107 - 'Descuidada'
Los días pasaban con una velocidad abrumadora, mi luna de miel fue absolutamente perfecta, lo único malo de ella fue el poco tiempo que duró, creí que dos semanas bastarían para que Robert y yo pudiéramos disfrutar de nuestro reciente matrimonio, pero cuando menos me di cuenta, ya nos quedaba solamente un día de aquel hermoso paraíso español, la idea de volver a Londres me emocionaba, pero al mismo tiempo me frustraba bastante, porque sabía que tendría que volver a la rutina escolar, volver al ayuno sexual, y sobre todo, volver a la fría monotonía del hogar.
Unos suaves besos en el cuello me ayudaron a despertar repentinamente, me sentía exhausto, mi cuerpo pesaba considerablemente, son las secuelas que deja el pasar noches enteras teniendo sexo.
— Buenos días — susurró mi esposo, mientras me ponía boca arriba para besarme los labios con dulzura, yo le tomé del cuello para besarlo con deseo, gozando del roce de su lengua con la mía.
— Mgh, buenos — gimotee entre besos, él trataba de apartarse un poco, pero yo se lo impedía de inmediato — No, quiero más.
— Ty — susurró entre risas — ¿Qué te ocurre?
— Mgh, me pasa que ya mañana volvemos — chillé con fastidio mientras tomaba una almohada y la hundía en mi cara, pude oír cómo mi esposo reía mientras sus manos acariciaban mi pecho.
— Sé que te molesta que debamos volver tan pronto, pero date cuenta de que no podemos quedarnos aquí por siempre, por más que eso deseemos.
— ¡¿Porqué no?! — clamé sentándome en la casa para verle con frustración — ¡No tenemos nada a lo cual volver!
— ¿Olvidas a Algodón, Teddy, Mónica y a Teresa? — dijo mientras arqueaba una ceja.
— Usht — gruñí con fastidio mientras me levantaba de la cama e iba al baño de la habitación, quejándome al sentir cómo me jalaban de la cadera y me cargaban como un saco de papas hacía el baño — ¡Dawson suéltame, déjame en paz!
— Tus berrinches me matan de ternura — dijo con cinismo mientras me metía al baño para ir a la ducha y meternos al mismo tiempo, y apenas lo hicimos, empezó a masajearme la espalda, al principio no entendí porqué, pero poco a poco me empecé a sentir calmado, y comprendí porqué mi esposo quiso darme dicho masaje.
— Mgh, qué bien se siente — murmuré mientras me apoyaba contra la pared — Eres muy bueno en esto.
— Solo estás tenso, cariño; pero descuida, después de esto estarás más relajado, y podremos gozar de nuestro último día de luna de miel como se debe.
— No quiero irme — murmuré con molestia — No quiero volver a la escuela, no quiero que vuelvas a trabajar, no quiero que volvamos al sexo cada dos semanas, y sobre todo no quiero que volvamos a nuestra abrumadora rutina, donde apenas y podemos decirnos "te quiero".
— Ay cariño — susurró mientras me tomaba del brazo y me hacía voltear a verle con detenimiento — No pienses en eso ¿sí? trataré de que nuestra relación no se torne tan fría otra vez.
— Tampoco quiero obligarte a que descuides el trabajo por mis caprichos.
— No son caprichos, cielo; es mi deber como tu esposo, no quiero que te divorcies de mí — reí sutilmente en cuanto le escuché decir eso.
— Nunca me divorciaría de ti, lo sabes.
Él me tendió la mano para hacer que me acercara a su cuerpo, y al hacerlo, me abrazó con fuerza para darme un dulce beso en los labios.
— Y yo nunca dejaré que lo nuestro se apague, y te prometo, que cada que tenga oportunidad, haremos el amor en cada rincón de nuestro hogar.
— ¿Lo prometes? — murmuré con tono sumiso y algo penoso, que hizo que Robert me sonriera coquetamente.
— Por supuesto que sí, mi cielo.
— Eso me alivia — murmuré tomando aire para agacharme frente a Robert, cosa que le tomó totalmente por sorpresa, pero por nada del mundo me detuvo o se apartó — Ahora quiero pagarte por calmarme.
— Vaya, yo me habría conformado con un beso, pero una mamada es un buen pago también — murmuró pícaramente mientras me veía atragantarme con su intimidad, se me empezaba a hacer costumbre querer ahogar mis frustraciones y molestias tragándome el pene de Robert, tal vez era así porque su miembro era la única cosa mucho más grande que mis propias frustraciones y pensamientos intrusivos, eso, o solo era una excusa para lamerle el miembro a mi esposo, o bueno, tal vez era ambas cosas.
-
— ¿Qué opinas de este? — pregunté mientras alzaba un suéter frente a él, después de la ducha ambos salimos al centro de la ciudad para pasear y comprar un poco, ya nos faltaba poco para irnos, así que queríamos disfrutar lo que nos quedaba de España.
— Es lindo — murmuró mientras tomaba dicho suéter y lo colocaba frente a mí, sonriéndome con picardía mientras lo doblaba y me lo devolvía — Y es fácil de lavar en caso de que lo ensucies.
— Idiota — murmuré entre risas coquetas, pasamos la mayor parte del viaje teniendo sexo, y aún a esas alturas seguíamos actuando de forma lasciva el uno con el otro, no sé si era el efecto afrodisiaco post-nupcional, pero hoy en día recuerdo esos días y me abruma bastante lo excesivamente lujuriosos que estábamos actuando.
— ¿Quieres unos jeans? — preguntó mientras se me acercaba y me tomaba de la cadera, yo asentí mientras miraba la ropa que me señalaba, aunque me alertó escuchar a algunas personas que hablaban cerca de nosotros, por su acento pude notar que eran de dicho país, aunque no lograba descifrar del todo lo que decían, pero al ver la expresión incrédula en el rostro de Robert, me fue fácil deducir lo que decían.
— ¿Qué dicen? — le pregunté en el oído.
— Idioteces — dijo de mala gana, suspiré con molestia en cuanto le escuché decir eso — La gente no sabe cuándo cerrar la boca, eso me queda muy claro.
— Lo bueno es que nosotros siempre tenemos la boca ocupada — murmuré mientras le tomaba de la barbilla y lo miraba con algo de deseo, Robert rápidamente entendió a lo que me refería con ello, porque sin vacilar me tomó de los hombros y me dió un beso voraz y desenfrenado, que hizo que las personas que nos observaban con asco rápidamente jadearan horrorizadas, y comenzaran a dispersarse sin más, cosa que nos hizo a mi esposo y a mí sonreír con malicia y algo de soberbia.
— Bien jugado, Ty — murmuró mientras se limpiaba algo de excedente de saliva de los labios, acción que yo repliqué, mientras tomaba un par de jeans y caminaba con él hacía la caja para pagar lo que acababa de escoger.
-
— Qué maldito calor — renegué con molestia, mientras avanzábamos por aquella calle con varias bolsas en nuestras manos, yo quería comprar obsequios y recuerdos de España, y Robert sin dudarlo accedió a cumplir cada uno de mis caprichos, él de por sí siempre es muy generoso conmigo, y cuando yo le hago sexo oral su generosidad aumenta considerablemente.
— Lo sé, muero porque volvamos a Londres y a su clima frío — dijo mi esposo, mientras veía a los lados con flojera, usaba unos lentes oscuros que combinaban muy bien con su camisa gris y sus pantalones blancos, se veía demasiado sexy, y aunque yo opté por algo más casual (jeans y camiseta blanca), sentía que yo no me veía tan mal tampoco.
— Presiento que solo extrañas la comida de Teresa — dije burlonamente, logrando sacarle una carcajada sutil.
— Me atrapaste — admitió alzando los hombros, reí de lado mientras tomaba con fuerza su mano y caminaba con él por aquella calle algo concurrida, muchas personas nos miraban con recelo, aunque otras nos miraban con asombro y algo de admiración, cosa que me hacía sentir algo incómodo.
— ¡Mira amor! — clamé al ver una cartelera llena de anuncios, en uno se notificaba sobre una fiesta que se haría esa noche, cartel que logró captar mi atención y la de Robert, quien rodeó mi cuello con su brazo mientras leía tal información.
— ¿Una fiesta, eh?
— Suena interesante, deberíamos ir, será divertido.
— Si tú lo dices — murmuró para meter su mano en el bolsillo trasero de mi pantalón y seguir caminando a mi lado, reí por debajo ante sus intentos por tener siempre sus manos sobre mi trasero.
-
Cuando finalmente la noche cayó, Robert y yo nos acercamos al sitio donde sería la fiesta, parecía ser una feria local o algo así, había locales de comida y gente bailando alrededor, y ni hablemos de la música, era simplemente preciosa.
— Cuánta gente — dije mientras apretaba con fuerza la mano de Robert, él rió para apegarme a su cuerpo y empezar a caminar hacía un puesto de comida, donde vendían algo llamado "empanadillas", cuyo nombre no se me hizo atractivo, pero en cuanto las probé, mis prejuicios se fueron de golpe.
— Están muy buenas — dijo Robert con asombro.
— Quiero diez más — dije mientras le daba una mordida la mía, logrando que Robert riera de lado con algo de cinismo.
— Perdóname Teresa, creo que te fui infiel — dijo él mientras mordía otra empanadilla, admito que su sabor era muy bueno, incluso llegó a igualar la comida de Teresa.
Seguimos paseando por aquel festival por un largo rato, había mucha gente cantando y bailando alrededor, pero lo que más nos llamó la atención, fue ver una tarima donde un sujeto tocaba una guitarra, y una chica algo jóven bailaba con una precisión sorprendente, al mismo tiempo que hacía sonar sus zapatos y unas castañas que tenía en las manos.
— ¿Para qué es eso? — le pregunté a Robert, él alzó los hombros mientras miraba atentamente a dicha dama bailando.
— El tango es el baile típico de aquí, imagino que las castañas son para complementar la danza — explicó mientras tomaba mi mano y la apretaba sutilmente, sonreí ante tal tacto de parte suya — Es casi tan hermoso como mi esposo.
— ¡Basta! — murmuré entre risas, apretando de igual manera la mano ajena — Aunque sí, es un baile muy lindo.
Me alertó notar cómo una chica de larga cabellera rubia se acercaba hacía nosotros, aunque 'nosotros' es una palabra fuerte, porque yo no era a quien ella quería abrazar.
— ¡Robert! ¡oh por Dios, cuánto tiempo sin verte! ¿cómo has estado?
— Anika, cuánto tiempo — dijo Robert mientras correspondía al abrazo de aquella chica, mirándome de reojo con algo de incomodidad, pero ni su expresión hizo que se me bajara la molestia que inundó mi esófago de golpe — ¿Qué haces tan lejos de casa?
— Vine con mi novio de vacaciones, no sabía que tú estarías aquí — escucharla hizo que se me calmara un poco la molestia, pero igual no me agradaba que una rubia sexy abrazara a mi esposo — Hu lala, ¿y este encanto que te acompaña quién es?
— Annie, te presento a Taylor Dawson, mi esposo — sonreí cálidamente al oírle decir eso, todo mi cuerpo se estremecía cuando Robert me llamaba así, y ni hablemos de la sonrisa gustosa que mostraba al admitir que estaba casado conmigo, era todo un deleite — Taylor cariño, ella es Anika, una vieja amiga de la universidad.
— Es un placer, tesoro — dijo ella mientras estrechaba mi mano — Muchas felicidades por su matrimonio.
— ¿No te parece extraño que Robert salga conmigo? — murmuré con vergüenza, haciendo que ella sonriera y negara con la cabeza.
— Para nada, en Cambridge era bien sabido el gusto de Robert por los hombres, aún cuando casi siempre lo acompañaban mujeres sexys, como Yelena Wilson, aún recuerdo cuando se corrió el rumor de que la habías embarazado.
— Patrañas de los imbéciles de psicología — dijo él mientras rodeaba mi cuello con su brazo, le miré algo curioso mientras terminaba de decir eso — Ella me pidió que le comprara tampones, su compañera de habitación me vió entrar y salir con varios productos femeninos que no supo distinguir, y ¡pum! toda la escuela asumió que yo la había embarazado.
— Fue divertido, sobre todo por la manera en la que Yelena se defendía de quienes la tachaban de zorra — dijo la chica rubia entre risas, admito que esa anécdota sí sonaba a algo que le pasaría a Robert y a Yelena, lo sé porque él de vez en cuando me contaba anécdotas suyas de la universidad, y la cantidad de historias sobre Yelena golpeando a alguna chica que hablaba pestes sobre su libertad sexual, daba para llenar un libro entero.
— ¿Sigues en el mercado inmobiliario?
— Así es, justo ahora trabajo para una agencia en estados unidos, si algún día piensas en mudarte para allá— la chica no pudo terminar de hablar, porque Robert la interrumpió en seco.
— Ni en sueños, querida — dijo entre risas cínicas, que por alguna razón me hicieron sentir algo incómodo, yo sabía que Robert detestaba norteamérica, pero igual era algo sofocante que él diera por sentado no hacer algo conmigo, que no dudó en hacer cuando se trataba de Giselle; "¡¿porqué me comparo con ella?!" me regañé mentalmente, mientras sacudía la cabeza y trataba de tomar aire, era ilógico sentir rencor por algo que ni el propio Robert quería llevar a cabo, y a lo que solo accedió gracias a un chantaje malicioso de su ex mujer.
— Cierto, olvidé que amas a Londres tanto como al whisky — dijo ella mientras le palmeaba el hombro — Igual llámame si necesitas un favor inmobiliario ¿de acuerdo?
— Lo tendré en mente, Annie, muchas gracias.
— Debo irme ya, mi novio debe estar buscándome como loca — dijo entre risas mientras se acercaba a Robert para besar su mejilla, y luego fue hacía mí para hacer lo mismo, y acto seguido, se perdió entre la multitud que nos rodeaba.
— Gato celoso — murmuró Robert mientras me apretaba la mejilla, yo le sonreí de lado mientras alzaba los hombros.
— Solo defiendo lo que me pertenece, ¿es eso un crímen acaso?
— No, y mentiría si digo que me desagrada lo posesivo que te has vuelto — susurró mientras apretaba con fuerza mis mejillas, haciéndome sonreír coquetamente, mientras mis manos iban a parar a sus muñecas para sujetarlas con firmeza.
— Empieza a ser muy ruidoso nuestro alrededor, deberíamos volver ya — dije mientras le dedicaba una expresión coqueta y cínica, era mi manera de decirle "te deseo, y enserio quiero tomarte" sin la necesidad de utilizar palabras para dar a entender mi mensaje, y aunque era sexy coquetear de esa manera, más sexy era la mirada sensual que Robert me dedicaba cuando finalmente descubría mis verdaderas intenciones.
-
— ¡Ah, R-Robert! — chillé ante las bruscas estocadas que él daba contra mi cuerpo, teniéndome apoyando contra el lavabo del baño, gimiendo su nombre tal y como a él tanto le gustaba.
— Ven acá — dijo mientras tomaba mi pierna y la alzaba, logrando que el vaivén fuese más brusco y certero — Vas a llegar a Londres deshidratado.
— ¡Ah, s-sí, a-ahí! — gemí sacando la lengua y echando la cabeza hacía atrás, Robert sonrió mientras sus manos iban a mis pezones y los acariciaba sutilmente.
— Mírate — susurró mientras me hacía ver mi propio reflejo en el espejo, era muy vergonzoso, pero por alguna razón, me excitaba mucho ver que mis ojos estaban igual de dilatados que los de él — Se nota que te gusta lo que te estoy haciendo.
— ¿C-Cómo no me-¡ah! a-ay mi amor, ¿cómo quieres que no me guste? s-si te mueves tan-¡ah!
— Mh, vaya que sabes cómo hacerte desear, Ty — gruñó mientras me mordía el cuello y proseguía con aquel vaivén, haciéndome gritar mientras me sujetaba de los bordes del lavabo.
— ¡Ah, me duele! ¡Robert me duele! — repetía mientras movía las caderas con algo de dificultad, sonriendo al sentir cómo aquel movimiento lograba que la hombría de Robert chocara contra mi "punto sensible" de mejor forma — ¡Ah, a-ahí!
— ¿Aquí? — preguntó mientras me sujetaba con firmeza y me hacía verme al espejo otra vez — ¿Te gusta cuando te toco ahí?
— ¡S-Sí! — clamé sacando la lengua — ¡A-Ay Robert, n-no aguanto!
— Qué sensible estás — murmuró dándome una fuerte nalgada que me hizo chillar — ¿Porqué mi gatito estará tan ansioso, eh?
— M-Me pone así tu voz — admití volteando a verle de reojo — Tu voz, tu mirada, tu sonrisa, todo de ti me excita, Robert, m-me pone mal solo verte.
No sé describir la mirada abrumada y excitada que puso el señor Dawson al oírme, fue casi tan indescriptible como fue el sentir en mi interior cómo su hombría se ensanchaba en mi interior, fue tan sofocante y delicioso, que inevitablemente terminé manchando el lavabo.
— A-Ah, m-mi amor — murmuré mientras trataba de apartarme de él, pero Robert me tomó de las muñecas y me obligó a pegarme de su cuerpo.
— Planeaba una ronda rápida e irnos a dormir, Taylor, pero tus palabras sucias te van a costar caro.
— ¿Qué tanto?
— Llegar tarde al aeropuerto mañana.
— Puedo lidiar con eso — dije sonriendo coquetamente, mientras volteaba la mirada para besar hambrientamente a mi esposo, besos a los que él me correspondió con un nivel de éxtasis que provocó que cada fibra de mi cuerpo empezara a temblar, aunque al día siguiente me arrepentiría enserio por aquella aventurilla descuidada que tuvimos, la última noche de nuestra mágica luna de miel.
Continuará
Voten y comenten si les ha gustado el capítulo, también recuerden apoyar el libro en las plataformas Alphanovel y Manobook para poder seguir publicando capítulos gratuitos con más frecuencia <3
Y no te olvides de dejar un comentario de apoyo, enserio te lo agradezco <3
- Gema
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro