— Es un placer — dijo mi esposo con aquella galantería tan digna de él, extendiendo su mano hacía Stan, quien como el bastardo malnacido que es, dejó a mi esposo con la mano tendida ya se podrán imaginar lo que eso significó para el señor Dawson.
— ¿Y quién eres, Robert? — preguntó con incredulidad, mi pareja sonrió de manera filosa para voltear a verme con detenimiento, ignorando totalmente a Stan.
— ¿Y Teddy dónde está? muero por verla.
— Está adentro, vamos — traté de guiarle a la sala, pero Stan se interpuso viéndonos con severidad.
— ¡¿Me vas a decir por fin quién es este tipo y porqué vas a hacerlo entrar a mi casa como si nada?! — estuve a punto de hablar, pero Robert me apegó a su cuerpo mientras le sonreía cínicamente a Stan.
— Teddy me conoce de sobra, soy el esposo de Taylor, lamento si esta no es la manera más apropiada de conocernos.
Stan me miró de reojo con enojo absoluto, el Taylor de veinte sin duda habría agachado la mirada, pero el sociópata de veintidós años regresó la mirada de odio y caminó junto a su esposo hacía el interior de aquel hogar, importándole poco lo que su odioso tío podía o no pensar de él.
— ¿Taylor quién te estaba— preguntó mi madre mientras se levantaba del sofá con algo de dificultad, quedándose helada al ver al caballero inglés que me acompañaba — ¡Robert, querido!
— Mi amada Teddy — dijo él mientras se acercaba a ella y la abrazaba con fuerza — No sabes el gusto que me da verte, ¡me has dado un susto terrible!
— Lamento mucho haberlos preocupado, pero es lindo que ambos estén aquí — dijo ella mientras apretaba las manos de Robert — Necesito de alguien que cuide de Ty mientras él cuida de mí.
— Yo cuidaré de ambos, suegra; te lo garantizo — dijo él con aquella delicadeza tan suya que tanto me hacía sonrojar y querer postrarme a sus pies.
— Ejem — carraspeó el tío Stan, logrando que todos volteáramos a verle.
— ¡Ah, Stan! él es Robert, es el esposo de Taylor — dijo Teddy con entusiasmo.
— Así me enteré — respondió con algo de soberbia, viendo de arriba a abajo a mi esposo, no saben el pánico que me daba la sonrisa siniestra que Robert le dedicaba a ese sujeto, imagino que de haber sido circunstancias distintas, mi pareja no habría dudado en poner en su lugar a ese sujeto — Me sorprende mucho la noticia, sobre todo considerando que es un sujeto que está rozando los cuarenta, y tú se lo permitiste, Teddy.
— ¿Disculpa? — dijo ella.
— ¿Te parece un buen momento, Stan? — dije de forma incrédula.
— ¡Hola hola! traje todo para la cena de esta noch— dijo una voz femenina que llegaba con unas bolsas de compras, se trataba de Lauren, la esposa de Stan, quien se quedó helada al ver a Robert de frente — ¿Q-Quién es él?
— Mi esposo, tía Lauren — dije mientras me apegaba al cuerpo de Robert, ella me miró como si yo hubiera dicho alguna grosería, su expresión de horror fue tan cómica que me arrepiento de no haberle sacado una fotografía.
-
Luego de ese momento hostil, todos fuimos al comedor, Teddy propuso que comiéramos algo para darle la bienvenida a Robert, y yo no iba a desaprovechar la oportunidad de que mi madre comiera algo.
— ¿Cómo te has sentido estos días? — preguntó Robert mientras me veía darle comida a Teddy en la boca otra vez.
— Estoy bien, pero este alarmista no deja de tratarme como si fuera una niña pequeña — renegó mientras masticaba el bocado que acababa de darle.
— ¿Y dónde conociste a mi sobrino, Robert? — preguntó Stan con recelo, yo rezaba porque no empezaran a discutir, al menos no frente a Teddy.
— En casa de Albert Atwood.
— Jaj, ¿eres amigo de esa escoria? — replicó Stan, ganándose una mirada de odio de parte de Teddy — ¡¿Porqué me miras así?! ¿te recuerdo lo que ese mal nacido te hizo?
— Me dió un hijo sano, a pesar de todo.
— Arruinó tu vida, llámalo como quieras llamarlo — sonrió con frustración al escucharle decir eso, creerán que escuchar eso era nuevo, pero ese típico sermón era más habitual de lo que pensaban, lástima que para Robert no lo fue.
— Vaya forma de referirse a su propio sobrino, señor Brown — dijo mi esposo con severidad, apretando su puño y apoyando el codo de la mesa, su lenguaje corporal me estaba preocupando bastante.
— Amamos a Taylor, ¡pero él mismo es consciente de que Albert Atwood arruinó por completo la vida de mi hermana! ¡por ello me sorprende que se atrevieran a permitir que un amigo suyo forme parte de su familia!
— ¿"Amigo"? — dijo con incredulidad, mientras reía de forma algo tosca y llevaba uno de sus mechones negros tras su oreja — Mi único lazo con Albert era por negocios, a los cuales decliné completamente, y ahora mi único parentezco con él es Taylor, aunque él ya dejó de ser Atwood, así que nada nos ata a él, señor Brown.
— Ya deja de atacar a Robert, Stan — dijo Teddy mientras daba un sorbo al agua que estaba junto al plato de comida — Él ama y cuida mucho de mi Taylor, eso para mí es suficiente.
— ¿Enserio? ¿lo ama y cuida tanto como dice? — preguntó de forma irónica, logrando que Robert y yo lo viéramos con odio absoluto.
— Mataría por él, sin pensarlo dos veces — recalcó con firmeza, sin dejar de ver fijamente al tío Stan, quien daba un sorbo a su copa de vino mientras acariciaba la mano de su esposa, a pesar de que esta no dejaba de ver a mi esposo como si de un filete se tratara.
— ¿Vas a quedarte aquí, no es así Robert? — dijo Teddy, Robert estuvo a punto de hablar, pero Stan lo interrumpió.
— Me apena decir esto, pero no hay suficiente espacio para ti en casa.
— No me diga — dijo Robert con una sonrisa incrédula — Descuide, yo no planeo quedarme aquí, Taylor y yo nos quedaremos en un hotel para evitar ser molestias aquí.
— Taylor debe cuidar de Teddy, él no puede irse así como así — dijo Stan.
— Sé racional, Stan; Robert y Taylor están recién casados, desde luego que ambos deben dormir juntos, ¿cómo podríamos obligarlos a que duerman separados en pleno auge de su matrimonio? — dijo Teddy.
— Con más razón creo que lo mejor es que duerman alejados — dijo Stan, haciéndome gruñir del asco, me irritaba su tono "puritano y sobreprotector", ¿desde cuándo me sobreprotegía? en casa del viejo Atwood me golpeaban siempre que querían, en casa de mamá también, y a él nunca le importaron las palizas, ¿ahora se molestaba en proteger mi trasero? qué hipocresía tan ácida.
— No volé cientos de kilómetros para estar alejado de mi esposo — dijo Robert mientras sonreía con cinismo, aunque su sonrisa se iba tornando más tenebrosa — Y me quedaré con Taylor aunque deba llevarme a Teddy también.
— Está bien, no nos pongamos extremistas — dijo mi madre mientras palmeaba la mano de Robert — Te quedas aquí — volteó a ver a Stan con seriedad — se queda, y tú deja de actuar como un bruto ¿sí? Taylor es mayor, es listo, y la única aprobación que necesita para estar con alguien es la mía.
— Si escoges la pareja de tu hijo con el mismo ojo que usaste para escoger a tu pareja, pues pobre de ti, Taylor — me asombró la frialdad y la acidez con la que ese imbécil se atrevió a decir esa porquería, juro que quise levantarme y abofetearlo, sobre todo al ver cómo la expresión de Teddy se apagó en seguida.
— Jaj, vaya forma de tratar a tu hermana — dijo mi esposo de mala gana mientras se levantaba de la mesa y estiraba el suéter que llevaba puesto — Deberías aprender a amarrarte la lengua, ¿sabes? hablar por hablar es bastante desagradable.
— Solo digo la verdad — replicó.
— Decir idioteces sin premeditarlo primero no es decir la verdad, es ser un imbécil, pero creo que ya has rozado esa línea hace tiempo — en cuanto Robert dijo eso, me hizo una seña para que me fuera con él también, cosa que hice, levantando a Teddy de la mesa y llevándola conmigo, mirando con odio absoluto a Stan mientras nos marchábamos del comedor, para irnos a la habitación donde Teddy se estaba quedando.
Continuará
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- Gema
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